Al final de un largo y difícil año, una lectura corta y fácil sería todo lo que la mayoría de nosotros podría manejar (especialmente, si en ese libro se aborda la pandemia). Entonces, cuando mi amigo Steve me informó que nuestra asociación de pastores locales estaría leyendo y discutiendo La iglesia poscuarentena, estaba contento —admito— por la brevedad del libro. En un poco más de 100 páginas, el libro de Rainer es lo suficientemente corto para quizás olvidar que usaste mascarilla todo el tiempo que lo estuviste leyendo.
En su conclusión, Rainer señala: «Sin lugar a dudas, el mundo ha cambiado. Sin lugar a dudas, la cultura occidental ha cambiado; y se ha movido en gran medida contra las iglesias. Sin lugar a dudas, la mayoría de los líderes de las iglesias no han sido capacitados ni equipados para esta nueva etapa». Sin embargo, lejos de ser pesimista sobre el futuro de la iglesia «poscuarentena», Reiner ve una multitud de oportunidades para un ministerio que exalta a Cristo, en el poder del Espíritu Santo, centrado en la Palabra y basado en la iglesia.
Rainer no intenta entregar muchas respuestas en el libro. Él entiende que nadie sabe con certeza cuáles serán los efectos a largo plazo de la pandemia en las iglesias y en el ministerio cristiano. Lo que sí intenta hacer —y lo hace bastante bien— es levantar buenas preguntas para los líderes de la iglesia a fin de que las consideren en oración. Él lo hace en forma de seis desafíos:
- Reúnete de manera diferente y mejor
- Aprovecha tu oportunidad para alcanzar el mundo digital
- Vuelve a relacionarte con la comunidad cercana a tu iglesia
- Lleva a la oración a un nivel nuevo y poderoso
- Reconsidera el uso de tus instalaciones para oportunidades incipientes
- Realiza cambios duraderos que marcarán la diferencia
Así como el mundo nunca fue el mismo después del 9/11, el mundo ya es diferente de lo que era hace un año. La expresión es cliché a esta altura, pero sin duda hemos entrado a «la nueva normalidad». Por lo tanto, hacer y responder buenas preguntas determinará en gran medida la efectividad de nuestro ministerio en los meses y los años que vendrán. A continuación, muestro tres grandes preguntas que el libro de Reiner levantó para mí y mi iglesia.
¿Cómo abordaremos la programación de la iglesia?
Previo a la pandemia, muchas iglesias guiadas por programas simplemente les estaban pidiendo demasiado a sus miembros. Los ministerios con programas intensos dejan poco tiempo para que los miembros tomen parte en discipulados familiares, evangelismo intencional u hospitalidad. En estos ministerios, los miembros fieles de la iglesia a menudo se fatigan e incluso se sienten culpables por lo que no están haciendo, aun cuando sus calendarios están llenos de actividades de la iglesia.
Quizás un buen resultado de la pandemia es que le dio a las iglesias una oportunidad para un reinicio difícil: una oportunidad para considerar si es que sus programas ministeriales valían la pena.
Muchos programas pueden, y deben, seguir siendo parte de la vida de la iglesia. Otros programas ya estaban muriendo, o necesitaban morir, porque no estaban contribuyendo a la misión de la iglesia. Rainer correctamente ve a la pandemia como una oportunidad para evaluar todo lo que estamos haciendo y para empezar nuevamente solo aquellos programas que guían al objetivo.
¿Cómo utilizaremos las instalaciones de la iglesia?
Según Rainer, la mayoría de las iglesias tienen un 10 % de tasa de ocupación. Esto significa que en el 90 % del tiempo restante no usan sus instalaciones. Es una mala administración y, muchas veces, se debe a que los líderes de la iglesia temen abrir las puertas a la comunidad porque podrían entrar personas y «desordenar» las hermosas instalaciones que han construido y pagado.
