Cuando prediqué 2 Timoteo el año pasado, muchos miembros de la iglesia me dijeron que ellos nunca habían escuchado un solo sermón del libro. Quizás los pastores han evitado 2 Timoteo, porque es una de las «epístolas pastorales», y asumimos que pertenece más a la sala de clases del seminario que al púlpito. O tal vez rehuimos de hacerlo puesto que se centra demasiado en el sufrimiento (un tema que nos hace sentir incómodos en una era que idolatra la comodidad).
Cualquiera sea la razón por la que pudiéramos estar evitando este libro, quiero que consideres predicar una serie expositiva de esta importante epístola. Aquí hay tres razones por qué hacerlo.
Primero, el Evangelio debe ser preservado para ser proclamado
Una de las primeras razones por las que Pablo le escribió a Timoteo es porque el Evangelio estaba bajo ataque. Los falsos maestros se habían infiltrado en la iglesia y estaban agregándole cosas al Evangelio (diciendo que para salvación se necesitaba más que arrepentimiento y fe en Cristo) o quitándole cosas al Evangelio (diciendo que para salvación se necesitaba menos que arrepentimiento y fe). Y Pablo sabía que si el Evangelio puro no era preservado, no quedaría ninguna buena noticia para proclamar.
Por supuesto, el Evangelio aún está siendo atacado hoy, tanto fuera como dentro de la iglesia. La mayoría de los cristianos espera los ataques inevitables del mundo, pero pocos están preparados para los ataques que vienen desde dentro de la iglesia.
A lo largo del tiempo, algunas iglesias agregan cosas al Evangelio y terminan predicando un mensaje de salvación por la fe en Cristo más obras. Otras iglesias le quitan cosas, predicando un mensaje de salvación aparte del arrepentimiento y la fe en Cristo.
La segunda carta a Timoteo es relevante hoy, porque nos recuerda que el Evangelio debe ser primero preservado a fin de ser proclamado. Lejos del Evangelio puro de Jesucristo, la iglesia no tiene ningún mensaje de esperanza para el perdido y el mundo agonizante.
Segundo, muchos cristianos no están preparados para sufrir
Un tema prominente en 2 Timoteo es el sufrimiento. Pablo le recuerda a Timoteo muchas veces sus cadenas e inminente muerte, y llama a Timoteo a «participa[r] conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios» (1:8), «sufr[ir] penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús» (2:3), y «sufr[ir] penalidades» (4:5). Él escribe: «Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos» (3:12).
Claramente, el sufrimiento es un gran tema en 2 Timoteo, así como también a lo largo del resto del Nuevo Testamento. Jesús, los apóstoles y muchos de la iglesia del primer siglo sufrieron tremendamente por predicar la buena noticia. Y sin embargo, muchos cristianos hoy parecen no estar preparados para sufrir por Cristo.
Me he encontrado con muchos creyentes que abiertamente niegan el evangelio de la prosperidad, pero aún así parecen creer que mientras tengan una vida devocional regular, eviten el pecado grave y habitual, y participen en la iglesia local, entonces evitarán el sufrimiento.
Cuando el sufrimiento inevitablemente llega en forma de un revés económico, de una enfermedad grave, de una muerte en la familia o de persecución por la fe, algunos creyentes que profesan la fe comienza a cuestionar la bondad de Dios, o incluso su existencia.
Sin minimizar la dificultad de esas pruebas, debemos recordarle a la iglesia lo que la Biblia enseña sobre el sufrimiento. Jesús dijo: «En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo» (Jn 16:33). Pablo escribió:
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado (Ro 5:3-5).
Esta carta es un libro importante para predicar, porque prepara a tu congregación para el sufrimiento que inevitablemente encontraremos en esta vida, y para soportarlo con esperanza y gozo en lugar de desesperación.
Tercero, los pastores (y los aspirantes a pastores) necesitan instrucción y aliento
Al ser yo mismo un plantador de iglesia, me anima ver la cantidad de hombres jóvenes entusiasmados por plantar nuevas iglesias. Al mismo tiempo, me preocupa que estemos enviando a muchos de ellos a plantar antes de que tengan una comprensión firme de lo que exactamente están plantando y qué será lo que exactamente harán como pastores de una iglesia local. Una cosa es comenzar un servicio de iglesia; otra cosa completamente diferente es plantar una iglesia local saludable que, Dios mediante, resista el paso del tiempo.
Hay pocos libros en la Escritura que instruyan y alienten tan bien tanto a pastores como a pastores aspirantes como 2 Timoteo. Pablo compara el ministerio pastoral con el difícil llamado de un soldado cuyo único propósito es buscar complacer al oficial que lo reclutó y ganar la guerra; a un atleta que compite según las reglas; y a un labrador quien, después de plantar, regar y esperar pacientemente, puede esperar disfrutar de los primeros frutos de su cosecha.
A menudo asumimos que todo lo que el apóstol Pablo tocó se convirtió en oro. Sin embargo, debemos recordar que Pablo experimentó muchas de las mismas frustraciones, decepciones y reveses en su ministerio que todos los pastores experimentan. Él y su mensaje fueron rechazados por la mayoría de las personas que lo escucharon, él fue lanzado a la cárcel múltiples veces, algunos de sus amigos más cercanos y compañeros en el ministerio lo abandonaron, y muchas personas que sí creían en el Evangelio aún luchaban con andar en santidad y obediencia.
Esta segunda carta a Timoteo es un libro maravilloso para pastores y aspirantes a pastores porque nos recuerda que el ministerio pastoral es un llamado alto y maravilloso que implica una vida de trabajo duro, persecuciones y reveses.
Nos recuerda que el ministerio pastoral vale absolutamente la pena. Cuando Pablo cierra el cuerpo de su carta, escribe: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2Ti 4:7-8).