Este artículo es parte de la serie ¿Qué enseñó Jesús?, publicada originalmente en Crossway.
Lo que dijo Jesús
A pesar de que la ley mosaica incluía cláusulas para regular el divorcio, el Antiguo Testamento deja en claro que el divorcio no cumple con el ideal de Dios (Mal 2:16). Entonces, no es una sorpresa que cuando se le preguntó a Jesús sobre el divorcio y las nuevas nupcias, Él llevó a sus oyentes de regreso al comienzo, recordándoles que Dios creó a la humanidad como hombres y mujeres (Gn 1:27) y estipuló que el hombre, al casarse, debía dejar a su padre y a su madre y unirse a su esposa (Gn 2:24) en una unión de una sola carne ante Dios que nadie podía romper: «Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe» (Mt 19:4-6; Mr 10:8-9, [énfasis del autor]).
La respuesta de la audiencia de Jesús deja claro que pensaron que las estipulaciones mosaicas habían sustituido de hecho los propósitos originales de Dios en la creación. Después de todo, dado el entorno teológico del momento, en su pensamiento, ¿por qué otra razón el divorcio estaría regulado en la ley mosaica (Dt 24:1-4)? Según Jesús, sin embargo, los estatutos mosaicos no fueron interpuestos para reemplazar la intención original del Creador, sino como mero reconocimiento de la realidad de la dureza del corazón humano (Mt 19:7-8; Mr 10:5; ver Mt 5:31-32). De hecho, el matrimonio fue concebido como la unión fiel y para toda la vida entre un hombre y una mujer.
La reacción de los discípulos
Al reconocer el alto estándar establecido por Jesús, sus seguidores originales respondieron, encontrando que su visión es excesivamente restrictiva: «Si así es […] no conviene casarse» (Mt 19:10). Jesús, haciendo caso omiso de su objeción, responde que mientras unos pocos podrían tener el don del celibato (Mt 19:11-12), la idea original de Dios para el matrimonio aún está en pie. Algunos argumentan que la respuesta de los discípulos demuestra que el estándar de Jesús debió haber sido incluso más estricta que la visión de Shamai; esta es, «divorcio a causa del adulterio»; la reacción de los discípulos demuestra que Jesús defendía la postura de «no divorciarse una vez que el matrimonio había sido consumado»[1].
Sin embargo, los argumentos anteriormente mencionados en gran parte no son concluyentes, sobre todo porque la reacción de los discípulos fue sin duda influenciada por sus contextos y sus presuposiciones. Como muchos de sus contemporáneos judíos, los seguidores de Jesús podrían haber asumido un estándar algo más indulgente —quizás incluso asumieron que el estándar de Jesús era más indulgente basándose en su trato compasivo con la mujer adúltera mencionada en Juan 7:53-8:11— y, en consecuencia, estaban reaccionando contra el pronunciamiento de Jesús que sonaba severo. Asimismo, mientras el judaísmo contemporáneo exigía el divorcio en caso de inmoralidad sexual, el texto parece indicar que Jesús apenas lo permitía (lo que implicaba la necesidad de perdonar). Por lo tanto, que el estándar de Jesús en relación al divorcio fuera incluso mayor que el de la escuela conservadora de Shamai podría explicar adecuadamente la reacción horrorizada de los discípulos a la enseñanza de Jesús en Mateo 19[2].
La «cláusula de excepción»
Se ha discutido mucho sobre la aparentemente única excepción hecha por Jesús en la cual el divorcio podría ser lícito. Esta excepción, mencionada tanto en Mateo 5:32 como en Mateo 19:9, estipula que el divorcio es ilegítimo «a no ser por causa de infidelidad» (NBLA) o «inmoralidad sexual» (NVI). Los paralelos en Marcos 10:11-12 y Lucas 16:18 no mencionan la excepción, lo cual me ha llevado a argumentar que Jesús en realidad nunca hizo la excepción, sino que Mateo (o alguien más) lo agregó en un momento posterior. Sin embargo, aunque así fuera (lo que es poco probable), la «cláusula de excepción» todavía sería parte de la Escritura inspirada e inerrante y, por tanto, tendría gran autoridad para los cristianos hoy.
