Este artículo es parte de la serie Siete consejos publicada en Crossway.
La crítica es inevitable
Ser pastor significa que te dirán (a menudo u ocasionalmente) que no lo estás haciendo bien, que estás equivocado o que todo en la iglesia está mal. Tu compromiso es con personas que luchan contra el dolor, la incredulidad y muchas formas de tentaciones al igual que tú, y a veces simplemente no quieren que intervengas o no aprecian cómo intentas ayudarlos. Cuando te critican, ya sea con suavidad o dureza, duele profundamente. Ya sea que la crítica sea injusta o haya algo de verdad en ella, esta puede acabar contigo.
No dejes que lo haga ni tampoco que te sorprenda. Recibir críticas es parte del ministerio pastoral. Espera que ocurran y prepárate para aprender de ellas de modo que puedas crecer en tu caminar con el Señor y en tu servicio a los santos. La crítica no es una crisis que hay que evitar; es el medio designado por el Señor para que cambies a medida que respondes bien a ella —tú, tus críticos o ambos—. A continuación, te doy siete perspectivas y consejos:
1. Reconoce que la crítica es bíblica
Para todos los detractores y difamadores, no toda crítica proviene de motivaciones equivocadas. Aquellos que te aman siempre encuentran formas de mostrarte tus errores y pecados, porque la Escritura les dice que lo hagan (Pr 27:5; Mt 18:15). Si nunca te critican de manera servicial, precisa y amorosa, podría ser un signo de que todo está lejos de estar bien contigo y con los que te rodean. Puede que no te amen lo suficiente como para confrontarte con tus errores o debilidades, o sientan que no sabrás aceptar la crítica porque eres susceptible y te justificas a ti mismo. El resultado es que no te enfrentan con lo que tú más necesitas.
Recuerda, también, que incluso la crítica que viene de la ira pecaminosa o envuelta en palabras hirientes, podría muy bien contener mucha verdad que tú necesitas reconocer. Entonces, cuando la crítica ocurra, pregúntate a ti mismo: «¿es válida?», «¿necesito prestar atención a esto y cambiar?». Si la respuesta es afirmativa, agradécele al Señor y proponte agradecerle también a quien te criticó, sin importar cuán difícil sea. Reflexiona en Proverbios 17:10 y aprecia su sabiduría.
2. Reconoce que la crítica duele
La crítica injusta e impía puede ser devastadora. Las palabras ásperas se nos vienen a la mente una y otra vez. Años después, podemos recordar oraciones completas de esas conversaciones que nos hirieron profundamente. Palabras que causaron heridas.
Las palabras amables y bien intencionadas, que nos confrontan y desafían, también pueden tener el mismo efecto, «Fieles son las heridas del amigo» (Pr 27:6). No solo las palabras crueles e injustas pueden ser devastadoras, sino también las palabras sinceras que provienen de corazones amorosos y que desafían la manera en que nos comportamos. No esperamos que nos critiquen: «¡son nuestros amigos!» nos decimos a nosotros mismos, pero necesitamos que los amigos que nos aman nos digan esas duras verdades.
La crítica estremece nuestro sentido de quiénes somos, y eso es siempre difícil. La crítica también reformula cómo vemos a los demás y, quizás incluso, quiénes pensábamos que esas personas realmente eran, lo que es igual de desorientador para nosotros. Necesitamos procesar todo esto y admitir ante el Señor que ser criticado es un camino difícil, aunque sea el camino que debemos recorrer.
3. Lleva la crítica a la Palabra y a la oración
Hay dos tentaciones que están listas para arrebatarnos las semillas del crecimiento que podemos y debemos experimentar cuando recibimos críticas tanto correctas como incorrectas: podemos rechazar todo lo que se nos ha dicho en forma instantánea y olvidarlo (quizás criticando en nuestros corazones a quien nos criticó con otros) o podemos interiorizar todos nuestros sentimientos y revolcarnos en la derrota o construir nuestras defensas para la próxima vez que suceda. Ninguno de los dos es piadoso.
En lugar de rechazarla o de derrumbarnos por dentro, debemos contrastar la crítica con la Palabra de Dios. Escudriñemos nuestras Biblias y nuestros corazones en la presencia del Señor. ¿Por qué nos hirieron tanto esas palabras? ¿Qué había en ellas que fue tan difícil de aceptar? ¿Eran correctas o incorrectas a la luz de la Escritura? Ora por discernimiento a medida que lees la Palabra y pídele al Señor que guíe tus pensamientos y tu respuesta. No puedes interpretar correctamente o saber por ti mismo cómo reaccionar adecuadamente a la crítica. Necesitas la ayuda de Dios.
