Hace un par de años, Aileen y yo entramos a un gimnasio por primera vez en nuestras vidas. Estábamos en mal estado físico, nos decidimos a hacer algo al respecto y teníamos la idea de que un gimnasio era el lugar adonde ir. Hablamos con el encargado, fijamos una cita y nos quejamos de camino a una evaluación de una hora. Luego, nos asignó un entrenador, quien nos aseguró que nos ayudaría a perder un par de kilos y a ganar un poco de músculo. ¡Realmente funcionó! Ejercitamos con nuestro entrenador, seguimos su plan y pronto vimos que nuestros cuerpos respondieron tal como esperábamos.
Si el gimnasio es el contexto natural para buscar un buen estado físico, la iglesia local es el contexto natural para buscar un buen estado espiritual. La iglesia es el gimnasio de Dios. Como hombre cristiano, estás corriendo una carrera y, si quieres correrla bien, necesitas un entrenamiento que te ayude a mantener el mejor rendimiento. La iglesia local es el lugar donde encuentras a los entrenadores que te instruirán y guiarán, donde seguirás el régimen de entrenamiento que Dios ha planeado para ti. Es ahí donde ejercitarás junto a tus pares que están entrenando para su propia carrera y así su trabajo te inspirará a ti y tú a ellos de vuelta. Si vas a «Correr para ganar», necesitarás priorizar tu iglesia.
El propósito de la iglesia
La iglesia local es central en el plan de Dios para el mundo. Es más, de muchas formas, la iglesia local es el plan de Dios para el mundo. Mucho de lo que Dios quiere enseñarle al mundo, lo hace por medio de la iglesia local; mucho de lo que Él quiere mostrarle al mundo, lo hace por medio de la iglesia local; mucho de lo que quiere lograr en el mundo, lo logra por medio de la iglesia local. Ningún ministerio puede eclipsarla, ningún programa puede reemplazarla, ningún poder puede derribarla. La iglesia local es el plan de Dios y no tiene ningún suplente.
Dios quiere que cada cristiano se involucre en una iglesia local y su Palabra no sabe de cristianos que no sean parte de una. La iglesia local da la bienvenida a la membresía a aquellos que creen y expulsa a quienes han abandonado la fe, de modo que cada iglesia sea una comunidad de cristianos unidos por su profesión de fe en común.
Para los incrédulos, la iglesia local sirve como un puesto fronterizo en territorio enemigo. En un mundo que está en completa rebelión contra Dios, estas asambleas ofrecen la buena noticia de reconciliación. Los no creyentes son bienvenidos a los servicios de adoración, para que puedan experimentar la adoración cristiana, escuchar el mensaje del Evangelio, profesar la fe en Cristo y ser bautizados en su nombre. ¡La iglesia existe para evangelizar!
Para los creyentes, la iglesia local sirve como el club de salud espiritual, el lugar donde somos entrenados para correr nuestra carrera. Es aquí donde aprendemos de Dios para crecer en conocimiento; donde adoramos a Dios a fin de crecer en amor; donde el pueblo de Dios nos ministra para que así crezcamos en piedad; y donde ministramos a otros con el fin de que crezcamos en humildad. Es aquí donde estamos bajo el cuidado y la supervisión de los ancianos, los entrenadores que Dios ha llamado y equipado especialmente para modelar la piedad y para llamarnos a ella. ¡La iglesia existe para edificar!
Si bien cada uno de nosotros compite en una búsqueda personal y se esfuerza para obtener el premio, no corremos solos, puesto que al lado de nosotros tenemos la compañía de hermanos y hermanas, cada uno trabajando para ganar su propia carrera. ¡Gracias Dios por la iglesia local!
Prioriza tu iglesia
Si la iglesia local es central en el plan de Dios para su mundo, es igualmente central para tu vida. Por esa razón debo preguntarte: ¿Cuál es tu relación con la iglesia local? ¿Eres parte de una iglesia? ¿Te involucras en ella? ¿Contribuyes a ella de maneras significativas? Sin ella, no puedes esperar prosperar ni siquiera sobrevivir.
Esto puede resultarnos difícil de admitir. ¡Somos hombres! ¡Somos fuertes, acérrimos e independientes! Sin embargo, Dios quiere enseñarnos que no somos tan fuertes como podríamos pensar; de hecho, somos tan débiles que necesitamos desesperadamente la ayuda de otros. Necesitamos que los ancianos nos fortalezcan; necesitamos que las personas con discapacidad nos enseñen; necesitamos que los niños nos animen; necesitamos que quienes no son amados nos conmuevan; necesitamos que los débiles nos humillen. Es en la iglesia local que aprendemos a correr bien.
