He estado pensando y orando mucho por mi familia. Hace algún tiempo he deseado que mi esposa e hijos florezcan; florezcan en el Señor, en el servicio. No siempre fue mi oración. Mi esposa es quien me recuerda esta necesidad en la familia. Más aún en tiempos de distanciamiento social, donde ya no podemos depender de estudios bíblicos, grupos de mujeres, o ministerio de niños para pastorear a nuestra familia (algo que en realidad nunca debiera ser más que un apoyo).
Quisiera dirigirme de manera especial a los hombres, esposos, padres: este tiempo es una tremenda oportunidad para ser colaboradores de Dios en el crecimiento y bendición de nuestras familias. Tal vez eres madre soltera, o tu esposo no es creyente, lo que sin duda trae otras complicaciones. No obstante, espero que estas palabras te alienten y te sirvan de igual manera.
Hay pocos lugares mejores que el Salmo 1 para pensar en la idea de florecer espiritualmente. En este salmo el autor nos da una preciosa imagen de lo que significa ser bendecido o bienaventurado. Los bendecidos son «como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita» (v. 3). Si eso no es florecer, no sé entonces lo que es. Así quiero ver a quienes amo: bendecidos como un precioso y verde sauce junto a un fresco río, lleno de golondrinas, o como un manzano en flor que parece nevado en plena primavera.
Sin embargo, fíjate que el árbol no florecerá a menos que las condiciones sean adecuadas. Hay cosas que evitar y hay cosas que buscar. En cuanto a lo que hay que evitar, hay una clara progresión descendente en el verso 1: andar, detenerse, y sentar, «cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores». En los Salmos, expresiones como andar y camino tienen que ver con la enseñanza y el estilo de vida. ¿Puedes pensar qué tipo de consejos y caminos vendrían de los pecadores hoy en día? Probablemente, buenos ejemplos serían el individualismo, el materialismo, la lujuria, etc. Por el contrario, bendecido (o florecido) es quien «en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche» (v. 2). Sencillo y complejo a la vez; tú y los tuyos florecerán a medida que más disfruten y mediten en la «instrucción del Señor». Pero probablemente esto tú ya lo sabías. Los Salmos mismos son un libro que dedica 150 capítulos para meditar en la instrucción del Señor. En lo que queda de este artículo espero motivarte a efectivamente poner en práctica ese deleite tal como lo hicieron los salmistas, a veces en circunstancia tanto o más difíciles que las nuestras. Para animarnos quiero que pensemos en tres convicciones y en tres sugerencias.
Tres convicciones
- La Palabra de Dios es poderosa. No por nada el Salmo 119 es el más extenso y primordial acerca de la Palabra de Dios. Aquí el salmista ora, «vivifícame conforme a tu palabra» (v. 25) y «fortaléceme conforme a tu palabra» (v. 28). La Palabra de Dios vivifica. Fíjate también en 1 Tesalonicenses 2:13: «Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en ustedes los que creen». Pablo es claro en decir que la Palabra de Dios obra en los que creen porque viene en poder y en el Espíritu Santo (1Tes 1:5). Estos son solo un par de ejemplos. Sea lo que sea, no dejes de fertilizar a tu familia con la palabra de Dios porque esta tiene el poder para levantar, fortalecer, y obrar en ella y en ti.
- La Palabra de Dios es acerca de Jesús. No debemos perder de vista que el centro y el propósito de la Escritura es revelar a Jesús. Jesús mismo, en un encuentro con los fariseos nos recuerda exactamente eso: «Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de mí! Pero ustedes no quieren venir a mí para que tengan esa vida» (Jn 5:39-40). Como un amigo una vez me mostró, cuando venimos a la Palabra de Dios venimos a encontrarnos con una Persona. Es la persona de Jesús la que nos da vida. No vamos a florecer a menos que reconozcamos el Evangelio en cada pasaje de la Escritura.
- La Palabra de Dios se medita en oración. Los Salmos son oración por excelencia. Una y otra vez los Salmos muestran expresiones de dependencia, lamento, alabanza, y acción de gracias a Dios. Después del Salmo 1-2, la primera expresión del Salmo 3 es «Oh Señor» (v. 1). En una relación muy personal, David llama al Señor: «Dios mío, Dios mío» (Sal 22:1). Estas meditaciones y deleites en la instrucción del Señor están impregnadas de oración. De nuevo, Jesús nos enseña a orar diciendo «Padre nuestro» (Mt 6:9). Además, en términos de crecimiento, Pablo una y otra vez ora por sabiduría, conocimiento, revelación, «que nuestro amor abunde más y más en conocimiento verdadero» para escoger lo mejor, ser puros, y andar como es digno del Señor (Fil 1:9; cf. Ef 1:18-19; Col 1:9-10). Si es Dios quien nos hace crecer y florecer por medio de su Espíritu en su Palabra, entonces debemos depender de Él en oración, y deleitarnos en Él cuando nos deleitemos en su Palabra.