4. Debes entender que la crítica siempre te cambia
Si ignoras la crítica válida, tu corazón se endurecerá y, tanto tu actitud defensiva como tu orgullo, se arraigarán aún más. Sin la gracia, cada crítica añade un nuevo ladrillo a tu pared defensiva. Eso está mal. Quienes te critican no son los que te llenan de amargura, pero tu respuesta a ellos quizás sí. No permitas que la crítica, especialmente la que es injusta, se convierta en una raíz de amargura en tu corazón (Heb 12:15).
Con la ayuda del Señor, tú puedes manejar la crítica. Tu justificación no se encuentra en tu habilidad ministerial o en tu reputación, se encuentra en Jesús. Él te ama sin condición alguna, Él conoce tus fallas, pero no pretende echártelos en cara. En Él eres aceptado, valioso y estás seguro. Deja que la crítica te conduzca a cómo Él te acepta y vuelve a agradecerle a Dios. Entonces, a medida que tu corazón se haga más tierno en tu diaria dependencia de Él, te volverás más autorreflexivo y humilde. Asegúrate de que eso pase, y la crítica, por muy injusta que sea, será un poderoso instrumento en los propósitos santificadores de Dios para tu vida.
5. Usa la crítica para profundizar relaciones
Tu instinto es alejarte de aquellos que te critican. «Te traen muchos problemas, ya te han herido, y volverán a hacerlo», razonas. Sin embargo, evita a toda costa la tentación a retirarte o huir.
Los críticos intransigentes a menudo son personas infelices y dañinas. No quieren conocerte bien, sino solo lanzarte quejas. Además, creen que tú no quieres conocerlos. Entonces, ¿puedes probarles que están equivocados?
Lo que tus críticos en realidad necesitan, y lo que tu corazón necesita, es que interactúes con ellos. Examina esa crítica con ellos, si es posible. Puede que quieran añadir más crítica piadosa (¡ay!), retractarse de palabras injustas o de cosas dichas duramente. Sí, será doloroso, pero será un dolor bueno, una situación para estrechar conexiones con una gran posibilidad de tener una relación creciente que honre al Señor en la verdad y el amor. Necesitarás valor y humildad, pero al hacerlo, el Señor te proveerá abundantemente. Confía en Él.
6. Haz de la crítica un catalizador para la semejanza a Cristo
Jesús estuvo libre de pecado incluso cuando le mintieron, cuando mintieron sobre Él, cuando fue escarnecido y criticado. Fue criticado por sus enemigos, por sus discípulos y por su propia familia. Fue calificado como un transgresor de la ley, y se le acusó de haber malinterpretado el plan de Dios para su vida, e incluso de estar demente. Se mofaron de Él mientras sangraba en la cruz. Reprendió cuando debía hacerlo (Mr 8:33), pero no tomó represalias. Nunca. Se encomendó a su Padre que juzga con justicia (1P 2:23). Oró por los que lo habían herido. Él es nuestro ejemplo. Él es el modelo que seguimos.
¿Te critican en forma equivocada y cruel? ¿Te critican cuando estás haciendo lo correcto? Sin dudas, ese es el caso si estás siguiendo a Jesús (1P 3:14). Pastor, recuerda que tú no eres una pasarela para que te pasen por encima una y otra vez ni para que te flagelen. Eres llamado a ser manso, no débil. La gente no debe decirte cualquier cosa ni tampoco pueden decirte cosas como se les antoje. Cuando enfrentamos la crítica, debemos ser tanto valientes como humildes; y la valentía está en rechazar el comportamiento impío de manera amable pero firme cuando sea necesario a fin de conducir a las personas hacia Jesús. Eso representa un costo y un riesgo, pero seguimos a Jesús al aceptar el sufrimiento injusto y al declarar la valiosa verdad.
7. Regocíjate: Jesús está siempre de nuestra parte, incluso en las críticas
En tu ministerio como pastor, habrá ocasiones en las cuales serás criticado con maldad. Esas heridas son muy profundas. Quizás no hay forma de abordar esa crítica para obtener el desenlace que quieres ni la compensación que tu corazón anhela. Sin embargo, quizás no sea el fin del mundo, aunque lo parecerá por un tiempo.
Ser criticado injustamente es una experiencia abrumadora y devastadora. Permite que el dolor te conduzca a Jesús. Él fue humillado en espíritu, mente y cuerpo. Fue quebrantado por ti. Él sabe y entiende. Murió confiando que sería vindicado en la presencia de su Padre y nos asegura que nosotros también lo seremos en el día del juicio final. Por ahora, sigue adelante confiando en esa esperanza. Lleva tus luchas a Jesús y apóyate firmemente en las promesas de su amor. Samuel Rutherford, el puritano escocés, dijo: «no hay comunión más dulce con Cristo que cuando llevamos nuestras heridas y llagas a Él». Pruébalo. Él está a tu favor.
Lewis Allen es el autor de The Preacher’s Catechism [El catecismo del predicador].
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway. Traducción: Marcela Basualto