Parte crónica y parte diario de oración escrito sin rodeos, el libro de Nehemías está compuesto por las memorias de un reformador. A medida que entramos en el registro, casi podemos oler las humeantes ruinas de las derribadas murallas de Jerusalén.
La imagen central del libro es un obrero común de la muralla, trabajando diligentemente con una mano mientras que con la otra, sosteniendo un arma (c.f. 4:17). Es una imagen de firmeza y vigilancia en la obra del Señor y es instructivo para nosotros en este tiempo en el que tanto la iglesia como la verdad parecen estar bajo ataque desde todas partes.
Se ha usado y abusado del libro de Nehemías para todo tipo de proyecto de construcción y campaña conocida para la iglesia. Sin embargo, el punto central de Nehemías es que, de cara a la oposición al Evangelio, nosotros debemos poner nuestra confianza en Dios porque él está firmemente comprometido con su gloria y su pueblo.
A continuación, les comparto cinco razones por las que debes predicar el libro de Nehemías:
1. Nehemías nos enseña a confesar nuestros pecados a Dios
Sanbalat, Tobías y las naciones impías que rodeaban a Jerusalén parecen ser los mayores enemigos del pueblo de Dios. No obstante, el propio pecado de Judá contra Dios es mucho peor. En el capítulo 1, después de escuchar el problema en Jerusalén, Nehemías no ora a Dios para que destruya esas naciones; él ora para que Dios perdone a su pueblo y los rescate de su propia rebelión contra él. Después de todo, fue su pecado que había movido a Dios a enviar a los babilonios a Jerusalén y a que los llevaran cautivos en primera instancia.
Nuestra tendencia como pecadores es mirar fuera de nuestros mismos y condenar los pecados del mundo, aun cuando el mundo no puede destruirnos. Sin embargo, ¿sabes lo que sí puede destruirnos? Nuestros propios pecados cuando los dejamos sin revisar; nos destruirán rápidamente.
Nehemías nos enseña que nuestro mayor enemigo no se encuentra fuera de las murallas de la iglesia, sino que dentro. Por tanto, nuestra mayor necesidad es confesar nuestros pecados a Dios. La verdadera reforma comienza y termina con la confesión ante nuestro Dios santo. De hecho, Nehemías termina el libro con la reconstrucción de los muros de Jerusalén, con su confesión de pecado y con la confesión del pueblo de Dios.
Suplicarle a nuestra congregación que confiese sus pecados a Dios, no les hará gracia exactamente. No es parte de ninguna estrategia popular de crecimiento de la iglesia. Es más, es posible que el número de personas de nuestra congregación decrezca un poco si nuestra predicación está aliñada y sazonada con la confesión. Pero es mucho mejor tener un remanente apasionado que un grupo tibio. Pastores, prediquen Nehemías porque nos enseña a confesar nuestros pecados a Dios.
2. Nehemías nos enseña a luchar por el Evangelio
Mientras pensamos en cómo aplicar Nehemías a nuestros días, recordemos que la fortificación Jerusalén (con el Templo y el pueblo de Dios dentro) estableció el testimonio de Dios en medio de un desierto de adoración pagana. Por lo tanto, Nehemías nos enseña a cómo luchar por el Evangelio.
Fue Oliver Cromwell quien dijo una vez: «Confía en Dios y mantente alerta para atacar». Es una frase útil y para los tiempos de guerra que llama tanto a la fe como a la vigilancia en el fragor de la batalla espiritual. Es fácil para el pueblo de Dios intentar y luchar por el Evangelio en sus propias fuerzas, como si el resultado dependiera de nosotros. De igual manera, es igual de fácil, cuando la batalla se pone difícil, cruzarnos de brazos y someter la soberanía de Dios bajo nuestros miedos y perezas. Sin embargo, en Nehemías 4:20, mientras la oposición está en su punto más alto, Nehemías le declara al pueblo: «Dios peleará por nosotros».
Vemos una dependencia completa en Dios a medida que construyen y defienden. Vemos la tenacidad del pueblo de Dios para defender y reconstruir las murallas de la ciudad santa. En el capítulo 4:23, ¡los obreros y todos los que están involucrados en el proyecto están haciendo doble y triple turno! Nehemías escribe: «Ni yo, ni mis hermanos, ni mis criados, ni los hombres de la guardia que me seguían, ninguno de nosotros se quitó la ropa; cada uno llevaba su arma aun en el agua».
