La distracción no se vence con unos pocos golpes, sino que en muchas peleas pequeñas y habituales. Por lo tanto, no prometeré entregarte una espada mágica en mil palabras que pueda matar al aterrador dragón de la distracción con tres o cuatro trucos. No he descubierto tal espada y no creo que exista una.
¿Qué me convierte en una autoridad sobre la distracción en primera instancia? No mi pericia en el enfoque, sino que mi expertis en estar distraído. Si mis observaciones y autoevaluaciones son adecuadas, estoy «sobre el promedio» del espectro distraible. Conozco esta lucha desde adentro y peleo contra ella diariamente.
Esperar luchar diariamente es una mentalidad necesaria si se quiere ganar la batalla. La distracción no es un enemigo simple; debe ser combatido en numerosos frentes. La victoria se alcanza no por una gloriosa resolución de golpe de estado, sino que por la lenta insurrección de desarrollar hábitos que reduzcan la distracción.
La velocidad de Dios
Sin embargo, probablemente esto requiere una recalibración de expectativas de nuestra parte. Nosotros, hijos de la era de la alta tecnología y de la información, y nietos de la era industrial y manufacturera, se nos hace cada vez más difícil apreciar la velocidad de Dios. Hemos aprendido a valorar la eficiencia en la rapidez, en la cantidad y en el costo. Produce algo deseable de forma rápida, escalable y barata y el resultado será exitoso. También hemos aprendido a valorar lo desechable y a devaluar la durabilidad.
No obstante, cuando Dios construye las cosas, a menudo se toma un largo tiempo (al menos desde nuestra perspectiva) para hacerlas. Lo que construye, lo hace para que perdure. Piensa en cómo nos diseñó a nosotros: necesitamos aproximadamente nueve meses desde la concepción para llegar al punto de poder sobrevivir fuera del útero. Luego, requerimos más o menos dos décadas más antes de conseguir la madurez, el conocimiento y las competencias del desarrollo suficientes para vivir independientes de nuestros padres.
¿Cómo conseguimos la madurez, el conocimiento y las competencias del desarrollo durante esas dos décadas? Mediante rigurosa repetición. La memoria muscular y de información se desarrollan y sustentan a través del arduo proceso de la práctica diaria y habitual.
El lento y diario milagro
Ahora, sabemos que Dios a veces emplea su poder milagroso para ocasionar cambios instantáneos en las vidas de las personas. Liberaciones y dones de sanidad son aspectos muy reales en el Reino de Dios en esta era. La Biblia incluso nos ordena a desearlos y buscarlos fervorosamente (1Co 12:31). Creo que si los deseáramos y los buscáramos más, ocurrirían más seguido.
Sin embargo, el testimonio completo de la Escritura y de la historia redentora nos dice que incluso cuando son más frecuentes, las transformaciones milagrosas e instantáneas son siempre excepcionales (raras) en esta era, no normativas. La mayoría de nuestras sanidades serán experimentadas a través de un proceso relativamente lento con el cual Dios maravillosa y sabiamente equipa nuestros cuerpos. Y la mayoría de nuestras liberaciones serán experimentadas por medio de procesos relativamente lentos (a veces frustrantemente lentos) con los cuales Dios equipa maravillosa y sabiamente nuestras mentes y almas, reemplazando las respuestas habituales de creer en promesas engañosas y en acusaciones condenatorias con respuestas habituales de fe en las promesas verdaderas y la misericordiosa aceptación de Dios.
Hablamos mucho sobre los hábitos de gracia en Desiring God, porque las rutinas construyen y forman el carácter, la competencia, el afecto y la creatividad humana. La Escritura enseña y la historia refuerza que las rutinas habituales de la meditación en la Biblia, de la oración y de la comunión de la iglesia son los principales medios de gracia de Dios para nuestra transformación. Roma no se hizo en un día; tampoco nosotros. Somos desarrollados lenta, progresiva y laboriosamente, ladrillo a ladrillo, día a día, a lo largo del tiempo: a la velocidad de Dios.
Lo que te dicen las distracciones
Ahora, Dios sí quiere que seamos librados del efecto devastador de la distracción sin fruto (Lc 10:40); quiere que nos enfoquemos en lo que es importante (Lc 10:41-42). No obstante, es muy poco probable que recibamos una solución rápida, porque en la distracción están ocurriendo más cosas de lo que a menudo nos damos cuenta. De hecho, tenemos que aprender mucho de todo lo que está pasando en nosotros cuando somos tentados a distraernos.
