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Dar a luz me enseñó a morir
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Dar a luz me enseñó a morir

Hace unos meses, di a luz a mi tercer hijo. Fue lo que el parto siempre es: un doloroso desapego de las comodidades del siglo XXI. Agonizante e indecoroso: mi vida de pronto es interrumpida por procedimientos invasivos; mi mente iba desde el impacto del proceso natural (retorciéndome y tiritando) a la desconexión mental de intervenciones medicalizadas. Hoy en día, el parto en Occidente es un acoplamiento extraño. Nuestros procesos originales y más antiguos se suturaron con torpeza a la tecnología de vanguardia. Yo no estaba teniendo un «parto natural», y sin embargo, mucho de lo que sucedió fue inevitablemente natural. Mientras yacía en la cama del hospital, esperando conocer a mi hijo, se abrieron dos ventanas en mi mente.

El sufrimiento del comienzo de la vida

La primera fue una ventana hacia el parto: parto real, como miles de millones de mujeres experimentaron antes que yo. Dar a luz un bebé fue difícil para mí, a pesar de toda la ayuda y la comodidad, de todas las enfermeras y doctores que me atendieron, de todos los calmantes que penetraban mis venas para aplacar el dolor. Mi cuerpo estaba desfigurado. Sin embargo, tuve ayuda de todos los tipos y un esposo fiel a mi lado (ese día y los muchos días que vendrían). ¿Cómo habría sido sin todo esto? Mi mente repasó escenas de otras mujeres dando a luz; escenas a las que solo tengo acceso por medio de palabras escritas en una hoja o imágenes en una pantalla: mujeres que dan a luz solas; mujeres que no tienen asistencia médica y hacen frente a la crudeza del parto sin ayuda; mujeres que saben que su hijo podría morir (o que ellas mismas podrían morir) en el proceso. Nosotros en Occidente, nos hemos alejado de estas realidades, pero al estar en una sala de partos, el espectro de lo que el parto ha significado para miles de millones rondó a mi alrededor y no pude evitarlo. Entonces vino la pregunta: ¿cómo es que Dios permite todo este dolor a tantas? El crudo sufrimiento escrito en el guión de los comienzos del ser humano. El lamento solitario de mujeres que dan a luz en los márgenes, escondiéndose en las sombras o expuestas por las circunstancias. Sin embargo, Dios es (como la madre esclava, Agar, lo nombró una vez) el Dios que ve (Gn 16:13). Él es el Dios que tiernamente es testigo de este sufrimiento, que nos encuentra en él si nos volvemos a él. Solo él es el Dios que puede ayudarnos verdaderamente, ya sea que nos encontremos sobre un piso sucio o en la cama de un hospital. Ciertamente, él es el Dios que se relaciona con nosotras como una mujer que da a luz. Él es la Roca que cargó con nosotras, el Dios que nos dio a luz (Dt 32:18). Aunque una madre podría olvidar a su niño de pecho, él nunca nos olvida (Is 49:15). No existen respuestas establecidas de este Dios; no obstante, está el cuerpo roto de su Hijo, desnudo y humillado, muriendo para que pudiéramos vivir.