Para correr bien, necesitas la adoración de la iglesia local. Es en los servicios de adoración semanales que cantas tu alabanza y adoración a Dios, que lees tu Biblia con otros, que escuchas al predicador exponer un texto, que te unes en oración a otros cristianos y que celebras el bautismo y la Cena del Señor. Estos son medios comunes de gracia a través de los cuales Dios se complace en nutrirte y fortalecerte a fin de equiparte para la carrera.
Para correr bien, necesitas el servicio de la iglesia local. Necesitas hermanos y hermanas que sean un modelo de piedad ante ti, que te animen en tiempos de prueba, que te recuerden el Evangelio cuando peques y te arrepientas, que te reprendan amorosamente cuando peques o no te arrepientas. Necesitas que ellos ejerzan sus dones espirituales para tu beneficio y tu edificación. Eres débil y profundamente dependiente de otros.
Para correr bien, necesitas servir a la iglesia local. Es posible que te sientas tentado a acercarte a la iglesia esperando obtener mucho de ella. Es mucho mejor y mucho más piadoso acercarse a la iglesia preguntándote qué podrías dar a los demás. ¿Quién necesita que lo sirvas esta mañana? ¿Quién necesita ser animado con tu presencia, tu compañerismo, tus palabras? En lugar de preguntar: «¿cómo la iglesia satisfará mis necesidades?», debes preguntarte: «¿las necesidades de quién puedo satisfacer?». El beneficio de la iglesia no es solo lo que aprendes o lo que experimentas, sino cómo sirves. Aunque podría parecer contraintuitivo, en realidad corres mejor la carrera cuando pasas tiempo entrenando a otros, cuando inviertes en ellos y los ayudas a correr bien.
Hazlo ahora
Cuando se trata de priorizar la iglesia, las buenas intenciones pueden ayudarte a comenzar la carrera, pero requerirá convicción y hábito para poder seguir adelante. Permíteme ofrecerte un par de consejos prácticos:
- Busca una buena iglesia. Si ya asistes a una iglesia saludable que proclame el Evangelio, agradece a Dios por su provisión. Si asistes a una iglesia que no es saludable o no estás asistiendo a ninguna, he escrito sobre algunos recursos útiles que puedes usar para encontrar una en tu área.
- Dalo todo. Recientemente, leí que casi dos tercios de todas las personas que tienen membresía en el gimnasio en realidad nunca iban. En un momento, sus intenciones eran buenas, decidieron ponerse en forma y pusieron sus firmas en las líneas punteadas. Sin embargo, sin la convicción y el hábito rápidamente dejaron de ir. Muchas personas son muy parecidas con la iglesia: tienen su iglesia, pero asisten solo ocasionalmente y sirven solo con moderación. En sí misma, la membresía de un gimnasio no puede darte un cuerpo en forma. En realidad, necesitas ir al gimnasio y aprovechar su equipo y sus programas. De igual manera, el simple hecho de escoger una iglesia no le hará ningún bien a tu alma. Debes participar en la iglesia y aprovechar lo que ofrece. Descubre cómo tu iglesia discipula a los creyentes y comprométete a su programa.
- Estructura tu vida en torno a la iglesia. Hay muchos deseos, responsabilidades y pasatiempos que pueden interferir con tu asistencia a la iglesia, uno de los más importantes es el deporte aficionado. Haz de la iglesia tu principal prioridad la mañana del domingo y, en lo posible, no permitas que nada interfiera. Es mucho mejor dejar de perseguir el sueño de que tu hijo gane una beca deportiva y llevarlo a que se una a la búsqueda del carácter piadoso y al servicio cristiano en la iglesia local.
- Lidera a tu familia. Como esposo y padre, cargas con la responsabilidad suprema de asegurarte de que tu familia se comprometa con una iglesia local saludable y de que realmente asistan. Sé el que se compromete con la iglesia, entusiásmate con asistir y servir, sé quien despierta a la familia el domingo por la mañana. Escucha con atención al sermón, adora con todo el corazón, abre tu hogar a otros y espera que tu familia sea bendecida por un padre que lidera.
¡Corre para ganar!
Los seres humanos hemos desarrollado lugares donde entrenar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Dios mismo nos ha dado un lugar donde podemos entrenar nuestras almas, donde podemos aprender a correr la más importante de todas las carreras. Es por medio de la iglesia local que Dios reparte sus más preciosos regalos de gracia. Si vas a correr para ganar, tienes que priorizar a la iglesia.