Sígueme, es un libro que no puede estar mejor titulado: su contenido se condice 100% con su título. Es un libro muy sugerente.
Crecí en una iglesia en la que las personas eran llamadas a «abrir su corazón e invitar a Jesús a entrar en sus vidas». Para ello, podían levantar la mano y repetir una oración. Yo mismo lo hice. Sin embargo, con el paso del tiempo mi vida seguía igual. Me preguntaba si era realmente salvo o no. De modo que repetí la oración con mayor sinceridad y congoja varias veces, pero nada pasaba. Así que, en el fondo, era un «creyente no convertido». Esto suena contradictorio, ¿no? Pero los demonios también creen, y tiemblan (Stg 2:19). Pues bien, en el primer capítulo del libro, Platt desarrolla esta idea de manera muy comprensible y clara.
Algo que el Señor me hizo comprender con el tiempo es que «la gran invitación», como se titula el segundo capítulo del libro, proviene de Cristo mismo. Pretender que nosotros invitamos a Jesús a entrar a nuestras vidas tiene varios «defectos»; Platt nos muestra algunos de ellos para señalar que la invitación no es nuestra. Y no es nuestra, porque «no pudimos invitar a nuestros padres a ser parte de la familia». Es más, «Los muertos no invitan»: Somos incapaces de extender tal invitación porque, como dice la Biblia, estamos muertos en pecados. «Suponer que podemos hacer semejante invitación es no percibir la gravedad de nuestro pecado», dice Platt. Por eso, «necesitamos que algún otro, completamente fuera de uno, nos llame a la vida y nos permita vivir».
Reconocer que la invitación viene de Cristo cambia la forma de ver las cosas, porque nos asombramos de quién nos hace la invitación: ¡Es el Rey! «Jesús no es algún insignificante maestro religioso que está suplicando la invitación de nadie. Él es el soberano Señor que merece la obediencia de todo el mundo».
«Decidí hacer de Jesús mi Señor y Salvador personal» es otra frase común que dije y que aún escucho. Platt es muy provocativo al decirnos, en el capítulo 4 del libro, «No haga de Jesús su Señor y Salvador personal» pues esa afirmación «minimiza la autoridad inherente de Jesús (…) pues Él es el Señor, independientemente de lo que usted o yo decidamos». Además, Jesús no es «personalizable», es decir, no podemos escoger lo que nos gusta y lo que no. Es Él quien nos desafía y confronta.
El capítulo 5 está lleno de grandes verdades que muchas veces soslayamos o ignoramos dándolas por descontadas. Sabemos que Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos, y sin embargo, nos preguntamos: «¿Sentimos satisfacción nosotros en el Padre?» Después de todo, nuestra relación con Cristo no se basa sólo en entender intelectualmente que Él es la verdad. «Ser sus discípulos implica afecto emocional hacia Cristo»; «es imposible separar la fe en Cristo de los sentimientos por Él». «El verdadero conocimiento intelectual de Dios implica natural y necesariamente un profundo deseo emocional de Dios».
La importancia de sentir afecto y reconocer que Jesús es todo lo que necesitamos tiene impacto en nuestra vida cristiana. Así, «en lugar de tratar de vencer el pecado trabajando duro para cambiar nuestro comportamiento, podemos vencer el pecado confiando en que Cristo cambiará nuestros afectos».
Muchas veces nos preguntamos por la voluntad de Dios para nuestra vida. Platt señala, en el capítulo 6 («La voluntad de Dios para su vida»), que la voluntad de Dios siempre ha estado disponible para ser conocida en las Escrituras. Además, plantea que el propósito de la entrega del Espíritu Santo, tanto en el A.T. como en el N.T., fue declarar la voluntad de Dios, es decir, dar a conocer verbalmente esa voluntad. Hoy tenemos las Escrituras y el Espíritu para dar a conocer el evangelio. Más que buscar la voluntad de Dios, debemos anhelar experimentarla en nuestras vidas.
¿Es seguir a Cristo sinónimo de unirse a una iglesia local? En el capítulo 7, Platt responde a esta pregunta con mucha claridad y elocuencia desarrollando algunas analogías que encontramos en la Biblia. Le invito a descubrir por qué «la razón fundamental por la que todo seguidor de Cristo debe ser miembro de una iglesia [es que] todo discípulo de Jesús anhela la gloria de Dios».
¿Qué se le viene a la mente cuando piensa en «la iglesia»? ¿Planes y programas focalizados por grupo etario? El capítulo 8, titulado «Un enfoque de posibilidades», puede impactar su manera de pensar. Platt dice que la obra de Cristo y el carácter de Dios deben convertirse en temas comunes de conversación con todo nuestro entorno: «nuestra vida es demasiado corta como para desperdiciarla con meras conversaciones seculares cuando están en juego las grandes realidades eternas».
¿Para qué nacemos de nuevo? El último capítulo del libro se titula «nacidos para multiplicarnos», y nos dice que «cada cristiano ansía ver pecadores salvados de manera sobrenatural. Todo el que conoce el amor de Cristo anhela multiplicar la vida de Cristo». «Jesús llama a cada uno de sus discípulos a hacer discípulos que hagan discípulos hasta que el evangelio llegue a cada pueblo del mundo», pues «Al seguir a Cristo, él transforma nuestra mente, nuestros deseos, nuestra voluntad, nuestras relaciones y nuestra razón suprema para vivir».
Sígueme, es un libro que desarrolla muchas de las consecuencias de esa invitación que hiciera un Rey —Jesús—. Lo invito a descubrir por qué Jesús es el Rey por quien vale la pena morir y perderlo todo, y por quien vale la pena vivir.
Sígueme: un llamado a morir, un llamado a vivir. David Platt. Tyndale House Publishers, 261 páginas.