En primer lugar, las distracciones frecuentemente nos dicen lo que amamos, en qué confiamos y a qué tememos. Gravitamos hacia los deseos que anhelamos y nos alejamos de los temores que deseamos evitar. Escucha lo que tus distracciones conocidas (habituales) están diciendo. ¿En qué cosas estás buscando gozo? ¿En qué estás buscando refugio? ¿De qué estás intentando escapar?
Las distracciones también nos dicen en qué lugares hemos formado malos hábitos temprano en la vida que no hemos abordado adecuadamente aún. Algunos malos hábitos se deben a que crecimos en sistemas familiares rotos; algunos hábitos son indulgentes formados en nuestra juventud o adolescencia y ahora debemos ser lo suficientemente maduros para hacernos responsables de ellos.
Las distracciones también pueden comunicarnos realidades biológicas con las que debemos lidiar: TDAH, TOC, depresión crónica, trastorno bipolar, y otras enfermedades. Los medicamentos supervisados por médicos expertos pueden ser de importante ayuda, pero también necesitamos cultivar activamente nuevos hábitos para mitigar los efectos de la biología desordenada.
¿Qué te están diciendo tus distracciones? Regístralas a medida que las vayas notando por dos o tres semanas. No lucharás contra ellas con éxito hasta que sepas lo que las está alimentando. Las distracciones alimentadas por diferentes amores desordenados, temores, biología o por los simples viejos y malos hábitos requieren diferentes estrategias habituales de batalla.
Entrenados por la práctica constante
Los hábitos saludables son estrategias. Si las resoluciones son nuestros objetivos (resultados deseados), los hábitos son nuestras estrategias. O para usar una metáfora distinta, el motor de nuestra resolución debe recorrer el mismo camino que nuestros hábitos. La resolución solo puede ir hasta donde lleguen los caminos de los hábitos.
En Hebreos 5:14 dice exactamente eso: «Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal». Este verso ayuda a establecer nuestras expectativas. La madurez espiritual es el objetivo; la práctica constante es el medio.
Cuando jugaba fútbol en la secundaria, todos los jugadores disfrutaban los partidos. Pocos de nosotros disfrutábamos los ejercicios monótonos de desarrollo de habilidades. Nadie que conozco disfrutaba de los agotadores ejercicios de acondicionamiento. Sin embargo, nuestra capacidad para ganar los partidos estaban, en gran parte, determinados por cuán duro nos esforzábamos en la práctica.
La práctica constante es la única forma en que cualquier habilidad es desarrollada y mantenida en cualquier cosa, incluso la habilidad de distinguir entre un enfoque fructífero y una distracción infructífera.
Pero ¿cómo?
Sí, pero ¿qué hacemos para practicar constantemente la resistencia a la distracción? Te digo de inmediato que no tengo trucos contra la distracción que ofrecer; y tampoco los tiene la Biblia. ¿Has notado alguna vez que son raras las ocasiones en las que nos da instrucciones claras y prácticas? ¿Por qué?
Una razón, creo, es que nuestros comportamientos son guiados por factores divergentes y complejos, y por lo tanto las fórmulas son normalmente de insignificante ayuda. Lo que me ayuda a mí podría no ayudarte mucho a ti.
Sin embargo, otra razón es que el difícil proceso de lucha a través de las ambigüedades, la resistencia interna y la confusión es parte del entrenamiento mismo. Aprendemos cosas necesarias sobre nuestros afectos, debilidades y cuerpos. El difícil proceso termina produciendo beneficios de mayor fe, sabiduría y perseverancia que se extienden mucho más allá que del asunto de la distracción.
Si le pedimos a Dios, Él nos dará lo que necesitamos en esta batalla (1Co 10:13; Fil 4:19). Sin embargo, debemos mantener esto en mente: todos los aspectos de la lucha de la fe son una batalla (1Ti 6:12). Necesitamos construir resistencia (Heb 10:36). Necesitamos aprender a disciplinar y controlar nuestros cuerpos (1Co 9:27).
A Dios no solo le interesa la manera más eficiente de liberarnos de las distracciones, sino en lo que producirá el fruto espiritual más perdurable y más grande en nuestras vidas. Por lo tanto, apunta con mucha oración a vencer la distracción por medio de la lenta y continua insurrección de construir nuevos hábitos, uno a la vez.