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Es una de las fortalezas, o quizás una de las debilidades, de la mente humana que puede tener diferentes «pistas» reproduciéndose al mismo tiempo. Incluso cuando una serie de palabras está saliendo de la boca de una persona, una serie completamente diferente de palabras puede estar revoloteando en su cerebro. Puede tener un monólogo completo sonando internamente, incluso mientras otro está sonando externamente. Los predicadores están especialmente familiarizados con ese fenómeno y llegan a estar acostumbrados a decir una cosa aun cuando están pensando en otra.

A veces me pregunto de dónde viene esta segunda pista y especialmente cuando es negativa y desalentadora. ¿Satanás está plantando pensamientos en mi mente que tienen el propósito de evitar que predique con confianza o poder? O tal vez Satanás ni siquiera necesita hacerlo, puesto que soy lo suficientemente capaz de pensar en esas cosas sin su intervención. Supongo que es probablemente una combinación de esos factores y otros. A pesar de todo, si alguna vez te has preguntado qué está pasando en la mente de tu pastor mientras entrega su sermón, a continuación te comparto un par de diferentes posibilidades: un par de opciones que podrían estar sonando en su segunda pista.

¿Ya dije eso?

Esta es la más dominante entre quienes predican sin un manuscrito completo o que predican en múltiples servicios. Para aquellos que predican improvisadamente o desde un mero esquema, o para quienes predican el mismo sermón por segunda o tercera vez en un día, esa segunda pista puede a menudo estar sonando a fondo de la mente del predicador y preguntándose: «¿ya dije eso? ¿Me estoy repitiendo?». Es un pensamiento inquietante pensar que quizás has olvidado las palabras que pronunciaste sólo hace unos momentos y que comienzas a repetirlas. No obstante, la mayoría de nosotros lo hemos hecho en algún u otro momento.

Sin duda, esa persona se ve interesada

Como predicadores, miramos a los oyentes y sondeamos a las personas que están sentadas allí, su ojo a menudo se da cuenta de una persona que parece estar particularmente interesada, que se esfuerza para escuchar mejor, que está asintiendo con aprecio, que susurra (o, dependiendo del contexto, quizás grita) «amén» o que está tomando notas ávidamente. El predicador puede encontrar que su mente está pensando en esta persona y aprecia el esfuerzo que están dedicando para escuchar cada palabra. Conversaciones o escenarios completos pueden reproducirse en su mente incluso mientras él sigue predicando sin cesar.

Sin duda, esa persona se ve aburrida

Por supuesto, el predicador también busca y mira a las personas que parecen estar aburridas, perplejas o a veces incluso enojadas. Él ve a las personas que prefieren estar en cualquier otro lugar, haciendo cualquier otra cosa y su mente responde preguntándose la razón. ¿Acaso es que su sermón es confuso? ¿Sus palabras no son claras? ¿Habla demasiado rápido? ¿O esa persona sólo está teniendo un mal día? De nuevo, su cerebro y mente se involucrarán con entregar el sermón, sin embargo, al mismo tiempo, una segunda pista estará dando vueltas a la situación, incluso mientras intenta controlar su mente para poder darle toda su atención a la predicación.

¿Acabo de decir una tontería?

Una de las experiencias más desconcertantes que un predicador puede tener es cuando una risita se esparce en el salón y no sabe por qué. Su suposición —y normalmente acertada— es que ha dicho algo inadvertidamente gracioso, y si no era gracioso, quizás ofensivo o maleducado. Él sabe que el trabajo de una semana se podría evaporar en un momento simplemente debido a una palabra errónea sin intención. 

Sin duda, sería bueno que ese niño se callara un poquito

Los predicadores tienen que aprender cómo mantener su foco y cómo no sucumbir a cada distracción posible. La mayoría llega a ser bastante bueno en eso. Sin embargo, de vez en cuando, existe un tipo de distracción que es lo suficientemente prominente que el predicador no puede evitar pensar aun cuando continúa su sermón. A menudo es algo como: «me pregunto qué están murmurando esos dos» o «ese niño está armando un escándalo. ¿Alguien siquiera me está poniendo atención?».

Probablemente, este es el mejor sermón de la historia de la humanidad

No puedo decir que haya pensado esto, pero sé de algunos predicadores que se encuentran lidiando con el orgullo mientras predican —pensamientos de grandeza, pensamientos de honor, pensamientos de los elogios y aplausos que merecen recibir mientras predican este sermón en particular. Personalmente, sin embargo, yo tiendo mucho más a lo opuesto:

Probablemente, este es el peor sermón de la historia humana

No puedo decirte cuántas veces miré a una audiencia y, aun cuando exponía y aplicaba la Palabra de Dios, he luchado con pensamientos de autodesprecio, pensamientos de total necedad de mis palabras, con la convicción de que lo que estoy haciendo y diciendo es completamente vano. A medida que predico, intento responder a estos pensamientos con la verdad para suprimirlos o aplastarlos, y normalmente el Señor otorga su gracia. Pero esto, más que cualquier otro, es el contenido de la segunda pista de mi mente: una pista que refleja el orgullo tanto como el hombre que está convencido de su talento, pero un orgullo que se manifiesta en duda y en desprecio por uno mismo en lugar de en confianza y autoexaltación.

Lo que es importante que la congregación entienda es que no son sólo los oyentes los que necesitan permanecer enfocados, los que necesitan batallar para mantener sus mentes enfocadas y sus pensamientos dirigidos. El predicador pelea la misma batalla, aunque al frente del salón y mucho más en el ojo público. Por lo tanto, así como oramos por mentes enfocadas para quienes escuchan, haríamos bien en orar por mentes enfocadas para aquellos que predican. Puesto que la batalla se libra tanto en el púlpito como en las bancas.

Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
Photo of Tim Challies
Tim Challies
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Tim Challies

Tim Challies es un seguidor de Jesucristo, esposo de Aileen y padre de tres niños. Se congrega y sirve como pastor en Grace Fellowship Church en Toronto, Ontario. Es autor de libros, entre los cuales puedes encontrar: Discernimiento: una disciplina práctica y espiritual, Limpia tu mente y Haz más y mejor; es cofundador de Cruciform Press y escribe regularmente en challies.com
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