Durante una temporada llegué a casa frustrado y exhausto después de cada reunión de diáconos. Estaba sirviendo como pastor interino en una iglesia internacional y nuestros diáconos estaban funcionando como ancianos. Uno de nuestros diáconos se había peleado con el pastor anterior y la situación persistió bajo mi liderazgo. Llegué a sentir temor de estar juntos. Algo tenía que cambiar.
Finalmente, le presentamos a uno de los hombres más prominentes de nuestra iglesia una carta pidiéndole que renunciara pacíficamente. Su primera reacción, por supuesto, fue la resistencia. «Dios y esta iglesia me hicieron diácono y no voy a renunciar». Estábamos dispuestos a llevar su cargo ante la iglesia si se negaba. Por la gracia de Dios, eligió un camino más pacífico.
Esto nos lleva a la pregunta: ¿podemos realmente discernir cuándo un hermano o una hermana es pendenciero? Sí, podemos. De hecho, la Biblia espera que reconozcamos a las personas pendencieras.
Los cristianos deben reconocer a las personas pendencieras
Más que simplemente describir un debate o un desacuerdo en sí mismo como una pelea, la Biblia instruye a la iglesia a discernir cuándo una persona es pendenciera. Considera la calificación de los ancianos de esta manera. Un anciano no debe «ser… pendenciero» (1Ti 3:3).
Así que Pablo quiere decir que debes ser de cierta manera para poder servir como anciano. «No pendenciero» debería describir tu ser.
Debido a esto, un pendenciero realmente solo puede ser discernido con el tiempo. Un intercambio pendenciero puede requerir perdón y reconciliación. Otro puede hacerte levantar las cejas sobre alguien sirviendo como anciano. Pero unos cuantos debates apasionados no hacen a un pendenciero.
Entonces, ¿cómo podemos saberlo? Aquí hay algunas formas en que se manifiesta el carácter pendenciero.
1. Los lanzamientos de monedas no detienen a los pendencieros (Proverbios 18:18)
Si trataras de resolver una decisión con un método justo e imparcial, no esperes que un pendenciero acepte la resolución. ¿La camiseta de nuestro equipo debe ser azul o roja? Esa es una decisión amoral que podría resolverse lanzando una moneda al aire. Pero un pendenciero, de alguna manera, encontrará una manera de discutir sobre tus métodos defectuosos para tomar decisiones.
2. Es difícil salir de su prisión de pleitos (Proverbios 18:19)
Un hermano pendenciero regularmente se las ingeniará para que no haya salida. La conversación se sentirá como estar encerrado en una prisión sin salida. Cada manera en la que trates de maniobrar la conversación encontrará más resistencia, más oposición. La imagen aquí es la de alguien sacudiendo los barrotes de la prisión, deseando poder salir. Un pendenciero encuentra maneras de mantener la conversación como una pelea.
3. Los pendencieros siguen goteando disputas (Proverbios 19:13)
Gotera. Gotera. Gotera. Gotera. Así es una esposa pendenciera. Ellas no se detienen. Son desagradables por disposición, siempre listas y dispuestas a oponerse. Es posible que no siempre sean ruidosas o estén fuera de control. Pero te encontrarás pensando: «¡Nunca se detienen!»
4. A los pendencieros les gusta ser ruidosos (Mateo 12:19; Isaías 42:2)
Isaías profetizó que cuando Cristo venga: «No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle». Los pendencieros rara vez son tranquilos. Los pendencieros quieren ser escuchados y vistos. Quieren asegurarse de que otras personas escuchen su posición. Jesús tenía una forma de salir silenciosamente de las conversaciones más acaloradas. Cristo vino como un cordero y permaneció en silencio incluso mientras lo juzgaban (1P 2:23). Los pendencieros tienden a ser ruidosos.
5. Los pendencieros anhelan una pelea (1 Timoteo 6:4)
Los pendencieros no se meten accidentalmente en disputas comunes, algunas de las cuales pueden ser necesarias para proteger la fidelidad del Evangelio. No, lo anhelan. Algunas personas beben café. Los pendencieros engullen las peleas. Disfrutan yendo y viniendo, debatiendo sobre las palabras y diciendo: «seguramente quisiste decir esto cuando dijiste aquello». No quieren llegar a una resolución demasiado rápido. Les encanta la pelea en sí. Pueden encontrar una pelea en cualquier lugar y armar una pelea con cualquier cosa. ¿Desanima o menosprecia a un hermano o hermana? No importa.
Recuerda a mis hijos explotando sobre quién se sienta dónde en la mesa de la cena. No hay ningún privilegio o derecho involucrado, nada se gana o se pierde. Son ellos mismos, no el tema del debate, la fuente real de la disputa. Lo anhelan.
Las contiendas producen conflictos y divisiones
Siguiendo con 1 Timoteo 6:4, las contiendas no producen el fruto de la fe, la paciencia y la unidad; conducen a la división y a una cultura de sospecha. En Corinto, el pueblo se peleó por su maestro favorito y en vez de producir amor y cariño por los siervos de Dios, produjo división (1Co 1:10-17). Las contiendas rompen la unidad que la iglesia comparte en Cristo. La gente sale de una riña dividida por la riña en vez de estar unida alrededor del Evangelio.
Como Linus en Charlie Brown, hay una pequeña tormenta de polvo de división y sospecha que los sigue.
Conclusión
La Biblia espera que podamos discernir a las personas pendencieras. Cuando alguien persiste en pelear, debe ser tratado con todo el cuidado que ponemos por otros pecados e inmadureces. Sin embargo, una cosa es segura, no tenemos la autoridad para decir simplemente: «son realmente apasionados» o «así es Bob» o «eso es lo que sucede en las redes sociales».
No, tal comportamiento es pendenciero. Debemos reconocerlo y evitarlo (Tit 3:9).