Lo que se sabe
Pero en aquellos días, después de esa tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su luz, las estrellas irán cayendo del cielo y las potencias que están en los cielos serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces Él enviará a los ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo (Marcos 13:24-27).
Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. «Estén alerta, velen; porque no saben cuándo es el tiempo señalado» (Marcos 13:32-33).
Lo que se sabe sobre «aquel día» puede resumirse bajo cinco títulos.
Primero, la segunda venida de Jesús será evidente
Cuando Cristo regrese, todas «las potencias que están en los cielos serán sacudidas» (Mr 13:25): el sol («el sol se oscurecerá») y la luna («la luna no dará su luz») serán apagados, seguidos de las estrellas, que «irán cayendo del cielo» (Mr 13:25). Todos estos son indicadores evidentes de que algo importante está en marcha.
También lo es el nuevo y deslumbrante espectáculo de luces que llenará el oscuro vacío universal: «entonces verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes» (Mr 13:26). La oscuridad se establece en contraste con la «señal» celestial del Hijo del hombre (Mt 24:30)1. Se nos dice que Jesús descenderá del cielo («que viene en las nubes») y que esta venida será «con gran poder y gloria» (Mr 13:26). Marcos afirma: «entonces, verán» (Mr 13:26); Mateo nos cuenta que «ellos» son «todas las tribus de la tierra» (Mt 24:30), todos de toda nación que estén vivos ese día2.
No obstante, ¿cómo todas las personas vivas entonces, de diferentes partes del mundo, verán a Jesús al mismo tiempo? Quizás nuestro Señor está hablando metafóricamente3. Si fuera así, el punto sigue siendo válido. Su regreso será obvio. Nadie se lo perderá. No obstante, si estuviera hablando literalmente, entonces la escena sería más extraordinaria. Piénsalo. ¿Cómo todos lo verían en la oscuridad (sin la luz del sol, de la luna ni las estrellas)? La respuesta es que la «luz del mundo» (Jn 8:12) no necesita luces menores para iluminar su camino (cf. Apocalipsis 22:5).
Segundo, la segunda venida de Jesús será asombrosa
Fíjate que Jesús usa su título favorito para referirse a sí mismo en relación con la segunda venida. Es el «Hijo del Hombre» (Mr 13:26) que viene cabalgando sobre las nubes. Este título está conectado con Daniel 7:13-14 y se relaciona a la autoridad otorgada divinamente a Jesús. En ese capítulo, el Anciano de Días le otorga al Hijo del Hombre un Reino glorioso y eterno. Eso es asombroso. Jesús regresará como el Hijo del Hombre, Aquel a quien se le ha concedido toda autoridad sobre toda la creación (Mr 2:10, 28; cf. Mateo 28:18).
Otros detalles también resaltan lo asombroso del regreso de Cristo. De hecho, casi cada frase de Marcos 13:24-27 rebosa de este tema. Cuando Jesús dice, en el versículo 24, «pero en aquellos días […] el sol se oscurecerá y la luna no dará su luz», Él no está hablando de un doble eclipse; cuando menciona en el versículo 25 «las estrellas irán cayendo del cielo», no está hablando sobre un espectáculo divino de fuegos artificiales que comienza con un par de estrellas fugaces. Al contrario, Él está hablando de todas las grandes luces creadas en el cuarto día de la creación apagándose para siempre. Se apagarán porque, como dije, un espectáculo de luz nuevo y espectacular llenará el oscuro vacío universal: «el Hijo del Hombre que viene en las nubes» (Mr 13:26). Como sea que se vea ese trastorno cósmico asombroso, hará que el Cometa Haley sea como dos boy scouts frotando palitos para hacer una chispa.
La segunda venida será asombrosa.
Tercero, la segunda venida de Jesús traerá alivio a los justos; será un día de vindicación para el pueblo de Dios
La imagen de los mensajeros de Dios —«los ángeles»—, reuniendo al pueblo de Dios —«sus escogidos»— de todo el mundo —«de los extremos de la tierra»— y a lo largo de los cielos más altos —«a los extremos del cielo» (Mr 13:27)— es una imagen no sólo del poder de Dios, sino que de su gracia. Para aquellos que han perseverado a través de la persecución (ver Marcos 13:9-13) la vindicación final vendrá con el Hijo que ha de venir.
