Ninguna historia es tan conocida y a la vez desconocida como el relato del «hijo pródigo». Muchos hemos escuchado del hijo que pide la parte de su herencia mientras el padre todavía está vivo para luego dejar la casa y malgastar aun su propia vida. Sin embargo, luego de ver su propia miseria, regresa arrepentido a su casa, donde el padre corre hacia él y lo perdona. Más allá de esto, la historia es popularmente desconocida. Por eso El Dios pródigo es uno de esos libros que se deberían leer y regalar a medio mundo. Siendo un «libro [que] está dirigido tanto a los curiosos y escépticos como a los practicantes de la fe», extrae todo su contenido con una increíble claridad y de manera muy práctica. En efecto, el mismo autor nos dice que sintió «como si hubiera descubierto el corazón del cristianismo» al comprender el verdadero sentido de esta parábola.
En siete capítulos de agradable lectura, Tim Keller va desarrollando la historia en «actos» como una gran obra de teatro llena de ironías y situaciones totalmente inesperadas tanto hoy como ayer. Es un relato en el que «Jesús está diciendo que tanto el irreligioso como el religioso están perdidos espiritualmente, que estos dos caminos de vida son callejones sin salida, y que todas las ideas que hemos tenido los seres humanos sobre cómo conectarnos con Dios han sido equivocadas».
Esto, sin duda, es desconcertante, pues en general nos enfocamos en el amor del padre para con el hijo malgastador. Sin embargo, el Pastor Keller escribe: «Si ese fuera el mensaje, Jesús habría terminado la narración en este punto. Pero no lo hizo, porque el mensaje no termina aquí . . . [A medida que el relato avanza,] muestra el alto costo de esa gracia y el verdadero clímax de la historia». Por eso el autor no sólo se fija en aspectos desconocidos del hijo menor —como su tremenda falta de respeto al desearle la muerte a su padre exigiéndole su cuota hereditaria mientras éste aún vive—, sino que además presenta al «hermano mayor», quien se queda junto al padre y «nunca ha desobedecido». Así, plantea Keller, «Jesús nos muestra que un hombre que prácticamente no ha violado ninguna de las normas de la lista de comportamientos morales puede estar tan perdido espiritualmente como la persona más libertina e inmoral. ¿Por qué? Porque el pecado no sólo consiste en violar las normas, sino en ponerse uno mismo en el lugar de Dios como Salvador, Señor y Juez, de la misma manera en que cada uno de los dos hijos de la parábola intentó suplantar la autoridad del padre durante su propia vida». Así sucede con el «hermano mayor». Sin embargo, «Al incluir un hermano mayor imperfecto en la historia, Jesús nos invita a imaginar y a desear a uno verdadero. Y lo tenemos». Mientras el hermano mayor del relato se quedó en casa y no salió en busca de su hermano menor, nuestro verdadero hermano mayor vino a buscarnos, sufrió y murió por nosotros, viviendo en carne propia los peores dolores que puede experimentar el ser humano. Por eso, Jesús, a diferencia del fundador de cualquier otra religión, ofrece esperanza para la vida humana cotidiana.
Meditando en esta parábola tan reconocida, el autor nos muestra que «La fe en el evangelio reestructura nuestras motivaciones, nuestra comprensión de nosotros mismos, nuestra identidad y nuestra visión del mundo. Sin un cambio en el corazón, el cumplimiento de las normas será superficial y fugaz». Por eso, «si decimos: ‘creo en Jesús’ pero esto no afecta nuestra forma de vida, la respuesta no es que necesitamos sumarle un trabajo intenso a nuestra fe, sino que en verdad no hemos entendido o creído en Jesús».
Me parece que ningún otro libro logra llegar tan al fondo de esta parábola como El Dios pródigo de Tim Keller. Si eres un escéptico y deseas entender qué es el cristianismo en esencia, o aun si eres un cristiano de años o nuevo, este es un libro que debes leer.