El sufrimiento del final de la vida

Y entonces mi mente divagó más. Nunca soportaré el dolor de un parto sin ayuda. Sin embargo, un día, enfrentaré el dolor de la muerte. Un día, mi visita al hospital no terminará con una nueva vida en mis brazos, sino que con mi frío cuerpo muerto cubierto de una manta térmica. Los doctores intentarán ayudar. Traerán sus máquinas e intervendrán. No obstante, estarán corriendo tras un tren que están ganando velocidad. Al final, mis manos están atadas. Podría ser una despedida poco digna. El tiempo de la muerte llegó. Lo mejor que puedo esperar es que mis hijos estén ahí. Mi esposo, si seguimos las normas estadísticas, ya se fue a preparar el camino. Entonces, ¿cuál sería mi esperanza mientras las luces y los monitores parpadean? La historia de Lázaro resucitado de los muertos ha merodeado mi mente por muchos años. No por el desenlace de la narración, cuando Jesús grita: «¡Lázaro, sal fuera!» y el hombre que estaba muerto sale (Jn 11:43-44) —aunque la escena es maravillosa—; más bien, debido a la tranquila conversación que Jesús tiene con Marta primero. Jesús forzó esta crisis. Marta lo manda a llamar cuando su hermano estaba enfermo, pero Jesús no fue. Deliberadamente, él permite que Lázaro muera y esperó que llevara muerto cuatro días para entonces ir. «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Jn 11:25-26).  Cuando llegue a esa última cama de hospital, debo no solo creer en el Hombre que es mi entrada a la eternidad, sino que en el Hombre que es la eternidad misma. Jesús no solo nos da la resurrección. Él es la resurrección y la vida. Sin él, solo hay muerte. Con él, hay vida que ninguna muerte solitaria puede quitar. Dar a luz fue, para mí, una prueba. Los pretextos del tiempo moderno se retiraron por un momento. Él es la resurrección y la vida. ¿Creo esto?
Rebecca McLaughlin © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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¡Ayuda! No sé cómo responder las preguntas difíciles de mis hijos
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¡Ayuda! No sé cómo responder las preguntas difíciles de mis hijos


Este artículo es parte de la serie ¡Ayuda! publicada originalmente en Crossway.

