Nicole Whitacre es esposa y madre de cuatro hijos. Ella es coautora de Girl Talk [Conversaciones de mujeres], Shopping for Time [Hacerse el tiempo] y Belleza verdadera. Junto a su mamá y hermanas escribe en el blog GirlTalkHome.com, un blog sobre la femineidad bíblica.
Cómo hablar de la belleza con nuestros hijos
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: Cristian Morán
Cuidemos la forma en que nuestros hijos conciben la belleza
Como padres, debemos dar lo mejor de nosotros para proteger a nuestros hijos de la influencia de los mensajes falsos y destructivos que nuestra cultura envía sobre la belleza. Pero ¿cómo debemos hacerlo? A continuación les presentaré algunas sugerencias.
Cuidemos sus héroes
Los niños coleccionan héroes: las personas o los personajes en los que ellos quieren convertirse. Esto significa que, como padres, debemos vigilar y supervisar sabiamente los afectos de nuestros hijos. ¿Cuáles son los héroes de nuestros hijos? ¿A quiénes admiran y tratan de imitar? A menudo, los primeros héroes de nuestros hijos son los personajes que ven en la televisión o los juguetes con los que juegan. A medida que crecen, pueden mirar a atletas, a actores o a músicos. Estas personalidades pueden moldear muy profundamente el desarrollo de los deseos y creencias de nuestros hijos.
Cuando nuestros hijos se identifican con estos «héroes» —queriendo vestirse como ellos, hablar como ellos o ser como ellos—, absorben los mensajes que estos entregan sobre la belleza. Tengan en consideración: ¿qué nos dicen la televisión, la música y los juguetes que permites en tu hogar sobre la belleza de Dios y la belleza interna que Él demanda? ¿Los personajes del programa de televisión favorito de tus hijos alardean de su vanidad y falta de modestia? ¿Los juguetes con que juegan promueven una perspectiva impía de la belleza física? Como padres, ayudemos sabiamente a nuestros hijos a elegir a sus héroes.Cuidemos su infancia
Los niños son hermosos, en gran parte, porque aún no lo saben. Por ejemplo, una niña pequeña está fascinada con el mundo y no trata de atraer la atención de otros con su apariencia. Esta falta de autoconciencia es un don de Dios y está diseñada para ser disfrutada. Sin embargo, a veces, como padres, interrumpimos prematuramente su feliz ignorancia al fijarnos excesivamente en su apariencia.
Busquemos proteger la infancia de nuestras hijas en vez de seguir la tendencia cultural de apresurar prematuramente a las chicas jóvenes a convertirse en mujeres antes de tiempo. Procura discernir las tentaciones de tu hija a la vanidad y el egocentrismo. Intencionadamente limita el tiempo, el dinero y las conversaciones que tienes con ella (o que le permites tener) sobre su apariencia. Si es necesario, considera retrasar el uso de ciertos accesorios que realcen su belleza, tales como joyas o cosméticos. Llévalas a centrar su atención en Dios y en los demás. Practica desde el comienzo la forma en que quieres que actúen en lo sucesivo.Cuidemos sus amistades
Los amigos verdaderos nos enseñan a amar la verdadera belleza. Y a la inversa, los amigos superficiales y egocéntricos pueden estimular aquellas tendencias pecaminosas que ya están obrando en nuestros corazones. Una madre sabia vigilará cuidadosamente las amistades de su hija. Tengan en consideración: ¿de qué hablan más sus hijas y sus amigos cuando están juntos? ¿Cuáles son sus pasatiempos y actividades favoritas? ¿El tiempo con sus amigas hace que se obsesione más consigo misma, con la última moda, con ser físicamente hermosa? Ayudemos a nuestras hijas a elegir sus amigos de forma sabia y a convertirse en el tipo de amiga que influye para que otros sirvan y obedezcan a Dios. Esto puede implicar limitar el tiempo que dos niñas pasan juntas o tomar un rol más proactivo en elegir sus actividades cuando estén juntas.
Como madres, deberíamos buscar crear entre nuestras hijas y sus amigas una cultura de amistad que promueva y cultive la belleza verdadera. Las amistades basadas en la confianza en Dios y en hacer buenas obras ayudarán a nuestras hijas a crecer para ser realmente hermosas.Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.
¿Cómo me compararé?
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.
Una mujer a seguir
Carácter Probado
La demostración de un carácter genuino requiere tiempo y pruebas. Una mujer debe ser una cristiana fiel durante cierto período de tiempo y pasar por pruebas de fe que den como resultado una mayor madurez y firmeza (Stg 1:3-4). En palabras de Tito 2, es reverente y piadosa, y tiene un autocontrol sobre su lengua y su cuerpo. Todavía no es perfecta, pero ha sido probada. Esto significa que una mujer «mayor» puede ser muy joven. Una chica menor de veinte, pero que ha atravesado la adolescencia con pureza, rectitud, y amor por la familia y la iglesia, puede ser una mujer mayor para las chicas más jóvenes. O la esposa de un pastor joven puede ser un ejemplo de piedad para los miembros mayores de la congregación de su marido. Una mujer mayor no necesita haber superado toda clase de pruebas, sino sólo haber superado bien las suyas.Estilo de vida fructífero
Para identificar a la mujer mayor piadosa, mira a quienes la rodean, empezando por su familia. La Biblia empieza por ahí (Tit 2:3-5; 1 Ti 5:3-14). ¿Es esta mujer fiel a su marido y a sus hijos, a sus padres y a su casa? ¿Deja tras sí la hermosa estela de un servicio sacrificado en la iglesia? La mujer mayor piadosa puede tener un hijo descarriado o un marido difícil, o haber pasado horas aconsejando a una mujer que se ha extraviado de la fe. Sin embargo, también tendrá abundantes frutos en su matrimonio y la crianza de sus hijos, y en las vidas de las mujeres que ha aconsejado y servido. El año pasado, una prominente revista cristiana publicó un artículo titulado: «50 Mujeres a Observar», y se me ocurrió que las cincuenta mujeres a observar son probablemente las que nadie está mirando (excepto, tal vez, un niño pequeño, o un anciano dependiente, o una mujer afligida). Las mujeres a observar están probablemente sirviendo en secreto, y es por eso que a menudo vemos los frutos de las mujeres piadosas antes que a las mujeres mismas. Por lo tanto, debemos ser juiciosas. No debemos asumir automáticamente que una mujer a seguir sea esa mujer de nuestra iglesia que tiene personalidad, ganas de enseñar a otras, o la capacidad de escribir buenos libros. Mira más de cerca su vida; observa sus frutos. Sigue a una mujer como la que quisieras ser. Sigue a una mujer fructífera.Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk.
