Susan Hunt es madre y abuela, esposa de pastor y exdirectora de los Ministerios de Mujeres para la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos.


Se busca: más ancianas que discipulen a jóvenes
la luz de este pasaje, consideremos algunas preguntas que ayudarán a que la iglesia lleve a cabo el llamado de las mujeres a invertir en mujeres jóvenes. Es mi oración que este breve artículo desafíe a las mujeres a responder a este gran y santo llamado.Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3-5).
El mandato de Tito 2
El mandato de Tito 2:3-5 es que las ancianas deben discipular a las jóvenes, enseñándoles cómo crecer en piedad en sus distintas relaciones y llamados. Algunos de los principios de discipulado arraigados en este maravilloso capítulo nos ayudarán a entender la directriz específica de las mujeres en los versos 3 al 5.Principio #1: la iglesia es responsable de animar y equipar a las mujeres a discipularse unas a otras
En el versículo 1, Pablo dirige sus instrucciones sobre el discipulado a Tito, el pastor, respecto al discipulado. Dado que el entrenamiento de mujeres por medio de otras mujeres es una parte integral del ministerio en la iglesia, Tito debe equipar a las mujeres en su iglesia para que lo hagan. Por lo tanto, es responsabilidad de cada líder de la iglesia ver que las mujeres estén siendo equipadas para este llamado.Principio #2: la iglesia debe enseñar la sana doctrina
En el versículo 1, Pablo le dice a Tito que enseñe la sana doctrina, una doctrina saludable e íntegra. Esto nos muestra que las mujeres que discipulan mujeres deben fluir y ser consistentes con el ministerio de predicación regular de la iglesia. Este discipulado debería ayudar a que las mujeres apliquen la sana doctrina en la vida diaria y en las relaciones.Principio #3: la comunión de los santos
Sin embargo, los versículos 3 al 5 también nos dicen que el discipulado no es responsabilidad solo de los líderes de la iglesia (ver Efesios 4:11-16). Como se declara en la Confesión de fe de Westminster: «Todos los santos que están unidos a Jesucristo, su Cabeza… Y estando unidos unos con otros en amor, tienen comunión unos con otros, en los dones y gracias, y están obligados al cumplimiento de tales deberes, públicos y privados, que conducen a su bien mutuo, tanto en el hombre interior como en el exterior». El discipulado bíblico es relacional. El contenido del Evangelio debe enseñarse en el contexto de relaciones que validan el Evangelio. Nuestra relación con Dios es personal, pero esa relación también no lleva a tener comunión con los sus otros hijos adoptados. Los ancianos y las ancianas tienen la responsabilidad generacional de compartir sus dones y gracia con los jóvenes. Deben contarles las historias de sus victorias, así como también las de sus fracasos y deben mostrarles cómo sus historias son parte de la gran historia de redención de Dios. El mandato de Tito 2 es un discipulado de vida a vida que guía y cultiva feminidad cristiana madura. Es un ministerio de maternidad. Este espíritu de maternidad es evidente en las descripciones que Pablo hace de su propio ministerio con los tesalonicenses:Más bien demostramos ser benignos entre ustedes, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros (1Ts 2:7-8).
Principio #4: el Evangelio es nuestra motivación
Hay desafíos costosos en este capítulo. Invertir en las vidas de otros cuesta tiempo y energía. Significa tomar riesgos relacionales. ¿Por qué debemos vivir tan sacrificialmente?Cristo vino y volverá. Llegó en gracia como un bebé y vendrá en gloria como el Rey. Mientras esperamos esa gloriosa aparición debemos hacer discípulos. A menos que estemos motivados por el Evangelio, nos sentiremos desanimados y cansados.Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús (vv.11-13).
