Prioriza los niños
Un día, los discípulos de Jesús se le acercaron con una pregunta: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» (Mt 18:1). El pasaje paralelo en Lucas 9:46-48 revela que los discípulos habían estado discutiendo sobre quién de ellos sería el mayor. Es como si cada uno de los seguidores de Jesús se preguntara: «¿seré yo?, ¿soy yo quien recibirá una promoción?» ¿Cómo manejarías a este grupo de pastores principiantes tan manifiestamente ambiciosos? Jesús respondió a su egoísta pregunta diciéndoles que ¡priorizaran a los niños! Les respondió a sus discípulos declarándoles que 1) se hicieran como niños, 2) recibieran a los niños, 3) los protegieran, y 4) los valoraran como una prioridad del Reino.
1. Humíllate como un niño
Para Jesús, la prioridad de los niños no comienza con tener múltiples juegos infantiles en la entrada principal o en una entrada familiar designada. Ni siquiera empieza con tener buenos letreros, con sonrisas o con saludar a los niños por su nombre. Para el Salvador, recibir a los niños comienza con tomar la postura de uno de ellos. Mientras los discípulos discutían quién sería el mayor en el Reino, Jesús llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Luego dijo: «En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos» (Mt 18:3).
En la época de Jesús, los judíos hubieran estado de acuerdo con nuestra cultura en donde las relaciones familiares, ya sean biológicas o adoptivas, son sumamente importantes. El Antiguo Testamento describe a los niños como una herencia y una recompensa de Dios (Sal 127:3). Los niños jugaban un papel central en las promesas de Dios para su pueblo (Gn 3:15; 12:2; 15:5).
Por otra parte, los judíos no idealizaban a los niños. En la Palestina del siglo I no había avisos comerciales de Gerber ni tiendas Gap de bebé ni calendarios con el bebé del mes. El Antiguo Testamento, describe, de manera realista, a los jóvenes y a los niños como inmaduros y necios, que necesitan disciplina y corrección constantemente. En la literatura judía nunca encontramos a los niños como modelos para los adultos. Por eso cuando Jesús les dijo a sus discípulos que ellos deberían hacerse como niños para entrar en su Reino, debieron haberse quedado estupefactos.
La madurez y la sabiduría llegan con la edad. ¿Por qué dar marcha atrás, entonces? Esto es lo que el Salvador respondió: «Cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos» (Mt 18:4).
Jesús les pide a sus discípulos que tomen la postura de un niño debido a la condición mansa y humilde de ellos. Jesús quiere que sus discípulos sean como niños porque ellos no pretenden tener todo bajo control. Ensucian sus pañales, lloran y quieren explorarlo todo. Jesús quería que sus discípulos se dieran cuenta de que ellos estaban igual de necesitados, y quiere que nosotros también lo entendamos así.
De acuerdo con Jesús, la receta para aquellos que piensan que son superiores es admitiendo su orgullo y luego rebajándose a servir a los humildes, en especial a los «pequeñitos» (Mt 18:10). Eso nos lleva a la segunda instrucción de Jesús.
2. Recibe a los niños en el nombre de Jesús
El ministerio de los niños es uno de los desafíos más grandes que enfrenta una iglesia. Hay tanto que considerar: ubicación, currículum, registro de asistencia, seguridad, selección y capacitación de un equipo de calidad. Es difícil saber por dónde empezar. En mi trabajo con pastores de niños, los animo a que comiencen yendo despacio, y a que les den a ellos y a sus familias el don de su presencia llena de gracia. ¿Por qué? Porque Jesús dice: «El que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí» (Mt 18:5).
Muchos líderes del ministerio de niños hablan de la importancia de crear ambientes dirigidos a los niños en este ministerio —ambientes que agraden a los niños para que las lecciones estén dirigidas a la etapa de desarrollo que les corresponde—. El propósito es que cada niño o niña experimente sus clases bíblicas del fin de semana pensando: «¡esto es para mí!».
Es bueno que el ambiente para el ministerio de los niños en una iglesia sea bien iluminado, lúdico, apto para ellos y seguro —el tipo de lugar a donde los niños deseen ir—. También es importante tener letreros adecuados para las visitas, y si usas tecnología para registrar la asistencia, es recomendable que las mamás y los papás tengan acceso a un sistema fácil de usar y esté actualizado.
Sin embargo, las actividades y la infraestructura aptas para niños son meramente un primer paso. También es importante recibirlos a ellos y a sus familias en forma personal. Busca a algunos padres que sientan pasión por la misión y visión de tu iglesia. Invítalos a estar en el área de recepción de tu ministerio de niños cada semana y aliéntalos a establecer una relación con las familias nuevas. Cuando selecciones a miembros del equipo para que estén en la puerta de entrada a tu ministerio de niños, busca también personas que tengan el don de ser extrovertidas y acogedoras. No solo busques cuerpos cálidos, sino también líderes cálidos. Encuentra una manera de hacer que estos miembros del equipo de hospitalidad sean fáciles de identificar usando etiquetas de identificación, lanyards o poleras. Eso ayuda a que el ambiente de tu ministerio de niños sea acogedor. También ayuda con el objetivo siguiente.