Un caso de culpabilidad maternal
Al contrario de lo que nuestra cultura nos dice, es correcto y bíblico tener una opinión negativa sobre nosotras mismas. Lo que está mal es tener una opinión muy negativa de la persona, de la obra y de las promesas del Redentor. Por esta razón, la próxima vez que un caso de culpabilidad maternal nos golpee, preguntémonos: ¿me siento culpable porque quebranté una ley de Dios o una de mis propias «leyes»? Y si quebrantamos una de las leyes de Dios, permitámonos tener una opinión negativa de nosotras mismas. Admitamos nuestra culpabilidad y pidámosle a Dios (y a nuestros hijos, si corresponde) que nos perdone. Pero tengamos una opinión correcta de Cristo. En vez de revolcarnos en el pensamiento de «la horrible madre que soy», contemplemos inmediatamente a la persona, a la obra y a las promesas de Dios. Agradezcámosle por su maravillosa gracia revelada en la cruz y en la obra de nuestra maternidad. Confiemos en su promesa de que nos ayudará en tiempos de necesidad. Ésta es la forma de obtener verdadera libertad de la culpabilidad maternal.¿Dices que te sientes abrumada por la culpa y por la sensación de indignidad? Bueno, es cierto que no puedes estar tan consciente de los males dentro de ti, pero podrías estar, y de hecho lo estás, controlada y afectada incorrectamente por ellos. Dices que es difícil entender cómo un Dios santo puede aceptar a una persona tan terrible como tú. Con esto, no sólo expresas una opinión negativa sobre ti misma, la cual es correcta, sino que también una opinión muy negativa de la persona, de la obra y de las promesas del Redentor, lo que es incorrecto.
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: María José Ojeda
Cómo sacar el máximo provecho de la predicación
Prepárate
Necesito preparar mi corazón y mi agenda. Los puritanos me enseñaron esto hace años. Ellos empezaban a preparar sus corazones la noche del sábado a la espera del servicio matinal del domingo. Podemos preparar nuestros corazones leyendo el pasaje que será predicado, o pasando tiempo en oración para calmar nuestros corazones, confesar nuestro pecado, y pedir luz. Una forma práctica de prepararnos es adelantar nuestra comida y nuestra vestimenta y procurar tener una mañana tranquila. Podemos evitar acumular eventos que nos hagan correr la tarde del sábado y nos dejen agotados para la mañana del domingo.Escucha
Aunque la comunión anterior y posterior a la reunión dominical es una señal visible de la salud de nuestras relaciones con el pueblo de Dios, escuchar la predicación debería ser nuestra primera prioridad. Esto puede implicar evitar la tentación de revisar nuestro smartphone, evitar que nuestra mente divague durante el servicio, o pedirle a Dios que nos dé gracia para concentrarnos únicamente en lo que el predicador está diciendo. Sé que para las mamás con niños o bebés muy dependientes puede ser difícil escuchar el sermón del domingo —o incluso imposible—, pero anímate: esta etapa pasará pronto y, si estás cuidando de un niño especial, estás haciendo lo que Dios te ha llamado a hacer. Pon atención, sin embargo, a aquellas formas en las cuales tú también puedas priorizar escuchar. Quizás puedas ajustar los horarios de alimentación de tu hijo o traerle juguetes/colaciones. Si estás en una sala aparte con recepción de video, haz que el objetivo más importante sea escuchar el sermón (y no charlar con amigos). Gracias a la tecnología moderna, puedes también beneficiarte de escuchar el sermón en algún otro momento de la semana.Aplica
Varias mujeres «mayores» piadosas que conozco tienen como prioridad revisar los sermones de los domingos en la tranquilidad de los lunes por la mañana. Para mí ha sido un hábito esporádico, pero cada vez que lo hago saco provecho de ello. Una de mis prácticas favoritas es escoger un buen comentario bíblico que, en mis momentos de calma, me ayude a estudiar el libro de la Biblia que se está predicando. Finalmente, no tomes a la ligera el hecho de que, durante la predicación de la Palabra de Dios, puedes ser convencida de pecado o animada a cambiar. ¡Actúa de acuerdo a ello! Es el Espíritu Santo quien te habla a través de la Palabra y ansía ayudarte a aplicarla. Y un pensamiento más: es aleccionador para mí recordar que mis hijos están mirando. Quiero hacer más que simplemente contarle a Jude que la Biblia es lo más importante para mí. Quiero vivirla. Ahora bien, esta lista no es exhaustiva en absoluto, pero he querido agrupar algunas ideas en un artículo. No pretendo que sea abrumadora —especialmente para las mamás con niños—, sino que, partiendo por mí misma, quiero incitarnos a todas a amar más la Palabra de Dios. Empecemos de a poco, pero empecemos. Hagamos que la predicación de la Palabra sea lo más importante de nuestra semana.Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk. | Traducción: Cristián Morán
¿A quién seguiremos en el nuevo año?
Comparación pecadora: un dolor de cuello
Es enero nuevamente y las redes sociales están tapadas de deseos y de buenos propósitos para este Año Nuevo, recuerdos del año que pasó y predicciones sobre el año que se avecina. Sin embargo, el Año Nuevo puede venir con un inesperado efecto secundario: el dolor de cuello que nos da por mirar a nuestro alrededor a todos los demás y comenzar a preocuparnos de que quizás ellos lo han hecho mejor que nosotras. Con cada mirada que le damos a nuestras noticias de Facebook, la presión empeora y los nudos se tensan. Quizás este año no fue un año maravilloso para ti. Tal vez estuvo lleno de retrasos y frustraciones, desilusiones y desafíos. No obstante, pareciera (si es que se puede creer en Facebook) que todo el resto tuvo un año emocionante y exitoso. Todos se casaron y tuvieron bebés; los negocios en casa de todos fueron exitosos; hicieron nuevos amigos, tuvieron maravillosas vacaciones y sus hijos destacaron en la escuela; todo el resto bajó de peso. Todos pudieron, pero nosotras no. Mientras más pensamos sobre ello, más inquietas, ansiosas e insatisfechas nos sentimos. En la búsqueda de una cura, podríamos verter nuestras penas en las redes sociales y ver cómo se amontonan los «me gusta» de empatía, pero de alguna manera nunca llenan hasta al tope nuestro vacío estanque de amor. O manifestamos (demasiado, a mi parecer) que no nos importa en lo más mínimo lo que las personas piensan. Nos enorgullecemos de nuestra casa y de nuestras vidas desordenadas. Lo llamamos «ser reales». Quizás tratamos de liberar la tensión al insultar a otros. Si no podemos sentirnos mejor respecto a nosotras mismas, al menos podemos crearnos alguna compañía para nuestra miseria. No es que hayamos decido ser más quejumbrosas y más envidiosas para el año que viene, pero cuando comenzamos a compararnos pecaminosamente, estamos muy cerca de actuar de esa manera. Si sembramos semillas de «envidia amarga y ambición egoísta» al comienzo del año, con seguridad surgirán como malezas que asfixiarán nuestro crecimiento en piedad a lo largo de todo el año (Stg 3:14). Nuestro Salvador nos confronta misericordiosamente con nuestra comparación pecaminosa en Juan 21. La escena viene luego de su resurrección. Él acababa de restaurar a su discípulo, Pedro, y luego le da la noticia: tendrás una muerte terrible. Empatizamos mucho con Pedro, quien torció su cuello para mirar hacia su amigo Juan y preguntarle a Jesús, «¿y este, qué?», «¿y a ti qué?», Jesús le dijo a Pedro, «tú, sígueme». La reprensión amorosa de nuestro Salvador resuena en nuestros oídos. Lo hizo con esa intención. El propósito que él tenía para sus palabras era protegernos de la comparación pecaminosa que nos distraería de nuestro llamado, reprimiría nuestro crecimiento en santidad, dañaría nuestras relaciones, deshonraría su santidad y nos entristecería. Y así él nos invita, o más bien, nos ordena a seguirlo. Lo seguimos al meditar en su Palabra en vez de anhelar lo que otros tienen, al dar cualquier paso de obediencia que él nos pide hoy y al regocijarnos con otros cuando ellos reciben bendiciones de Dios. Al principio del Nuevo Año, recibamos la amorosa reprensión y la misericordiosa invitación de nuestro Salvador. Sí, todo el resto podría parecer estar listo para ser más rápidos, mejores, más lindos, más inteligentes y más exitosos este nuevo año, pero «¿y a ti qué? Tú, sígueme».Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk. | Traducción: María José Ojeda
Enseñémosles a nuestros hijos sobre el trabajo
los llame a hacer).
Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk. | Traducción: María José Ojeda
Ayudemos a nuestros hijos a vencer la envidia
1. Hablen con sus hijos sobre la envidia
Hablen con ellos cuando los vean tentados a envidiar y también antes. En primer lugar, explíquenles lo que es la envidia: no solo se trata de querer lo que alguien más tiene («¿¡por qué no puedo tener un Iphone también!?»), sino que es el resentimiento que sentimos hacia alguien debido a tiene lo que uno desea («ella no me agrada»). Entonces, comiencen con el décimo mandamiento y viajen a lo largo de la Escritura (una simple búsqueda en internet les ayudará a comenzar). Hablen sobre lo que Dios piensa sobre la envidia (pista: es bastante malo). Muéstrenles cómo la envidia es lo que una vez Jonathan Edwards llamó «la más insensata automutilación» porque hace miserable a quien envidia. Llévenlos a meditar en Juan 21 y háblenles sobre el antídoto que Jesús da para la envidia.2. Ayuden a sus hijos a arrepentirse de la envidia
Si sus hijos han caído en el pecado de la envidia, ayúdenlos a identificar con exactitud a quién envidiaron, dónde y por qué lo hicieron. Llévenlos a hacer una oración específica de arrepentimiento. Recuérdales el perdón que tienen por medio de la muerte de Cristo en la cruz y el poder el Espíritu Santo para ayudarlos a cambiar. Animen a sus hijos, pues Dios les está revelando misericordiosamente este pecado ahora como una señal de su misericordia y bondad. Si pueden aprender a alejarse de la envidia desde pequeñitos, pueden evitar años de infelicidad.3. Denles a sus hijos un plan para vencer la envidia
- Identifiquen la envidia. Ayúdenlos a reconocer los sentimientos de envidia y lo que significan. Las emociones de envidia son como una alarma que nos dice que hay un fuego pecaminoso en nuestros corazones y que necesitamos apagarlo de inmediato.
- Dejen de comparar. La comparación es la base de la envidia. Si no hay comparación la envidia pasa hambre y muere. Por lo tanto, enséñenles a sus hijos a dejar de mirar a otros, a dejar de pensar en lo que el otro tiene o en su aspecto o en lo que puede hacer.
- Comiencen a agradecer. La envidia muere en un alma agradecida. Ayuden a sus hijos a hacer una lista de los muchos buenos regalos que Dios les ha dado y luego ayúdenlos a agregar más cosas a esa lista. Ayúdenlos a guardar esa «lista de agradecimiento» y vuelvan a leerla en cualquier momento en que ellos se vean tentados a compararse o a envidiar a alguien. Para cada pensamiento envidioso sobre lo que ellos no tienen, enséñenles a orar y agradecer a Dios lo que sí tienen.
Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk en esta dirección.
¿Quién está cuidando de mamá?
Como escribe J.I. Packer:
Lo que interesa por sobre todo, por lo tanto, no es, en última instancia, el que yo conozca a Dios, sino el hecho más grande que está en la base de todo esto: el hecho de que él me conoce a mí. Estoy esculpido en las palmas de sus manos. Estoy siempre presente en su mente... Lo conozco porque él me conoció primero y sigue conociéndome. Me conoce como amigo, como uno que me ama; y no hay momento en que su mirada no esté sobre mí, o en que su ojo se distraiga de mí; no hay momento, por consecuencia, en que su cuidado [por] mí flaquee. Se trata de un conocimiento trascendental. Hay un consuelo [indescriptible] —ese tipo de consuelo que proporciona energía, téngase presente, no el que enerva— en el hecho de saber que Dios está conociéndome en amor de forma constante, y de que me cuida para bien.No tenemos que gritar «cudao» para obtener la atención de Dios. Él ya nos está mirando; ya se está preocupando; ya sabe lo que necesitamos. Es más, cuando lo invocamos es porque primero él provocó que orarámos. Somos sus hijas en Cristo, por lo que no existe un solo momento en el que los ojos de nuestro Padre celestial no estén sobre nosotras. Él siempre vela por nuestro bien. Este, mis queridas mamás, es un consuelo indescriptible, ¡y que nos llena de energía! No sé ustedes, pero eso es exactamente el mejor regalo que esperaría recibir.
Publicado originalmente en GirlTalk.
