Un cristiano debe ser parte de la vida de su país. Dios nos ha puesto en nuestro país no para ser ciudadanos que solo se aprovechan de sus beneficios, sino para que sirvamos mostrando el amor de Jesús en nuestra responsabilidad cívica.
Una manera de servir a tu país es participando de las elecciones de sus autoridades.
Estoy consciente de que el tema político no es algo fácil de hablar en nuestras iglesias. Esto se debe a que quizás existen estas dos ideas respecto a la política:
- No es bueno hablar de ella. En los almuerzos de amigos y familiares decimos, «no es bueno hablar de política ni de religión ni de fútbol». Pareciera que son temas tabúes que generan tanta discusión que las personas han decidido no hablar de ellas para no pelearse.
- La religión y la política no tienen que mezclarse. Últimamente, eso es lo que escuchamos en los medios de comunicación social. Somos un Estado secular, por lo tanto, la iglesia «no tiene que meterse en asuntos de Estado ni de políticas públicas».
No estoy de acuerdo con ninguno de esos argumentos y la razón es la siguiente: hay un Dios creador y de suprema autoridad, es por esto que no deberíamos tener problemas para hablar de los políticos terrenales porque ellos no son nuestra PRIMERA alianza. No nos apasionan TANTO (o no deberían) como para generar discusión. Nuestra primera pasión es Jesús y Él debería ayudarnos a evaluar con objetividad las fortalezas y las debilidades de nuestros candidatos terrenales.
En segundo lugar, aunque estamos bajo Estados y Gobiernos seculares, esto no implica que la iglesia no pueda tener una voz en los asuntos públicos. Un Estado laico es aquel que presenta las condiciones ideales para que todas las religiones ofrezcan sus posturas de manera adecuada y así los ciudadanos puedan tomar sus decisiones. Un Estado que no permite la promoción de las religiones, es un Estado laicista. En muchas naciones esto ya ha ocurrido o van en camino a ello (¿quizás forzados por movimientos terroristas?), pero creo que no es lo mejor para que una sociedad viva en paz.
Entonces, debido a que Jesús es nuestra suprema autoridad y a que queremos ofrecerlo dentro de nuestro Estado, es que cada uno de nosotros debe saber cómo votar cuando seamos llamados a elegir a nuestras autoridades. Por estas razones, quiero darte siete pequeños consejos para poder pensar al respecto:
1. Vota recordando que Dios es quien elige a la autoridad
Romanos 13:1 nos dice:
Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él.
Podemos confiar en que el destino de nuestro país está en las manos de Dios (salga quien salga electo). La democracia nos hace sentir que el destino de nuestra nación está en nuestras manos, pero fíjate en lo que decía el profeta Daniel mientras vivía bajo el gobierno de una autoridad pagana:
Durante la noche, Daniel recibió en una visión la respuesta al misterio. Entonces alabó al Dios del cielo y dijo: «¡Alabado sea por siempre el nombre de Dios! Suyos son la sabiduría y el poder. Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes. A los sabios da sabiduría, y a los inteligentes, discernimiento (Dn 2:19-21).
Nuestros corazones pueden estar quietos —no está todo en juego— y dispuestos a obedecer a la nueva autoridad electa, con respeto y honor, aunque no sea de nuestro gusto.
2. Vota pensando en nuestra libertad para la misión
El apóstol Pablo llamaba a sus hermanos a orar por las autoridades:
Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna (1Ti 2:1-2).
¿Lo ves? Debemos orar para que Dios guíe a las autoridades con el fin de que generen paz en nuestra tierra. Pero ¿para qué? ¿Solo para que la iglesia no tenga problemas? No, la razón detrás de esta petición es que la iglesia pueda tener un escenario propicio para la predicación del Evangelio. El apóstol continúa diciendo:
Esto [la oración previa] es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad (1Ti 2:3).
Votemos entonces por aquellas autoridades que, de acuerdo a lo que podemos prever en sus programas de gobierno, generarían las mejores condiciones de paz y tranquilidad para que, como iglesia, podamos seguir en nuestra misión de anunciar a Jesús y servir a los vulnerables.
