

Cómo manejar un hogar por fe
«Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Ef 2:8-10).Estaba luchando con esta última parte: la verdad de que mi salvación en Cristo solo y únicamente por fe debe producir las buenas obras que Dios preparó para que yo las haga con la gracia y el poder que me hicieron salva. Y para ser honesta, si le echaras una mirada a mi casa tendrías la fuerte sospecha de que he descuidado la buena obra que Dios me encargó. Esa tarde, Dios me recordó algo que aprendí una vez en clases de gestión empresarial: El trabajo del administrador es dirigir el negocio en forma tal que promueva los intereses del dueño. En esa clase discutimos frecuentemente cómo estructurar los incentivos para asegurarnos de que el administrador guíe el negocio según los intereses del dueño y no los propios. Yo soy la administradora. Dios es el propietario. Estoy tentada a manejar mi hogar de un modo que me haga lucir bien a mí, pero Dios quiere que lo haga de tal forma que lo haga lucir bien a Él —una forma que sirva a los intereses suyos—. Es fácil pensar que, puesto que Dios me ama incondicionalmente, las tareas que me ha dado —como vestir a mis hijos— son intrascendentes. Sí, Dios me ama de una manera completa y gloriosa que no puedo comprender. Y en la abundancia de su amor, me da gracia para hacer buenas obras y confiere sentido a mis tareas mundanales. Este mundo físico y las tareas de doblar la ropa limpia o aspirar la sala de estar no están separados de la gracia y el conocimiento de Dios. En medio de nuestra vida diaria es donde más podemos recibir la gracia para vivir de una forma que refleje a nuestro Salvador. Dios nos da a nosotras, quienes manejamos nuestros hogares, la gracia para realmente manejarlos. No necesariamente coincidirá con la forma en que las revistas nos enseñan a vivir —ni será, definitivamente, para nuestra propia gloria—, pero la gracia de Dios nos capacita para dejar de lado nuestro egoísmo, entregar nuestras vidas al discipulado de nuestros hijos, y mostrar hospitalidad por causa del evangelio. Así que busco la fuerza del Señor: «Ayúdame a quitar las rayas del cubo de basura» cuando preferiría revisar Facebook; «Ayúdame a preparar la cena de esta noche» cuando preferiría acurrucarme en el sofá con un buen libro; y «Ayúdame a ser paciente y constante en la crianza de mis hijos» cuando preferiría, sencillamente, terminar algo.
Publicado originalmente en Domestic Kingdom.


Cómo limpiar un cuarto de baño por fe
Esta mañana limpié el cuarto de baño.
Hoy me resigné al hecho de que ayudar a mi esposo incluía limpiar el cuarto de baño, así que atravesé el pasillo y cogí mis implementos de aseo. «¡Yo, yo!» Miriam corrió por el pasillo detrás de mí. «Tenemos que guardar silencio; Anita está durmiendo». Enjuagué un trapo para Miriam y luego procedí a mojar el mío en el agua de limpieza. «¡Ete, ete!», dijo Miriam señalando mi trapo. «¡Ete, Midam!» «No, este es el de Mamá. Tú tienes uno ahí». Empecé a limpiar. Finalmente ella cedió y empezó a limpiar la bañera con su trapo. Luego se detuvo. «Mojá». Está aprendiendo a hacer sus necesidades. Me lavé las manos para sacarme los químicos, la limpié y la cambié de ropa. «Está bien. Sólo dile a mamá la próxima vez que necesites hacer pipí». Me volví una vez más hacia la bañera. «¡Yo, yo!» «¡Puedes ayudarme mirando!» «Midando no. ¡Midam ayuda!», dijo subiendo el tono. «Quédate en la alfombra, Miriam». Obedeció y se dio unas vueltas en el pasillo. «¡Nita! ¡Despesta! ¡Despesta!» Yo también oí a la bebé. Terminé de fregar el piso, enjuagué mi trapo y me lavé las manos. Tendría que terminar más tarde. Yo entiendo que dirigir un estudio bíblico no es más santo que limpiar el baño, pero hoy no lo sentí así. ¿Qué significa siquiera limpiar el cuarto de baño como para el Señor o de una forma claramente cristiana? John Piper enumera cinco maneras de dar a conocer a Dios en el trabajo. Las necesitarás todas para no poner en peligro tu testimonio de Cristo (sus puntos aparecen en negritas). Estas formas de dar a conocer a Dios en el lugar de trabajo pueden también darlo a conocer en mis labores de casa.1. La excelencia de los productos o servicios que ofreces en tu trabajo muestra la excelencia y la grandeza de Dios.