Las preguntas son oportunidades

El mes pasado, encontré a mi hija de 10 años llorando. Había surgido preguntas relacionadas a la identidad transgénero en un proyecto que estaba haciendo con una amiga de la escuela. Mi hija le explicó a su amiga que, como cristiana, creía que Dios nos creó a cada uno de nosotros y que nos hizo hombres y mujeres, por lo que, aun cuando no sintiéramos que encajamos con nuestro sexo, sabemos que Dios nos dio a propósito los cuerpos que tenemos. Su amiga le dijo que ya no quería que siguieran siendo amigas. Muchos de los padres de hoy en día hemos crecido sintiendo que teníamos autoridad moral. Mi esposo se crió en Oklahoma, en un mundo donde las personas respetaban activamente que él fuera a la iglesia, incluso si ellos no iban. Nuestros hijos viven lo contrario, en especial, cuando se trata de género y sexualidad, pues las creencias cristianas son vistas como activamente inmorales. El cambio se puede sentir desorientador, pero en lugar de ver nuestros desafíos culturales de hoy solo como obstáculos para nuestros hijos, estoy cada vez más convencida de que son oportunidades para hacer tres cosas: primero, aprender juntos con nuestros hijos a quienes amamos. Segundo, sumergirlos en la Biblia desde el principio. Tercero, ayudarlos a ver que seguir a Jesús tiene un costo.
1. Aprendan juntos
Nosotros tenemos un tiempo familiar rápido e informal en torno a la Biblia antes de ir a la cama. Tocamos el teclado muy mal mientras nuestras hijas mayores cantan y nuestro hijo de 2 años salta de un lado a otro. Luego leemos un pasaje bíblico, les hacemos un par de preguntas y oramos. En este momento, estamos leyendo Génesis. He leído Génesis muchas veces, pero mis hijos a menudo hacen preguntas en las que no había pensado realmente. A veces, tengo que decir: «no sé». A una parte de mí no le gusta esto. Prefiero tener las respuestas de vez en cuando, pero mientras más lo pienso, más agradecida estoy por esos momentos, porque nos dan oportunidades para aprender juntos. Así como los momentos en que tengo que decirles que lo siento por cómo acabo de tratarlos y pedirles perdón son oportunidades para que vean que soy pecadora igual que ellos, las ocasiones en que les digo: «no sé, investiguémoslo» también son oportunidades para que ellos vean que yo también estoy aprendiendo. Admitir cuando no sabemos no socava lo que sí sabemos. Muy por el contrario, nuestros hijos pronto se darán cuenta de que no sabemos todo en relación a la Biblia. Si intentamos fingir que sí lo sabemos, se preguntarán si siempre estamos fingiendo. A veces, cuando no sé, es porque en realidad nadie sabe. El libro de Job es uno de los muchos en la Biblia donde aprendemos que nosotros, criaturas débiles, no estamos diseñados para saber todas las cosas. Generalmente, no sé las respuestas a las preguntas que tienen mis hijos, pero alguien más sí. A menudo, cuando buscamos, encontramos que nuestros hermanos y hermanas que creen en la Biblia han trabajado arduamente por nosotros. Podemos leer un libro o un artículo y responderles a nuestros hijos o podemos leerlos junto a ellos. De cualquier manera, todos estamos aprendiendo juntos.
2. Sumérjanse en la Biblia
Para algunos padres cristianos, la presión externa de las cosas que sus hijos podrían escuchar en la escuela sobre la sexualidad es una intromisión no bienvenida, lo que los fuerza a tener conversaciones que preferirían postergar. Sin embargo, mientras más leo la Biblia, estoy más convencida de que debemos tener esas conversaciones temprano y con frecuencia. De hecho, es difícil leer gran parte de la Biblia con nuestros hijos sin hablarles sobre sexo. «¿Qué es una prostituta?» podría no ser la pregunta que más quieras escuchar de tu hijo de 6 años, pero si lees la Biblia con ellos, ¡pronto te la harán! A medida que leemos la Biblia con nuestros hijos, encontraremos que la metáfora del matrimonio como una imagen del amor de Dios por su pueblo en el Antiguo Testamento y la relación de Cristo con su iglesia en el Nuevo es tremendamente importante. Así como Dios se revela a nosotros como Padre, Jesús nos abraza como un Novio. Esta verdad se encuentra en el centro del diseño de Dios para la sexualidad. Esa es la razón por la que el matrimonio es un compromiso exclusivo y para toda la vida. Esa es la razón por la que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, así como Jesús y la iglesia desempeñan roles diferentes en la gran obra a la cual apunta el matrimonio. ¡Esa es la razón principal por la que Dios nos hizo hombres y mujeres en primera instancia, en lugar de solo hacernos reproductores asexuados! Necesitamos tener este componente teológico esencial en su lugar antes de que nuestros hijos enfrenten el desafío de una cultura con un punto de partida diferente para la ética sexual. También necesitamos sumergir a nuestros hijos en la Biblia para que diferencien entre las cosas que hay en nuestra cultura que en realidad vienen de la Biblia y aquellas que van en contra de la enseñanza bíblica. La semana pasada, mi hija de 8 años me dijo que su profesora había estado hablando con la clase sobre Black Lives Matter y luego «de la nada comenzó a decir que las personas podían escoger si querían ser un niño o una niña». Dado que hemos estado leyendo la Biblia juntos, mi hija sabe que validar las vidas negras y validar las identidades transgénero no van de la mano. Ella sabe que el cristianismo ha sido multirracial, multicultural y multiétnico desde el principio; que conocemos a los primeros cristianos negros en el libro de Hechos (p. ej., el eunuco etíope en Hch 8:26-40), y que el llamado original a amar la diferencia racial, étnica y nacional viene de Jesús mismo (p. ej., la parábola del buen samaritano Lc 10:25-37). Necesitamos sumergir a nuestros hijos en la Biblia antes de que escuchen a sus profesores y amigos, no después. Y esto no es una realidad lamentable; ¡es una oportunidad para que ellos conozcan más a su Salvador!
3. Consideren el costo
Cuando encontré a mi hija de 10 años llorando porque su buena amiga la había rechazado, mi corazón de madre se conmovió. Lo primero que hice fue abrazarla. Todos queremos proteger a nuestros hijos. Esto es un instinto natural y correcto. No obstante, por muy difícil que haya sido la conversación de mi hija con su amiga, me alegra que lo haya vivido. Al haber crecido en el Cinturón bíblico en los 80 y 90, mi esposo nunca tuvo que considerar el costo de ser cristiano. No fue hasta que se fue a vivir a Inglaterra, después de la universidad, que se sintió fuera de lugar de la cultura que lo rodeaba. Y de inmediato, vio los beneficios de vivir en un mundo donde ser cristiano no es genial. Al observar la iglesia el domingo, él sabía que todos los que estaban ahí habían considerado el costo. En pequeñas formas, quiero que mis hijos también lo consideren. Mi trabajo como mamá no es prepararlos para un día en el futuro cuando sean verdaderos discípulos de Cristo; es caminar con ellos en su discipulado hoy. Y Jesús nos deja dolorosamente claro que seguirlo significa considerar el costo (ver Lc 15:25-32). En respuesta a su amiga, mi hija le dijo que lamentaba haber herido sus sentimientos y amablemente le preguntó si había alguien cercano a ella que se identificara como transgénero. También le explicó más detalladamente por qué ella como cristiana cree que Dios nos hizo a propósito hombres o mujeres y que Él nos ama tal como somos. Me enorgulleció su respuesta humilde, clara y amorosa. Pedro nos exhorta:
[...] santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia (1 Pedro 3:15).
Siento que mi hija hizo justo eso. Afortunadamente, su amiga cambió de opinión y accedió a ser su amiga nuevamente. Le dije a mi hija que estaba orgullosa de ella y que esta probablemente sería la primera de muchas situaciones donde su fe la desintonizaría de sus amigas y compañeros de clase. Pero igualmente le dije que para mí también es difícil cuando mis amigos me rechazan por lo que yo creo. No tengo todas las respuestas; tampoco tú. Pero en toda nuestra insuficiencia, podemos aprender con nuestros hijos, sumergirlos en la Biblia y ayudarlos a considerar el costo. Y a medida que caminamos con ellos, podríamos solo encontrar que los desafíos que ellos enfrentan son tan buenos para nuestro discipulado como lo es para ellos.
Rebecca McLaughlin es la autora de 10 Questions Every Teen Should Ask (and Answer) about Christianity [Diez preguntas que todo adolescente debe hacer (y responder) sobre el cristianismo].
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
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¿El cristianismo es misógino?
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¿El cristianismo es misógino?

