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Photo of Los cinco «no lo hagas» de la paternidad
Los cinco «no lo hagas» de la paternidad
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Los cinco «no lo hagas» de la paternidad

1. Críticas

Cada año, cuando nuestra familia decora el árbol de Navidad y coloco sobre él una pequeña corona roja y verde con cuentas de cristal, pienso en el pequeño niño que me la regaló cuando era entrenador de fútbol. Su padre, quien era sarcástico y denigrante, solía correr por el costado de la cancha menospreciando a su hijo con palabras como «gallina» y «mujercita». Él fue el único padre a quien le dije que se callara o que se fuera del campo. A veces me pregunto cómo le habrá ido a ese niño, ahora un hombre. Winston Churchill tuvo un padre igual, Lord Randolph Churchill. A él no le gustaba la apariencia de Winston, no le gustaba su voz ni le gustaba estar en la misma habitación con su hijo. Nunca lo felicitó, solo lo criticó. Sus biógrafos han sacado fragmentos de las cartas del joven Winston donde les rogaba a ambos padres la atención de su padre: «mejor me habría resultado ser ayudante de aprendiz de albañil [...] habría sido natural [...] y habría llegado a conocer a mi padre»[1]. Los padres que critican a sus hijos suelen llevarlos al desánimo. La versión paralela de este «no lo hagas» en Colosenses 3:21 indica que los niños amagados por el fastidio y la burla[2] sufren desaliento (NBLA), como un caballo cuyo espíritu ha sido quebrantado. Puedes ver esto en la manera en que se mueve el caballo y puedes verlo en los ojos y en la postura de un niño abatido. La crítica llega de muchas maneras, además de las palabras obvias. Algunos padres nunca celebran a sus hijos por principio, «cuando felicito lo hago con sinceridad», el tema es que nunca lo hacen. También hay elogios débiles, elogios ambiguos como el que se le da a un niño cuando acaba de marcar un gol: «eso estuvo bien, hijo; ahora hazlo mejor la semana que viene». A menudo no son las palabras, sino el tono de voz o los ojos distraídos lo que lo dice todo. ¿Por qué algunos padres son tan criticones? Quizá es por la manera en que sus padres los trataban a ellos. Quizá sean simplemente personas críticas que lo disimulan bien en público, pero que no pueden contenerse en medio de la presión de las relaciones familiares. Para tales padres, la Palabra de Dios es como una flecha directa al corazón: no exasperen a sus hijos con sus críticas.

2. Demasiado rigor

Algunos padres exasperan a sus hijos siendo demasiado estrictos y controladores. Ellos necesitan recordar que criar niños es como sostener una barra de jabón mojada: si aprietas muy fuerte, se te escapa de las manos, si no lo sostienes con suficiente firmeza, se te escapa de las manos. Un agarre suave, pero con firmeza, mantiene el control. No podemos ni empezar a calcular los estragos que ha dejado la sobre rigurosidad en la comunidad cristiana evangélica a través de los años. He tenido la oportunidad en mi ministerio de enterrar a personas que vivieron prácticamente la totalidad de sus setenta años como reacción al duro legalismo de su crianza: barras de jabón perdidas que nadie pudo lograr levantar. Otros no fueron tan trágicos. Llegaron a renunciar al legalismo de manera bíblica y teológica, pero incluso así lucharon emocionalmente con él por el resto de sus vidas. ¿Por qué algunos padres son tan excesivamente estrictos? Muchos lo son porque están intentando proteger a sus hijos de una cultura cada vez más filistea, y las reglas represivas parecen ser la mejor manera de lograrlo. Otros simplemente tienen personalidades controladoras y usan las reglas, el dinero, las amistades o la influencia para gobernar las vidas de sus hijos. La Biblia, leída de modo legalista, se convierte en una licencia para poseer y dominar. Otros entienden erróneamente su fe en términos de Ley en lugar de gracia. Algunos hombres son demasiado estrictos porque les preocupa lo que pensarán los demás. «¿Qué van a pensar si mi hijo va a este lugar… o si usa esta ropa… o si lo oyen escuchando esa música?». No pocos hijos de predicadores han sido catapultados a la rebelión porque sus padres exprimieron sus vidas para cumplir con las expectativas de sus feligreses. ¡Qué gran pecado contra nuestros hijos! En lugar de eso, deberíamos comenzar nuestra paternidad sosteniendo cariñosamente a la pequeña e indefensa barra de jabón, pero a medida que vaya creciendo, gradual y sabiamente ir soltando el agarre. Como padres conscientes, debemos decir que «no» a muchas cosas. Por eso, deberíamos tratar de decir «sí» lo más posible y reservar los «no» para las situaciones realmente importantes. Debemos ser bíblicos en nuestros «no» y, a medida que crecen nuestros hijos, debemos estar preparados para analizar las reglas según la Biblia y los principios. Debemos aprender a confiar en que Dios dirigirá la crianza de nuestros hijos, reconociendo que ellos deberán aprender a tomar decisiones por sí mismos. Padres, no exasperen a sus hijos siendo demasiado estrictos. Aprendan a sostener sus vidas con la presión de Dios y a moldearlas con su amor.

