Es fácil convertirse en un consumidor pasivo de sermones. Como cristiano joven, comencé a sentir esta tendencia en la forma en la que yo escuchaba, así que un domingo llevé mi computador portátil a la iglesia y creé una pequeña simple práctica para que el discernimiento fluyera antes de escuchar los sermones. Fue tan sencillo como hacerme tres pequeñas preguntas que luego se insertaron en mí. Con el paso del tiempo, comencé a usar esta misma técnica cuando escuchaba sermones en pódcasts, cuando leía artículos y libros cristianos y, por último, cuando escuchaba música cristiana.
El proceso apunta a un factor que todos conocemos: todos nosotros necesitamos ser salvados de alguien o de algo. Pero, como un oyente activo verá rápidamente, el mundo está lleno de evangelios alternativos y cada predicador, escritor y artista tiene un mensaje de salvación. Debemos examinar la veracidad del evangelio que comparten y estas tres preguntas han simplificado el proceso para mí.
Las tres preguntas
Entonces, antes de escuchar un sermón, escuchar un álbum de música cristiana o abrir un libro cristiano, me hago estas tres preguntas:
- ¿Cómo soy salvado?
- ¿De qué soy salvado?
- ¿Para qué soy salvado?
Las preguntas son cortas, fáciles de recordar y no podrían ser más largas. Al principio, las escribí en papel y las contestaba a mano; más adelante, se transformó en un ejercicio mental intuitivo.
Además, a lo largo del tiempo, fue evidente que estas mismas preguntas eran útiles para muchos otros contextos. Son preguntas del Evangelio, útiles dentro de la iglesia. Sin embargo, también ayudan a poner a prueba cualquier cosmovisión y a llegar a su esencia central. Funcionan para la publicidad y para los mensajes de los candidatos presidenciales (sí, incluso con Donald Trump, inténtalo).
Cuatro respuestas comunes
Por el bien de este artículo, me centraré en los sermones. Hazte las tres preguntas que mencioné anteriormente y las respuestas que comúnmente escuches caerán en estas cuatro categorías:
1. Escucharás un evangelio terapéutico:
- Somos salvados al autojustificarnos y al afirmarnos.
- Somos salvados de la negatividad autodestructiva.
- Somos salvados para tener confianza en nosotros mismos.
2. Escucharás un evangelio de la prosperidad:
- Somos salvados por medio de la fe que produce salud y riqueza.
- Somos salvados de la pobreza y de los problemas financieros.
- Somos salvados para disfrutar abundancia económica.
3. Escucharás un evangelio del quebrantamiento:
- Somos salvados al liberarnos del recuerdo de pecados pasados.
- Somos salvados de sentirnos mal con nosotros mismos.
- Somos salvados para vivir completos nuevamente.
4. Escucharás un evangelio de atención:
- Somos salvados al recordar a Dios más conscientemente.
- Somos salvados de ignorar que Dios existe.
- Somos salvados para vivir más conscientes de Dios.
Ya sea que estos mensajes contengan indicios del Evangelio, fragmentos de una verdad fundamental o mentiras completas de un no evangelio, todos esos mensajes implícita o explícitamente se las arreglan para meterse en libros, en música y en sermones cristianos como mensajes fundamentales y a menudo pasan como presentaciones suficientes del Evangelio. No obstante, no lo son; es más, están lejos de serlo. Cada uno de ellos, en su propia forma, deja a Cristo en segundo lugar o como una opción.
Las respuestas bíblicas
La verdadera obra del ministerio se trata de permitirle a la Escritura responder cada una de estas tres preguntas una y otra vez hasta que la verdad del Evangelio fluya en nuestro torrente sanguíneo.
Si esbozamos algunos de los contornos del Evangelio bíblico, las respuestas a nuestras preguntas son bastante claras:
- Somos salvados por gracia por medio de la fe en la muerte de Jesucristo en la cruz que absorbió la ira de Dios y somos justificados en su resurrección al ser Él un sustituto de nosotros, los rebeldes quebrantadores de la ley.
