Deambulando en la incredulidad
Es difícil administrar bien nuestro tiempo, talentos y tesoros en un mundo que nos invita a la autosatisfacción y autorrealización. Quizás lo más contracultural que podemos hacer es servir humildemente a otros sin pensar en nosotras mismas. Sin embargo, existen algunas mentiras que evitan que sirvamos.
Mentira nº. 1: «no tengo tiempo en esta etapa»
En cualquier etapa en la que estés, estoy segura de que estás ocupada. Tus días rebosan con exigencias del trabajo, los amigos, la familia y los trámites que debes hacer. Es fácil levantar la bandera blanca en señal de rendición y decir que sólo tendremos que esperar para servir a los demás en otro momento. Ahora mismo, estamos demasiado ocupadas, abrumadas y agotadas. Lo que necesitamos es un maratón de Netflix, no más oportunidades para servir. Nos garantizamos que en la próxima etapa tendremos más tiempo para servir a los demás.
No obstante, he descubierto que nunca hay una etapa perfecta para servir a otros. Aunque hay algunas etapas que nos exigen particularmente, en general somos bastante buenas en llenar cualquier parte libre de nuestra agenda con algo que disfrutamos. Podríamos pensar que el próximo año tendremos abundancia de tiempo, pero en realidad podríamos tener menos tiempo debido a las luchas y pruebas inesperadas.
Esta es la realidad: el servicio a los demás tiene un costo para nosotras. Renunciamos a la manera en que nos gustaría usar nuestro tiempo con el fin de darlo a otros. No es una decisión fácil de tomar. Nos fuerza a sacar nuestros ojos de nosotras mismas y llevarlos a Jesús, quien por el gozo que le esperaba soportó la cruz. Él dio su vida en servicio para ti y para mí. Podemos ser radicales en cómo usamos nuestro día hoy porque conocemos la eternidad que nos espera.
Mentira nº. 2: «mi servicio no importa»
En la etapa actual en la que estoy, paso mucho tiempo viajando y enseñando la Biblia a mujeres. Mi tiempo en la carretera significa que no siempre puedo llevarle comida a una amiga que está sufriendo u ofrecerme a ayudar en algunas cosas. Sé que puede sonar emocionante viajar y enseñar, pero a veces lucho con la sensación de que mi trabajo en realidad no importa. Puesto que no siempre puedo ver los resultados, cuestiono si las horas de preparación valen la pena. Me pregunto si alguien incluso recuerda lo que dije después de haberme ido. Puedo ver a algunas de mis otras amigas que sirven en maneras más tangibles en nuestra comunidad y pienso: «ellas son las que están haciendo el ministerio real».
Puede que tú sientas lo mismo respecto a tu servicio. Tal vez lidias con dolor crónico que evita que sirvas de muchas formas, pero oras fielmente por otras todos los días desde tu sofá. Quizás escuchas pacientemente las luchas de las demás y das sabios consejos. A lo mejor has enseñado la misma clase de Escuela Dominical por treinta años en la iglesia y conoces a todos los niños por nombre. Tu servicio podría parecer oculto o insignificante, pero Dios ve tus esfuerzos y conoce tus obras hechas en humildad. Muchos pequeños actos de servicio construyen una iglesia vibrante, cambian la comunidad circundante e impactan al mundo.
Mentira nº. 3: «Dios no necesita mi dinero»
Cuando se trata de dar nuestro dinero, es tentador pensar que en realidad no importa. Si Dios es dueño del ganado que está sobre mil colinas (Sal 50:10), ¿por qué necesita nuestro dinero? Por supuesto que Dios no necesita nuestro dinero, pero Él sí lo usa como un medio por el cual logra sus propósitos.
Más que eso, el dinero actúa como un barómetro de nuestra fe. Damos porque el Espíritu está vivo en nuestros corazones. A medida que somos transformadas cada vez más a la imagen de Jesús, reflejamos cada vez más la generosidad de nuestro Salvador y eso rebosa en la generosidad monetaria.
