Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable…? (2 Pedro 3:11)
Hace unos años viajamos en automóvil desde Chile a un congreso de jóvenes en Argentina. Al regresar, yo venía al volante y, al tomar la carretera, pedí a mis acompañantes que oráramos para que Dios nos cuidara en nuestro regreso. Cuando un amigo comenzó a orar, me di cuenta de que, por 5 segundos, había tenido los ojos cerrados mientras conducía. Si bien Dios evitó un accidente, algo grave podría haber ocurrido por no estar atento a lo que estaba delante mío.
En el verso de hoy, Pedro nos desafiará enseñando que nuestra confianza y percepción del juicio futuro debe hacernos estar atentos hoy al camino de la vida de obediencia que tenemos por delante.
En los versos anteriores, Pedro nos ha estado hablando de lo que ocurrirá en el futuro con el regreso de Cristo y el juicio de Dios sobre la tierra. Ahora se centra en mostrarnos cuál es el efecto práctico que este futuro debe tener en nuestras vidas. Nos dice que, ya que las cosas van a ocurrir de esta manera, debiéramos vivir como Dios manda mostrando una conducta intachable. Pedro, al igual que Pablo (Ro 13:11–14; 1Ts 5:1–3) y Jesús (Lc 12:35–40) usan el juicio final como una forma concreta de motivarnos a la santidad [1]. Es decir, lo que ocurrirá en el futuro debe tener un efecto práctico, aquí y ahora.
En concreto, esto tiene dos implicancias prácticas para nuestra vida.
Lo primero es que nuestra santidad debe ser motivada por el juicio futuro de Dios. Algunas veces he escuchado a personas decir que no se debe ni motivar ni asustar con el futuro juicio de Dios sobre la tierra, sino solo con el amor, o bien, con la gracia de Dios. Sin embargo, lo que debe motivarnos por completo es el amor inigualable de Dios en sus diversas manifestaciones. Todo el paquete del amor de Dios debe provocar este efecto de valorar aun más lo que Cristo ha hecho por nosotros, y motivarnos más aun a una vida de obediencia. Esto es claramente lo que hacen Jesús y los apóstoles al hablar de este tema. Muchas veces no reaccionamos al amor o la gracia para cambiar nuestro comportamiento. Muchas veces, a pesar de escuchar las palabras amorosas de Jesús, seguimos insultando o juzgando a las personas. Entonces, ahí, la realidad del juicio de Dios nos golpea para hacernos reaccionar cuando lo demás no ha tenido este efecto.
Ya que el juicio de Dios es una realidad y el mundo tendrá el destino que hemos visto, “¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable?”
La segunda implicancia es que, frente a la realidad de los acontecimientos que ocurrirán en el futuro, muchas personas se quedan literalmente pegadas buscando señales y satisfaciendo su curiosidad, haciendo detalladas predicciones de lo que ocurrirá previamente al juicio de Dios, y nos enseñan a identificar señales para mostrar que esto va a pasar en un momento determinado que ellos han logrado identificar. Es decir, ponen toda su atención en el futuro, al igual que si fueran caminando por la calle con la mirada puesta en el cielo con una gran probabilidad de tropezar con lo que está delante de ellos, olvidando cómo deben vivir su vida hoy.
El futuro juicio de Dios debe alimentar nuestra esperanza recordándonos que este no es nuestro verdadero hogar, que esta vida no es la definitiva, y motivarnos cada día a una vida de mayor obediencia a Dios. Nuestra concepción del futuro a la luz de la Biblia debe tener un efecto concreto y práctico en nuestra vida presente. Si pensar en el futuro juicio de Dios no está provocando el efecto mencionado, puede ser por varios motivos. Primero, puede ser que, si bien tal vez crees en lo que la Biblia dice sobre el futuro, una atracción desbalanceada hacia estos temas te esté haciendo olvidar su efecto práctico en tu vida presente. Cada vez que Jesús o sus apóstoles presentan estos temas, los usan además para motivar la obediencia en los creyentes. El segundo motivo puede ser que, en realidad, no crees lo que la Biblia dice sobre el futuro. Lo conoces, lo sabes, lo entiendes, pero no lo crees sinceramente. Entonces, al no creerlo, no afecta debidamente nuestro comportamiento y concepción de la vida presente.
¿Cómo es tu vida de obediencia a Dios? ¿Tienes cada día una lucha sincera con la obediencia? Al mirar atrás, ¿ves algún avance? ¿Sientes que el juicio de Dios te impulsa a buscar un mayor compromiso con él?
La realidad de lo que la Biblia nos dice que, tarde o temprano, sucederá con el juicio de Dios sobre la humanidad, debe afectarnos profundamente en nuestra vida de obediencia presente para que, cada día de nuestra vida, podamos estar realmente atentos al camino.
[1] Carson, D. A., France, R. T., Motyer, J. A., & Wenham, G. J. (2000). Nuevo Comentario Bı́blico: Siglo Veintiuno (electronic ed., 2P 3:11–12). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.