El tercer consejo está alineado con el anterior:
3. Vota pensando en el prójimo
Toda la Escritura nos enseña que Dios es el Dios de los huérfanos, de las viudas, de los vulnerables y de los extranjeros. Por esa razón, nuestro corazón debería estar movido por ellos también. Esta es la convicción que tenía el autor del libro de Proverbios cuando nos permite ver el consejo que le da una madre a su hijo, que es un rey, para que gobierne correctamente:
No conviene que los reyes, oh Lemuel,
no conviene que los reyes se den al vino,
ni que los gobernantes se entreguen al licor,
no sea que al beber se olviden de lo que la ley ordena
y priven de sus derechos a todos los oprimidos (Pr 31:4-5).
¡Levanta la voz por los que no tienen voz!
¡Defiende los derechos de los desposeídos!
¡Levanta la voz, y hazles justicia!
¡Defiende a los pobres y necesitados! (Pr 31:8-9).
Cuando vayamos a votar, aunque sabemos que ninguno de los candidatos reflejará toda nuestra pasión por los más vulnerables, tendremos que evaluar cuidadosamente cuáles de ellos promoverán el máximo bien para el prójimo.
Esto evitará que votes de manera egoísta. Como te darás cuenta, votar requiere que estudies seriamente los programas de gobierno en busca del mejor para la mayor cantidad de personas.
4. Vota pensando en la integridad del o la gobernante
En el libro de Proverbios, se hacen más de 30 menciones de lo que debería ser la labor del rey de Israel. Si bien sabemos que no podemos pedirle a un rey secular lo que le pediríamos al Rey del Reino de Dios, estas menciones en Proverbios nos ayudan a ver lo que Dios desea de un gobernante. Hay un resumen en el capítulo 6 de lo que Dios aborrece de todo ser humano; esto nos ayudará a saber qué buscar en las personas que queremos que nos dirijan:
Hay seis cosas que el Señor aborrece,
y siete que le son detestables:
los ojos que se enaltecen,
la lengua que miente,
las manos que derraman sangre inocente,
el corazón que hace planes perversos,
los pies que corren a hacer lo malo,
el falso testigo que esparce mentiras,
y el que siembra discordia entre hermanos (Pr 6:16-19).
Es bueno y es sabio votar por personas que en sí mismos son ejemplos de integridad. Vivimos en días donde nos han dicho que «la vida privada del gobernante no tiene nada que ver con su vida pública». Sin embargo, los cristianos creemos que la vida privada es importante para generar una cultura de integridad en la nación. El orgullo, la mentira, el derramamiento de sangre inocente, los planes perversos y la discordia son cosas que Dios aborrece. Son cosas que, de algún modo, deberíamos anhelar que nuestros gobernantes las supieran.
Dicho esto, el quinto punto va de la mano con los anteriores porque debemos…
5. Votar con expectativas realistas
Quizás estarás pensando que hasta este punto, estos principios nos dejan sin nadie a la vista como un buen candidato. Es normal que eso le pase a cristianos que están en un periodo de elecciones. Es normal que algunos partidos de manera particular abracen ciertos valores que nosotros apreciamos (como el valor de la familia, el cuidado por la vida desde su concepción a la muerte natural, la importancia del emprendimiento individual para el desarrollo social). No obstante, también sucede que sentimos que esos mismos no abrazan el cuidado del pobre ni del extranjero y no son tan radicales al frenar la desigualdad social como nosotros quisiéramos. Por otro lado, también valoramos del partido contrario su interés por la igualdad social y justicia por el pobre, pero nos deja insatisfechos en cuanto a su cuidado de la familia y de la vida del que está por nacer.
Entonces, sentimos que nadie o que ningún partido nos representa totalmente. Esto será siempre así. Es por esto que debemos votar con expectativas realistas. Al evaluar los principios anteriores sobre cómo votar, muchas veces sentiremos que estaremos votando por el «mal menor» para la sociedad en vez de por el «bien mayor». Esa sensación de frustración es propia del cristiano, pero no nos puede llevar al alegato, a la queja ni a la apatía; al contrario, debiera llevarnos a seguir sirviendo a nuestra ciudad con los ojos puestos en la ciudad futura:
Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir (Ap 21:1-4).