Seis maneras en que las mamás pueden mostrar amor a sus hijas
Nadie tiene todo resuelto
Aunque la maternidad, como institución, ha existido por milenios, aún no conozco a una madre que realmente piense que ha llegado a dominarla. Todas nos equivocamos en el camino; cometemos los mismos errores, buscando desesperadamente consejos, soluciones y principios sensatos. Hasta que llega el momento en que nuestras hijas se convierten en adolescentes y podemos perder las esperanzas de alguna vez triunfar como madres –para qué hablar de transmitir el lenguaje de la femineidad bíblica–. Sin embargo, si sólo nos valiéramos de la Santa Escritura, encontraríamos la sabiduría y la dirección que buscamos con tanta desesperación. No debemos descuidar la Palabra de Dios mientras buscamos sabiduría falsa en el consejo mundano.Amor tierno
En Tito 2, encontramos un perla genuina de sabiduría de crianza. Nos dice que “amemos a [nuestros] hijos” (v.4) tiernamente. Pues bien, sé que aman a sus hijas; morirían por ellas y a veces sienten que ya lo han hecho muchas veces. Han sufrido el parto y el alumbramiento o los innumerables obstáculos del proceso de adopción, sólo para despertar un sinfín de veces cada noche para alimentar a sus pequeñas hijas. Cambiaron sus pañales, les enseñaron a usar la bacinica y a vestirse sola; las ayudaron con las tareas de la escuela, les prepararon tres comidas al día, lavaron, plancharon su ropa y condujeron tantas horas, llevando niños de aquí para allá, que ahora sus autos parecen más sus hogares que sus propias casas. Son mamás y las madres somos buenas para amar sacrificialmente. Es un aspecto esencial de la maternidad; sin embargo, el amor del cual nos habla Tito 2 es un amor tierno; es cálido, afectuoso, amoroso para criar. El pasaje habla de gozo y de disfrute en la relación con nuestras hijas. Una prueba simple de la eficacia del amor tierno necesita sólo un momento de introspección. ¿Acaso no respondemos todas mejor a una persona que se ve interesada en nosotras y manifiesta su cariño que a alguien que trata de forzarnos o manipularnos a cumplir sus deseos? Nuestras hijas no son distintas. La disciplina, la corrección y la formación no son efectivas e incluso son perjudiciales cuando el amor tierno no está presente. No obstante, estas mismas técnicas son mucho mejor recibidas si vienen junto a una mano amable y suave. El lema bíblico que dice que debemos tratar a otros como queremos que nos traten a nosotras definitivamente se aplica aquí. ¿No fue acaso un amor tierno el que el Salvador nos mostró cuando nos concedió su salvación? Él nos guía con “lazos de amor” (Os. 11:4), y “no nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades” (Sal. 103:10). Por lo tanto, la razón más importante para amar tiernamente a nuestras hijas es porque así les mostramos el amor de Cristo. Existe un sinnúmero de formas de expresar nuestro amor tierno específica, constante, creativa y sinceramente a nuestras hijas. A continuación, simplemente compartiremos seis sugerencias prácticas:1. Ore
La oración de una madre piadosa “puede lograr mucho” (Stg. 5:16), así que, ¿quién mejor que nosotras para orar por nuestras hijas? Nadie las conoce de la forma en que nosotras las conocemos. Nadie está más familiarizada con las tentaciones y las presiones únicas que ellas enfrentan cada día. Nadie puede orar mejor por ellas o con mayor compasión que nosotras. Debemos comprometernos a amar a nuestras hijas al orar fielmente por ellas. Es más, debemos contarles que lo estamos haciendo. Como Charles Spurgeon dijo una vez, “ningún hombre puede hacerme mayor bien en este mundo que orar por mí”.2. Tome interés
Descubramos intencionalmente los pasatiempos de nuestras hijas y lo que hacen en su tiempo libre. Entablemos conversaciones con ellas al respecto y aprendamos a compartir junto a ellas con entusiasmo. Incluso podemos ir más allá y unirnos a sus actividades favoritas. Por ejemplo, a mi hija Kristin le apasiona el arte de la cocina. Así que acordé que tomáramos algunas clases de cocina gourmet que ofrecía el municipio. Esto permitió que ambas compartiéramos una experiencia significativa y fue una forma tangible de expresar mi amor tierno por Kristin. “Interesarse” no requiere gastos, pero sí un llamado a tener un corazón amoroso y lleno de entusiasmo por las cosas que sus hijas disfrutan.3. Escuche atentamente
Oídos atentos suponen un entusiasmo por escuchar todo lo que tenga que ver con los pensamientos, los sentimientos y las vivencias de nuestras hijas. Es más que sólo mantener nuestra boca cerrada; el acto de escuchar significa que debemos tener contacto visual completo y no tener una mirada perdida. No debemos interrumpir, bostezar o responder apresuradamente. Cuando escuchamos cuidadosamente animaremos a nuestras hijas a mostrarnos sus almas y a compartir sus pensamientos más íntimos. Por lo tanto, ¡que nuestras hijas sepan que queremos saber todo lo que quieren contarnos!4. Aliente, aliente, aliente.
Los Proverbios nos dan suficiente prueba de que las palabras de aliento reaniman el alma de nuestras hijas: “panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos” (16:24); “la palabra buena lo alegra [o alegra a sus hijas]” (12:25); “la lengua apacible es árbol de vida…” (15:4). Preguntémonos: ¿Las palabras que nuestras hijas escuchan de nosotras, son principalmente de condenación y de corrección o positivas y edificantes? ¿Nuestras palabras les dan vida y las alegran? Aunque la corrección es necesaria en ocasiones, nuestras hijas deben ser recipientes constantes de nuestro incentivo. Este incentivo puede entregarse en muchas formas y por muchas razones. Podemos escribirles una nota, enviarles un correo electrónico, animarlas frente a alguien más o simplemente decirles que las amamos. Podemos resaltar las cualidades de su personalidad y sus talentos únicos que apreciamos. Podemos hacer notar las formas en las que han crecido en su pasión por Dios o en alguna de las virtudes de la femineidad bíblica; podemos recordarles cómo Dios la ha ayudado en momentos de dificultad. Todos éstos son ejemplos de lo que mi esposo llama “evidencias de la gracia de Dios” –maneras en las que Dios actúa en la vida de nuestras hijas–. No debemos dejar pasar un sólo día sin comunicar estos alentadores pensamientos con ellas.5. Exprese afecto
Debemos colmar de afecto a nuestras hijas desde el momento en que se levantan hasta que se van a dormir. Podemos hacerlo verbalmente al sólo decir “te amo” muchas veces al día. Asimismo, podemos expresar afecto físico por medio de abrazos y besos. En medio de la corrección, debemos reafirmar que las amamos, recordándoles que las disciplinamos por esa razón. No queremos que nunca lleguen a dudar por un sólo momento respecto a nuestro amor por ellas.6. Construya recuerdos
Una de mis formas favoritas de expresar amor tierno a mis hijas era organizar paseos especiales y buscar formas únicas de construir recuerdos. Hoy tenemos toda una colección de ellos que a menudo volvemos a recordar con cariño y risas. Tanto las actividades planificadas como los momentos espontáneos son potenciales recuerdos si es que ponemos un poco de creatividad. No olvidemos sorprenderla una o dos veces. ¡Todos aman las sorpresas!Sembrando el evangelio