Entre quienes sostienen que Jesús sí pronunció la excepción, algunos procuran poner la cláusula de excepción de Mateo en conformidad con las declaraciones absolutas de Marcos, Lucas y Pablo al sostener que esos pasajes, en vez de Mateo, deberían ser el punto de referencia definitivo. Otros son reacios a subsumir la cláusula de excepción de Mateo demasiado rápido bajo la declaración absoluta que se encuentra en Marcos, Lucas y Pablo y argumentan que ambos grupos de pasajes deben estudiarse por sí solos para apreciar la enseñanza de Jesús sobre el tema en cuestión.
El incidente registrado en Mateo 19:3-12 toma su punto de partida desde la pregunta de los fariseos: «¿Le está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?» (RVC: «por cualquier causa»; Mt 19:3; ver Mt 5:31)[3]. Como en otras ocasiones, los opositores de Jesús buscaban involucrarlo en una contradicción o de otra manera presentarle un aparente dilema en el que hay que escoger entre puntos de vista que se oponen. Sin duda, parece que la frase «ponerlo a prueba» en Mateo 19:3 (ver Mr 10:2) indica que los líderes religiosos estaban intentando que Jesús escogiera entre escuelas teológicas rivales, así como también poner a Jesús en peligro con Herodes Antipas, tal como Juan el Bautista había sufrido por su denuncia de la unión ilícita de Herodes con Herodías, la esposa de su hermano Felipe (ver Mt 4:12; 11:2-3; 14:3-4; Mr 6:14-29)[4].
La pregunta de los fariseos, entonces, pone en juego los puntos de vista que las diferentes escuelas rabínicas sostenían en los días de Jesús, como se discutía anteriormente. En caso de que Jesús mismo haya pronunciado la «cláusula de excepción», ¿cómo entonces se alínea o difiere Jesús mismo de las escuelas rabínicas de su tiempo? Claramente, la visión de Jesús era infinitamente más estricta que aquella defendida por la escuela de Hilel, que sostenía que el divorcio estaba permitido «por cualquier motivo» (ver Mt 19:3). En la superficie, al menos, la visión de Jesús es mucho más cercana a la de la escuela de Shamai, que restringía el divorcio legítimo (con la posibilidad de volver a casarse) a la infidelidad marital. Sin embargo, como se discutió previamente en conjunto con la reacción de los discípulos a la enseñanza de Jesús, en contraste con Shamai, parece que Jesús sólo permitió el divorcio en el caso de porneia, mientras que el judaísmo del primer siglo lo requería[5].
Es más, en un sentido muy importante, la respuesta de Jesús trasciende las disputas legalistas entre ambas escuelas rabínicas y va directo al centro del asunto. Esencialmente, Jesús, en un buen estilo rabínico, desplaza la garantía del Antiguo Testamento del único pasaje dado (Dt 24:1-4) a un conjunto de pasajes previos (Gn 1:27; Gn 2:24) y, por lo tanto, relativiza la referencia (cronológicamente) posterior como una mera concesión que de ninguna manera mitiga el principio permanente establecido por los textos fundacionales. De este modo, al enfocarse en el diseño original del matrimonio en el plan de Dios, Jesús les enseña a sus seguidores el verdadero significado del matrimonio. No sólo enfatiza la permanencia del matrimonio como una institución divina en lugar de meramente humana, sino que afirma que el divorcio es fundamentalmente opuesto al propósito de Dios en la creación.
El divorcio y las segundas nupcias tanto de hombres como de mujeres (ver especialmente Mr 10:11-12) es nada menos que revolucionario. A pesar de las regulaciones de la ley mosaica que estipulaba un tratamiento igualitario para hombres y mujeres respecto al divorcio (Lv 20:10-12), en los tiempos del Antiguo Testamento prevalecía un doble estándar en el que a las mujeres se les exigía ser fieles a sus maridos (o les seguía un castigo), mientras que los estándares para los hombres eran considerablemente más indulgentes. No obstante, en la enseñanza de Jesús, los derechos conyugales eran establecidos en pie de igualdad. Así Jesús enseñó que desear a otra mujer en el corazón de un hombre ya constituía adulterio (Mt 5:28), lo que implica que las aventuras extramaritales son igualmente erróneas tanto para hombres como para mujeres[6].
