«Hombres, ¿qué ven en sus pantallas cuando nadie los está mirando?».
Sin duda, esta es una pregunta importante para hacer un domingo por la mañana. Pero para algunas mujeres de la congregación, escucharla las enterrará en vergüenza. Después de todo, ellas también saben cómo se siente —semana tras semana, día tras día, posiblemente incluso esa mañana— ceder, complacer y perder otra batalla contra la pornografía.
Quizás se tropezaron con la pornografía mientras estaban en una relación inapropiada; tal vez, inicialmente investigaron por curiosidad; probablemente, lucharon con una enfermedad y usaron la pornografía para compensar su debilidad física.
O quizás son iguales a mí. Fui expuesta a la pornografía cuando era pequeña y volvía a verla una y otra vez —en secreto—, como una guía para saber de qué modo las mujeres debían ser tratadas, cómo debemos actuar a fin de recibir validación. Por nueve años, estuve enredada y fui adicta, en la agonía de la obsesión, mirando imagen tras imagen para encontrar mi identidad mientras cosificaba a otros.
Afortunadamente, el Señor me salvó cuando tenía 18 años y aunque mi deseo de ver pornografía había disminuido tremendamente, las implicaciones de mi pecado permanecían. No sabía cómo comunicar esta necesidad a mis pastores y a los miembros de mi iglesia.
Durante mi tiempo en el ministerio vocacional (tanto en una universidad cristiana como ahora en el equipo a tiempo completo de una iglesia) he descubierto que mi experiencia es común entre las mujeres.
Por lo tanto, pastores, a continuación hay tres sugerencias y aplicaciones para considerar a medida que buscas pastorear mujeres que han luchado o están luchando con la pornografía. Por supuesto, no son exhaustivas, pero pueden servir como punto de partida para incorporarlas en tus discusiones y oportunidades de discipulado con mujeres en tu congregación.
1. No conviertas la pornografía simplemente en un problema de hombres
Si una mujer de tu congregación confiesa luchar con la lujuria, no minimices ni asumas que es un asunto pequeño. Las ramificaciones del pecado son costosas tanto para hombres como para mujeres. Las mujeres también necesitan que se les recuerde el llamado a la santidad (1Ts 4). Necesitamos que nos recuerden el poder del Espíritu Santo para otorgarnos dominio propio en esta batalla por la pureza.
Tristemente, la pornografía a menudo se ignora como un problema de mujeres. Pero pastor, tienes la oportunidad de facilitar conversaciones útiles al no aislar los pecados en categorías basadas en el género. Recuérdanos en tus aplicaciones dominicales, refiérete a nosotras directamente y muéstranos el costoso peso del pecado.
2. Por favor, apúntanos a la cruz y recuérdanos la redención
Las mujeres que luchan con la pornografía experimentan una gran culpa y vergüenza, por lo que a menudo se siente imposible. A veces, algunas podrían sentirse más cómodas confesando pecados más «comprensibles».
¿Las mujeres de tu iglesia saben que pueden confesar sus luchas con la pornografía, la lujuria y la soledad con otras mujeres? ¿Se encontrarán con la verdad de la fidelidad y el perdón de Dios (1Jn 1:9)? Después de la confesión, las mujeres podrían tener miedo de que sean etiquetadas por su lucha en lugar de ser vistas por lo que son en Cristo. Para evitar esto, los pastores deben trabajar para cultivar una cultura de mujeres sabias que no sólo hacen preguntas específicas y dirigidas, sino que están equipadas para recordarles a sus hermanas su posición como redimidas en Cristo.
Las mujeres necesitan escuchar, tanto desde el púlpito como en los grupos de discipulado, que la pornografía está entre los muchos pecados por los que Cristo murió. Este es especialmente el caso para aquellas que están cansadas en medio de la batalla. Muchas mujeres creen que han luchado por demasiado tiempo. Así que muéstrales a Cristo y recuérdales su propiciación por sus pecados (1Jn 2:2).
3. No descuides mostrarnos nuestro valor en el plan de Dios de la creación
Las mujeres que luchan con la pornografía tienen que reconciliarse diariamente con la cosificación malvada que persiguen. Lo que ocurrió en el jardín distorsionó la visión de todos sobre el sexo y la verdadera belleza. Debido a esto, algunas mujeres se preguntan si su valor sólo se encuentra en lo que ofrecen sexualmente.
Enséñanos desde la Palabra de Dios acerca del propósito de Dios al hacer tanto al hombre como a la mujer a su imagen (Gn 1:26-28). Recuérdanos nuestro valor y dignidad inherentes —independientemente de nuestro tipo de cuerpo o facciones—. Y anima a los hombres de tu congregación a hacer lo mismo: tratar a las mujeres como hermanas y madres.
La razón detrás de la adicción de cualquier persona a la pornografía son complejas y múltiples. Pero la verdad de la redención a través de Cristo permanece igual. Así que pastores, a medida que buscas construir una cultura que declare la guerra contra la pornografía, recuerda a las mujeres y recuérdanos estas gloriosas verdades.