Podríamos pensar: «daré más cuando tenga más». Sin embargo, es importante darse cuenta de que es difícil dar tanto para el rico como para el pobre. Aun cuando podríamos asumir que es más fácil dar para el rico, fue el gobernador rico quien entristeció mucho a Jesús porque no podía imaginar dar su riqueza (Lc 18:18-20). En contraste, la viuda pobre fue elogiada por Jesús: «En verdad les digo, que esta viuda tan pobre echó más que todos ellos; porque todos ellos echaron en la ofrenda de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para vivir» (Lc 21:3-4).
Jesús sabe cuánto te cuesta dar de lo que tienes. Él no te está pidiendo dar porque Él necesita tu dinero. Él te está pidiendo dar porque es bueno para tu alma. El acto fiel de dar construye fe. También construye gozo, puesto que cualquiera que da con generosidad puede decirte: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:35).
Andar por fe: la buena noticia para la vida llena de gracia
A medida que andamos por fe, nos transformamos en personas que dan a los demás. Compartimos nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestro tesoro para cuidar de aquellos que están en nuestra iglesia y en el mundo. No sólo damos, sino que lo hacemos alegre, generosa, sacrificial y amorosamente. Nuestra actitud importa cuando damos. Es el desbordamiento de un corazón que se deleita en compartir con otros desde la abundancia que hemos recibido.
Generosa y alegremente
En medio de la grave aflicción y pobreza, la iglesia de Macedonia dio alegremente a medida que la gracia de Dios rebosaba en sus vidas. ¿Cómo pudieron dar así en medio de su propio sufrimiento? Dios estaba obrando en y por medio de ellos. Él suplió para que ellos pudieran dar: «Ustedes serán enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios» (2Co 9:11). Dios nos da para que podamos dar a los demás y así los demás den acción de gracias a Dios.
La manera en que damos importa. Pablo lo explicó: «Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría» (2Co 9:7). Este versículo no significa que esperemos a sentirnos alegres para dar. Significa que si estamos dando sin alegría, necesitamos revisar nuestro corazón. Dar es un acto de adoración. Si estamos tristes en nuestro servicio, dice algo sobre nuestra actitud hacia Dios. Pídele a Dios que te llene con un entendimiento más profundo de lo que tienes en Cristo. No servimos para ser vistas o para recibir elogios de los demás, sino para desbordar en alabanza a Dios.
Sacrificial y amorosamente
Pablo escribió: «[…] les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes» (Ro 12:1). Dar centradas en el Evangelio es una entrega costosa. Requiere sacrificio.
Esta es una pregunta incómoda para hacernos, pero que hay que hacerse: «¿cuán sacrificial es mi entrega? ¿Qué me está costando hoy servir a otros?».
Tiendo a querer huir de estas palabras de Jesús: «[…] Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lc 9:23). Anhelo comodidad y facilidad, y cargar la cruz suena difícil y doloroso. No obstante, en la forma invertida del Evangelio, cuando damos nuestras vidas, la muerte al yo da nacimiento a la vida. Podríamos sentirnos como si estuviéramos siendo consumidas, pero no desfallezcamos. Incluso si el yo exterior se está consumiendo, nuestro yo interior está siendo renovado día a día (2Co 4:16).
Damos sacrificialmente porque amamos a los demás. Tanto en Romanos 12 como en 1 Corintios 12, Pablo usa la analogía del cuerpo para explicar cómo todos debemos servirnos mutuamente. En ambas instancias él concluye exhortándolos a amarse los unos a los otros. Primera de Corintios 13 (el maravilloso pasaje que explica el amor) fluye de la enseñanza de Pablo sobre el servicio. Él concluye 1 Corintios 12 diciéndoles que la manera más excelente en que pueden servir es amando (1Co 12:31). Si estamos en Cristo, sin importar que don particular podríamos tener individualmente, todas estamos equipadas para amar. Es el parecido familiar y el ADN común que compartimos.
Hemos sido bendecidas para ser de bendición. De cualquier manera que sirvamos con nuestro tiempo, talentos o tesoros, hagámoslo con generosidad, alegría, sacrificio y amor. Mientras reflejamos el amor que se nos ha dado, nuestro servicio brillará al mundo que observa.