Visiones contrapuestas
A la luz de la discusión anterior, se torna evidente que el asunto clave para entender la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias es el significado del término porneia, puesto que este es el término central en la «cláusula de excepción» verbalizada por Jesús. No existe un acuerdo universal entre cristianos que creen en la Biblia sobre el significado exacto de porneia, pero las sugerencias que ofrecen los académicos fácilmente pueden ser agrupadas en una de las tres visiones contrapuestas.
El primer punto de vista comprende porneia como una referencia al adulterio/inmoralidad sexual y adhiere la legitimidad bíblica del divorcio y las segundas nupcias a la parte inocente del adulterio/inmoralidad sexual de uno de los cónyuges («divorcio y segundas nupcias»). El segundo entiende porneia como una referencia a cierto tipo de pecado sexual, como el adulterio, pero sostiene que, si bien Jesús permitió el divorcio a causa del pecado sexual, Él no permitió las segundas nupcias («divorcio, pero no segundas nupcias»). El tercer punto de vista de la cláusula de excepción no permite ni el divorcio ni las segundas nupcias en el contexto moderno («ni el divorcio ni la segundas nupcias»). Los académicos que sostienen esta postura entienden porneia como una referencia a cierto tipo de pecado sexual que habría hecho al matrimonio ilegal bajo la ley civil judía. Sin embargo, se debe notar que con los tres puntos de vista mencionados anteriormente, existen muchos matices y variaciones dentro de cada postura.
Parámetros sugeridos
En lugar de defender una postura particular en respuesta a los puntos de vista recién expuestos, nos gustaría sugerir varios parámetros para moldear la visión de alguien sobre la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias. En primer lugar, es importante afirmar que la palabra porneia es un término general para el pecado sexual. El significado exacto de porneia está siempre formado por el contexto en el que se usa la palabra; sin embargo, el término siempre se refiere específicamente al pecado sexual. Llevamos la atención a este hecho con el fin de establecer el punto de que uno no puede concluir una doctrina de divorcio no sexual «sin culpa» a partir del uso de Jesús de la palabra porneia.
En segundo lugar, dado el diseño divino de la institución del matrimonio, la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el divorcio y las segundas nupcias, y las porciones inequívocas de la enseñanza de Jesús sobre el tema, cualquiera sea la visión que una persona tenga sobre la «cláusula de excepción», debe fomentar lo sagrado del vínculo matrimonial. Es decir, incluso si alguien permite el divorcio y las segundas nupcias a causa de un pecado sexual (como adulterio, el cual es el punto de vista de la mayoría de la iglesia moderna), el divorcio aún debe verse como un resultado del pecado y, por consiguiente, un fracaso lamentable del diseño de la creación de Dios.
En tercer lugar, dada la naturaleza urgente del divorcio y las segundas nupcias en la cultura contemporánea, los cristianos deben tomar especial cuidado para asegurarse de que sus respectivos puntos de vista estén formados por el texto bíblico, buscando evitar errores comunes como confundir severidad con santidad o permisividad con gracia. Es más, a la luz del desacuerdo entre los creyentes ortodoxos respecto a este tema, animamos a todos a mantener sus puntos de vista sobre el divorcio y las segundas nupcias con benevolencia, pero con convicción, estando abiertos a un diálogo honesto con aquellos que adoptan posturas diferentes.
Andreas Köstenberger y David W. Jones son los autores de Marriage and Family: Biblical Essentials [Matrimonio y familia: fundamentos bíblicos].
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Ver Daniel I. Block, «Marriage and Family in Ancient Israel» [El matrimonio y la familia en el Israel antiguo] en Marriage and Family in the Biblical World [El matrimonio y la familia en el mundo bíblico], ed. Ken M. Campbell, (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2003), 35. La siguiente discusión se debe a este trabajo.
[2] Ibid., 41.
[3] Ibid., 47.
[4] Ibid., 53-55.
[5] Ibid., 66-68.
[6] Ver ibid., 77-78.