En una era de charlas TED, videos de YouTube y transmisiones en vivo de Facebook, la simple idea de escuchar a un hombre dar charlas sobre un libro antiguo parece irrelevante, si es que no incómodo. Si la predicación cristiana es solo una oportunidad para otra charla sobre una idea interesante, entonces la prioridad de la predicación en la adoración cristiana se ha exagerado inmensamente.
Sin embargo, la predicación cristiana es algo más que una charla; es más que solo la transferencia de información de una persona a otra; es más que solo definir términos y explicar su contexto; y es más que solo la opinión de un hombre. El sermón semanal tiene una importancia sobrenatural, donde tanto el predicador como quien escucha son transformados por la Palabra de Dios. Como sugiere Tim Keller: la predicación realmente tiene el poder de «cambiar a las personas en sus asientos».
Aplica el hedonismo cristiano a la predicación
Escrito para pastores y para aquellos que se están entrenando para el pastorado, Exultación expositiva, de John Piper, es el tercer libro de una trilogía que incluye: Una gloria peculiar: cómo las Escrituras revelan su completa veracidad (2017) y La lectura sobrenatural de la Biblia: ver y saborear la gloria de Dios en las Escrituras (2018).
En Exultación expositiva se muestra que «la predicación en sí misma es adoración, y Dios la designa para despertar e intensificar la adoración» a medida que «el predicador explica simultáneamente el significado de la Escritura y exulta sobre la realidad que glorifica a Dios en ella» (37, énfasis en el original). No fue una sorpresa para nadie que Piper aplicara a la tarea de la predicación su conocida tesis de que Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él.
En Exultación expositiva, Piper explora la tarea de la predicación en siete partes: Un escenario para la predicación; ¿Por qué la exultación expositiva es parte integral de la adoración congregacional?; ¿Cómo se convierte la predicación en un medio del milagro de la adoración, sobrenaturalmente?; ¿Cómo se convierte la predicación en un medio del milagro de la adoración, naturalmente?; Atención rigurosa al texto en aras de la penetración radical en la realidad; ¿Qué realidad debemos predicar?; La exultación expositiva y el Antiguo Testamento.
La predicación a la luz de la «realidad»
Piper se enfoca en la necesidad de que los predicadores les muestren a sus oyentes el texto de la Escritura porque le preocupa que incluso los predicadores que predican la Biblia expositivamente a menudo «no ayudan a las personas a ver la conexión entre la realidad que están anunciando y […] las palabras mismas del texto» (118, cf. 118-119). Él también estipula que una limitación textual es necesaria, pero no adecuada en el púlpito, puesto que a menudo existen asuntos teológicos mayores que traspasan los límites del contexto inmediato de la Escritura (139).
Hay aspectos de la intención de un autor que a veces no están explícitamente incluidos en las palabras que estás leyendo, pero que necesitas conocer a fin de interpretarlas correctamente, y que podrías aprender de otras partes de la Escritura, especialmente otras cosas que el mismo autor ha escrito (191).
Piper sugiere tres temas predominantes que enmarcan «realidad»: la gloria de Dios como el objetivo final de todas las cosas, Jesucristo crucificado como fundamento de todo bien que viene al pueblo de Dios en cada texto y el Espíritu Santo como el posibilitador de la vida transformada (194). Él sostiene: «esos énfasis trinitarios, entrelazados, deben tejerse a través de toda [la] predicación», a lo largo de todo el sermón (194).
No está completamente claro lo que Piper quiere decir con «el factor de realidad en la tarea de exposición» (115, [énfasis en el original]). Él explica que «el contenido de la predicación, en su esencia, no es el texto bíblico (que, sin embargo, sigue siendo indispensable en todos sus detalles), sino la realidad que el texto está comunicando» (115, [énfasis en el original]). A fin de acceder a esta «realidad», el predicador necesita saber «no solo las intenciones inmediatas que [el autor] deja en claro en el texto, sino también la visión global de la realidad que rige la forma en que [él] piensa, sobre todo» (135). Sin embargo, la discusión completa parece algo vaga.
La predicación para despertar la adoración
La tesis del libro de Piper —«la predicación en sí misma es adoración y Dios la designa para despertar e intensificar la adoración» (37)— desalienta a los pastores a tomar un enfoque casual en el púlpito. Piper escribe: «La predicación no es una conversación. La predicación no es una discusión. La predicación no es una plática casual sobre cuestiones religiosas. La predicación no es solo enseñar. La predicación es la proclamación de un mensaje permeado por la percepción de la grandeza y majestad y santidad de Dios»[1]. La predicación según Piper es «enseñanza precisa y anunciación sincera. Es exultación expositiva» (52, énfasis en el original). Como explica Piper más adelante: «el mensaje del predicador, el heraldo, no es simplemente un conjunto de hechos para ser entendido. Es una constelación de glorias para ser atesorada» (48). Él sostiene que la predicación es un llamado peligroso y glorioso porque el predicador sabe que «si falla en su exultación expositiva, si la adoración congregacional languidece en la falta de vida porque la palabra de Dios no viene con claridad, fidelidad y poder de satisfacción del alma, todos los ministerios [de la iglesia local] sufr[irán]» (222).
