No hay nada que se compare a la experiencia de tomar por primera vez a tu hijo en tus brazos. De alguna manera, has estado preparándote por meses. Preparando la casa, comprando ropa, cotizando coches, cunas y pañales, leyendo libros y conversando con amigos. Has estado preparándote por meses. Pero nada te prepara para el momento cuando la matrona te pasa a tu bebé y te dice: «te presento a tu hijo».
No hay nada como esta experiencia. O mejor dicho, no hay casi nada. La Biblia dice que hay algo que sí se compara con la emocionante, humillante, gozosa y aterradora responsabilidad de recibir en tus brazos la frágil, bella y preciosa vida de tu hijo. Es la responsabilidad de encargarse de la frágil, bella y preciosa vida de la iglesia. Tomar en tus brazos, como un pastor, a los hijos de Dios.
Como dije, cada padre se prepara para cuidar a un nuevo bebé. Los pañales, la ropa y la cuna. Todos son importantes. Sin embargo, al llegar de vuelta a casa, cada papá sabe que no hay nada que te prepare lo suficiente para esto. Como vimos la semana pasada, cada pastor debería prepararse. El seminario es imprescindible, pero no es suficiente.
Podemos escuchar, en el llamado de Jesús a Pedro en Juan 21:15-25, el corazón del ministerio del pastor. Tres veces Jesús le preguntó a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Cada vez que Pedro contestó que ¡sí!, Jesús le respondió: «Cuida de mis ovejas» (NVI). La vida de un pastor es una vida de amor por Cristo que se expresa en un amor por sus ovejas. El seminario ofrece una preparación imprescindible para el cuidado del rebaño de Cristo, pero no es suficiente. Hay dos cosas en particular que ningún seminario te puede entregar. El seminario no puede entregarte el amor ni tampoco puede entregarte la sabiduría que requieres para cuidar del rebaño de Dios.
1. «¿Me amas?»
El seminario no puede entregarte el amor
El llamado al ministerio es un llamado a amar. Jesús lo enfatiza cuando repite tres veces la misma pregunta: «¿Me amas?». Amar a Cristo se expresa al amar a su pueblo. Es posible saber mucho de Cristo, sin amar a Cristo. Es posible entender verdades bíblicas, sin recibir ni vivir el amor que la Palabra de Cristo proclama.
Esta es la trágica realidad que Jesús vio en las vidas de los líderes religiosos de su época. Así lo describió Jesús en Juan 5:39-40:
Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida.
Es posible leer la Escritura, estudiar la Escritura (hasta entender muchas de las profundidades de la Escritura), pero sin tener un encuentro con Jesús a través de la Escritura. Pablo describió cómo vivió su vida, creciendo en conocimiento y estatus en sus estudios religiosos: «en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible» (Fil 3:5-6). Sin embargo, con vergüenza confesó que fue ciego a la gloria de Cristo que brillaba por toda la Escritura. Los falsos maestros de 1 Juan 2:15-19; Demas en 2 Timoteo 4:10; y, lo más trágico de todo, Judas, tienen algo en común. Vieron mucho. Aprendieron mucho. Conocieron mucho. Pero no tuvieron amor por Jesús ni por su pueblo. El tiempo que Demas pasó con Pablo, no logró finalmente conquistar su amor por el mundo. El tiempo que Judas pasó con Jesús, no quitó su amor por el dinero. El tiempo que pasamos nosotros en el seminario, no puede cambiar nuestros corazones. En cambio, ese tiempo simplemente expondrá nuestros corazones. Necesitamos que Jesús venga a nosotros a través de su Palabra, necesitamos que Jesús nos cambie a través de su Palabra para que podamos ver en su Palabra la gloria de su salvación.
2. «Cuida de mis ovejas»
El seminario no puede entregarte la sabiduría
El seminario no puede entregarnos el amor, tampoco puede darnos la sabiduría para saber cómo vivir este amor en el mundo. La sabiduría es el amor llevado a la práctica. La sabiduría es cómo el amor se ve en la casa, en la calle, en la oficina, en un hospital. Si queremos amar a Cristo y cuidar de sus ovejas, necesitamos de su sabiduría.
Salomón reconoció la seriedad de su responsabilidad como pastor del rebaño de Dios. Al ascender al trono, Salomón se dio cuenta de que vivir la Palabra del Señor y liderar con la Palabra del Señor requería de sabiduría divina. Él pidió que Dios le diera la sabiduría divina que él necesitaba para cuidar del pueblo del Señor. En el libro de Proverbios, vemos cómo Dios contestó su oración. Este libro es una meditación de cómo se ve el amor en práctica. Cómo se ve el amor en la casa y en la calle, en el campo y en la escuela. Salomón dedicó el libro a su hijo, para que él pudiera crecer y ser a su vez un pastor fiel sobre el rebaño que Dios le encomendó a su cuidado.
El libro de Proverbios es la expresión de un proceso de instrucción y de preparación sobre cómo vivir una vida sabia. El hijo de Salomón, Roboam, recibió un entrenamiento excepcional sobre cómo ser pastor del rebaño de Dios. Tan pronto como Roboam ascendió al trono, vimos el tipo de rey que realmente era. Lejos de reinar en sabiduría, Roboam «abandonó el consejo que le habían dado los ancianos, y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y le servían» (2Cr 10:8). La primera decisión de su reinado fue una decisión necia. Esa decisión provocó una ruptura en su reino y una guerra civil entre su pueblo.
El «seminario» de Salomón —el hombre más sabio que haya vivido jamás— no fue suficiente. Toda su instrucción no pudo entregarle a su hijo la sabiduría necesaria para cuidar del rebaño del Señor. Pablo nos recuerda que la sabiduría de Dios se revela en la cruz de Cristo. Solo podemos ver su sabiduría y vivir su sabiduría en el poder del Espíritu Santo. Solo un corazón transformado por el Evangelio en el poder del Espíritu Santo puede ver y vivir la sabiduría que se encuentra en Cristo.
«Y habiendo dicho esto, le dijo: “Sígueme”»
Puedes aprender cómo cambiar pañales. De hecho, es necesario aprender cómo cambiar pañales. No obstante, el amor que te da fuerza para cambiar otro pañal en la madrugada después de otra noche sin dormir, no se puede enseñar. El seminario es importante. Prepararte es necesario. Pero el amor que impulsa nuestro cuidado por la iglesia, la sabiduría que nos muestra cómo vivir ese amor en la iglesia, no se enseña. El seminario es importante, pero no es suficiente. Solo Cristo es suficiente. Sí, Jesús llamó a Pedro para que lo amara y para que cuidara de sus ovejas. Pero en Juan 21:15-19, hay otro llamado. Hay un llamado que es el fundamento y la fuente de todo. Hay un llamado que nos muestra cómo será posible amar y cuidar del rebaño de Cristo. El llamado se escucha en el versículo 19: «Y habiendo dicho esto, le dijo: “Sígueme”». Para servir a Cristo debemos seguir a Cristo. Ninguna preparación es suficiente para la vida ministerial. Ninguna persona es suficiente para la vida ministerial. Solo Cristo es suficiente. Solo en Él encontraremos el amor y la sabiduría que necesitamos para cuidar del rebaño precioso que es su iglesia.