Mi primer sermón como pastor fue el 16 de septiembre de 2001, cinco días después del 9/11. Mi pasaje preseleccionado era Apocalipsis 19:11-21. Prediqué un sermón sobre la venida de Jesús como Salvador y Juez, y comencé el sermón así:
La venganza tiene su lugar en la fe cristiana, y no tiene un rol insignificante, innecesario ni menor en nuestra salvación. Es tan fundamental y crucial como los conceptos bíblicos de la gracia, la misericordia, el amor y el perdón porque en su centro se encuentra nuestro Señor Jesucristo. Cuando la mayoría de nosotros piensa en Jesús, rara vez lo imaginamos, como lo hace el libro de Apocalipsis, como un Rey santo, un Juez justo y un Guerrero victorioso. En nuestras mentes, no nos cuesta imaginarlo como un bebé envuelto en pañales, como un niño enseñando en el templo, como un hombre caminando milagrosamente sobre el agua, y como un Salvador moribundo. No obstante, nos cuesta imaginar a Jesús como un Rey conquistador poderoso: musculoso, feroz, implacable y vengativo. Una razón por la que podríamos tener esta dificultad se debe a nuestra ignorancia o a nuestras malas interpretaciones en relación a Cristo y a su segunda venida. Por un lado, simplemente podríamos estar desinformados sobre los detalles del regreso de Cristo; por otro, podríamos ser capaces de recitar algunos de los hechos de la segunda venida, pero fallar en comprender su objetivo final4.
El objetivo de la segunda venida de Cristo es la salvación. Jesús viene a salvar a su pueblo y lo hace en parte al juzgar a aquellos que no son su pueblo. La salvación y el juicio están conectados. Necesitamos saber que la segunda venida de Jesús traerá alivio para los justos y necesitamos alabar a Dios por eso.
Cuarto, la segunda venida de Cristo es segura, como Él deja claro en Marcos 13:30-31
«En verdad les digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». En el contexto inmediato (ver Marcos 13:5-23), Jesús predice la destrucción del templo de manera enfática —«en verdad les digo» (Mr 13:30)— y efectivamente el templo es derribado. Por supuesto, lo que Jesús dice en los versículos 30 al 31 podemos aplicarlo a cada palabra que Jesús dijo.
Varias veces en los últimos cinco años, he dado una charla titulada: ¿Por qué soy cristiano?. Doy cuatro razones. Hablo del llamado irresistible de Jesús en mi vida, la atractiva paradoja de las afirmaciones y el carácter de Jesús, y cómo Jesús lidió y lidiará con los tres problemas universales que enfrentan los humanos: el pecado, la muerte y la injusticia. Asimismo, hablo del poder de sus palabras.
Casi dos mil años atrás, Jesús dijo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mr 13:31). ¿Qué opina la historia de esta audaz declaración? ¿Es verdadera o falsa? Es verdadera. Es históricamente verificable. Supongamos que existen 40 000 000 iglesias locales alrededor del mundo donde 2 000 000 000 de cristianos se reúnen cada domingo. En la mayoría de esas iglesias, incluso las poco ortodoxas, se leen y se enseñan las palabras de Jesús. Los cristianos, y algunos no cristianos, cada domingo por la mañana buscan nuevamente comprender y aplicar lo que Jesús dijo. ¿Podemos decir esto de las palabras de Sócrates, Cicerón, Julio César o Winston Churchill? ¡No! Esto no es cierto para ningún filósofo o político, y ciertamente no es cierto para las celebridades. Las personas no se reúnen cada semana para intentar comprender y aplicar lo que John Lennon cantó o dijo.
De vuelta al punto: si las palabras de Jesús son más permanentes que el suelo en nuestros pies o el cielo sobre nosotros —«el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mr 13:31)— y si Jesús tiene un historial probado de una predicción masiva en la historia del mundo: la destrucción del templo —«de esta generación», la de sus apóstoles, «no pasará […] hasta que todo esto suceda» (Mr 13:30)— entonces, podemos confiar en que lo que Él dice sobre su regreso, y los eventos que lo rodean, ocurrirán igualmente.
Esa certeza nos lleva al quinto hecho. Sabemos que la segunda venida será (1) evidente, (2) asombrosa, (3) un día de vindicación del pueblo de Dios y (4) segura.
Sigue el quinto hecho: puesto que el templo ha sido destruido, el regreso de Jesús es inminente
Esto es lo que nuestro Señor dice con su enseñanza en las parábolas de Marcos 13:28-29: «de la higuera aprendan la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que Él está cerca, a las puertas».
Aquí, o bien Jesús está hablando indirectamente sobre su segunda venida, diciendo en efecto: «tan pronto como el templo caiga, sepan que existe una posibilidad, en cualquier momento, de que yo regrese». O, más probablemente, en estos versículos Jesús regresa para hablar directamente sobre la destrucción del templo y lo que sus primeros seguidores deben hacer. Tan pronto como escuchen el estruendo de las tropas romanas mientras sacuden los cimientos de la ciudad santa (una señal obvia como la higuera echando hojas), necesitan hacer todo lo que Jesús les ha enseñado en los versículos 5 al 23. Por tanto, así es cómo yo entiendo el versículo 29: «cuando vean que suceden estas cosas [la desolación y la destrucción del templo], sepan que Él [o «eso». p. ej. «esa tribulación»] está cerca, a las puertas».