Los predicadores no deben consentir a sus oyentes porque el sermón no se trata de la audiencia. Al contrario, los sermones deben mostrar la verdad sobre el Dios revelado en el Cristo crucificado para que las vidas de los oyentes puedan ser realineadas, sus afectos recalibrados y sus corazones reenfocados a la gloria de Dios en Cristo. Piper está en lo correcto: «Nada puede reemplazar la predicación» (223). Solo al enfocarse en Dios y al deleitarse en Él serán satisfechas las necesidades más profundas de la congregación. Los predicadores deben trabajar para predicar sermones excelentes.
La exultación expositiva es esencial porque el Evangelio es un mensaje que viene al pueblo de Dios en palabras y Dios ha ordenado que el pueblo vea «las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3:8) en esas palabras del Evangelio. El llamado del predicador es abrir las palabras, las oraciones y los párrafos de la Escritura y exponer la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios (Col 1:15; 2Co 4:6).
Un análisis serio y teológicamente rico de la predicación
Exultación expositiva es una revisión seria de la tarea de la predicación. El libro de Piper sobresale entre la literatura homilética debido a cuán enérgicamente defiende la primacía de la predicación —ciertamente, como asevera Piper: «nada puede reemplazar la predicación» (223)— mientras que simultáneamente muestra que la predicación y la adoración van de la mano. Por tanto, los predicadores no solo deben abordar su tarea en oración, con un sentido de gravedad, sino que también deben abordarla reverentemente a medida que adoran al Dios trino.
Ya le he regalado este libro a pastores aspirantes para ayudarlos a cultivar un enfoque empapado de la Escritura para la tarea de la predicación. El libro de Piper ayuda a los predicadores jóvenes a ver su responsabilidad personal de sumergirse en la narrativa de la Biblia que forma la fe para que puedan presentar de manera más fiel, ¡y más irresistiblemente!, una comprensión teológica coherente de la Escritura, mientras anuncian la verdad del Cristo crucificado. Adicionalmente, Piper, un pastor académico, guía a su lector a través del proceso de llegar a conocer la Biblia incluso a medida que crecen en su comprensión de cómo proclamarla.
Doce citas de Exultación expositiva:
- «Predicar en la adoración congregacional es esencial para la salud y la misión de la iglesia» (10).
- «Exultación sin explicación no es predicación. Explicación sin exultación no es predicación» (37).
- «La “persona natural” puede ver muchas cosas asombrosas acerca de Jesús. Judas ciertamente lo hizo. Pero la persona natural no “discierne” la belleza y el valor convincentes de Cristo. El evangelio de Cristo es locura para ellos en lugar de ser su mayor fortuna. Él no es el tesoro escondido en el campo que vendemos para todo obtener (Mt 13:44). Él no es la perla de gran precio (Mt 13:46). Él no es de “valor superior” que, en comparación, hace que todo lo demás parezca basura (Fil 3:8). De tal “ver” Jesús dice: “Al ver no ven” (Mt 13:13)» (62).
- «El predicador tiene solo un punto de acceso definitivo a las realidades que importan infinitamente: Cristo, la gracia, la justicia, la vida eterna, y esas son las palabras inspiradas de Dios en las Escrituras» (125)
- «Estoy suplicando contra un tipo generalizado de predicación basada en la Biblia, pero no saturada de la Biblia. Me declaro en contra de la lectura de un texto seguido de una predicación que hace hincapié en sus puntos, a veces muy buenos puntos que realmente se encuentran en el texto, sin mostrar a las personas las palabras y frases de las que se toman los puntos. Me declaro en contra de la predicación que no ayuda a las personas a ver cómo el texto realmente nos lleva a la realidad que es lo más importante» (130, énfasis en el original)
- «Todo sermón que ofrezca algo bueno a los creyentes en Cristo, o que ayude a los creyentes a ver que Dios convertirá para bien todo lo malo en sus vidas, debe ser un sermón que exulta en Cristo crucificado» (162).
- «Porque no tendríamos más que ira sin la cruz […] Es predicar toda realidad bíblica en relación con la muerte de Jesús […]. Por lo tanto, la cruz es la base en cada sermón de cada bien ofrecido en cada texto» (165).
- «Cuanto más rigurosamente prestemos atención a lo que Dios puso en el texto, más radiante brillará su gloria en el texto» (172).
- «Sin la muerte de Jesús no habría un solo bien en todo el mundo que sería un beneficio duradero, a cualquier creyente» (202).
- «La predicación no lo es todo, pero afecta todo. Es la trompeta de verdad en la iglesia. Y resuena en cada ministerio y cada hogar, por alegría y fortaleza, amor y perseverancia, o no» (222-223).
- «Nada puede reemplazar la predicación. Los libros son maravillosos. ¿Quién no ha sido profundamente afectado por un gran libro? Conferencias y debates y drama y poesía y películas y pinturas son poderosas. Pero cualquier esfuerzo por reemplazar la predicación con cualquier otra cosa, tarde o temprano, fracasará» (223).
- «A Dios le encanta ayudar al predicador que está desesperado por dejar en claro la santa felicidad de su pueblo, por la sangre de Jesús, por la gloria de Dios. Él te ayudará» (223).
Exultación expositiva: la predicación cristiana como adoración. John Piper. Editorial Portavoz, 320 páginas.
Esta reseña fue publicada originalmente en 9Marks.
[1] Esta es una cita directa del sermón que John Piper predicó en T4G: «Por qué es que la predicación expositiva glorifica a Dios en un modo particular».