¡El movimiento femenino más grande de la historia!

Algunas de mis amigas piensan que el cristianismo ha relegado a las mujeres, pero, en realidad, el cristianismo las ha elevado. Puede que demos por sentado que las mujeres son igual de valiosas que los hombres, mas eso no era lo que pensaban las personas en los días de Jesús. Cuando Jesús nació, era normal que las personas dejaran a las bebitas afuera para que murieran. Pensaban que las niñas eran menos importantes que los niños. Sin embargo, las enseñanzas de Jesús cambiaron eso. Jesús tuvo muchas amigas y las trató con la misma igualdad que a los hombres. Por ejemplo, cuando su amiga María estaba sentada a sus pies para aprender junto a sus discípulos hombres, Jesús la defendió (Lc 10:38-42). Él se preocupaba particularmente por las mujeres que otros menospreciaban. Jesús escandalizó a sus discípulos al hacerse amigo de una samaritana, quien había tenido cinco esposos y quien ahora estaba viviendo con un hombre con el cual no estaba casada (Jn 4:1-42), y presentó a «una mujer pecadora» que lo amaba como un ejemplo moral a un hombre farisaico que no lo amaba (Lc 7:36-50). Los primeros que vieron a Jesús después de su resurrección fueron mujeres, ¡aun cuando a las mujeres de aquel entonces no se les consideraba como testigos confiables en la corte! Algunas de mis amigas piensan que el cristianismo es «misógino»; es decir, que odia a las mujeres. Como cualquier otro pecado, los cristianos a veces han actuado de esa manera. No obstante, desde el comienzo, Jesús ha atraído especialmente a las mujeres hacia Él. Los historiadores creen que en el Imperio grecorromano, en el cual Jesús nació, hubo quizás el doble de hombres que de mujeres, debido a que las mujeres a menudo morían en el parto y dejaban a las bebitas a la intemperie para que murieran[1]. Pero en la iglesia parece haber ocurrido lo opuesto, con quizás el doble de mujeres que de hombres[2]. El filósofo griego del siglo II, Celso, se burlaba de los cristianos diciendo que «son capaces de convencer sólo a los necios, deshonrosos y estúpidos, sólo a los esclavos, a las mujeres y a los niños pequeños»[3]. Actualmente, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, hay significativamente más mujeres cristianas que hombres, y es más probable que las mujeres vayan a la iglesia, lean la Biblia y oren[4] [5]. El cristianismo no está en contra de las mujeres: ¡es el movimiento de mujeres más grande de toda la historia!