Tres sugerencias
- Alimenta con gracia. No hay nada que arruine más el crecimiento espiritual que el legalismo y la sobre exigencia. Recuerda que el Salmo dice «bendecido el que se deleita en la instrucción del Señor» (vv. 1-2). Debemos buscar maneras de disfrutar y meditar. Más aún, tú necesitas florecer tanto como aquellos a quienes amas. Tú necesitas el Evangelio. Aunque mi memoria falla, como bien decía John Newton, es el Evangelio el que «me recuerda cada día que soy un gran pecador, y que Cristo es un gran Salvador». Al despedirse de los ancianos de Éfeso, Pablo declaró: «en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios» (Hch 20:24) y los encomendó «a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificarlos». Pablo estaba tan convencido de que el Evangelio y la gracia son poderosos para fortalecer nuestra fe, que estaba dispuesto a dar su vida. Día tras día, no solo lean las Escrituras, sino que mediten en ella, buscando contemplar el rostro de Jesús en cada pasaje. Entonces, ahí encontrarás deleite.
- Alimenta con rutinas. Bienaventurado es el que medita en la instrucción del Señor «de día y de noche». Una vez que descubras y decidas las maneras en las que vas a meditar en la instrucción del Señor, hazlo siempre, continua y frecuentemente. Nota que no importa tanto la hora como el momento. No se trata de poner una alarma y dejar de hacer todo o interrumpir lo que tu familia está haciendo para obligarlos a sentarse a leer. Para eso debes conocer muy bien a tu esposa e hijos. ¿Cuál es el mejor momento? ¿De mañana o de noche? ¿Antes, durante, o después de la comida? La verdad es que no hay fórmulas o modelos específicos. Alguna vez escuché que saber qué tipo de cosas despiertan tus afectos por Jesús pueden ayudarte mucho. Tal vez es música cristiana, tal vez son las madrugadas, o el anochecer. Para mi es un buen café y un lugar tranquilo y solitario, en un sillón y luz natural. También, sin un papel y un lápiz estoy condenado a desconcentrarme. ¿Qué cosas te ayudan a deleitarte en la Palabra de Dios? ¿Qué cosas le ayudarían a tu familia?
- Alimenta con ejemplos. Hace poco les regalamos unos libros devocionales a nuestros hijos. La primera pregunta que me hicieron fue: «papá, ¿tú tienes un libro como este?». Fue un gusto mostrarles mi diario de oración junto a mi Biblia. Nada muy elaborado, solo un cuaderno y un lápiz para hacer pequeñas anotaciones acerca de lo que he meditado y para hacer una lista de oración. Esto se hace más importante cuando los hijos son adolescentes. Sobre todo cuando estés cansado y no tengas ganas, cuando haya otras preocupaciones y distracciones, ahí es cuando es más importante marcar el paso.
No puedo no recalcar lo difícil que es. Muchas veces yo mismo he olvidado estas convicciones y no he alimentado con gracia. Debemos recordar que el crecimiento es lento, que el árbol florece después de inviernos y veranos. El fruto no es inmediato. Anímate, persevera, deléitate, y medita en la instrucción del Señor cada día, y nuestro jardín «dará fruto a su tiempo» (Sal 1:3). Además, no debemos perder de vista el impacto misionero que el deleite y la meditación diaria puede traer, no solo en tus hijos y en tu esposa, sino también en sus hijos y esposos y esposas. Es una tremenda bendición hablar lo que «nuestros padres nos han contado. No lo ocultaremos a sus hijos, sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su poder y las maravillas que hizo» (Sal 78:3-4).
Por último, no olvides el Evangelio. El Salmo 2 termina donde empieza el Salmo 1, con una bienaventuranza: «Honren al Hijo para que no se enoje y perezcan en el camino, pues puede inflamarse de repente Su ira. ¡Cuán bienaventurados son todos los que en Él se refugian!» (Sal 2:12). Honra al Hijo. Busca en Él refugio. Deléitate en Él y en su gracia, porque ahí es donde tu familia y tú florecerán.