Siempre leo los libros bíblicos de Reyes y Crónicas con una sensación de inquietud. Conozco estos libros históricos bastante bien, pero cada vez que leo que un nuevo rey toma el trono, me da pavor la inevitable evaluación de su reino: ¿fue fiel o desobediente? ¿Siguió a Dios o se apartó para seguir a dioses falsos?
Asa fue uno de los buenos reyes. Él gobernó Judá por cuarenta y un años y «[…] hizo lo correcto ante los ojos del Señor, como David su padre» (1R 15:11). Su gobierno fue exitoso, su reinado honró a Dios. Él peleó y ganó una gran guerra contra los egipcios porque clamó a Dios y tuvo fe en su liberación: «Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa y delante de Judá, y los etíopes huyeron» (2Cr 14:12). Promulgó una de las reformas religiosas claves: «[…] quitó los altares extranjeros y los lugares altos, destruyó los pilares sagrados, derribó las Aseras. También ordenó a Judá que buscara al Señor, Dios de sus padres y que cumpliera la ley y el mandamiento de Él» (2Cr 14:3-4). Tal vez lo más difícil de todo fue que él removió a su madre de su posición honorífica por su terca idolatría. Fue un buen rey hasta el final. En realidad, no tanto. Él fue un buen rey casi hasta el final.
En el año número treinta y seis de su reinado, casi el noventa por ciento de su tiempo de gobierno, tuvo problemas con Basá, rey de Israel. Esta vez, sin embargo, Asa no confió en Dios sino que tomó el asunto en sus propias manos. En lugar de clamar por liberación como lo había hecho antes, él actuó por su propia cuenta, vaciando el tesoro nacional para sobornar a los sirios a fin de que se volvieran contra Israel. Luego, cuando se enfermó, él no buscó la ayuda de Dios, sino que, en lugar de ello, confío en los médicos. Debido a su falta de dependencia de Dios, enfrentó la ira divina. Ahora, se le dijo que tendría guerra constante hasta el fin de su reinado y que también sería golpeado con una enfermedad muy grave. Asa gobernó bien por tanto tiempo y luego colapsó. Por treinta y seis largos años fue fiel; por cinco cortos años no lo fue.
A medida que reflexiono en Asa, considero la tristeza de terminar mal y el gozo de terminar bien. Considero la terrible realidad de que un hombre puede vivir una buena vida casi hasta el final, y luego titubear, tropezar e incluso caer. Es por esto que tan a menudo escuchamos sobre líderes cristianos que tuvieron ministerios largos y fieles, que permanecieron firmes de cara a la falsedad, que soportaron pruebas y persecución, pero que luego dieron la impresión de que cedieron tanto en sus últimos años. También escuchamos de hombres que permanecieron casados con sus esposas por décadas, pero que se separaron casi al final. ¡Qué tragedia! Amigo mío, si vas a correr para ganar, necesitas terminar firme.
Correr y terminar
Un buen corredor de larga distancia sabe la importancia de planificar su carrera. Incluso, a medida que cruza la línea de partida, Él ya está considerando como va a cruzar la línea de meta. Incluso mientras él da sus primeros pasos fáciles, él ha planificado cómo va a dar su último paso agotador. Un maratonista podría correr unos fuertes 40 km, pero si se detiene antes de sus 41 km, ¿qué bien le hace? Cualquiera puede comenzar una carrera, pero solo el entrenamiento y la planificación pueden prepararlo para terminarla. No hay ningún premio por casi cruzar la línea de meta. En ese sentido, el kilómetro final es el más importante de todos, los últimos pasos son aún más importantes que los primeros. Terminar firme puede compensar un comienzo débil, pero retirarse antes de la línea de meta niega incluso el más maravilloso progreso al comienzo. Cualquier impostor puede comenzar una carrera, pero solo un verdadero atleta la terminará.
Como hombre cristiano, ya estás corriendo la carrera de la vida y confío en que estás corriendo de tal manera que vencerás. Pablo dice: «¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen» (1Co 9:24). Para obtener ese premio, necesitarás correr hasta el final. Necesitarás cruzar la línea de meta y, para hacerlo, necesitarás planificar tu carrera. Necesitarás planificar las maneras en que correrás hoy para que puedas continuar corriendo en los días difíciles que vienen más adelante. Es mucho mejor un comienzo débil con un final fuerte que un comienzo fuerte seguido de un colapso completo. Ningún corredor se arrepiente de terminar fuerte, pero muchos se arrepienten de terminar débiles.
En esta carrera, no estás compitiendo contra otras personas, sino contra los enemigos mortales del mundo, la carne y el diablo. ¿Cómo estás batallando contra ellos? ¿Cómo planeas mantener el paso a lo largo de la carrera? Eso es exactamente de lo que se ha tratado toda esta serie. No hay mucho más que se pueda decir, pero he esbozado este plan según las disciplinas relacionadas a la fe, a la vida y a las relaciones.
- Disciplinas de la fe:
- Disciplinas de la vida:
- Disciplinas de las relaciones:
Estoy convencido de que si buscas estas disciplinas, irás a un buen ritmo y te prepararás para cruzar la línea de meta con los brazos alzados en victoria. Establecerás el paso para terminar la carrera. Tú, al igual que Pablo, eres capaz de decir confiadamente:
He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida (2 Timoteo 4:7-8).
Le daré la palabra final a J. I. Packer quien, en los últimos pasos de su carrera, escribió estas palabras: «Los corredores en una carrera distante … siempre intentan guardar algo como reserva para el último tramo. Y mi opinión es que, hasta que nuestra salud corporal lo permita, debemos enfocarnos en que nos encuentren corriendo la última fase de la carrera de nuestra vida cristiana, como diríamos, a toda máquina. El último tramo, les exhorto, sin duda debe correrse a toda velocidad». Si vas a correr para ganar, debes terminar firme.