¿Qué hay del feminismo?

Algunas personas piensan que el cristianismo está en contra del feminismo, el cual es definido como: «la defensa de los derechos de las mujeres con base en la igualdad de los sexos». No obstante, como hemos visto, el cristianismo en realidad fue la razón por la que las personas comenzaron a pensar que las mujeres son iguales a los hombres. De hecho, muchas de las primeras feministas modernas fueron cristianas. Mujeres como Sojourner Truth y Lucretia Mott hicieron campaña tanto por los derechos de las mujeres como por los derechos de las personas negras, reconociendo que Dios hizo a todos los seres humanos a su imagen. Las primeras feministas cristianas argumentaban que las mujeres eran iguales a los hombres por lo que debían tener los mismos derechos que los hombres para hacer cosas como votar en las elecciones, ser propietarias de casas, trabajar y tener un salario justo acorde a su trabajo. Ellas creían que las mujeres eran iguales a los hombres no a pesar de su fe en Jesús, ¡sino debido a ella! En la Biblia, vemos que el trabajo de las mujeres es valorado en todo tipo de formas. Desde una perspectiva cristiana, el trabajo es valioso ya sea pagado o no, y el cuidado de los hijos es un trabajo extremadamente importante. Algunas de mis amigas cristianas más inteligentes y talentosas se sintieron llamadas a cuidar de sus hijos a tiempo completo. No obstante, criar hijos no es el único trabajo al que las mujeres son llamadas. Cuando Pablo hace una lista de sus compañeros de ministerio al final de su carta a los romanos, él nombra a nueve mujeres, incluyendo a Febe quien entregó la carta (Ro 16:1) y a dos hermanas (creemos), llamadas Trifena y Trifosa, a quienes él describe como «obreras del Señor» (Ro 16:12). No sabemos si estas mujeres tenían hijos o no, pero sí sabemos que estaban haciendo el vital trabajo de esparcir las buenas noticias de Jesús. También sabemos que algunas de las primeras mujeres cristianas tenían trabajos remunerados fuera de casa. Por ejemplo, Lidia es una de las personas cuya historia de conversión leemos en el libro de Hechos. No sabemos si tuvo hijos o no, pero sí sabemos que tenían un hogar y que fue un miembro fundador de la iglesia en Filipo. Se describe a Lidia como una mujer que «vendía telas de color púrpura» (Hch 16:14). También sabemos que Jesús mismo fue sostenido con el dinero de algunas de sus seguidoras mujeres (Lc 8:2-3), por lo que no hay razón para pensar que las mujeres cristianas no debían trabajar fuera de la casa y recibir su salario justo de acuerdo con su trabajo. Por estas razones, me siento cómoda diciendo que soy feminista: feliz de pelear para que las mujeres tengan derechos iguales a los de los hombres. Estoy agradecida por la oportunidad de ser tanto madre como alguien a quien se le remunera por trabajar fuera de casa. Creo que las mujeres deben tener derecho a votar y que deben recibir el mismo salario que los hombres por realizar el mismo trabajo. Sin embargo, muchas cristianas prefieren no identificarse como feministas (a pesar de creer que los hombres y las mujeres son iguales a los ojos de Dios), porque algunas de las creencias que se mezclan hoy con en el feminismo son cosas que los cristianos no pueden aceptar. El ejemplo más importante es una práctica conocida como aborto. Desde los comienzos de la iglesia, los cristianos han enfrentado a culturas circundantes para decir que los bebés son seres humanos preciados por derecho propio y que no son una propiedad. A lo largo de la historia, la gran mayoría de los bebés que han muerto por un aborto (antes de nacer) o por infanticidio (después de nacer) han sido niñas. Esto aún es cierto a nivel global hoy. La idea de estar «a favor de la libertad de elección» (a favor del aborto) significa estar a favor de las mujeres y no se ajusta a esta realidad. Asimismo, no creo que una sociedad que promueva el sexo sin compromiso (que a menudo resulta en embarazos no planificados que pueden terminar en aborto) esté a favor de las mujeres. El sexo sin compromiso tiende a ser malo para la felicidad de las mujeres. En Estados Unidos, más del 80 % de las mujeres que se realizan abortos no están casadas y no cuentan con el apoyo del padre del bebé[6]. Argumentar a favor del aborto se reconoce como «estar a favor de la libertad de elección». Sin embargo, muchas mujeres sienten como si no tuvieran elección, aun si quisieran quedarse con el bebé, porque no tienen el apoyo suficiente. Muchos de los cambios provocados por el feminismo en los últimos cien años han sido positivos. Las mujeres han ganado el derecho a voto, más oportunidades y mayor igualdad. No obstante, construir una sociedad en la cual se promueva el sexo libre de compromiso, en la que no se valora la capacidad única de las mujeres para gestar y dar a luz, y en la que las mujeres embarazadas no suelen recibir el apoyo adecuado, no me parece que esté a favor de las mujeres; de hecho, todo lo contrario.