3. Irritabilidad

Todos lo hemos visto, ¡y hasta quizás lo hemos hecho! El padre cruza la puerta después de un día bajo presión, preocupado y con el ceño fruncido. Su hijo de tres años viene corriendo a él, pero papá está ocupado desahogándose con su esposa. «Un momentito, Jimmy». Jimmy tironea los pantalones de su papá, no hay respuesta. ¡Tira otra vez! Su padre explota, lo levanta, y le da una paliza por ser «maleducado». Solo el Señor sabe cuántos niños «sufren desaliento» por los «días difíciles» de sus padres. La vida es a veces como una caricatura en la que el jefe está malhumorado con un empleado; su empleado, a su vez, llega a casa y está irritable con sus hijos; su hijo patea al perro, su perro sale corriendo por la calle y muerde a la primera persona que ve: ¡al jefe! Nosotros, los padres, nunca debemos dejar que nuestras presiones nos dirijan a este ciclo infeliz. ¡El costo es demasiado alto!
Hay quienes dicen que a todos tratas bien, pero que cuando estás en casa con la esposa y los niños, ¿eres malo como el diablo?
¡Tus hijos lo saben!

5. Inconsistencia

Pocas cosas exasperarán más a un niño que la inconsistencia. Apiádate caballo que tiene un jinete que le da señales contradictorias al clavar los tacos en su costado al mismo tiempo que tira de las riendas. Apiádate aún más del niño a quien un padre caprichoso le cambia las reglas, y quien siempre está exasperado por los mensajes conflictuados que recibe. Padres, pueden perdonarse a sí mismos diciendo: «estoy demasiado ocupado… la memoria no es mi fuerte … ¡Solo soy una persona espontánea!». Pero tus hijos no lo harán. Sean consistentes. ¡Nunca jamás hagan una promesa a sus hijos que no vayan a cumplir! ¿Recuerdan las promesas incumplidas? ¿Una salida a andar a caballo que nunca sucedió? ¿Una visita a la heladería o al estadio? Puede que tú lo olvides, pero tienes un pequeño niño o una pequeña niña que lo recordará dentro de ochenta años.

5. Favoritismo

Uno de los pecados más exasperantes y condenables que puede cometer un padre contra sus hijos es el favoritismo. Digo esto a pesar de ser el último en recomendar un trato igual para todos tus hijos. Algunos niños necesitan más disciplina, algunos necesitan más independencia. Algunos necesitan más estructura, algunos necesitan menos. Sin embargo, ningún niño debería ser favorecido por encima de otro. El favoritismo fue el pecado funesto de Isaac, quien favoreció a Esaú por sobre Jacob. Irónicamente, también fue el pecado abominable de Jacob, quien favoreció a José por sobre sus hermanos. ¡De tal padre que muestra favoritismo, tales hijos despreciados! ¡Qué devastador, qué desalentador saber que eres menos favorecido, menos amado!

Conclusión

Hombres, el gran «no lo hagas» de la paternidad es: «no exasperen a sus hijos», y la vida nos dice que los «no lo hagas» que derivan de eso son:
  • No seas criticón.
  • No seas demasiado estricto.
  • No seas irritable.
  • No seas inconsistente.
  • No muestres favoritismos.
Dios ha creado a nuestros hijos con sus corazones enfocados en nosotros. ¡Nuestro poder es asombroso! Debemos tomar en serio la Palabra de Dios.

Este artículo es una adaptación de Las disciplinas de un hombre piadoso por R. Kent Hughes.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

[1] William Manchester, The Last Lion: Winston Spencer Churchill [El último león: Winston Spencer Churchill]; Visions of Glory: 1874-1932 [Visiones de gloria: 1874-1932] (Boston: Little, Brown and Company, 1983), pp. 187-188, citando a Churchill:

«Mejor me habría resultado ser aprendiz de ayudante de albañil, o hacer mandados como mensajero, o ayudar a mi padre a decorar los escaparates de una tienda de comestibles. Esto habría sido real; habría sido natural; me hubiera enseñado más, y habría llegado a conocer a mi padre, lo que hubiese sido una alegría para mí».

[2] Peter T. O’Brien, Colossians, Philemon [Colosenses, Filemón], Word Biblical Commentary, Vol. 44 (Waco, TX: Word, 1982), p. 225.