Imagina esto: estás en un estudio bíblico; cansada, y no es sólo agotamiento, la verdad es que estás exhausta —más de lo que jamás has estado en tu vida—. Las causas: incontables noches de sueño interrumpido, 24 horas de amamantamiento, descanso esquivo y atención constante a las necesidades de una personita que es completa y totalmente dependiente de ti. Es más, aunque hayan pasado sólo un par de meses desde que diste a luz, tu cuerpo aún está en recuperación; completamente dolorido —incluso sientes dolor en lugares que ni siquiera pensaste que podías sentirlo—. Tu agotamiento hace que sea bastante difícil concentrarte en cualquier cosa (ni hablar de leer la Biblia y la oración). A veces, comienzas a leer un versículo y al llegar al final de él ya olvidaste cómo había empezado. En ocasiones, cabeceas y despiertas abruptamente por el sonido que los bloques de DUPLO LEGO hacen mientras que, despreocupadamente, tus pequeños los tiran dentro de un balde plástico, inconscientes de que estás en medio de tu estudio bíblico.
Tu hijo mayor parece deleitarse tremendamente en ir donde tú te encuentras, tirar de tu brazo, diciendo: «¡mami! ¡Mami! ¡¡¡MAMI!!!», una y otra vez hasta que consigue tu completa atención. Quizás estabas justo llegando a una conclusión teológica profunda que se desprendía del pasaje (bueno, tú piensas que era profunda), pero luego tuviste que suspender tu estudio para detener la pelea y el llanto de los niños de dos años que aún no han aprendido a compartir ni a turnarse en los juegos. Tal vez necesitabas cambiar un pañal apestoso, llevar al baño a tu pequeñito que está dejando los pañales o alimentar a tu bebé hambriento que grita pidiendo comida. Cuando vuelves, el grupo continuó con la siguiente pregunta o cambió el tema de discusión y estás completamente perdida. Te perdiste un motivo importante de oración que un miembro del grupo contó y parece descortés pedir que lo repita —especialmente si es que sólo hay cinco minutos más antes de terminar y aún necesitan orar juntas—.
Esto es lo que llamo «un estudio bíblico extremo»: tratar de involucrarse en las actividades normales de los grupos pequeños (por ejemplo, estudiar la Biblia, orar juntos y animarse unos a otros en Cristo) a pesar de la constante interrupción y distracción. No estoy segura de si los grupos de papás son así (o incluso si los niños son una parte regular de esos estudios bíblicos), pero casi todos los estudios de mamás de los que he sido parte han sido así.
Por caóticos que sean, estos grupos tienen una gran importancia para madres con niños pequeños. En esta etapa de la vida (y sería categórica: en esta etapa más que en cualquier otra), el camino de los cristianos puede volverse muy difícil. Si has estado despierta la mitad de la noche con un bebé que no se calma; si salir de la casa es una lucha y simplemente no puedes enfrentar el día; o si estás muy cansada por la responsabilidad que implica lidiar con las peleas de tus pequeños que lo último que quieres hacer en ese momento es leer la Biblia, puede ser fácil que te cuestiones el propósito de ir al estudio bíblico si no puedes participar mucho de él. ¿Cuál es el punto de participar si no tengo la capacidad de cuidar a otros, sola?” y “¿cuál es el punto de ir a un estudio bíblico si no puedo concentrarme ni tengo espacio en el cerebro para razonamientos teológicos?”
No obstante, este es el momento más importante para que las mamás con niños pequeños puedan participar de un estudio bíblico, porque esa es la etapa cuando más necesitan ser animadas a perseverar en la vida cristiana: «manteniendo firme la esperanza que profesamos», … «preocupándonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras» y «[sin dejar] de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animándonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca», como dice Hebreos 10:23-25. Todo se torna mucho más difícil una vez que llegan los bebés y, a menudo, eso incluye seguir viviendo como una cristiana. Por lo tanto, es bueno e incluso imperativo que las mamás continúen juntándose y animándose unas a otras en su camino con Cristo.
Además, tienen el beneficio extra de mostrarles a sus hijos desde muy temprana edad, que crees que la Biblia y su iglesia son importantes —tanto como para pasar tiempo habitual estudiando la Palabra de Dios y juntándose con otras cristianas—. Los estudios bíblicos de mamás les dan a tus hijos la oportunidad de conocer pares en la iglesia durante semanas. Obviamente, esto no beneficia mucho a los bebés, pero ayuda a los más pequeñitos y a los preescolares a comenzar a formar cierto tipo de relación con los niños con los que (esperemos) crecerán juntos.
Dicho esto, los grupos bíblicos de mamás pueden ser desafiantes. Si estás en esa situación, a continuación quiero compartir algunos consejos para ayudarte a aprovechar al máximo cada estudio:
- Acepta que el agotamiento llegó para quedarse y hará las cosas difíciles. Por supuesto que vas a estar cansada. Por supuesto que eso va a perjudicar tu concentración, tu memoria y tu periodo de atención. Por supuesto que va a afectar tu lectura de la Biblia y tu oración. Es normal. Cada una aquí entiende y nadie te está juzgando por eso. De hecho, ellas están muy contentas de verte y de pasar tiempo contigo hoy. No te desanimes, no te mortifiques y no pienses que eres una mala cristiana. Aprovecha lo que tienes y sé amorosa contigo misma. Recuerda que no será así para siempre.
- No te sorprendas cuando te interrumpan; de hecho, espera que pase —ya sea por tus hijos o por otras mamás que entran y salen del lugar debido a que necesitan hacer cosas por sus hijos—. Esto es lo normal ahora: los días de estudios bíblicos continuos e ininterrumpidos se acabaron. (Por ahora, de todas formas. Probablemente vuelvas a tener esos momentos cuando tus hijos estén más grandes).
- Si al final no pudiste terminar el estudio porque todo salió mal o no puedes salir de casa, no te sientas mal. Tu salvación no depende de tu asistencia al estudio bíblico. Envíale un mensaje a la líder para avisarle e incluso toma la oportunidad para pedirle al grupo que ore por ti. Inténtalo nuevamente la próxima semana.
- Recuerda las cosas esenciales de la fe y aférrate a ellas: Dios te ama, Jesús murió por tus pecados, Cristo ha conquistado la muerte una vez y para siempre; por lo tanto, rechaza a tu viejo ser pecaminoso y vive para Él. Incluso si sólo sacas una cosa del estudio que te animó en tu camino con Cristo, esa es una gran ganancia.
Afortunadamente, para la mayoría de las mamás, la etapa de la vida que da lugar a un estudio bíblico extremo es corto, comparado con toda nuestra vida. A medida que soportas la monotonía del día a día y los altos y bajos de la crianza durante estos años, trata de no darte por vencida en juntarte con otras cristianas en torno a la Palabra de Dios y continúa levantando tus ojos para mirar a Jesús, «el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb 12:2). Tu familia y tú estarán contentos de que lo hagas.