Este artículo es una adaptación del libro Diez preguntas que todo joven debe plantearse (y responder) sobre el cristianismo, escrito por Rebecca McLaughlin.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Stark, Rodney. 1996. The Rise of Christianity: How the Obscure, Marginal Jesus Movement Became the Dominant Religious Force in the Western World in a Few Centuries. Princeton, NJ: Princeton University Press,. [El surgimiento del cristianismo: cómo el movimiento oscuro y marginal de Jesús se convirtió en la fuerza religiosa dominante en el mundo occidental en un par de siglos].
[2] Kruger, Michael J. 2018. Christianity at the Crossroads: How the Second Century Shaped the Future of the Church Downers Grove, IL: IVP Academic, p. 36. [El cristianismo en la encrucijada: cómo el segundo siglo dio forma al futuro de la iglesia].
[3] Kruger, Christianity at the Crossroads, 34-35.
[4] Pew Research Center. “Gender Composition” cuadros y tablas [Composición de género]. Disponible en:  https://www.pewforum.org/religious-landscape-study/gender -composition/
[5] Pew Research Center. “The Gender Gap in Religion around the World” [El vacío de género en la religión alrededor del mundo]. Publicado el 22 de marzo de 2016. Disponible en: https://www.pewforum.org/2016/03/22/the-gender-gap-in-religion-around-the-world/.
[6] Dudley, Susan. “Women Who Have Abortions,” [Mujeres que se realizan abortos] National Abortion Federation (NAF), revisado en 2003. Disponible en: http://prochoice.org/wp-content/up loads/women_who_have_abortions.pdf.
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¿Es ofensiva la enseñanza bíblica sobre la homosexualidad?
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¿Es ofensiva la enseñanza bíblica sobre la homosexualidad?