Estas ideas son sólo muestras de las innumerables formas en las que podemos expresar amor tierno. Por último, este amor hará que nuestra amistad y nuestro hogar sean un lugar seguro para nuestras hijas. Seamos el tipo de madres amorosas y cariñosas con las que nuestras hijas quieren pasar tiempo. El amor tierno esparce las semillas del evangelio en la vida de nuestras hijas con generosidad. Podemos confiar en Dios en que hará que esas semillas se arraiguen y crezcan en un amor maduro por él. Esta publicación es una adaptación del libro de Carolyn Mahaney y Nicole Whitacre Girl Talk [Charla de mujeres]Descubre más sobre el libro Girl Talk ingresando aquí. | Traducción: María José Ojeda
Cuatro mujeres que trabajaron duro
Nuestro trabajo importa más de lo que pensamos
La mayoría del tiempo, nuestro trabajo para el Señor parece insignificante y sin valor. En especial, cuando parece producir tan poco en términos de éxito medible. Nos llaman a organizar un evento de difusión, pero casi nadie asiste; invertimos muchas de nuestras horas para aconsejar a una mujer que decide que decide ser mentoreada por alguien más; preparamos otra cena para otra nueva mamá, pero es algo que todos esperan que hagamos. Y así medimos nuestros servicio de la manera en la que medimos todo lo demás: por los resultados, por cuán llenas nos hace sentir o por el agradecimiento que recibimos. Francamente, es desanimante. No obstante, Pablo no alaba a estas mujeres por alcanzar un cierto número de objetivos, ni por la organización exitosa del evento más grande de la iglesia en la historia de la iglesia local, ni siquiera por la agradable sensación de satisfacción que provocan sus esfuerzos. Así no es la forma en que Pablo mide el éxito del Evangelio. Aquí, al final de su gran tratado teológico, él alaba a cuatro mujeres comunes y corrientes por una cosa: trabajar duro. El verbo aquí implica «trabajo arduo». Estas mujeres pusieron toda su energía para promover la misión del Evangelio. No sabemos si estas mujeres lograron mucho o poco en términos de resultados terrenales «medibles», pero sí sabemos que fueron extremadamente exitosas. Recibieron uno de los honores más grandes en la historia del ser humano: ser alabadas, por su nombre, en la eterna Palabra de Dios. ¡Por eso sí vale la pena trabajar duro! Así que si se han sentido desanimadas recientemente; si comenzaron a preguntarse si su trabajo en la iglesia es una gran pérdida de tiempo y de talento, no se desanimen. Ya sea que otros reconozcan sus esfuerzos o no, Dios sí lo hace. Él llamó a estas cuatro mujeres y las llama a ustedes también hoy. Anímense y no se den por vencidas. Sigan trabajando duro para el Señor. O como el autor de Hebreos nos anima diciendo, «porque Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como lo siguen haciendo» (6:10).Nuestro trabajo importa menos de lo que pensamos
A menudo, puede parecer que las personas sólo notan a las mujeres en la iglesia que muestran sus dones de manera pública. El resto de nosotras hacemos un trabajo en silencio tras bambalinas, con poca fanfarria. Sin embargo, aquí en Romanos 16, Pablo no sólo lleva la atención a Febe y Priscila que eran adineradas e influyentes, sino que también a las hermanas Trifena y Trifosa que habían sido esclavas y ahora eran mujeres libres. Una irónica nota al margen respecto a los nombres de estas mujeres es que sus nombres significan «Fina y Delicada». Quizás ustedes se pregunten si Pablo sonreía mientras escribía: «saluden a esas arduas trabajadoras en el Señor, Fina y Delicada». El punto es: nada de nuestro trasfondo, ni las debilidades físicas ni las espirituales, ni la falta de experiencia ni de dones obstaculiza el arduo trabajo para el Señor. Todas somos aptas para recibir la misma alabanza que estas mujeres recibieron. «Por la gracia de Dios soy lo que soy», dijo Pablo en otra de sus cartas, «la gracia que él me concedió no fue infructuosa» (1Co 15:10). Que lo mismo se pueda decir de nosotras. Sin embargo, con demasiada frecuencia, nos vemos atrapadas en saber cuál es «nuestro rol» en la iglesia, ya sea que tengamos un título, una posición o, como nos gusta decir, «un lugar para servir» o no. Nos vemos encerradas en rivalidades insignificantes con otras mujeres, comparándonos y obsecionándonos con quién obtiene mayor reconocimiento o sirve más. Los saludos de Pablo vuelve a dirigir misericordiosamente nuestra mirada a las razones correctas para el ministerio. Como María, deberíamos trabajar duro «por ustedes» —nuestro trabajo debe venir del amor por el pueblo de Dios. Y como las hermanas Trifena y Trifosa y la «querida hermana Pérsida» nuestro trabajo debe ser «en el Señor»— para la gloria de nuestro Salvador. Estas mujeres no se esforzaron para obtener posición y honor, sino que daban sus corazones en servicio para una causa mayor en la historia humana: la proclamación del Evangelio de Jesucristo. Y también deberíamos hacerlo nosotras. Sigamos su ejemplo y recordemos que la causa por la que estamos trabajando es mucho más importante que el tipo de trabajo que hacemos por esa causa. Estemos dispuestas, de hecho, animadas, para trabajar arduamente en la posición más baja en la iglesia. Quizás es fácil pasar por alto la conclusión del libro de Romanos, asumiendo que lo importante ya se cubrió en los primeros quince capítulos. Sin embargo, realmente, el libro de Romanos termina con una pregunta urgente para cada una de nosotras: ¿están trabajando duro para el Señor? Si Pablo enviara una carta a tu iglesia hoy, ¿son el tipo de mujer a la que él saludaría y agradecería? Que sea nuestro anhelo buscar sin vacilar la gloria y el honor de esas mujeres que se estaban esforzando para ser conocidas simplemente como trabajadoras para el Señor.Publicado originalmente en GirlTalk. | Traducido por: María José Ojeda
Una mujer reconocida por sus buenas obras
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.
La reunión del domingo
En todos los otros contextos en que nos enseñamos, nos amonestamos y hablamos la palabra de Cristo unos a otros (Col 3:16), es mucho más probable que nos someteremos y no nos evadiremos por medio de discusiones interminables si tenemos como máxima prioridad (además de la oración) sentarnos juntos bajo la autoridad de la palabra predicada. —Christopher AshPor lo tanto, preguntémonos a nosotras mismas: ¿Vamos a los servicios dominicales ansiosas de aprender de la Palabra de Dios por medio de la predicación de nuestro pastor? Dios mismo está ansioso de enseñarnos por medio de su Palabra. ¡Qué clase tan emocionante!
Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17).
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.
El interminable trabajo de una madre
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: María José Ojeda
Un berrinche es una oportunidad
Lo sé, lo sé, «oportunidad» no es la primera palabra que se viene a la mente cuando estás con un niño llorando afuera de una habitación llena de gente y todo el mundo mirando. Sin embargo, los berrinches emocionales de nuestros hijos son como los informes de inteligencia, nos avisan de algo urgente. Revelan los secretos del corazón de cada uno de nuestros hijos y nos dan, como padres, una oportunidad para ser estratégicos y eficaces.
