El libro de Apocalipsis es el último libro de la Biblia y completa el canon del Nuevo Testamento. Es la última palabra de Jesucristo para su iglesia. Este hecho, que se pasa fácilmente por alto, sugiere que Apocalipsis es una de las cartas más prácticas e importantes del Nuevo Testamento. Escrito, probablemente, casi al final del siglo I, Apocalipsis llega en la forma de una carta circular dirigida a siete iglesias del Asia Menor. Sin embargo, es mucho más que una simple carta: el contenido de este libro es profético (describe el curso de la historia humana en términos altamente simbólicos) y su estilo es apocalíptico. Como es típico de la literatura apocalíptica judía, Apocalipsis está lleno de imágenes de criaturas misteriosas y símbolos dramáticos, y usa los números para expresar importantes puntos teológicos. En toda la Biblia, no hay otro libro como este.
Puesto que Apocalipsis es de naturaleza simbólica y contiene temas e imágenes apocalípticas, muchos se han visto tentados a usar este extraordinario libro como un trampolín para toda clase de interpretaciones fantasiosas. Tristemente, aunque Juan advierte a sus lectores que está escribiendo a las iglesias mencionadas en 1:4 para revelar lo que Dios «dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (v. 1), y aunque —justo después— también afirma que el tiempo de estos eventos «está cerca» (v. 3), los cristianos pasan frecuentemente por alto estas vitales declaraciones que establecen el contexto de la carta.
A lo largo de la historia de la iglesia, los cristianos han asumido comúnmente que Juan escribió esta carta para revelar el significado oculto de aquellas guerras y tragedias que, en la providencia de Dios, ocurren a través de la historia. Este enfoque sincero pero descaminado ha llevado a muchos a acercarse al Apocalipsis usando el lente de los eventos actuales en lugar de verlo como lo que realmente es: un comentario de origen divino sobre temas no resueltos en el Antiguo Testamento que luego son interpretados por Jesús y los apóstoles. Apocalipsis no es una guía práctica para explicar las noticias de la tarde; en lugar de eso, es un comentario sobre el Antiguo Testamento a la luz de la persona y la obra de Jesucristo, figura central del Apocalipsis. Sabemos que esto es así porque los símbolos y números usados a lo largo del libro provienen del Antiguo Testamento y son expuestos contra el trasfondo de las circunstancias enfrentadas por las siete iglesias del siglo I.
Muchos de nuestros contemporáneos creen que Apocalipsis se dirige primordialmente a quienes viven los tiempos del fin, e interpretan el libro como un texto esencialmente profético. Para estos intérpretes, Apocalipsis, supuestamente, predice el surgimiento de tecnologías militares modernas que la gente del siglo I no podría haber concebido (por ejemplo, las langostas mencionadas en el capítulo 9 serían imágenes proféticas de helicópteros); describe un resurgimiento del Imperio Romano (con Nicolás Carpatia, en las novelas Dejados Atrás); prevé terremotos, tsunamis, y hambrunas específicas; y revela el surgimiento de diversos dictadores e imperios. Es por esto que el libro de Apocalipsis se ha ganado la reputación de ser esotérico y difícil de interpretar y entender. Se piensa que sólo quienes son capaces de unir las imágenes apocalípticas del libro con los eventos actuales lo entienden correctamente.
Sin embargo, Juan mismo nos dice que este no es el caso. Las siete iglesias del Asia Menor recibieron esta extraordinaria visión en algún momento antes del fin del siglo I. Fue enviada a cristianos de siete iglesias históricas. Eran creyentes que enfrentaron una horrible persecución e incluso la muerte a manos de las autoridades romanas porque honraban a Jesús como Señor y se negaban a darle el mismo título a los Césares. Adoraban al Dios vivo y verdadero que se reveló en Jesucristo, no a los dioses falsos que eran adorados en los templos presentes en prácticamente cada una de las ciudades del mundo mediterráneo del primer siglo. Este libro fue escrito para dar esperanza y consuelo a un pueblo sufriente y perseguido.
No obstante, tal como las cartas de Pablo a las iglesias del siglo I en Roma o Corinto, el libro de Apocalipsis también habla al pueblo de Dios durante el período que va desde el primer advenimiento de Cristo hasta su segunda venida. Hasta que Jesucristo regrese, el pueblo de Dios deberá hacer frente a las mismas cuestiones que las siete iglesias del Asia Menor. Aunque el libro tiene elementos proféticos y usa imágenes apocalípticas, no predice el futuro con la clase de especificidad que la gente equivocadamente busca. Apocalipsis nos dice que el pueblo de Dios enfrentará al Dragón, la Bestia, y el Falso Profeta —una imitación de la Trinidad compuesta por el estado satánicamente potenciado y su líder auto-deificado—. Sin embargo, pese a toda la miseria que esta Trinidad profana ocasiona al pueblo de Dios a través del tiempo, finalmente Jesucristo liberará a su pueblo.
Aunque no se suele pensar en Apocalipsis como un libro «práctico», es indudablemente uno de los libros más prácticos de todo el Nuevo Testamento. Puesto que es el último libro del canon, el Apocalipsis sirve como la culminación de toda la revelación bíblica previa. Quienes conocían el Antiguo Testamento sabían dónde hallar la explicación de las imágenes y los símbolos de Apocalipsis. El libro es la palabra final de Dios para su pueblo y ata todos los cabos sueltos de la historia redentiva. De hecho, se promete una gran bendición a quienes «guardan las palabras de la profecía de este libro» (22:7) mientras que, quienes le añaden o le quitan, son amenazados con las maldiciones del pacto (22:18-19).
Cuando es visto bajo esta luz, Apocalipsis es muy práctico, pero no porque la visión dada a Juan trace el curso de la historia humana con una gran especificidad, sino porque el libro deja muy claro al pueblo de Dios que, pese a los altibajos de la historia humana, finalmente Jesucristo y su iglesia triunfarán.
El libro de Apocalipsis fue dado al pueblo de Dios para establecer un asunto crucial: Jesucristo destruirá a Satanás y a todos sus secuaces. Jesús establecerá un cielo nuevo y una tierra nueva, y el Cordero y su pueblo reinarán por siempre. Conocer el resultado final de la historia redentiva tiene el propósito de dar al pueblo de Dios un gran consuelo en tiempos de prueba, y pretende, además, motivarnos a llevar el evangelio de Jesucristo hasta los confines de la tierra. Sin embargo, sólo obtendremos estas bendiciones si leemos el libro de la forma correcta y por las razones correctas: en su centro de atención debemos mantener a Jesucristo y no la especulación sobre los eventos actuales.