Dios los creó hombre y mujer

La Biblia es inequívoca sobre la pregunta de la relación sexual homosexual. Primero, que hombres duerman con hombres está prohibido en la ley judía (p. ej.: Lv 18:22; 20:13). Esto no necesariamente aplica para los cristianos. Muchas leyes del Antiguo Testamento se declaran como no vinculantes en el Nuevo Testamento (p. ej.: restricciones alimentarias). Pero la lógica del matrimonio con personas del sexo opuesto y la prohibición de las relaciones sexuales homosexuales se reafirman en múltiples ocasiones[efn_note]Ver el libro de Robert A. J. Gagnon, La Biblia y la práctica homosexualidad: textos y hermeneuticas (Oregon: Publicaciones Kerigma, 2023) para un tratamiento más detallado de las prohibiciones del sexo homosexual en la Escritura hebrea y cómo se relacionan con los textos del Nuevo Testamento.[/efn_note]. Comencemos con el marco de trabajo de Jesús. A veces, Jesús es caricaturizado como un profeta del amor libre, despreocupado de la ética sexual. No obstante, su enseñanza sobre la moralidad sexual era consistentemente más estricta que la ley del Antiguo Testamento[efn_note]Por ejemplo: «Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5:27-28).[/efn_note]. Por ejemplo, cuando los fariseos le preguntaron a Jesús si es que un hombre podía divorciarse de su mujer «por cualquier causa», Él respondió:
[...] ¿No han leído que Aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra, y dijo: «Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?». Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe (Mateo 19:4-6).
Jesús reafirma que Dios creó a los humanos hombres y mujeres, que el diseño del matrimonio es el de una sola carne y que tiene altas demandas: un hombre no podría divorciarse de su esposa salvo por infidelidad (Mt 19:9). Los oyentes de Jesús se espantaban por lo estricto de su enseñanza (Mt 19:10). Sin duda, Jesús rutinariamente escandalizaba a quienes lo rodeaban al asociarse con aquellos conocidos por su inmoralidad sexual. Sin embargo, lejos de expandir las opciones en cuanto a las relaciones sexuales, Jesús elevó la ley del Antiguo Testamento.

Nada nuevo bajo el sol

Estamos tentados a pensar que las posibilidades sexuales actuales no existían en el primer siglo. No obstante, las referencias repetidas a todo tipo de inmoralidad sexual en el Nuevo Testamento nos recuerdan que las restricciones judeocristianas sobre el sexo siempre fueron contraculturales. La antigua cultura griega permitía las relaciones sexuales entre hombres (normalmente entre hombres adultos y chicos adolescentes) y celebraba el deseo homoerótico. En el mundo antiguo, la homosexualidad solía ser asimétrica. Pero esto también ocurría en el matrimonio heterosexual, que a menudo emparejaba a un hombre en sus treinta con una mujer en sus primeros años de la adolescencia. Y mientras muchas de estas relaciones eran explotadoras y promiscuas, existían modelos culturales para las relaciones homosexuales comprometidas. En el siglo iv a.C., se formó un ejército griego llamado el Batallón Sagrado de Tebas, que consistía en 150 parejas de amantes varones. La teoría era que el vínculo sexual agregado motivaría a los soldados a luchar los unos por los otros[efn_note]Citado en el libro de Louis Crompton, Homosexuality and Civilization [Homosexualidad y civilización] (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2003), 55.[/efn_note]. La cultura romana era más restrictiva, ya que las relaciones sexuales entre ciudadanos hombres eran mal vistas. A pesar de ello, los hombres eran libres de dormir con esclavos hombres y prostitutos. No obstante, Louis Cromptom (siendo un hombre homosexual y pionero en estudios queer) argumenta en su libro, Homosexuality and Civilization, que la naturaleza explotadora de muchas de las relaciones sexuales gay en el mundo antiguo no abre la puerta para reinterpretar el Nuevo Testamento: «en ninguna parte Pablo, ni ningún otro escritor judío de ese periodo, insinúa la menor aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo bajo ninguna circunstancia. La idea de que los homosexuales podrían ser redimidos por la devoción mutua habría sido totalmente ajena para Pablo, para cualquier otro judío o para los primeros cristianos»[efn_note]Citado en el libro de Crompton, Homosexuality and Civilization, 56. N. del T.: traducción propia.[/efn_note]. Cuando examinamos el Nuevo Testamento, encontramos prohibiciones explícitas de las relaciones sexuales homosexuales. Pero, asimismo, encontramos una debilidad sorpresiva en la afirmación de que Pablo, quien escribió la mayoría de los textos relevantes, era un crítico homofóbico. En una carta a su discípulo, Timoteo, Pablo reafirma las prohibiciones escriturales sobre el pecado sexual: heterosexuales y homosexuales. No obstante, él se rehúsa a adoptar una postura moral superior. Al reflexionar sobre cómo los falsos maestros estaban tergiversando la ley, Pablo escribe: 
[...] que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los transgresores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los que matan a sus padres o a sus madres, para los asesinos, para los inmorales, homosexuales, secuestradores, mentirosos, los que juran en falso, y para cualquier otra cosa que es contraria a la sana doctrina (1 Timoteo 1:9-10).
La inmoralidad sexual, incluyendo la inmoralidad homosexual, está entre los pecados del asesinato y la captura violenta de esclavos. La frase «homosexuales» también aparece en 1 Corintios 6:9, donde se traducen dos palabras griegas que parecen especificar parejas activas y pasivas[efn_note]Ver Symposium [El banquete] de Platón, 189c–193e.[/efn_note]. Pablo repetidamente declara que nadie es santo según la ley. Un par de versículos más adelante en 1 Timoteo, él escribe: «Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero» (1Ti 1:15). Lejos de pensar que él es mejor que aquellos cuyo pecado enumera, Pablo se presenta como alguien peor: «blasfemo, perseguidor y agresor» de Jesús (1Ti 1:13), salvado sólo para demostrar que la persona menos merecedora puede ser redimida. ¡Es más, en este capítulo, Pablo se refiere a sí mismo como «el primero» de los pecadores dos veces (1Ti 1:15, 16)!  Cuando Pablo hace referencia a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en su carta a la iglesia de Roma, lo hace a partir de una de descripción de idolatría. Esto tiene sentido en la lógica bíblica más amplia del matrimonio como una imagen de la relación de Dios con su pueblo y, en el contexto cultural más amplio, del rol del sexo en algunos rituales de culto paganos. Pablo describe que las personas abandonan la adoración a Dios y se lanzan a las relaciones sexuales.
Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza. De la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío (Romanos 1:26-27).

