v.5 “Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento”
En nuestro devocional anterior vimos que Pedro nos pasó a detallar una serie de virtudes que deben ser añadidas con esfuerzo a la vida cristiana. Ahora veremos que debemos esforzarnos por añadir entendimiento o conocimiento.
Las Escrituras son el medio fundamental que Dios nos ha entregado para poder conocerle correctamente. Por medio de ellas podemos conocer sus maravillosas promesas y descubrir la profundidad de su amor manifestado en Cristo y su obra de salvación.
En la antigüedad los primeros cristianos fueron conocidos, muchas veces, como la comunidad de “el libro”, es decir los identificaban en una relación directa a sus Biblias y su conocimiento de ella. Sin embargo el conocimiento era también un concepto muy utilizado y potenciado por los falsos maestros. Estos se jactaban de tener el verdadero conocimiento que llevaba a la salvación y a la verdadera espiritualidad, y aun cuando sus enseñanzas sonaban “bíblicas”, claramente se alejaban de una correcta interpretación de ellas. Pese a este peligro Pedro no tenía miedo de utilizar este concepto para la vida cristiana, pues, como vemos, el conocimiento de Dios por medio de las Escrituras, esté lejos de perjudicar a los cristianos. La solución para los que se apartan de la verdad no es menos conocimiento, sino todo lo contrario.
Algunas veces me ha tocado escuchar una triste frase que también parece sonar bíblica: “la letra mata”, haciendo alusión a que el exceso del conocimiento de la Biblia, de alguna manera, puede provocar el efecto de apagar el Espíritu en nuestras vidas. La utilización de esta frase se hace en relación a 2 Cor 3:6, pero este verso habla en relación al contraste de los efectos de la ley de Moisés, en el antiguo pacto, y al Espíritu Santo en el nuevo pacto. Es decir precisamente por una falta de “conocimiento” se utiliza un verso que nada tiene que decir en este sentido. Sin embargo, soy consciente que, al igual que en la antigüedad, muchas personas que se jactan de tener verdadero y gran conocimiento, se alejan de la verdad y de lo que realmente es un discípulo de Jesucristo. Pero frente a esta realidad la solución no es, como dijimos, menos Biblia, sino más.
Sinceramente me pregunto ¿Cómo podríamos levantar con tanta facilidad cargos por homicidio a la maravillosa palabra de Dios?¿Cómo podríamos decir que las maravillosas Escrituras que Dios nos ha dejado, en su amor y gracia, podrían ser un amenazante y potencial asesino del Espíritu de Dios? Ese mismo Espíritu que habló por medio de los profetas y permitió que sus palabras quedaran escritas para la posteridad para guiarnos y animarnos día a día. Cómo podría matar, sino avivar el Espíritu en nosotros, el empaparnos, cuanto más sea posible, de las maravillosas promesas de Dios, el descubrir de la profundidad de su amor, de su maravilloso plan de salvación en Cristo. Esa misma palabra inspirada que nos lleva a buscar a Dios en oración, a amarlo por sobre todas las cosas y amar al prójimo. Esa palabra que nos lleva a buscar el poder de Dios en nuestras vidas para dar testimonio radical de Jesús en todo momento y lugar. Esa palabra que nos guía, día a día, con la ayuda del mismo Espíritu que la inspiró, a ser más como Jesús, estaría muy lejos de matar a ese Espíritu, como algunos piensan. Tal como lo dice Pedro debemos ser animados a esforzarnos por añadir más conocimiento a nuestras vidas, por medio de las Escrituras, cuanto nos sea posible, en vez de advertir a nuestros hermanos, muchas veces con buenas intenciones, de los falsos peligros de la Biblia.
No vaya a ser que por levantar cargos por homicidio a la palabra de Dios usted se haga culpable de matar la pasión de un hermano por el conocimiento más hermoso y fructífero que alguien puede tener.
Que la oración de Pablo por la Iglesia en Efeso sea también nuestra oración por nosotros mismos y nuestros hermanos en la fe:
“Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.”
Efesios 3:16-19