En ese día final, nos encontraremos por primera vez con nuestro Rey ideal, con Aquel que gobierna desde el servicio y el amor, no desde la ambición y la tiranía. Ese mismo Rey nos traerá su Reino perfecto y viviremos en su ciudad para siempre. Él será un Rey cercano que sanará todos nuestros dolores. Dolores que fueron producidos por vivir bajo gobernantes corruptos, egoístas, ambiciosos, altaneros y tiranos.
Mientras tanto, seguiremos sirviendo a nuestra ciudad, amando y honrando a nuestras autoridades terrenales, sabiendo que no son ellas las que nos darán el cielo en la tierra y mostrándoles, por medio de nuestro estilo de vida, el carácter del Reino de Dios para que ellos nos vean y así también lo anhelen.
6. Vota con agradecimiento
Si conoces la historia de la humanidad o ves las noticias, te darás cuenta que de algún u otro modo vives en un país privilegiado. Piensa en tu sistema de gobierno, con todas sus falencias, siempre tendrá algo mejor, por más mínimo que sea, que otro sistema de gobierno. Quizás es mejor que el sistema norcoreano; es más estable que el venezolano; es menos corrupto que el sudafricano; es más sencillo que el estadounidense; es más seguro (para nosotros) que el de Sudán; es más próspero que el de India; es más humano que las tiranías del siglo XX o que las del Imperio Romano en el cual predicaron los primeros cristianos.
Vivimos en una sociedad en donde todos demandan sus derechos. Eso puede afectar nuestro corazón como cristianos y hacernos olvidar que nuestro país es una bendición de Dios. Como sabemos:
Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él (Ro 13:1).
Por lo tanto, cuando vayas a votar, hazlo con alegría y con gratitud en el corazón. Camina a la urna de votación dándole gracias a Dios por poder votar. Dale gracias por el gobierno en el cual vives, no porque sus gobernantes lo merecen, sino porque Dios, en su sabiduría y amor, ha querido que vivas allí. Podría ser diferente, y Dios estaría en todo su derecho de hacerlo porque vivimos en una era que lo toma cada vez menos en cuenta. Si Dios decidiera cambiar el curso de tu nación y darte gobernantes duros y tiranos, tendrías que replantearte junto a tu iglesia cómo harán misión y qué significaría la resistencia. Mientras tanto, vota dándole gracias a Dios y arrepiéntete de la queja en tu corazón.
Por último, y quizás lo más importante de estos siete consejos:
7. Vota sabiendo que tu voto no será suficiente
Con esto me refiero a que tu voto no cambiará la historia de tu país. Para cambiar la historia de un país se necesita que muchos cristianos, en muchos lugares, llenos del Espíritu Santo, sepan cómo llevar vidas que realmente transformen sus vecindarios y sus lugares de trabajos con el amor de Jesús. No es tan importante lo que vas a hacer dentro de la urna como sí lo es lo que haces fuera de ella, cada día y a cada hora para influir a tu ciudad con el Evangelio de Jesús.
Por eso el apóstol Pedro llamaba a la iglesia, que vivía bajo el Imperio Romano, a poner su esperanza en su modo de vivir:
Sométanse por causa del Señor a toda autoridad humana, ya sea al rey como suprema autoridad…Porque esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos. Eso es actuar como personas libres que no se valen de su libertad para disimular la maldad, sino que viven como siervos de Dios. Den a todos el debido respeto: amen a los hermanos, teman a Dios, respeten al rey (1Pe 2:13-17).
Por lo tanto, evalúa estos siete consejos, conoce a tus candidatos, ora y toma una decisión con libertad, sabiendo que ellos no salvarán la nación, sino que el Evangelio de Cristo lo hará. Si quieres, involúcrate en partidos políticos y forma parte de ellos, pero hazlo de manera crítica, sirviendo y denunciando las maldades de cada ideología. Acércate y sirve en tu barrio. Evalúa junto a tu iglesia cómo seguirán sirviendo a Cristo sea quien sea el futuro presidente de tu país. Solo así le diremos a nuestra nación que somos una nación dentro de otra nación: una nación con un Rey mejor, con un plan mejor que llevará a todo aquel que se arrepiente de su pecado y lo recibe como su Señor y Salvador a una vida mejor.