Halloween no es una amenaza, es una oportunidad.
Aquellos que están armados con el nombre de Jesús y el poder de su Espíritu, no tienen ninguna razón para temerle a esta noche o cualquier otra. Podemos unirnos a nuestro Rey en su persecución del diablo y de todos sus secuaces.
Cristianos, ustedes tienen un escudo y una espada para la noche de Halloween (y no estoy hablando de un disfraz). «Sobre todo, tomen el escudo de la fe con el que podrán apagar todos los dardos encendidos del maligno» (Ef 6:16). Dice todos; cada disparo abrasador de Satanás, incluso su gran campaña de Halloween. No están vestidos solo para defenderse, sino que también para atacar. Desenvainen «la espada del Espíritu que es la palabra de Dios» (Ef 6:17).
Cuando nos acobardamos ante la fachada demoníaca de Halloween, traicionamos la plenitud del poder de Cristo. En lugar de eso, debemos llevar cautivo a Halloween. A continuación, les comparto cinco maneras en las que pueden preparar sus corazones y sus hogares para el avance del Evangelio, vestidos con el poder invencible de Dios y su Palabra.
1. Practiquen la autoridad de Jesús
A Jesús le pertenece toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt 28:18). No la mitad; no la mayoría, sino que toda. No solo es adorado y admirado por los felices ciudadanos de su reino, sino que «manda aun a los espíritus inmundos y Le obedecen» (Mr 1:27). No existe un yin yang. No es un ring donde hay una pelea con Satanás. Tan solo una pequeña palabra de Jesús lo derribará.
Este es el Jesús en quien, por medio de quien y por quien existen todas las cosas y en quien todas las cosas permanecen (Col 1:16-17). Eso incluye Halloween y todo ataque vano que puedan hacer las hordas demoníacas. Jesús no solo gobierna como Creador, sino que también al haber conquistado la muerte en la cruz, en donde «…habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él» (Col 2:15).
2. Recuerden que su poder obra en ustedes
El Cristo soberano no solo está sentado invenciblemente en el trono del universo, sino que también mora dentro de ustedes con su Espíritu. Por esta razón, podemos mirar directamente al temor que provoca Halloween o a su oscuridad y decir, «aquel que está en mí es mayor que aquel que está en el mundo» (ver 1Jn 4:4).
Ya no estamos desprotegidos bajo la tiranía de este mundo; al contrario, Dios Padre «…nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado» (Col 1:13). Él no perderá a ninguno de los suyos (Jn 6:39).
El Hijo eterno de Dios participó de nuestra carne y sangre «para anular mediante la muerte el poder de aquél que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida» (Heb 2:14-15). En Cristo, ya no somos más esclavos de la muerte ni de Satanás, sino que somos siervos alegres del Dios Todopoderoso.
3. Reconozcan quién es el enemigo
No luchamos contra carne ni sangre. Nuestro enemigo no es el vecino que tiene esqueletos escalofriantes en su patio; tampoco lo son los ridículos adolescentes disfrazados de zombies que tocan nuestras puertas diciendo, «dulce o travesura». El adversario no es humano como nosotros, aun cuando pueda ser espantoso o menosprecie a Dios. Las autoridades, los poderes cósmicos que están sobre esta oscuridad presente y las fuerzas espirituales de maldad en las regiones espirituales (Ef 6:12) son nuestro adversario.
Sabemos que «…el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo…» (2Co 4:4). Nos compadece ver cómo son engañados por Satanás. Los vemos con compasión como Jesús vio a las multitudes, «porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9:36). Anhelamos ser canales de la luz y de la verdad del Evangelio para llegar a sus vidas.
Recordamos el lugar donde nosotros mismos estábamos por naturaleza: muertos en nuestras delitos y pecados, según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos del cuerpo y de la mente (Ef 2:1-3) —una estado más diabólico y más desesperanzado que cualquier escena que veamos en Halloween—. Sin Dios.
No, nuestro enemigo no es el alma de los hombres, sino que el destructor de las almas: el que «anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar» (1Pe 5:8). Lo tomamos en serio, pero no le tememos. Los esquemas de Halloween de Satanás no nos burlarán, «pues no ignoramos sus planes» (2Co 2:11). Lo resistiremos y reclamaremos la promesa de que él huirá (Stg 4:7).
4. Comuníquense con amabilidad
Gracias a la autoridad de Jesús y su poder en nosotros (y al recordar que nuestro enemigo es Satanás, no nuestro vecino) nos podemos acercar a Halloween, no nos alejamos. Encendemos las luces de la entrada de nuestra casa para ahuyentar la oscuridad. Tendremos los mejores dulces del vecindario y los daremos con generosidad, no lo más barato ni lo daremos con un corazón tacaño.
Abrimos las puertas de nuestras casas bien abiertas y con disposición a conversar. Planeamos con anticipación cómo aprovechar esta oportunidad única, cuando una sociedad de personas permanece cada vez más en el vecindario, enciende las luces y llama a las puertas.
5. Recuerden las promesas de Cristo
Mientras abrimos la puerta o buscamos dulces, alimentemos nuestras almas con las firmes promesas de Cristo. Él construirá su iglesia y los fantasmas de Halloween no prevalecerán contra ella (Mt 16:18). Con absoluta seguridad, se predicará su Evangelio alrededor de todo el mundo, también en nuestros vecindarios (Mt 24:14).
En este mundo, tendremos tribulación, pero podemos animarnos: él ha vencido al mundo (Jn 16:33). No solo él ha vencido, sino que nos da parte a nosotros en la conquista. «El Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de los pies de ustedes» (Ro 16:20). Y así junto al apóstol le decimos a las preocupaciones y a los miedos que nacen en Halloween,
«¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley; pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1Co 15:55-57).
Enviados a cosechar
Las armas para nuestra guerra no son de carne. No, tenemos el propio poder de Dios para destruir la fortaleza de Satanás (2Co 10:4), especialmente la de Halloween. Podemos poner esta noche en cautiverio a la obediencia de Cristo (2Co 10:5).
La cosecha en Halloween es grande, pero los obreros aún son pocos. Oremos con todo el corazón para que el Señor de la cosecha envíe a sus obreros para ahuyentar la oscuridad (Mt 9:37-38).