En el siglo veinte, el erudito bíblico alemán Rudolf Bultmann hizo una enorme crítica de las Escrituras, arguyendo que la Biblia está llena de referencias mitológicas que deben quitarse si pretendemos que continúe teniendo alguna aplicación significativa. La mayor preocupación de Bultmann eran las narraciones del Nuevo Testamento, y particularmente aquellas que incluían registros de milagros, los cuales consideraba imposibles. Otros eruditos, sin embargo, han afirmado que en el Antiguo Testamento también hay elementos mitológicos. Para respaldar este argumento, la prueba instrumental por excelencia suele ser una narración que, en opinión de algunos, se asemeja a los antiguos mitos griegos y romanos de dioses y diosas que ocasionalmente se apareaban con los seres humanos.
En Génesis 6, leemos lo siguiente: «…cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. (…) Y había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos. Estos son los héroes de la antigüedad, hombres de renombre» (vv. 1-4).
Esta narración es básicamente un prefacio al relato del diluvio que Dios envió para erradicar a toda la gente de la tierra, exceptuando la familia de Noé. Evidentemente, el propio relato del diluvio es a menudo considerado como mitológico, pero esta sección preparatoria, en que leemos de matrimonios mixtos [interraciales] entre «los hijos de Dios» y «las hijas de los hombres», es considerada un mito descarado.
En esta interpretación de Génesis 6, la suposición es que «los hijos de Dios» son seres angelicales. ¿Por qué algunos intérpretes bíblicos suponen esto? La respuesta simple es que a veces las Escrituras llaman hijos de Dios a los ángeles, y se asume que la referencia de Génesis 6 significa lo mismo. Ciertamente esta es una inferencia posible, pero, ¿es una inferencia necesaria? Yo respondería que no; no creo que este texto enseñe necesariamente la idea de que hubo relaciones sexuales entre ángeles y seres humanos.
Para entender este difícil pasaje, tenemos que considerar la aplicación más amplia de la frase «hijos de Dios». Preeminentemente, se aplica a Jesús mismo; Él es el Hijo de Dios. Como se ha observado, a veces se usa para referirse a ángeles (Job 1:6; 21:1; Sal 29:1), y otras veces, también, se usa para hablar de los seguidores de Cristo (Mt 5:9; Ro 8:14; Gá 3:26). En las Escrituras, por tanto, el concepto de filiación divina no siempre está vinculado a una relación biológica u ontológica (relación de ser). Más bien, se usa principalmente para exponer una relación de obediencia. Esto significa que Génesis 6 podría estar hablando, simplemente, de matrimonios entre personas que manifestaban un patrón de obediencia a Dios y otras que eran de orientación pagana. En otras palabras, este texto probablemente describe matrimonios entre creyentes y no creyentes.
El contexto inmediato de Génesis 6 respalda esta conclusión. Después de la narración de la Caída en Génesis 3, la Biblia traza las líneas de dos familias: los descendientes de Caín y los descendientes de Set. Génesis 4 describe la línea de Caín, que exhibe una maldad creciente y es coronada por Lamec, el primer polígamo (v. 19), quien, además, se gozó en el uso asesino y vengativo de la espada (vv. 23-24). Por el contrario, la línea de Set, que se traza en Génesis 5, exhibe rectitud. Esta línea incluye a Enoc, que «anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó» (v. 24). En la línea de Set nació Noé, que fue «un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos» (6:9). De este modo, vemos dos líneas: una que obedece a Dios y otra que le desobedece abiertamente.
Por lo tanto, muchos eruditos hebreos creen que Génesis 6 no está describiendo matrimonios entre ángeles y mujeres humanas, sino entre los descendientes de Caín y los descendientes de Set. Las dos líneas —una piadosa y otra malvada— se unen, y repentinamente, todos se ven involucrados en la búsqueda del mal a tal punto que «toda intención de los pensamientos [del corazón del hombre] era sólo hacer siempre el mal» (v. 5). Para darle sentido a este capítulo, no necesitamos imaginar que los ángeles invaden la tierra.
Resolver las dificultades interpretativas de Génesis 6 nos recuerda que debemos tener mucho cuidado con inferir, a partir de la Escritura, cosas que no necesariamente se justifican. Los términos descriptivos «hijos de Dios» e «hijas de los hombres» no nos dan licencia para suponer una interacción entre seres celestiales y terrenales. Al observar un texto díficil como este, debemos ser muy cuidadosos para ver cómo se usa el lenguaje en el contexto más amplio de la Biblia. Un principio muy importante es que la Escritura debe ser interpretada por la Escritura.