Toda la Biblia es ofensiva

Estos versículos condenan las relaciones sexuales homosexuales para mujeres y para hombres. Son incuestionablemente ofensivas. Sin embargo, la realidad es que la Biblia es ofensiva de principio a fin. Cuando el profesor de la Universidad Rice, Jim Tour, era estudiante, un amigo cristiano comenzó a contarle sobre Jesús. Jim no estaba convencido. Él pensaba que era un tipo bastante bueno, entonces toda la conversación de que el pecado lo separaba de Dios lo confundió. Pero cuando su amigo le mostró Mateo 5:27-28, donde Jesús afirma que cualquiera que mire a una mujer con lujuria comete adulterio en su corazón, Jim se dio cuenta de que su adicción a la pornografía lo ponía directamente en esa categoría y finalmente llegó a reconocer a Jesús como el Mesías que su crianza judía le había enseñado a esperar. Con o sin pornografía, si eres un hombre heterosexual, es poco probable que puedas declararte «inocente» ante la acusación de Jesús. Aún peor, Jesús dijo que si tu ojo derecho te hace desear sexualmente a alguien, es mejor sacártelos y entrar al Reino de Dios que permanecer en tu pecado (Mt 5:29). Nadie puede escuchar a Jesús y no escandalizarse, ofenderse ni ser quebrantado por su postura respecto al pecado sexual. No obstante, las palabras más ofensivas de Jesús golpean a las personas más escrupulosamente castas de su tiempo. En una enorme diatriba contra los fariseos hiperreligiosos, Jesús los llama hipócritas, guías ciegos, sepulcros blanqueados, hijos de asesinos y serpientes: «¡Camada de víboras!», grita, «¿Cómo escaparán del juicio del infierno?» (Mt 23:33). No podemos leer la Biblia y no sentirnos ofendidos —incluso condenados— a menos que vayamos como pecadores quebrantados. Si vamos así, seremos tiernamente abrazados.

Este artículo es una adaptación del libro Confrontando el cristianismo: doce preguntas difíciles para la religión más grande del mundo.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.