Timothy Keller es un renombrado Pastor presbiteriano en Nueva York y autor de varios excelentes libros. Dioses falsos es una de esas brillantes obras contemporáneas que se deberían leer —y varias veces—. Podríamos pensar que se basa únicamente en un contexto norteamericano, y sin embargo, es un libro con una profunda visión teológica de un mundo y una cultura occidental repleta de ídolos o dioses falsos. Dioses que nacen en el corazón del ser humano. Los amamos, los adoramos y les obedecemos, lo que salta a la vista cuando nos preguntamos: ¿Qué nos produce placer al imaginarlo? ¿A qué le tememos? ¿Con qué cosas somos inflexibles?
El autor nos sorprende con su precisión cuando describe que generalmente «pensamos que los ídolos son cosas [claramente] malas, pero casi nunca las cosas son así . . . [Es más,] cualquier cosa se puede convertir en un dios falso; en especial las mejores entre todas las cosas de la vida». Y aunque tendemos a pensar que los ídolos o dioses falsos consisten en estatuas o imágenes frente a las que nos arrodillamos, en realidad «un dios falso es [más bien] algo tan central y esencial en nuestra vida, que si lo perdemos, apenas valdría la pena seguir viviendo».
En el primer capítulo del libro, el autor desarrolla una idea bastante chocante al observar que «Nunca nos imaginamos siquiera que adquirir las cosas que más profundamente anhela nuestro corazón podría ser lo peor que nos podría suceder jamás». De esta forma, y meditando en la vida de Abraham, el Pastor Keller reflexiona que «A veces Dios parece estarnos matando, [pero] en realidad nos está salvando . . . [porque] . . . no nos damos cuenta de que Jesús es todo lo que necesitamos mientras Jesús no sea todo lo que tenemos».
En el segundo capítulo del libro, titulado «El amor no es todo lo que usted necesita», Keller analiza nuestro obsesivo anhelo de sentirnos amados y necesitados. Mirando la historia de Jacob, Lea y Raquel, nos muestra cómo alguien que hace del amor romántico su razón de vivir termina viviendo como un esclavo de ese tipo de amor, hiriendo todo a su alrededor, debido a que, hoy como ayer, «Buscamos en las relaciones sexuales y el romance la trascendencia y el sentido de la vida que solíamos obtener de la fe en Dios».
Existe una idea popular que curiosamente coincide con el título del tercer capítulo: «El dinero lo cambia todo». Es probable que no sepamos que adoramos el dinero. Keller plantea que esto es así porque «nos es especialmente difícil ver la codicia y la avaricia en nosotros mismos». Eso sucede debido a que «la codicia se esconde de su víctima. La manera de operar que tiene el dios del dinero comprende la ceguera de nuestro propio corazón».
Le sorprendería saber que «Jesús advierte a las personas con mucha mayor frecuencia acerca de la codicia que acerca del sexo y, sin embargo, nadie piensa que es culpable de ella». Es más, para Jesús «la codicia no es sólo amor al dinero, sino también una ansiedad excesiva acerca de él». «Cuando [el dinero] se apodera del corazón de alguien, lo ciega con respecto a lo que está sucediendo, lo controla por medio de sus ansiedades y apetitos, y lo fuerza a ponerlo por delante de todas las demás cosas».
Reflexionando sobre el encuentro de Jesús con Zaqueo, el autor sugiere que «[cuando] logremos captar el evangelio, el dinero no tendrá dominio sobre nosotros» pues «se trata de una cosa o la otra. O bien sirve a Dios, o bien cae en la esclavitud de las riquezas».
El capítulo 4, «La seducción del éxito», es una sección de mucha profundidad y emotividad. Me parece que es un ídolo del que la Iglesia no está más libre que el resto de la gente. Tim Keller plantea que «La sociedad moderna ejerce una gran presión sobre las personas para que demuestren su valor por medio de sus logros personales. No basta con ser un buen ciudadano o un buen miembro de su familia. Es necesario ganar, situarse en la cima, demostrar que se es uno de los mejores». Además, el autor muestra con gran precisión cuáles son los síntomas y las consecuencias de tener o no al éxito como nuestro ídolo.
Meditando en la vida de un general militar llamado Naamán (2 Reyes 5), el Pastor Keller escribe que «no escaparemos de nuestra idolatría del éxito sólo con reprendernos por ella».
Estoy seguro de que se sorprenderá por la forma en que Tim Keller escribe, con gran acierto, sobre la voluntad o el deseo de poder. Nos dice que «Los ídolos del poder son ídolos profundos [y] . . . nos rodea[n] por todas partes». Escribe con gran habilidad sobre las ideologías políticas, y cómo éstas, muchas veces, moldean nuestra visión de nosotros mismos. Concluye: «El que alguien se convierta en su propio dios y viva para su propia gloria y poder es algo que lo conduce a la forma más bestial y cruel de conducta. El orgullo lo convierte en un depredador, no en una persona». ¡Pero ánimo! «El ejemplo y la gracia de Jesús sanan nuestra voluntad de poder».
Es curioso que sólo algunos ídolos sean tan reconocibles e identificables para nosotros. Por eso, el autor se esmera en tratar los ídolos escondidos que nos pueden esclavizar. Son dioses falsos promovidos por la cultura —secular y cristiana—. Es impresionante leer que «Cuando un ídolo se apodera de nuestro corazón, fabrica todo un conjunto de definiciones falsas sobre el éxito y el fracaso, la felicidad y la tristeza. Define de nuevo la realidad en función de él mismo».
El libro concluye con un excelente epílogo dirigido a hacernos captar que «la idolatría es siempre la razón por la que hacemos algo incorrecto».
Cada capítulo desarrolla cómo reconocer y reemplazar los dioses falsos en nuestra vida. Mi oración es que todos cuantos lean este libro sean impactados por la claridad de la centralidad del evangelio de Dios, pues, al fin y al cabo, «Si usted arranca de raíz el ídolo pero no siembra el amor de Dios en su lugar, el ídolo volverá».