Las rabietas son una oportunidad para ayudar a nuestros niños a aprender a manejar sus emociones de una manera que glorifique a Dios. No obstante, no todas las «oportunidades de berrinches» son iguales, por lo que debemos aplicar un poco de discernimiento, con el fin de manejar sabiamente la situación presentada.Una oportunidad para consolar
Brindar amor es lo que Ryle llama el «gran secreto» de la formación eficaz del niño. Cuando nuestro hijo se cae y se hace un sangriento raspón en la rodilla, o si otro niño se burla y nuestro hijo se pone a llorar, podríamos estar tentados a ver su «explosivo llanto emocional» como incómodo o vergonzoso (si es que es en público), pero debemos mirarlo como una oportunidad para expresar amor y cariño a nuestro hijo, con el fin de que sepa que entendemos sus tristezas. ¿No es esta la clase de amor que nuestro Salvador nos muestra en situaciones similares?
Una oportunidad para enseñar autocontrol
Debemos estar listos para consolar, pero también debemos aprovechar la oportunidad para enseñar autocontrol. Incluso si la razón de las lágrimas de nuestro hijo es comprensible, no debemos permitir que se pierda todo el control sobre sus emociones. Por ejemplo, podemos decirle a nuestro hijo que está bien llorar cuando se caen y se raspan su rodilla, pero no gritar. Y, si es necesario, debemos ayudarlos muy amorosamente a controlar su llanto para llegar a su fin en el momento adecuado. Esto les enseñará la diferencia entre el dolor apropiado y el excesivo.
Una oportunidad para discernir
Si un niño llega a tener inusualmente un llanto constante, quejoso y molesto, y empieza a tener más berrinches de lo normal, esto puede ser un indicador para nosotros como padres de que necesitan reposo o un descanso en su actividad. Como ya hemos dicho, un padre sabio minimiza la tentación siempre que sea posible.
Una oportunidad para la disciplina
Si el arrebato de un niño muestra enojo o rebeldía, entonces el mensaje que estamos recibiendo es de carácter serio y debe ser tratado con firmeza y bíblicamente. No servimos a nuestros hijos si ignoramos o pasamos por alto las explosiones de ira o si nos enojamos en respuesta. Un arranque de ira en un niño requiere un corazón lleno de amor y disciplina firme. Y si el niño ya no es tan niño y, sin embargo, los arranques de ira siguen siendo frecuentes, es posible que tengamos que considerar si estamos o no ejerciendo la autoridad bíblica adecuada en el hogar para poder tratar con su corazón.
Una oportunidad para centrarnos en el entrenamiento
Los berrinches frecuentes pueden ser reducidos por una temporada de entrenamiento enfocado. Considera la posibilidad de reorganizar tu agenda, eliminar eventos innecesarios, enfocar tu enseñanza y su disciplina en esta área, y seguramente verás buenos resultados en un par de días o semanas.
Así que la próxima vez que seamos ese padre que sale de una habitación llena de gente con un niño enojado, debemos sonreír y hasta reír un poco. Acabamos de recibir una oportunidad de oro para la crianza de nuestro hijo.Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk.
Los sentimientos piadosos son contagiosos
Cuando recuerdo mi niñez, una de las cosas de la que estoy más agradecida es de la manera en que mis padres me enseñaron no sólo a cómo vivir, sino que también a cómo sentirme respecto a la vida.
Para esto se requería obediencia; la obediencia con alegría era muy alabada. El gozo en Dios no era algo que mi padre predicaba sólo los domingos: era la emoción en todo su rostro cuando él regresaba del trabajo a la casa; era la forma en que mi madre lavaba los platos. Junto con la alegría, mis padres buscaron cultivar sentimientos de gratitud y pasión por Dios en sus hijos. Como yo trato de hacer lo mismo con los míos, aquí menciono algunas de las cosas que recuerdo: (Nota: cuando le mostré esta publicación a mi mamá, se quejó: "¡así no es cómo recordaba mi maternidad! ¡Recuerdo un montón de veces en las que no estaba alegre o agradecida!". Sin embargo, así es exactamente como recuerdo el ejemplo que mis padres daban en casa, y mis hermanos están de acuerdo conmigo. Esto puede animarnos como madres: los niños no se centran en los momentos específicos de fracasos en la crianza, ellos recuerdan una forma de vida que, aunque es imperfecta, crece en piedad.)Agradecimiento
El salmista escribe, "Daré gracias al SEÑOR con todo el corazón..." (Sal 9:1 NBLH, énfasis mío). Esto —y nada menos— es lo que queremos para nuestros hijos. Podemos hacerlo enseñándoles a ser agradecidos como una forma de vida.
En nuestro hogar, el Día de Acción de Gracias no sólo era una tradición festiva, sino que era una forma de vida. Me es difícil recordar una sola comida o actividad en la que papá no nos invitara a todos a dar gracias con entusiasmo a Dios por las bendiciones que estábamos disfrutando. Algunos pueden pensar que es poco sincero pedirle a tus hijos que expresen gratitud si no la sienten, pero, a decir verdad, es todo lo contrario. Es imposible expresan constante gratitud a Dios sin sentirlo tarde o temprano. Prueba y verás. Tengo recuerdos frescos del dolor de mis padres —sin enfado ni falta de paciencia, sino que un dolor piadoso— debido a nuestras quejas. Teniendo en cuenta todas las bendiciones que han recibido de Dios, ¿cómo pueden quejarse? ¿Ves cuán desagradable es tu actitud para Dios? En la actualidad, la queja es cosa de las comedias, pero en nuestro pequeño mundo (que, después de todo, era el real) era un pecado grave.Pasión por Dios
Como niños, instintivamente sabíamos —como los niños siempre saben— lo que apasionaba a nuestros padres. Sabíamos que ellos estaban preocupados de glorificar a Dios y servir a la iglesia más que cualquier cosa. Eso era lo que más los emocionaba y lo que más les preocupaba; su pasión era contagiosa.
Para ayudarnos a alcanzar esa pasión por Dios, mi padres buscaron que ocupáramos nuestro tiempo sirviendo a Dios y a su iglesia; la idea era, "porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también está su corazón". (Lucas 12:34 NBLH). Nuestras actividades eran evaluadas según su potencial en la construcción del reino; por lo que, nuestro mundo giraba en torno a nuestra familia y nuestra familia giraba en torno a la iglesia y su misión. Mis padres hablaban de su pasión por Dios, transmitían su anhelo de que nosotros tuviéramos esa misma pasión, nos animaban cuando la expresábamos y nos llamaban la atención cuando mostrábamos más pasión por otra cosa que por Dios.Si como padres sentimos una pasión creciente por Dios, nuestros hijos aprenderán a imitarnos mientras anhelamos glorificarlo a Él.
Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk. | Traducción: María José Ojeda
Domingo de resurrección y martes de quehaceres
¿Alguna vez sientes como si no pudieras dar evidencias de todo el trabajo duro que haces en casa?
Preparas la comida de tus pequeños sólo para barrer más migas del suelo. Organizas un armario sólo para que se vuelva a desordenar. Educas a tus hijos y hacen una escena en la reunión familiar. Atiendes a tu esposo pero no parece notarlo. ¿Cuál es el punto? No hay nada que agote tanto nuestro celo por las tareas del hogar como la sensación de que es en vano. El sabio de Eclesiastés pregunta: «¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?» (Ec 1:3) Su respuesta es tan (aparentemente) desalentadora como realista: «Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida» (Ec 2:11, énfasis mío). Esta es la realidad —la realidad de tu vida y la mía, tus quehaceres domésticos y los míos— cuando perdemos de vista el domingo de resurrección. No se saca ningún provecho. Es inútil, no tiene sentido, es una pérdida de tiempo. Pero la cruz de Jesucristo, y su resurrección de entre los muertos, cambia todo. No sólo la muerte ha sido «devorada por la victoria», como dice Pablo en 1 Corintios 15:54, sino también la inutilidad que resulta de la muerte. Gracias a la resurrección, nuestro trabajo no es una pérdida de tiempo. «Por lo tanto [a la luz de la gloriosa resurrección], mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Co 15:58). ¿Que deberíamos hacer a la luz de la resurrección? Aquí en este versículo Dios nos dice: «aférrate a ella», «no te rindas», «sigue trabajando». La resurrección de Jesucristo no sólo certifica que todo «ha concluido» (Jn 19:30), sino que nos llama a ponernos en acción. La resurrección nos motiva a trabajar duro, porque todo trabajo hecho «en el Señor» —para su gloria y con su fuerza— no es en vano. No es inútil. Gracias a la resurrección, cada fregado de piso y recarga de vasito antiderrame durará por siempre si es hecha «en el Señor». Por supuesto, si trabajamos en nuestro hogar por el aplauso humano, nuestro trabajo será en vano. Nuestra familia nunca nos valorará lo suficiente. El mundo nunca nos estimará lo suficiente. Aun si buscamos nuestra satisfacción o realización personal, saldremos vacías. No obtendremos ningún provecho. Será como correr tras el viento. Pero si progresamos en la obra del Señor, para la gloria de Él, podemos tener la plena certeza de que no será en vano: la misma certeza con la cual sabemos que nuestro Salvador se levantó del sepulcro.Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.
Lo que los hombres deben saber sobre la belleza según las mujeres
Hombres, esto es para ustedes
Hace poco estaba hablando con un grupo de personas sobre nuestro libro, Belleza verdadera, cuando un hombre, esposo y padre, me preguntó: «¿cómo puedo convencer a mi esposa de que es hermosa?». «Ella se ve en el espejo y nota sus defectos —me explicó— y no importa qué le diga, parece que aún no cree que pienso que es hermosa. Y luego, ¡se corta el pelo! ¡Tengo todas las de perder! No importa lo que diga, siempre está mal. Ustedes como mujeres necesitan ayudar a los esposos a saber qué decir cuando sus esposas se cortan el cabello», concluyó riéndose. Yo también me reí. Probablemente, los hombres necesitan un par de consejos sobre qué decir cuando sus esposas se cortan el cabello. Sin embargo, como un esposo amoroso, su preocupación era más profunda. Él quería que su esposa pudiera vivir en la bondad de las verdades de Dios sobre la belleza y de su amor y admiración como esposo; sin embargo, él no sabía cómo ayudarla a creer que ella era realmente hermosa. A medida que escribíamos el libro, mi mamá y yo frecuentemente nos decíamos: «¡si tan solo los hombres entendieran! Si tan solo los hombres comprendieran las luchas de una mujer con la belleza. Si tan solo los hombres tuvieran convicciones bíblicas sobre la belleza». Por supuesto que queremos que las mujeres lean nuestro libro, pero mayormente queremos que los hombres lo lean más. Intercambiamos ideas para hacer una nueva portada con diseño deportivo o con adhesivos fosforescentes que digan: «¡hombres, lean esto!». Finalmente, nos conformamos con esta publicación de blog.Lo que los hombres necesitan saber sobre la belleza
En primer lugar, deseamos que los hombres entiendan la presión que enfrentan las mujeres para cumplir con un ideal cultural de belleza. Nuestra cultura mundana está obsesionada con un ideal de belleza ilícito y vago; diariamente nos bombardea con imágenes y mensajes que nos dicen cómo debería —o no debería— verse la belleza. Este ideal promete felicidad a las pocas que logran este imposible estándar; vergüenza y rechazo a aquellas que no cumplen con el ideal. La presión en las mujeres para conseguir y mantener este imposible modelo es, como dice un autor, «más tiránico que nunca». También deseamos que los hombres entiendan cuán susceptibles son ellos a las mentiras sobre la belleza. El mundo no solo les dice a las mujeres cómo deben verse, sino que también les dice a los hombres qué buscar. Después de hablar sobre este tema, una mujer se le acercó a mi mamá para decirle, «la perspectiva de Dios sobre la belleza está bien y creo que es verdad. Sin embargo, la realidad es que ese no es el mensaje que mi esposo está recibiendo sobre la belleza de parte de nuestra cultura». Ella tiene razón. Cada día, los hombres están condenados a recibir mensajes sobre qué tipo de belleza deben desear y, con demasiada frecuencia, los hombres cristianos no son conscientes de cuánto esto determina sus opiniones y deseos respecto a la belleza. ¿Te podemos suplicar algo? Por favor, no mires, no anheles o no compres esos mensajes; sé rápido para decirles a tu esposa e hijas por qué no lo haces. Por último, deseamos que los hombres entiendan lo que la Palabra de Dios dice sobre la belleza. Si realmente quieres ayudar a que tu esposa, hija o a las mujeres de tu iglesia superen sus luchas con la belleza, debes estudiar la Escritura. A menudo, los cristianos han aceptado verdades parciales y clichés en vez de una fuerte visión bíblica sobre la belleza. Sin embargo, estas «soluciones» no son satisfactorias, por esta razón tu esposa vuelve a mirarse en el espejo y nuevamente te hace la misma pregunta. Obtener una comprensión de la belleza formada bíblicamente te ayudará la próxima vez que tu esposa se corte el cabello o te pregunte si se ve gorda —no porque tengas una respuesta ingeniosa muy elaborada, sino porque entiendes lo que ella está pasando y tienes la verdad que le ayudará—.Tres formas prácticas de animar a tu esposa
Entonces, ¿qué puedes hacer? En primer lugar, empieza por preguntarle a tu esposa o hija sobre las presiones que ellas enfrentan respecto a la belleza. De acuerdo, a algunas mujeres les afecta más que a otras, pero los problemas relacionados a la belleza nos afectan a todas. En segundo lugar, estudia la Escritura. Esfuérzate en leer buenos recursos de este tema para que así puedas animar, amar y liderar a tu esposa e hija. Finalmente, fomenta la verdadera belleza. Colma a tu esposa de afecto y adoración; sé el admirador número uno de tu hija. Los hombres que se dan el tiempo para entender —o al menos intentar entender— las presiones que enfrentan las mujeres serán capaces de ayudarlas a resistir las mentiras que nuestra cultura entrega y buscar la visión bíblica de la belleza. Incluso si piensas que no lo entiendes, te garantizo que ellas apreciarán en gran manera el esfuerzo. Sabemos que no te gustaría que te encuentren leyendo un libro con una tapa femenina llamado Belleza verdadera, y te respetamos por eso; sin embargo, aprender sobre la verdadera belleza con el fin de servir a las mujeres es una de las cosas más masculinas que puedes hacer.Este artículo fue publicado originalmente en GirlTalk y Crossway.
