Después del apóstol Pablo, el apóstol Juan ocupa solo el segundo lugar en el número de cartas que legó a la iglesia por las edades. Su Evangelio y su libro del Apocalipsis son más largos que cualquiera de las epístolas de Pablo, mientras que su segunda y tercera epístola compiten muy favorablemente con las cartas más cortas de Pablo. Entre estos dos extremos encontramos 1 Juan. Al igual que la mayoría de las epístolas en el Nuevo Testamento, 1 Juan ofrece una buena extensión para predicar una serie relativamente corta de sermones expositivos. No es demasiado larga ni tampoco demasiado corta.
Pero esa no es la razón principal por la que te la recomiendo. Al hacer algunos intervalos para exponer otros sermones, yo prediqué 1 Juan a nuestra congregación entre el 2014 y el 2018. Mientras más la estudiaba parte por parte, más crecía mi aprecio por ella. En retrospectiva, hay al menos cinco razones por las que le recomendaría a mis colegas pastores predicar esta epístola a sus congregaciones.
1. Nos muestra la divinidad y la humanidad de Cristo con frescura
El comienzo de la primera carta de Juan (1:1-4), nos recuerda el comienzo del Evangelio de Juan. Desde el principio Juan nos introduce a verdades profundas y eternas. Pero gracias a su hábil pluma, Juan nos permite comprenderlas. Como resultado, hace accesibles la divinidad y la humanidad de Cristo aun a los más jóvenes de la congregación. A través de 1 Juan, vemos con claridad que Jesucristo, completamente divino y completamente humano, está al centro de la Biblia y de nuestra salvación. Un rico banquete espiritual con «el pan del cielo» espera a tu congregación.
2. Nos ayuda a examinar nuestros corazones para ver si realmente estamos en la fe
Pareciera que al escribir esta epístola, Juan tiene un doble propósito principal: asegurarles a los verdaderos creyentes que tienen vida eterna (p. ej. 5:13) y buscar que aquellos que tienen una falsa seguridad se den cuenta de que no son verdaderos creyentes en Cristo (p. ej. 3:10). En ese sentido, 1 Juan es una carta muy perspicaz. Es necesario desafiar a aquellos que regularmente asisten a la iglesia en cuanto a su profesión de fe, especialmente a los creyentes profesantes de segunda generación que a menudo simplemente dan por sentado que deben ser salvos. Siempre y cuando este desafío sea hecho dentro de los límites de la Escritura, es muy provechoso para todos.
3. Nos ayuda a enfrentar el efecto destructivo de la mundanalidad
Quizás la apelación más fuerte de toda la carta se encuentra en el 2:15, donde el apóstol Juan escribe: «No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo». En tan solo algunos versículos, señala tanto el costo de oportunidad como la fuente de la mundanalidad. Finalmente, él afirma que el mundo es un barco que se está hundiendo. Solo aquellos que hacen la voluntad de Dios permanecerán para siempre. Pero Juan va más allá del mero comportamiento externo. Su descripción de mundanalidad, «la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida», nos ayuda a ver que la mundanalidad no dice tanto sobre lo que hacemos, sino sobre lo que nuestro corazón desea.
4. Nos permite ver la importancia de la sana doctrina
Parece bastante evidente que el propósito de esta carta era proteger a la iglesia de las herejías gnósticas. Juan escribió de un anticristo que negaba al Padre y al Hijo (2:18). Habló de la necesidad de probar los espíritus porque muchos falsos profetas habían salido al mundo (4:1-6). En cada caso, el error y la herejía eran identificados por lo que los maestros decían sobre la persona y la obra de Cristo. Dicho de forma sencilla, sí importa lo que crees de Jesucristo (ver la razón n° 1 mencionada anteriormente). Lo que más conforta a los hijos de Dios es aprender de Juan que todos los que abandonan la verdad y optan por seguir a los falsos maestros nunca estuvieron convertidos en primer lugar. Los verdaderos hijos de Dios están protegidos por la presencia y obra del Espíritu, lo que Juan llama «la unción» (2:20, 27).
5. Enfatiza la necesidad de la santidad y el amor en la vida cristiana
La sección más extensa de la epístola cubre estos dos temas (3:4-24; 4:7-21). Juan no deja nada sin decir para mostrar que la santidad y el amor son indispensables. Con el énfasis moderno en la justificación por fe en los círculos evangélicos, este es un valioso recordatorio. En la salvación, Dios no solo limpia nuestro expediente en el cielo por la sangre de Cristo, sino que también limpia nuestros corazones en la tierra por el poder de su Espíritu. Es vital que estas verdades sean enfatizadas conjuntamente. ¡Una exposición fiel de 1 Juan no pasará por alto este punto!