Los predicadores del evangelio de la prosperidad a lo largo del mundo declaran que el cristianismo, cuando es bien entendido y aplicado, tiene el propósito de darte una larga vida de salud y mucha riqueza. A menudo les cuento a mis amigos de Occidente que el evangelio de la prosperidad en África tiene una textura y un énfasis levemente diferente a lo que inicialmente se importó desde allá. Quienes enseñan la prosperidad en Occidente a menudo enseñan pasajes de la Biblia cuidadosamente seleccionados de maneras que no están alineadas con la intención original del autor. En África, quienes enseñan la prosperidad enfatizan al «hombre ungido de Dios» que tiene poder para liberarte de tu pobreza por medio de sus oraciones.
Este es un problema muy grave en África. Se ha propagado como un violento incendio forestal. No estoy seguro de cómo es en los estados islámicos en el norte de África, pero al sur del Desierto del Sahara se ha convertido en la forma más evidente del cristianismo. Esto se debe a que los predicadores del evangelio de la prosperidad tienden a acaparar tiempo en la televisión y en la radio. También construyeron para la iglesia los edificios más magnificentes y espaciosos, y llevan estilos de vidas muy costosos. El mensaje que viene de ellos es que si crees lo que ellos creen, pronto tú también vivirás como ellos. Esto atrae a muchos seguidores.
La versión africana del evangelio de la prosperidad tiende a prometer una solución para cada «falta» concebible en la experiencia humana. No solo promete catapultarte fuera de la pobreza para llevarte a un estado de riqueza, también promete resolver tus problemas respecto a la falta de un matrimonio o a la falta de hijos en el matrimonio.
Por supuesto, asimismo existe el negocio de la supuesta sanidad milagrosa. Ellos declaran tener poderes especiales dados a ellos por Dios para sanar instantáneamente cualquier forma de enfermedad. La frase «evangelio de riqueza y sanidad» captura los dos lados de este fenómeno. Es esta última promesa la que ha sido expuesta durante la pandemia de la COVID-19.
La COVID-19 es una enfermedad. Es una enfermedad muy peligrosa. Ha provocado la muerte de no menos de 200 000[1] personas alrededor de todo el mundo. Sin duda, es de sentido común que lo que los predicadores del evangelio de la prosperidad debieran estar haciendo es ir a los epicentros de esta enfermedad y sanar milagrosamente a aquellos que están gravemente enfermos y conectados a ventiladores. Al contrario, lo que ha ocurrido es que han cancelado sus reuniones de sanidad previamente agendadas y ha habido un silencio sepulcral. Unos pocos le están gritando a la COVID-19 para que se vaya desde la comodidad del edificio de sus iglesias, pero ninguno de ellos, hasta donde puedo ver, está yendo a los lugares donde los doctores y las enfermeras batallan contra todo pronóstico para sanar a los enfermos.
Decir que ellos están orando por los enfermos desde cualquier lugar en el que están no es lo que han dicho desde el principio. Previamente, sus vallas publicitarias nos invitaban a sus reuniones porque declaraban tener el poder para sanar toda enfermedad. Sin embargo, cada cristiano ora por quienes están enfermos. El cambio de las reglas es evidente para todos. Los expone y debería avergonzarlos.
Lo que los predicadores del evangelio de la prosperidad deben hacer a la luz de la COVID-19 es enfrentar los hechos honestamente. A diferencia de la malaria y el cáncer, esta es una enfermedad tan contagiosa que los ha forzado a esconderse como si se les fuera la vida en ello, como el resto de nosotros.
La COVID-19 nos muestra nuestra necesidad del glorioso Evangelio bíblico, que nos satisface cualquiera sean las circunstancias en las que estemos. Este Evangelio nos capacita para confiar en un Dios soberano que tiene el derecho de hacer con nuestras vidas como a Él le plazca. También nos da una paz que desafía todo pronóstico porque sabemos que somos justificados por la obra consumada de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Por consiguiente, en medio de la COVID-19, debemos estar preocupados por cómo podemos compartir el amor de Dios con un mundo que está sufriendo. Finalmente, si la COVID-19 es el vehículo predestinado que nos llevará a la tumba, sabemos que tenemos una eternidad gloriosa que nos espera en el cielo.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
[1] Esta cifra corresponde al número de fallecidos hasta la fecha de la publicación original del artículo en inglés (05 de abril, 2020). Actualmente, la cifra supera las 300 000 muertes.