- Somos salvados de un Dios santo, de su justa ira vertida eternamente sobre cada pecador que ha deshonrado su gloria.
- Somos salvados para tener paz con Dios, para ser santos, para estar reunidos junto al pueblo de Dios que vive, ama y magnífica a Dios al atesorar a Cristo y al disfrutarlo sobre todo en este mundo y en el venidero.
El Evangelio es profundamente hermoso y digno de eterno estudio y celebración (pero no es complicado tampoco). El desafío que siempre enfrentamos es el cambio de evangelio, un evangelio que fluye imperceptiblemente hacia un lenguaje que oscurece y enturbia las respuestas de estas tres vitales preguntas. Requiere atención para no ser arrastrados hacia un «evangelio torcido» que usa un montón de jerga cristiana, todo con el propósito de hacer realidad por uno mismo ciertos objetivos o de satisfacer ciertas necesidades que sentimos; sin embargo, al mismo tiempo fallan en explicar los temas centrales de la ira de Dios o el propósito esencial de la sangre sustitutoria de Cristo. En otras palabras, el rumbo natural de nuestros pensamientos siempre es «desvia[rse] de la sencillez y de la pureza de la devoción a Cristo» (2Co 11:3).
Adquiere la norma
Cualquier predicador, artista o escritor a menudo necesita volver a estas tres simples pruebas de fuego para el ministerio con el fin de autoevaluar nuestro mensaje y la esperanza que estamos ofreciendo. Sin embargo, es igualmente importante que cada cristiano sienta la necesidad de volver a estas preguntas una y otra vez hasta que nos las hagamos instintivamente.
- ¿Cómo soy salvado?
- ¿De qué soy salvado?
- ¿Para qué soy salvado?
No estoy sugiriendo que cada canción, cada sermón y cada libro vaya a responder cada pregunta en la misma medida. Pero pon atención. Mientras escuchas y lees, adquirirás lo que el apóstol Pablo llamó «la norma de las sanas palabras» (2Ti 1:13). Cada cosmovisión cohesiva tiene una norma para ello, una norma que verás en lo general y en los pequeños detalles. Para los cristianos, hay una consistencia y una norma de sanas palabras del Evangelio que deben afinar nuestros oídos para escuchar y notar cuando estén ausentes.
Discierne para valorar
Lo que estoy fomentando es el discernimiento. La capacidad de discernimiento es aprender a rechazar lo que es falso o ligero, pero más importante aún, es abrazar con entusiasmo lo que es preciado (Hch 17:11; Ro 12:9; 1Ts 5:21). El discernimiento del Evangelio nos ayuda a conocer las diferencias para mantener la verdad pura y así podamos abrazarla y celebrarla con entusiasmo.
Esto significa, implícitamente, que atesoramos a los hombres y a las mujeres que responden con claridad las preguntas primordiales, porque probablemente son ellos los que sean el mejor camino para ayudarnos a que todas las otras preguntas tengan sentido.
Si te haces estas tres preguntas lo suficiente, surgirá una norma. Este discernimiento te servirá para bien cuando la vida te fuerce a recortar tus suscripciones a los pódcasts de sermones, a tus blogs, a tu librería de música o a tu lista de lectura.
Estoy convencido de que la iglesia será más saludable y más feliz a medida que se capacita más y más en el discernimiento, en sintonizarse con el Evangelio y en ser hábiles para saber qué valorar. El discernimiento es un llamado para todos nosotros. Al hacernos estas tres preguntas, estamos reafirmando la importancia de las respuestas. Sin embargo, no estamos solo escuchando las respuestas correctas, queremos las respuestas correctas para que de nuevo podamos alimentar nuestros afectos con la belleza de Jesucristo.
Y así es cómo sucede: tres grandes preguntas, las tres más grandes preguntas que podemos hacernos en esta vida, nos recuerdan la preciosa verdad del Evangelio de Jesucristo. Inténtalo. La próxima vez que escuches un sermón, hazte estas tres simples preguntas y escucha (con entusiasmo) las preciosas respuestas conocidas que ayudan a sustentar tu gozo diario en Cristo.
Tony Reinke © 2016 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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