Principio #5: el Evangelio es poderoso
Pablo concluye con un recordatorio electrificante del poder del Evangelio: «[Jesús] se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras» (v.14). Algunos discipulados son específicos en cuanto a edad y a género, pero todo discipulado debe estar centrado en el Evangelio. Es Jesús quien nos redime y purifica. Para que un pecador caído se entusiasme por hacer lo bueno debe haber una obra radical del Evangelio. El resultado de nuestra inversión en las vidas de otros no depende de nuestro poder y experiencia. Es solo el poder del Evangelio el que puede transformar a pecadores egocéntricos en discípulos Cristocéntricos. Y una de las maravillas del discipulado dirigido por el Evangelio es que incluso si no vemos que esta transformación se está llevando a cabo en el discípulo, sí lo hace en nosotros a medida que discipulamos a otros.¿Quiénes son las ancianas?
Los pasajes no nos dan una edad específica para las «ancianas» que deben discipular a las jóvenes. Dado el contenido de lo que deben enseñar, sus cualidades principales parecieran centrarse en la madurez espiritual. Por supuesto, la edad cronológica entrega experiencias de vida y perspectiva que son valiosas, pero la realidad es que cada mujer y joven cristiana debe considerarse una anciana y una joven. Debemos buscar mujeres que puedan animarnos y equiparnos a vivir para la gloria de Dios mientras buscamos discipular a otras mujeres en la feminidad bíblica.¿Cómo puede la iglesia local facilitar este ministerio?
Las relaciones de maternidad espiritual tienen todas las formas y tamaños. No existe fórmula. Una relación de Tito 2 podría ser regular o intermitente, consistir en dos personas o en un grupo, llevarse a cabo entre ancianas y jóvenes, pero cada relación de Tito 2 estará llena de propósito. Será un esfuerzo intencionado para animar y equipar a otras mujeres y chicas a vivir para la gloria de Dios al vivir bajo la autoridad de la Palabra de Dios y al ser entrenadas en los principios de la feminidad. Este ministerio no es un programa; es un estilo de vida. Sin embargo, a veces requiere más esfuerzos programáticos para hacer arrancar estas relaciones. Un ministerio de mujeres es un vehículo que una iglesia puede usar para desafiar y equipar a las mujeres para este llamado. En una iglesia que ya tiene un ministerio de mujeres, pueden comenzar a hacerse algunas preguntas estratégicas:- ¿Cómo el ministerio de mujeres está capacitando a nuestra iglesia para obedecer Tito 1:3-5?
- ¿Cómo nuestro ministerio de discipulado refleja los principios de discipulado en Tito 2?
- ¿Cómo están siendo equipadas las mujeres para entrenar a las jóvenes en los principios bíblicos de la feminidad?
- ¿Qué oportunidades entregamos para desarrollar el cultivo de relaciones entre mujeres mayores y jóvenes?
¿Dónde están las ancianas?
¿Dónde están las ancianas? Creo que están sentadas en las bancas de nuestras iglesias esperando ser cautivadas por este llamado bíblico y equipadas para realizarlo.Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda


Es bueno que existan los géneros
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.


Dios, su pacto y la misión de la mujer
«Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir» (Salmo 71:18).
Una de las cosas que siento la urgencia de proclamar a nuestros hijos e hijas del pacto es que «Dios creó al hombre a imagen suya . . . varón y hembra los creó . . . y les dijo: 'Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio…'» (Génesis 1:27-28). Varón y hembra. Igualmente creados a la imagen de Dios pero con funciones diferentes e igualmente valiosas en su reino. Esta diferencia gloriosa apunta a nuestro glorioso Dios trino. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales en sustancia y poder, pero cada uno asume una función diferente en la realización de nuestra redención. El Padre nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, el Hijo nos redimió por medio de su sangre, y el Espíritu Santo aplica esta redención a nuestros corazones (Efesios 1:3-14). Estas funciones no son nebulosas sino que se complementan tan perfectamente que armonizan para llevar a cabo la gran obra de redención que alaba su gloriosa gracia (vv. 6, 12, 14). Es ridículo siquiera pensar en cuál persona de la Trinidad o cuál función trinitaria es la más importante. Sin embargo, esta exquisita igualdad no niega la autoridad funcional que hay al interior de la divinidad. «La cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios» (1 Corintios 11:3). El Creador estampó la profunda unidad y diversidad de su naturaleza sobre los portadores de su imagen. El mundo ha secuestrado la distinción entre los géneros proclamando que la igualdad significa ser lo mismo y que la sumisión degrada a las mujeres. Esta absurda idea hace algo peor que disminuir el valor de nuestro diseño y nuestra función masculina y femenina: oscurece nuestro reflejo de la gloria de Dios. «Entonces el Señor Dios dijo: 'No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda adecuada'» (Génesis 2:18). Dios creó al hombre primero, indicando su condición de cabeza. La soledad del hombre no era buena, así que Dios creó una ayuda. Esta rica palabra (en hebreo, ezer) se usa a menudo para referirse a Dios como el que nos ayuda. Podemos apreciar la belleza de nuestra vocación femenina al reflexionar sobre la forma en que Dios actúa. Dios ayuda viendo y cuidando al que sufre (Salmo 10:14), sosteniendo (20:2), protegiendo (33:20), librando de la aflicción (70:5), rescatando al necesitado y al afligido (72:12-14), y consolando (86:17). Estas son palabras fuertes, relacionales, nutrientes y compasivas. Son palabras propias de un pacto. Caracterizan nuestra relación con Dios y con las demás personas. El hombre y la mujer deben ser fecundos y ejercer dominio cumpliendo sus vocaciones distintivas. Satanás entró en acción para torpedear la estructura del reino de Dios invirtiendo el orden de la creación y acudiendo a la mujer. Cuando el hombre y la mujer pecaron, perdieron su capacidad de ser y hacer aquello para lo cual Dios les había creado y comisionado. Pero Dios, en su misericordia abundante, prometió el Redentor que restauraría la relación que habían perdido. El hombre y la mujer oyeron la primera proclamación del evangelio (Génesis 3:15). La promesa se conservaría por medio de la descendencia de la mujer. La respuesta de Adán a esta buena noticia fue darle un nombre a su mujer; un indicador de que él había sido restaurado al liderazgo. Adán llamó a su mujer Eva «porque ella era la madre de todos los vivientes» (v. 20). Esto me deja sin aliento. Eva significa «dadora de vida». Gracias al evangelio, la que arrebató vida fue restaurada para ser una ayuda dadora de vida tal como antes de la Caída. Esta vocación redentiva de ser una dadora de vida no es simplemente biológica. La mujer redimida es llamada a ser una dadora de vida en cada momento, relación y situación. Debes entender esto: sólo las mujeres redimidas tienen la capacidad de hacer visible el diseño creacional y el llamamiento redentivo de Dios. Esto también me deja sin aliento. Multiplicarse y ejercer dominio siguen siendo el encargo obligado de la iglesia. El liderazgo y la sumisión aún son el marco relacional impuesto a la iglesia para que los hombres y las mujeres vivamos nuestros privilegios y responsabilidades asociadas al pacto. Cuando Pablo le dijo a Timoteo: «Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre» (1 Timoteo 2:12), se refería a una autoridad judicial o gobernante. Y señaló rápidamente la razón: «Porque Adán fue creado primero, después Eva» (v. 13). El gobierno de la iglesia debe reflejar el orden creado, reflejando así el carácter de Dios y, en consecuencia, reflejando el evangelio. El liderazgo y la sumisión son el orden que Dios estableció para ser uno en el matrimonio y alcanzar la unidad en la iglesia. Cada vez que una mujer invierte este orden, se convierte en alguien que arrebata vida. En lugar de alimentar una sensación de hogar y familia en su hogar y en su iglesia, ella absorbe y seca la vida de esa relación/situación. La sumisión bíblica nos libera para hacer que la realidad del diseño y la vocación femenina establecidos por Dios sea visible a nuestras familias, amigos, vecinos, y a la próxima generación. ¿Por qué nos habríamos de rebelar contra una vocación tan alta y santa? Por la misma razón que nuestra Madre Eva —orgullo—. Somos mujeres vanas y vivimos en la «Feria de la Vanidad». Necesitamos el evangelio, y necesitamos que la iglesia y otras mujeres nos ayuden a saber cómo orientar nuestras vidas hacia él —así es como funciona el pacto—.Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: Cristian Morán

