El capítulo 13 de la primera carta a los corintios es uno de los pasajes más famosos de la Escritura porque, en él, el apóstol Pablo nos hace una maravillosa exposición del tipo de amor que refleja a Dios. Primero muestra la importancia del amor, y escribe que, si tenemos toda clase de dones, habilidades y logros, pero carecemos de amor, no somos nada (vv. 1-3). Luego, en el versículo 4, comienza a describir el aspecto del amor que refleja a Dios, diciendo: «El amor es paciente, es bondadoso», o, siguiendo una traducción más tradicional, «El amor es sufrido, es benigno». A mí mismo me intriga esta dupla: paciencia y bondad. ¿Por qué Pablo empieza su descripción del amor con estos rasgos, y por qué los acopla?
Pablo nos dice que el amor es paciente, que es «sufrido». Me gusta esta traducción más tradicional porque comunica la idea de que amar a otros puede ser difícil. Amar a las personas significa que no nos olvidamos de ellas apenas cometen la primera ofensa. En nuestras relaciones, tendemos a ser mucho más pacientes con unos que con otros. Si un amigo de siempre hace algo que me irrita o me molesta, suelo decir: «Oh, él es así, es su personalidad, somos humanos, nadie es perfecto». Soy comprensivo con él. Pero si me encuentro con otra persona y descubro en ella exactamente el mismo comportamiento que en mi amigo, tal vez no querré nada con ella. A nuestros amigos les toleramos cosas que no toleraríamos en un desconocido.
El amor sufrido no «lleva la cuenta». La primera vez que me ofendes, yo podría decir —como en el béisbol— «error número uno», y luego, darte dos oportunidades más antes de sacarte. Sin embargo, si mi amor es sufrido, puedes cometer setenta y siete errores y yo aún te seguiré tolerando.
¿Por qué el amor cristiano es sufrido? Es porque los cristianos imitan a Cristo, que a su vez imita a Dios el Padre, y esta capacidad de sufrir resignadamente es una de las principales características de Dios. La Biblia señala con frecuencia que Dios es «lento para la ira» y sufrido para con su pueblo de dura cerviz. Por ejemplo, Dios se describe a sí mismo de esta manera: «El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad» (Éx 34:6). De igual forma, Pablo habla de «las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia» (Ro 2:4).
Si eres cristiano, ¿por cuánto tiempo soportó Dios tu incredulidad antes de que fueras redimido? ¿Por cuánto tiempo ha soportado el pecado que continúa residiendo en ti? Si no fuera por esa tolerancia de Dios, pereceríamos. Si Dios nos tratara con tanta impaciencia como nosotros tratamos a otras personas, estaríamos ahora mismo sufriendo en el infierno. Él ha soportado nuestra desobediencia, nuestra blasfemia, nuestra indiferencia, nuestra incredulidad y nuestro pecado, y nos sigue amando. Ese es Dios. Así es como manifiesta su amor. Nos muestra su amor a través de su paciencia, y esta paciencia es duradera.
Se nos llama no sólo a ser pacientes sino a ser sufridos. No debemos ser pacientes con los pecados, manías y defectos de las personas únicamente cuando no nos causan dolor. Ser sufridos significa amar cuando experimentamos pena y dolor. Significa que somos «fervientes en [nuestro] amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados» (1 P 4:8). De este modo, reflejamos el amor de Dios, que sufre resignadamente.
¿Por qué, entonces, Pablo acopla el ser paciente/sufrido con ser bondadoso? Porque somos capaces de sufrir prolongadamente perjuicios u hostilidades respondiendo también con hostilidad y venganza. Sin embargo, la Biblia no se refiere a eso cuando menciona el sufrimiento resignado. Sufrir resignadamente incluye bondad porque debemos responder gentilmente a la fuente de nuestro sufrimiento. Las personas amables no son groseras, ni severas, ni malas. Tienen corazones generosos. Son sensibles y tiernas para con el resto.
Creo que mi padre era un modelo de este rasgo. Era realmente amable. Me demostraba la bondad de Dios. Yo detestaba llegar a casa desde la escuela para descubrir que estaba en problemas por algo que había hecho. Mi madre decía: «Tu padre quiere sentarse un momento contigo». Yo debía ir a la oficina de mi papá, y una vez cerrada la puerta, él decía: «Bueno, hijo, tenemos que hablar». Me desarticulaba sin jamás levantar la voz, sin jamás expresarme ira, y de alguna forma, después de desarticularme, podía con mucha gentileza recomponerme. Después de eso, yo salía de su oficina andando sobre las nubes. Me sentía feliz, pero también sabía que necesitaba comportarme mejor la próxima vez. Me inspiraba gracias a la gran bondad de su actuar.
Me temo que es inusual encontrar a una persona realmente bondadosa. Sin embargo, la bondad debería enlazarse con el sufrimiento resignado como una manifestación de amor. Dicho en términos simples, el amor no es impaciente ni cruel. Es una imagen del amor de Dios, y es el mismo amor que el Espíritu Santo cultiva en el pueblo de Dios.