Cualquiera sea el caso, lo que Jesús está haciendo por medio de la Profecía del Monte de los Olivos es lo que los académicos llaman «acortamiento profético». Lo que quiere decir es que Jesús, como los profetas, habla de dos eventos: uno en el futuro cercano y otro en el futuro lejano, como si fueran a ocurrir uno cerca del otro. Por ejemplo, Isaías habla de la destrucción de Babilonia al mismo tiempo que lo hace del día final del Señor, como si fuera un día de juicio divino («el Día del Señor») cuando sabemos que serán dos.
La analogía que se usa a menudo para explicar esta técnica de enseñanza o género único es el de un cordón montañoso. Si miramos un cordón montañoso desde una distancia, podría parecer que dos cimas están cerca la una de la otra, cuando en realidad estaban a kilómetros de distancia. De igual manera, Jesús habla de dos cimas montañosas: la destrucción del templo y su regreso, como si estuvieran cerca cuando, en realidad, hay miles de años de distancia entre ellas5.
Qué hacer a la luz de semejante conocimiento
A la luz de estos cinco hechos, en especial el último, ¿qué tenemos que hacer? Jesús se lo dice a sus discípulos y a nosotros en Marcos 13:33-36. Él comienza con dos exhortaciones similares: «estén alerta» y «velen» (Mr 13:33). Luego, Él nos da la razón, reiterando el punto de Marcos 13:32: «porque no saben cuándo es el tiempo señalado» (Mr 13:33). Luego, Él hace la ilustración: «es como un hombre que se fue de viaje, y al salir de su casa dejó a sus siervos encargados, asignándole a cada uno su tarea, y ordenó al portero que estuviera alerta» (Mr 13:34). Esa historia luego muta a una amonestación, una que hemos escuchado antes: «por tanto, velen, porque no saben cuándo viene el señor de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga de repente y los halle dormidos» (Mr 13:35-36). Esta amonestación es universal, dada tanto a los primeros seguidores de Jesús como a todos los que le han seguido desde entonces: «y lo que a ustedes digo, a todos digo: ¡velen!» (Mr 13:37). Aquí está la lógica del llamado de Jesús a estar alerta: si nadie conoce el tiempo del regreso de Cristo —«de aquel día o de aquella hora nadie sabe» (Mr 13:32); «no saben cuándo es el tiempo señalado» (Mr 13:33)—, entonces la aplicación hora a hora debe ser la preparación —«estén alerta» (Mr 13:33)— y la vigilancia —«velen» (Mr 13:33); «velen» (Mr 13:34, 35, 37)—.
Este artículo es una adaptación del libro Expository Reflections on the Gospels, Volume 3: Mark [Reflexiones expositivas sobre los Evangelios, vol. 3: Marcos], escrito por Douglas Sean O’Donnell.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
- «La oscuridad sobrenatural de la consumación es ricamente simbólica. No sólo pertenece a la correlación o al principio y final, sino que es una señal tanto del juicio divino y luto, y se convierte en el fondo de terciopelo para el esplendor del Hijo del Hombre (24:17, 30). Además, en el nivel literario anuncia la oscuridad de la muerte de Jesús (27:45), mientras que esa oscuridad a su vez presagia el juicio final del mundo». W. D. Davies y Dale C. Allison Jr., A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel according to Saint Matthew [Un comentario crítico y exegético sobre el Evangelio según San Mateo], ICC (Edinburgh: T&T Clark, 1991), 3:358.[traducción propia]
- «La primera venida de Cristo el Señor, el Hijo de Dios y nuestro Dios, fue en oscuridad. La segunda será a vista de todo el mundo» San Augustín, Sermons on Selected Lessons of the New Testament [Sermones sobre lecciones selectas del Nuevo Testamento], citado en CHSB, 1499.
- Aun cuando muchos comentaristas toman las palabras de Jesús como metáforas (p. ej., Él no está dando explicaciones literales o específicas de los eventos futuros), yo no estoy completamente convencido. Sin duda, de vez en cuando, Jesús habla proféticamente y, como los profetas, usa lenguaje vívido y metafórico. No obstante, ¿podría aquí estar explicando cómo marcará el comienzo de la nueva creación de una manera que se asemeja a la creación del universo? Será espectacular, ¡literalmente!
- Esta sección de Marcos se predicó por primera vez en Westminster Presbyterian Church en Elgin, Illinois, y fue publicada por primera vez en el libro de Douglas Sean O’Donnell y Leland Ryken, The Beauty and Power of Biblical Exposition: Preaching the Literary Artistry and Genres of the Bible [La belleza y el poder de la exposición bíblica: cómo predicar el arte literario y los géneros de la Biblia] (Wheaton, IL: Crossway, 2022), pp. 267-268.
- Las enseñanzas de Jesús aquí se parecen a la manera en que hablaron los profetas del futuro cercano y lejano. Como en gran parte de la profecía del Antiguo Testamento, Jesús predice eventos tanto cercanos como en orden no cronológico (ver Joel 2:18-32, citado en Hechos 2:28-32; cf. Zacarías 14).

