Un amigo —con una clara sonrisa en el rostro— describió un incidente ocurrido al final de una charla que di hace poco en una conferencia. Uno de los oyentes, aparentemente lleno de las bendiciones del pasaje que yo había intentado exponer, se volvió hacia quien estaba a su lado —un desconocido— para hacerle algunos comentarios positivos sobre la experiencia de la hora recién transcurrida: «Fue grandioso, ¿verdad?». Sin embargo, de forma un tanto escalofriante, lo único que recibió por respuesta fue: «A mí no me provocó nada».
Tengo la sospecha de que si uno hiciera una especie de Test de Asociación de Cartas del Nuevo Testamento Elegidas al Azar (en el futuro, conocido por los evangélicos como TACNTEA), a Filipenses («llena de gozo»), Romanos («llena de las doctrinas de la gracia») e incluso Santiago («llena de consejos prácticos») les iría bien. Sin embargo, la mención de la Carta a los Hebreos evocaría una considerable cantidad de respuestas «A mí no me provoca nada».
¿Es acaso demasiado diferente, demasiado extraña, demasiado «antiguo-testamentoide»? Cualquiera sea la razón, pocas veces Hebreos se sitúa en lo alto de las partes amadas del Nuevo Testamento —dejando a un lado, por supuesto, el ocasional versículo aprendido de memoria sobre la tentación, la fe, o la mirada puesta a Jesús—.
Sin embargo, en el Nuevo Testamento no hay una carta que nos hable más acerca de Cristo y de su obra: transcurre un capítulo tras otro (diez en total) antes de llegar a la bisagra en que su desconocido autor pasa de la exposición de Cristo («hermanos santos . . . consideren a Jesús»; 3:1) a la aplicación («entonces, . . . acerquémonos…»; 10:19, 22).
¡Pocas cosas, entonces, le harían mejor a la iglesia que un «bautismo» en la Carta a los Hebreos! Pero, ¿por qué? Aquí hay cuatro razones, seleccionadas casi al azar a partir de una lectura somera:
1. Hebreos revela a Cristo como la clave para entender el Antiguo Testamento.
Amable lector: ¡eso es el 75% de tu Biblia! Hebreos actúa como un maestro de interpretación que te lleva por las páginas del Antiguo Testamento y destaca su mensaje central mostrando cómo los diferentes elementos de él se combinan para conducir a Jesús —historia, liturgia, tipología y profecía entretejidas en un armonioso retrato de la importancia de su ministerio—. El libro entero despliega la afirmación con la que empieza.
El mensaje del Antiguo Testamento es: tiempos pasados; revelación multifacética; expresada a través de los profetas; dada a los padres.
El mensaje del Nuevo Testamento es: la era nueva; una revelación centrada en un foco; expresada en Cristo el Hijo; dada a nosotros.
Como Hebreos lo explica, los dos se relacionan como promesa y cumplimiento, tipo y antitipo, sombra y realidad —atados entre sí por medio de UNA promesa, UN plan de salvación, UN camino de gracia, y UN Salvador—.
2. Hebreos despliega la grandeza de Jesucristo.
El Nuevo Testamento jamás desprecia al Antiguo; sin embargo, a veces su lenguaje parece llegar al borde de degradar de sus contenidos. La razón de esto es simple: a la luz de la completa y magnífica revelación de la gracia de Dios en Cristo, todo lo que la precede se desvanece hasta parecer virtualmente insignificante. ¿Quién enciende un fósforo para ver (pregunta astutamente Juan Calvino) cuando el sol del mediodía arde con todo su brillo en el cielo? Hebreos, entonces, se esfuerza al máximo por señalar cuán superior es Cristo a todo y todos cuantos son venerados por contribuir a dar y efectuar el «antiguo» pacto asociado a Moisés.
3. Hebreos enfatiza la importancia teológica y práctica de la humanidad de Cristo.
Esto saldrá a la luz una y otra vez cuando estudiemos esta carta. Por ahora, sin embargo, subraya esta idea: la seguridad, la paz, el acceso a Dios, el conocimiento de que Él es NUESTRO Padre y la fuerza para vencer la tentación, todo depende de esto: El Hijo de Dios tomó nuestra carne, llevó nuestros pecados en forma tal que es tanto innecesario como incomprensible hacer más sacrificios por el pecado, murió nuestra muerte, continúa llevando nuestra naturaleza por siempre, y en ella vive por nosotros delante del rostro de Dios.
4. Hebreos enfatiza la naturaleza de la verdadera fe en el Señor Jesucristo.
Los anónimos destinatarios originales de esta carta estaban siendo forzados a volver a sus antiguas costumbres y su antigua religión. Sin embargo, el autor estaba convencido de que, pese a las tentaciones y fracasos, la salvación era de ellos porque tenían la clase de fe que perseveraría hasta el fin (6:11). En esto, ellos eran uno con los grandes héroes de la fe del pasado, desde Abel en adelante, todos los cuales, según la cantidad de revelación divina recibida, esperaron con ansias el cumplimiento de todas sus promesas en Cristo.
Si estudiar Hebreos tuviera ese efecto en nosotros, sería tiempo bien gastado, ¿no crees? ¿Qué te parecería que Hebreos te «provocara» eso?