No obstante, la pandemia ha revelado la verdad desde el principio: la iglesia son las personas, no el edificio. El edificio de la iglesia es una herramienta para el ministerio, no un fin en sí mismo.
Cuando vemos nuestras instalaciones como herramientas, se abren las puertas (perdón el juego de palabras) para suplir necesidades y compartir a Cristo en nuestra comunidad. Rainer nota: «La clave es ver el edificio de la iglesia desde la perspectiva de la comunidad y no la de los miembros de su iglesia». Eso no significa que priorizamos a la comunidad por sobre los miembros de la iglesia, sino que se consideran las necesidades de la comunidad cuando tomamos decisiones sobre qué instalaciones comprar o construir y sobre cómo usarlas para alcanzar a nuestros vecinos para Cristo.
La pregunta del millón de dólares: ¿qué haremos con las transmisiones en vivo?
No tengo idea de cuáles son los números exactos, pero supondría que previo a marzo de 2020, la mayoría de las iglesias no transmitían en vivo sus servicios de adoración. ¡Mi propia iglesia (una iglesia joven, con conocimientos de tecnología en una ciudad universitaria) no transmitía en vivo el nuestro!
Unos nueve meses después, estimaría que una vasta mayoría de iglesias sí transmite sus servicios de adoración. De todos los cambios que han ocurrido en el último año, podría exponer las razones por las que nada tendrá un mayor efecto, para bien o para mal, en el ministerio de la iglesia local que este dramático cambio hacia los servicios de adoración transmitidos en vivo.
Al conversar con un grupo de pastores la semana pasada, compartí que no tenía idea de qué hacer respecto a la transmisión en vivo una vez que la pandemia estuviera bajo control. Mi primer instinto es dejar de ofrecerlo a penas la mayoría esté cómoda adorando en persona nuevamente. Estoy de acuerdo con Rainer: «No me disculpo por defender la asistencia fiel. La iglesia reunida, ya sea en un edificio, en una casa o en un campo […]». Creo que la reunión regular en persona para escuchar la Palabra de Dios leída y proclamada, para cantar y orar, para la comunión y el servicio, simplemente no es opcional para los cristianos.
Al mismo tiempo, cada iglesia tiene hombres y mujeres mayores que no pueden reunirse constantemente con la iglesia. Las familias se enferman a lo largo del año y deben quedarse en casa los domingos. Los trabajadores de servicios de emergencia regularmente tienen que trabajar en el Día del Señor. ¿Estamos tan comprometidos con el principio de reunirnos en persona que eliminaríamos la opción para que estos hermanos y hermanas vean, y en cierto sentido, participen, en nuestros servicios de adoración? Los lectores de 9Marks bien podrían dar diferentes respuestas a esta pregunta. Rainer dice que mantengamos la transmisión en vivo. Mark Dever diría que la cortáramos (¡o que nunca hubiéramos comenzado una en primera instancia!) Según tu inclinación, considerarás la respuesta de Rainer como una fortaleza o como una debilidad del libro. Sin embargo, debemos hacernos la pregunta anterior, responder cuidadosamente y en oración, y luego avanzar en humilde fe de haber tomado la mejor decisión para nuestra iglesia local.
¿Debes leer este libro?
En la introducción del libro, Rainer relata haber hablado con un pastor que le dijo que él no podía esperar a que las cosas volvieran a ser normales. Rainer respondió que él «creía que jamás volveríamos a la normalidad previa a la cuarentena». Estoy de acuerdo con Rainer. No creo que las cosas jamás vuelvan a la manera que solían ser.
A los asesores se les paga para venir a una organización desde afuera y señalar las cosas que podrían no ser obvias para quienes están dentro. Se les paga, esencialmente, para hacer buenas preguntas. No toda pregunta que Rainer levantó será relevante para tu iglesia, pero muchas de ellas sí, y responder esas preguntas te ayudarán a ministrar con más fidelidad la próxima etapa. Creo que eso vale un par de pesos.