Predicar Nehemías nos ofrece una inusual oportunidad de llamar a nuestra congregación a confiar en Dios y a trabajar tenazmente. Mientras luchamos, somos animados al saber que es el fuerte brazo de Dios el que está peleando por nosotros.
3. Nehemías nos enseña a liderar sacrificialmente
La iglesia necesita pastores y líderes que se sacrifiquen por el pueblo de Dios, no que se aprovechen de ellos. Necesitamos ver en Nehemías a un líder inusualmente humilde que sirve a otros a un gran costo para sí mismo.
Un par de ejemplos que sazonan el libro son:
- Nehemías deja su cómoda fortaleza de Susa, un retiro de invierno para los reyes persas, debido a la preocupación que tiene por el pueblo de Dios.
- También confronta a los ciudadanos adinerados e influyentes de Jerusalén y les pide cuentas por los exigentes intereses hacia las personas normales. Incluso, ellos estaban esclavizando a los hijos de sus compañeros de Judá como pago por su deuda pendiente. Aun cuando Nehemías arriesgó su propia influencia como líder, trajo presión y protegió al vulnerable de la comunidad.
- En Nehemías 5, Nehemías, el gobernador, atiende cientos de personas para darles comidas diarias en su casa (de su propio bolsillo). Debido a la compasión por el pueblo, él no exigió la subvención de alimento del gobernador.
El Evangelio brilla por completo cuando aquellos que lo proclaman defienden al vulnerable que está entre ellos. Nehemías nos enseña cómo se ve el liderazgo sacrificial a la imagen de Cristo.
4. Nehemías nos enseña a seguir predicando «lo central»
Conectado con Esdras, Nehemías podría ser la tierra más fértil de toda la Biblia para demostrar el trabajo duro y el fruto de la reforma. A primera vista, parece ser una reforma de ladrillos y morteros. Sin embargo, por el Espíritu de Dios, una reforma más significativa estaba llevándose a cabo en los corazones del pueblo de Dios al recibir la predicación de la Palabra de Dios.
En Nehemías 8, cuando Esdras se paró sobre el estrado de madera para leer la Palabra de Dios y darle «sentido», él le está predicando al pueblo de Dios. En exilio, deambulaban lejos de Dios; sin embargo, al escuchar su Palabra, comenzaron a llorar ya que la santa ley de Dios los declaraba culpables. Esdras era un buen pragmático. Él hizo lo único que funcionaría: leyó y explicó la Palabra de Dios al pueblo de Dios y lo que vemos es un pueblo recientemente movido a la obediencia.
Debajo de mucha de la oposición a la reforma de la iglesia se encuentra el rechazo a la suficiencia de la Escritura. La clave para la reforma en cualquier iglesia local es una reverencia por la Palabra de Dios. Por tanto, veremos un fruto que permanece cuando, y solo cuando, la Palabra de Dios continúe siendo preeminente en la vida de la iglesia.
5. Nehemías nos enseña a ser pacientes con los santos que están luchando
El libro de Nehemías no termina con un «felices para siempre». Después de que el fuerte brazo de Dios había liberado a Jerusalén de sus enemigos en solo 52 días y después de que el pueblo de Dios respondiera a la Palabra al cantar un pacto de obediencia a él, el pueblo regresó a los mismos pecados que los habían marcado antes del exilio.
El último capítulo de Nehemías funciona como un tipo de estudio de caso postreforma. Vemos cómo la iglesia siempre luchará con el viejo hombre hasta que Jesús venga como trueno a la tierra a recibirla. No obstante, debemos predicarle a nuestra congregación que el pueblo de Dios es santo.
Sin embargo, cuando la iglesia falla en ser santa, debemos aprender a ser pacientes. Siempre habrá un segmento de nuestra congregación que parece descarriarse con frecuencia. Afortunadamente, también están aquellos que, por la gracia de Dios, son más maduros. Estos últimos serán tentados a despreciar a los primeros, pero todo lo que necesitamos es caridad y una doctrina robusta de santificación (una que exija santidad, pero deje espacio para nuestros fracasos y para la insondable gracia de Dios).