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La nueva palabrota

La «muerte» se ha denominado como «la nueva palabrota», esa cosa desagradable de la que ninguna persona cortés hablaría en público hoy en día. No obstante, la muerte, incluso cuando es inmencionable, sigue siendo ineludible. El único hecho seguro de la vida es que un día, con o sin advertencia, silenciosa o dolorosamente, se detendrá. Entonces, ¿cómo lidiar con la muerte cuando llegue mi turno?

La victoria cristiana

Los cristianos sostienen que el Jesús de la Escritura está vivo y que aquellos que lo conocen como Salvador, Señor y Amigo encuentran en su conocimiento una forma de superar todos los problemas de la vida, incluso la muerte. Porque «Cristo no me guía a oscuridad / Que Él no haya cruzado ya1». Habiendo experimentado la muerte Él mismo, puede sostenernos mientras la experimentamos y puede llevarnos al gran cambio para compartir la vida más allá de la muerte a la que Él mismo ha pasado. La muerte sin Cristo es «el rey de los terrores», pero la muerte con Cristo pierde el «aguijón», el poder para lastimar, que de otro modo sí tendría.

John Preston, el puritano, sabía esto. Cuando estaba en su lecho de muerte, le preguntaron si le temía, ahora que estaba tan cerca. «No», susurró Preston, «cambiaré de lugar, pero no cambiaré mi compañía». Como diciendo: «dejaré a mis amigos, pero no a mi Amigo, puesto que Él nunca me dejará».

Esta es la victoria: la victoria sobre la muerte y el temor que conlleva. Y es para señalar el camino hacia esta victoria que el Credo, antes de anunciar la resurrección de Jesús, declara: «Él descendió al lugar de los muertos». Aunque esta cláusula no se estableció en el Credo hasta el siglo iv; y por lo tanto, algunas iglesias no lo incluyen, lo que dice es de una importancia muy grande, como ahora podremos ver. 

Hades, no Gehena

En inglés, esta parte del Credo es engañosa, ya que la palabra «infierno» ha cambiado su sentido desde que se fijó la forma inglesa del Credo. Originalmente, lo que se traduce como «infierno» significa «el lugar de los muertos» como tal, lo que corresponde al Hades griego y al Seol hebreo. Ese es el sentido aquí, donde el Credo hace eco de la afirmación de Pedro de que el Salmo 16:10: «porque Tú no abandonarás mi alma en el Seol» [énfasis del autor] (versiones en inglés RSV; AV, lo traducen como «infierno»), fue una profecía que se cumplió cuando Jesús resucitó (ver Hechos 2:27-31). Pero desde el siglo xvii, «infierno» se ha utilizado para referirse únicamente al estado de retribución final para los impíos, lo que el Nuevo Testamento nombra como Gehena

Sin embargo, lo que el Credo quiere decir es que Jesús entró, no a la Gehena, sino que al Hades; es decir, que Él realmente murió y que fue una muerte genuina, no una simulada, de la que resucitó.

Tal vez debería decirse (aunque uno se resiste a insistir en algo tan obvio) que «descendió» no implica que el camino de Palestina al Hades sea hacia abajo a la tierra, como tampoco «resucitó» implica que Jesús volvió a la superficie ¡como un equivalente a un pozo de mina! La palabra descender se usa porque el Hades, al ser el lugar de los incorpóreos, es más bajo en valía y dignidad de lo que es la vida en la tierra, donde el cuerpo y el alma están juntos y la humanidad es en ese sentido un todo.

Jesús en el Hades

«[…] Muerto en la carne pero vivificado en el espíritu» (1P 3:18), Jesús entró al Hades y la Escritura nos dice brevemente lo que hizo ahí.

En primer lugar, por su presencia Él transformó el Hades en un paraíso (un lugar de placer) para el ladrón arrepentido (cf. Lucas 23:43) y presumiblemente para todos los demás que murieron confiando en Él durante su ministerio terrenal, de igual manera que lo hace ahora por los fieles que han partido (ver Filipenses 1:21-23; 2 Corintios 5:6-8).

En segundo lugar, Él perfeccionó los espíritus de los creyentes del Antiguo Testamento (Heb 12:23; cf. 11:40), sacándolos de la penumbra que el Seol, el «foso», había sido hasta ahora para ellos (cf. Sal 88:3-6, 10-12), para llevarlos a esta misma experiencia paradisiaca. Este es el centro de la verdad en las fantasías medievales del «horror del infierno». 

En tercer lugar, 1 Pedro 3:19 nos dice que Él «predicó» (presumiblemente, de su Reino y nombramiento como juez del mundo) a los «espíritus» encarcelados que se habían rebelado en los tiempos previos al diluvio (se cree que estos son los ángeles caídos de 2 Pedro 2:4 ss., que también son los «hijos de Dios» de Génesis 6:1-4). Algunos han puesto en este texto una esperanza de que todos los humanos que no escucharon el Evangelio en esta vida, o que habiéndolo escuchado lo rechazaron, se les predicará para salvación en la vida venidera, pero las palabras de Pedro no entregan la más mínima garantía para esta inferencia.

No obstante, lo que hace importante la entrada de Jesús al Hades por nosotros no es nada de esto, sino simplemente el hecho de que ahora podemos enfrentar la muerte sabiendo que, cuando llegue, no estaremos solos. Él ha estado ahí antes que nosotros y nos acompañará.

Este artículo es una adaptación del libro Crecer en Cristo, escrito por J. I. Packer.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
  1. N. del T.: traducción propia de los versos del himno Christ leads me through no darker rooms [Cristo no me lleva por lugares oscuros], que no tiene su versión oficial en español.
Photo of J. I. Packer
J. I. Packer
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J. I. Packer

J. I. Packer (1926-2020) sirvió como profesor de Teología de Board of Governors en Regent College. Es autor de numerosos libros, entre los que se encuentra el clásico éxito en ventas Conociendo a Dios. Packer también sirvió como editor general de la versión de la Biblia en inglés English Standard Version Bible y como editor teológico para el Estudio bíblico de la ESV.
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