3. Protégelos
Inmediatamente después de enseñarles a sus discípulos que «el que recib[e] a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí», Jesús les dio la más fuerte de las advertencias: «Pero al que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar» (Mt 18:6).
La imagen que Jesús nos da con esta advertencia es gráfica y severa. Ahogarse en lo profundo del mar con una piedra de molino colgada al cuello —literalmente una piedra de molino de las que mueve un asno— es mejor que un destino eterno en el fuego del infierno que espera a los que hacen pecar a uno de los pequeños que cree en Jesús. Con esta fuerte advertencia, Jesús se dirige a cualquier persona que haga a un pequeño «pecar» (NBLA), «tropezar» (RVC) o «caer» (DHH). Enérgicamente, Él está haciendo una advertencia a cualquiera que provoque que un menor vacile o se aparte de su fe.
¿Qué ofensas pecaminosas específicas está Jesús confrontando en este pasaje? Recuerda que las palabras del Salvador estaban dirigidas a aquellos que tenían un sentido desmedido de su importancia personal (Mt 18:1-4). La arrogancia puede tentar a la gente a ignorar a los niños o a conducir a otros a que se interpongan entre ellos y Jesús (Mt 19:13-15). Pero, además de confrontarlos con su orgullo, Jesús instruye a sus discípulos a que traten sus manos, sus pies y sus ojos con dureza si algunas de estas partes del cuerpo se vuelven causa de pecado (Mt 18:8-9). Él usa esta misma imagen hiperbólica en su Sermón del Monte (Mt 5:29-30). En ese pasaje Jesús confronta el enojo y la lujuria sexual (Mt 5:21-28). Por lo tanto, en los términos más energéticos, Jesús nos advierte contra del orgullo, la lujuria y la ira que obra en los corazones de aquellos que acosan sexualmente a los niños y les causan daños físicos. Les dice a sus discípulos que este pecado puede dañar la fe de uno de ellos.
La primera representación que un niño tiene de Dios son sus padres y las personas que los cuidan regularmente. De modo que, cuando los niños ven o experimentan abuso en las manos de las personas que deberían ser las más protectoras, esto puede refrenar su capacidad de confiar. Esta realidad debería hacernos cautos y alentarnos a permanecer alertas para protegerlos.
4. Valora a los niños como una prioridad del Reino
La mentalidad que nuestra sociedad usa para considerar a los niños a menudo es una de consumo. Las parejas recién casadas a veces no quieren tener hijos por la carga financiera que representan. Otros, ingenuamente, creen que tenerlos llenará un vacío en sus vidas. Los padres experimentados, en cambio, pueden ser tentados a decir que «hemos invertido tanto en nuestros hijos que ya deseamos que sean grandes para que nos retribuyan». Incluso en el ministerio, a veces vemos a los niños como un medio para un fin: «si quieres alcanzar a los padres, necesitas alcanzar primero a sus hijos» o «si a los hijos no les gusta venir a la iglesia, los padres tampoco vendrán». No obstante, este tipo de discurso juzga el valor de los niños basándose en las ganancias que se pueden obtener de ellos.
Jesús no lo ve así. Los pequeños son valiosos para Él. No deben ser despreciados porque sus ángeles contemplan el rostro del Padre. El Salvador no quiere que ninguno de ellos se pierda (Mt 18:10, 12-14). Para Jesús, es esencial valorar a los niños como una prioridad del Reino.
Cualquiera que sea nuestra postura doctrinal sobre los niños como miembros plenos del cuerpo de la iglesia, todos debemos considerar cómo el Nuevo Testamento habla acerca de ellos. Jesús nos dice que la presencia de un niño no debe ser despreciada ni impedida «porque de los que son como estos es el reino de los cielos» (Mt 19:14). Las iglesias a las cuales Pablo les escribió debieron haber tomado esto en serio porque el apóstol se dirige directamente a los niños confiando en que estarían presentes en la comunidad reunida para leer sus cartas (Col 3:20). Además, Pablo se dirige a los niños presentes como aquellos «en el Señor» (Ef 6:1), lo que demuestra que confiaba en que al menos algunos de estos pequeños ya caminaban con Cristo, y podría esperarse que escucharan, creyeran y obedecieran la Palabra de Dios.
No son solo los niños los que pierden cuando no participan en la comunidad más amplia de la iglesia, la premisa del Nuevo Testamento es que la iglesia pierde cuando ellos no participan. Si vamos a tomar en serio el historial bíblico de los niños, debemos creer que la presencia de ellos en la comunidad de la fe es vital.
Jesús está edificando su iglesia, y los niños son parte importante de ella. Si vamos a seguir su ejemplo, debemos recibirlos, protegerlos y valorarlos como una prioridad en el ministerio. Todo eso lo hacemos dependiendo humildemente de nuestro Salvador, quien ha prometido acompañarnos en la misión (Mt 28:18-20).
Jared Kennedy es el autor de Keeping Your Children’s Ministry on Mission: Practical Strategies for Discipling the Next Generation [Mantengan su ministerio de niños en misión: estrategias practicas para discipular a la próxima generación].