Una esperanzadora visión del tiempo
“El tiempo es como el cielo: donde sea que miremos, ahí está”. —Zach Eswine
Frente a la pregunta “¿cuál es el superpoder que más te gustaría tener?”, más de un cuarto de los estadounidenses consultados contestó que, más que volar o ser invisible, elegiría el superpoder de viajar en el tiempo.
El tiempo nos inquieta. Siempre está ahí, pero es un lujo del que pareciéramos nunca tener suficiente. Quizás esta es la razón por la que queremos viajar en el tiempo: nos sentimos restringidos por él y nos preocupamos por lo que hacemos con él. Nos preguntamos: “Si ‘ahora es el tiempo’, ¿qué deberíamos estar haciendo?”
Esta es una pregunta que muchos se están haciendo bastante en la actualidad, por lo que queremos estudiar el tema del tiempo.
El autor de Eclesiastés nos enfrenta con nuestra frustración e inquietud con respecto al tiempo por medio de un poema:
“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar; un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.”
(Eclesiastés 3:1-8)
Este poema y los versos que continúan nos hablan de “lo que Dios hace con el tiempo y, a la luz de eso, lo que nosotros debemos hacer en el tiempo que tenemos con Dios”. (D.S. O’Donnell).
Dios establece nuestros tiempos
¿Qué hace Dios con el tiempo? En primer lugar, lo controla: “…hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (v. 1).
Por si acaso no lo entendimos, el autor lo explica detalladamente unos pocos versos más adelante, pero esta vez sin poesía: “Dios lo hizo”, dice sin rodeos, y “todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre; (…) no hay nada que añadirle ni quitarle…” (v. 14).
Dios ordena el tiempo: cualquier cosa que se haya hecho, Dios la hizo, pues el tiempo está en sus manos.
Dios ha ordenado nuestro tiempo en momentos: “Todo tiene su momento oportuno…”; en otras palabras, “un tiempo establecido, un propósito determinado” (C. Bridges). Por lo que hay un tiempo para reír y también para llorar; para abrazar y para despedirse; para nacer y para morir.
Sin embargo, este hermoso poema tiene su aspecto menos agradable, pues nos dice que, por más que disfrutemos los momentos de risa y de abrazos, no podemos evitar los momentos de soledad, dolor y lágrimas. Indudablemente, los tiempos difíciles vendrán así como los buenos. De ahí viene nuestra fantasía de poder viajar en el tiempo.
“Este capítulo tiene consecuencias inquietantes”, escribe Derek Kidner. “Una de ellas es que seguimos un ritmo, o muchos ritmos, que nosotros no hemos creado; y otra, que nada de lo que buscamos permanece para siempre”:
“Nos sumergimos en una suerte de actividad absorbente que nos ofrece satisfacción, pero ¿qué tan libres fuimos de elegirla? ¿Cuánto nos demoraremos en hacer exactamente lo opuesto? Quizás no somos más libres al elegir esas cosas que al responder al clima del invierno y del verano, a la infancia y a la vejez, que son dirigidas por el paso del tiempo y del cambio inevitable.
Visto de esta manera, la repetición de “un tiempo para…, y un tiempo para…” comienza a ser opresiva. Cualquiera sea nuestra habilidad o iniciativa, estos tiempos inexorables parecieran ser nuestros verdaderos amos: no sólo los del calendario, sino que también la marea de eventos que ahora nos lleva a realizar ciertas acciones, que parecen apropiadas, y luego a realizar otras que nos hacen retroceder. Obviamente, no hay mucho que decir en estas situaciones”.
Nuestro poema termina con una pregunta retórica que es casi amarga: “¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse?” (v. 9). La respuesta parece perderse en el viento.
El autor nos enfrenta con nuestra vida en este mundo manchado por el pecado. El tiempo está sujeto al pecado y nosotros estamos sujetos al tiempo. Habrá llanto y guerra; silencio, pérdida y soledad. Aunque nos afanamos en estos tiempos, ninguna actividad absorbente o satisfactoria que busquemos perdura en el tiempo.
Entonces, ¿cuál es el propósito de vivir sujetos al tiempo?
Dios hace que nuestros tiempos sean hermosos
Según el autor de Eclesiastés, hay buenas y malas noticias, y recién nos ha dado las malas: estamos sujetos al tiempo y todos nuestros esfuerzos dentro de ese tiempo son en vano.
Las buenas noticias son que “Dios hizo todo hermoso en su momento” (v. 11).
“[El autor] nos capacita para ver el cambio permanente no como algo inquietante, sino que como un diseño brillante, dado por Dios, que se va revelando de a poco. Nuestro problema no es que la vida se niegue a quedarse quieta, sino que vemos sólo una pequeña parte de su recorrido y de su imperceptible y complicado diseño. En vez de invariabilidad, existe algo mejor: un propósito dinámico y divino, con su principio y su final. En vez de una perfección estancada, hay un movimiento diverso y cambiante de un sinfín de procesos, cada uno con su propio carácter y su tiempo de desarrollo y maduración, hermoso a su tiempo y que contribuye a la obra maestra completa, obra de un solo Creador”.
Esto es lo que Dios hace con el tiempo: lo hace hermoso. El tiempo es la obra maestra de Dios. Pone en orden nuestras tristezas y nuestras alegrías; nuestra exclusión y nuestra inclusión. Él ordena todos nuestros tiempos como parte de su hermoso plan. Es más, lo más impresionante de todo es que “cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4).
Entonces, ¿qué debemos hacer con Dios en el tiempo? Debemos, como un comentarista lo plantea, “abrazar la belleza de la soberanía de Dios”. En lugar de desear el superpoder de viajar en el tiempo, debemos viajar con Dios en el tiempo.