El evangelio nos habla de la suprema excelencia de nuestro Dios. Es un Dios que miró su creación y la declaró buena; es un Dios que gloriosamente vuelve a crear a todos los que confiamos en Jesús, y nosotros, como portadores de su imagen, exhibimos su infinita excelencia cuando hacemos bien nuestro trabajo. ¿Hago un buen trabajo limpiando el cuarto de baño? Considerando el beneficio que un cuarto de baño limpio representa para nuestra familia, ¿lo estoy haciendo competentemente? ¿Necesito hacerlo con mejores métodos?
2. Los estándares de integridad que sigues en tu trabajo muestran la integridad y la santidad de Dios.
El evangelio también anuncia que el Espíritu Santo habita dentro de mí y me transformará a la imagen de su Hijo. Jesús siempre vivió para agradar al Padre, y el Espíritu Santo está trabajando en mí capacitándome para vivir con integridad. Esto incluye hacer todo para la gloria de Cristo (Colosenses 3:23). ¿Estoy limpiando el cuarto de baño para que los demás me alaben por ser un ama de casa capaz? ¿O estoy trabajando para glorificar a Dios mostrando cómo su fuerza es suficiente en mi debilidad?
3. El amor que muestras a la gente en tu trabajo muestra el amor de Dios.
Jesús entregó su vida por sus enemigos. Yo he sido perdonada por rebelarme contra mi legítimo Rey e intentar ponerme como soberana en su lugar. No sólo fui perdonada, sino también adoptada en su familia. El amor radical que he recibido me transforma para amar a otros. Amar implica ser paciente con mi «compañera de trabajo» que se pasa 3 minutos discutiendo sobre qué trapo de limpieza va a usar; y también es amoroso atravesar la prueba completa para bendecir a mi marido y nuestros invitados. Sin embargo, cuando me irrito con cualquier miembro de la familia que se interpone en mi frenética limpieza, no los estoy amando.4. La administración del dinero que obtienes por tu trabajo muestra el valor de Dios en comparación con lo demás.
El evangelio me dice que heredaré a Dios mismo. La Iglesia viene a ser la novia que el Príncipe se ha ganado, y cuando comienzo a asimilar esta realidad, no necesito acumular tesoro terrenal alguno. ¿Cómo, entonces, he de usar la recompensa que proviene de mi cuarto de baño limpio? Porque, aunque desafortunadamente con este trabajo no gane dinero, sí hay una recompensa: el cuarto de baño está limpio. ¿Usaré lo que Dios me ha dado con el fin de bendecir a otros? ¿A quién invitaré a mi casa para poder mostrarle el amor de Cristo a través de la hospitalidad?
5. El testimonio verbal que das de la realidad de Cristo señala cómo todas estas cosas forman parte de tu vida y son posibles en las vidas de otros.
A medida que mis hijas ven expuestas la excelencia, la integridad y el amor de Dios, y cuando me ven darle más valor a Él que a mi recompensa terrenal, reflejo fielmente a Dios y ellas vislumbran su radiante belleza. Ahora tengo la oportunidad de contarles la historia de la redención. ¿Cuál es el testimonio verbal que comparto mientras limpiamos el cuarto de baño? ¿Me la paso quejándome? ¿O busco oportunidades para hablar a mis hijas de Jesús en cada episodio de discusiones, accidentes, y limpieza?
Cuando hago estas cosas, por la gracia de Dios, Él es glorificado en y a través de mí mientras friego mi cuarto de baño.Publicado originalmente en el blog Domestic Kingdom. | Traducción: Cristian Morán

