A la mayoría de los cristianos les cuesta mantener una vida devocional saludable. Una actividad que parece tan sencilla como leer la Biblia y orar diariamente se convierte en un desafío de proporciones para muchos creyentes. Gran parte del problema se da por no entender lo que es una vida devocional y por no saber cómo llevarla a cabo eficazmente.
Para solucionar esto, solemos echar mano a todo tipo de métodos, planes de lectura, libros devocionales, pódcast, videos de mensajes; en fin, todo lo que sirva para alimentarnos espiritualmente. No obstante, al cabo de un tiempo, dejamos de hacerlo por un día, luego por otro, pasa una semana o un poco más y nos sentimos muy decepcionados con nuestro compromiso de crecer espiritualmente.
Por esta razón, debemos tener en cuenta que para una vida devocional saludable necesitamos recordar algunos principios que nos ayudarán a quitar el peso del legalismo que muchas veces se enreda con la vida cristiana y a sacar un mejor provecho de la lectura bíblica.
1. Lee la Biblia como una sola historia
Gran parte del problema con la lectura diaria de la Biblia es que la tratamos como si fuera algo que ella no es. A veces lo que buscamos son ideas interesantes, frases cortas que nos hablen al corazón de forma inmediata e impactante. Sin embargo, la Biblia no tiene la intención de entregarnos eso. La Biblia nos introduce, por medio de distintos estilos literarios, a una gran historia de redención y, por lo tanto, cualquier tipo de lectura de la Biblia debe realizarse dentro de ese contexto básico. Leer la Biblia, como una sola historia, significa ver el plan de redención desarrollándose por los 66 libros que la componen, apreciando los detalles de la gracia de Dios derramada en cada página y entendiendo que los personajes no son héroes que debamos imitar o enemigos que debamos odiar, sino más bien personas iguales a nosotros —complejas, con conflictos y angustias, derrotas y victorias—. Leer la Biblia como una sola historia es leerla como lo que ella es: la revelación del plan redentor en Cristo. De ese modo, leer la Biblia como una sola historia de forma devocional nos ayudará a apreciar mucho más la gracia y a entender más profundamente el Evangelio.
2. Lee la Biblia de principio a fin
Los libros de la Biblia no fueron escritos en el orden en el que están en nuestras Biblias hoy en día. Pero aun así, ese orden entrega una lógica tanto cronológica como temática que nos ayuda bastante. Creo que toda persona puede tener profundos momentos devocionales al iniciar su lectura en cualquier libro de la Biblia y profundizar en él por algunas semanas; sin embargo, a largo plazo, hay muchos beneficios al leer la Biblia de forma regular de principio a fin. La primera razón es que te permite tener una comprensión global. Nadie comienza una película por la mitad. Si comienzo mi lectura por el evangelio de Mateo, habrá una serie de afirmaciones que no tendrán sentido si no tengo información previa como: ¿quién fue toda esa gente mencionada en la genealogía del capítulo 1? ¿Por qué esperaban un Mesías? ¿De dónde salieron esas profecías? Claramente, podemos notar que esa historia tiene un inicio previo a Mateo 1 y esa información es muy importante para entender, no solo lo que enseña el texto, sino también la reacción de los mismos personajes. Una lectura del Antiguo Testamento te dará el contexto mínimo para entender mejor el Nuevo Testamento, así como lo es una lectura de los libros históricos para comprender los poéticos y proféticos. La segunda razón para leer la Biblia de principio a fin es que Dios quiso revelarse de esa manera: progresivamente. Esto es lo que dice Hebreos 1:1-2: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo […]». Leer la Biblia de principio a fin, además de proveernos una mejor comprensión cronológica, nos ayuda a entender la historia en su contexto específico. Por ejemplo, muchos cristianos meditan el relato de la vida de David o de José como si fueran casi contemporáneos, o peor, como si lo que ellos hicieron es lo que debemos hacer nosotros hoy. Solamente cuando leo la Biblia en su desarrollo histórico, puedo conectar los distintos relatos y entender más profundamente su significado para no caer en aplicaciones simplistas y equivocadas como: «tienes que derrotar a tu gigante como David» o «vas a reinar como José» —estoy seguro de que esos relatos no fueron escritos para que lleguemos a esas conclusiones—. Y una tercera razón es que este tipo de lectura nos ayuda a tener una correcta esperanza en el Reino venidero de Cristo. Leerla así me permite caminar con todos esos hijos de Dios del pasado, entendiendo que somos parte de una misma historia y notando cómo Dios apunta hacia su clímax. Evidentemente, una lectura fragmentada y atomizada de la Escritura no nos brindará esa misma clase de experiencia con Dios.
3. Lee a un ritmo natural
Cada uno tiene su propio método de estudio y de lectura; cada uno sabe cómo sacar mejor provecho de un texto, pero a veces nos imponemos métodos y ritmos de lecturas diseñados por otras personas y que se convierten más en un peso que en una dinámica natural. Es importante que leas una cantidad de texto que no sea para ti una excusa para decir que no tienes tiempo ni tampoco una pequeña cantidad simbólica de dos o tres versículos. Debemos entender que la meta es caminar con Dios diariamente. Para esto, debes crear un ritmo sostenible en el tiempo, entendiendo que tendremos días en que no desearemos leer la Biblia, pero que de todos modos la leeremos igual, luchando contra nuestra carne con el fin de que Dios hable a nuestro duro corazón. Habrá días en que vas a querer leer quince capítulos y otros días ninguno. En otros momentos, te encontrarás a ti mismo en el típico juego: «bueno, hoy no leo, pero mañana compenso» u «hoy fui a la iglesia y ya leímos la Biblia en el culto, así que estoy listo». La meta no es leer capítulos o versículos porque sí, sino encontrarme con Dios cada día. Encontrarme con Él diariamente en su Palabra me llevará a encontrarme con Él en los días buenos y malos, donde recibiré de su parte confrontación o consuelo. Por otro lado, leerás muchas cosas que no entenderás, pero esto es bueno porque es Dios quien determina el tema de conversación y no yo. Cuando me doy cuenta de que estoy caminando con Él puedo descansar en la certeza de que todas esas cosas que no entiendo bien en un primer momento se aclararán a medida en que crezca mi relación con Él. En el transcurso del tiempo entenderé mejor su Palabra debido a que estoy en un proceso, en una escuela, en un camino de discipulado, guiado por el Espíritu, alimentado por la Palabra y con los ojos puestos en Cristo.
¿Cómo lees la Biblia a diario? Que la culpa no te detenga; que tu determinación no sea tu orgullo. Camina con Jesús cada día. Sométete al ritmo y al contenido de su revelación. Deja que Él te enseñe cosas que no quieres aprender para que seas formado a su imagen y no al revés. Camina con Cristo, en una relación única, verdadera y fructífera.