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Cómo la oración produce un alma que descansa
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Cómo la oración produce un alma que descansa

Buscando el verdadero descanso

Cuando mis hijos eran pequeños, teníamos un libro infantil de páginas duras que a menudo seleccionábamos para leer en voz alta antes de dormir. No era el mejor escrito ni el mejor ilustrado, pero sé por qué me gustaba leerlo. Cada página presentaba a un miembro diferente de la familia y explicaba sus responsabilidades en una simple rima. Aún puedo citar la última línea de la rima para mamá: «ella trabaja todo el día y la noche también». «Acertó en eso», solía pensar. El cansancio validado por un libro de historias. Las mamás no son las únicas que sienten que trabajan todo el día y toda la noche también. Tampoco lo son sólo aquellos que trabajan en turnos de noche o que están de guardia por las tardes. Con la invención del teléfono móvil y del Internet, estamos constantemente conectados con nuestros trabajos. ¿Realmente no hay descanso para el cansado? El descanso es un tema a lo largo de la Escritura. Entre el séptimo día de descanso de Dios de su obra creadora y el descanso prometido en el cielo, Jesús se ofreció a sí mismo como nuestro descanso.
Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera (Mateo 11:28-30).
No se trata del descanso físico que imagino que puedo disfrutar mientras me relajo en una silla de terraza en la entrada principal de mi casa, en una silla de playa con mis dedos de los pies en la arena o en una silla blanda y esponjosa con un otomano junto a la chimenea. Se trata del descanso para tu alma: el descanso del alma que prometió el profeta Jeremías para el remanente de la nación de Israel cansado de la guerra y anhelante de su hogar (Jer 6:16; 31:25). Principalmente, este es el descanso que experimentamos cuando dejamos de trabajar para ganar nuestra salvación y descansamos en la obra consumada de Cristo por nosotros. Sin embargo, este descanso se extiende más allá a un alma que descansa en medio del ajetreo y de la amplitud del día a día. Es un descanso que se desarrolla después de toda una vida de ir a Jesús. Específicamente, yendo a Él en oración. Todos sabemos que debemos orar. Algunos de nosotros, hemos transformado la oración en trabajo. Un ítem agregado a la lista de cosas por hacer. Una tarea que lograr y en la cual sobresalir. La oración se transforma en una obligación, no en un privilegio. Oramos porque debemos o, peor, porque pensamos que tenemos que hacerlo si queremos experimentar las bendiciones de Dios. Una cita de Juan Calvino en su comentario sobre Mateo 6:5-6 me ayudó a entender la oración de manera diferente. Él explicó:
Los creyentes no oran con vista a informarle a Dios aquellas cosas que le son desconocidas o para animarlo a cumplir con su deber o para alentarlo como si estuviera reticente. Al contrario, oran a fin de que ellos puedan levantarse para buscarlo, para que puedan ejercer su fe al meditar en sus promesas, para que puedan librarse de sus ansiedades al verterlas en su regazo. En una palabra, para declarar que sólo de Él esperan y están expectantes, tanto para ellos mismos como para otros, de todas las cosas buenas[1].
Calvino querría que supiéramos que hay tres cosas que la oración no es y tres cosas que la oración es.

La oración no es decirle a Dios cosas que Él no sabe

Aun antes de que haya palabra en mi boca, Oh Señor, Tú ya la sabes toda (Salmo 139:4). [...] Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan (Mateo 6:8).

La oración no es animar a Dios a hacer lo que Él ha prometido hacer

¿Lo ha dicho Él, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá? (Números 23:19). Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es Aquel que prometió (Hebreos 10:23).

La oración no es alentar a Dios a hacer aquello que no quiere hacer

El Señor de los ejércitos ha jurado: «Ciertamente, tal como lo había pensado, así ha sucedido; tal como lo había planeado, así se cumplirá» (Isaías 14:24). La mano del Señor no se ha acortado para salvar; Ni su oído se ha endurecido para oír (Isaías 59:1).
Esta, entonces, es la verdad: Dios no necesita que yo le explique lo que está pasando en mi mundo. Él conoce mis necesidades incluso mejor que yo. Dios es un hacedor de pactos; un Dios que cumple sus pactos. Él está dispuesto, es capaz y está comprometido a cumplir sus promesas. Yo no tengo que llamar su atención y recordárselo. Dios hará toda su santa voluntad. Yo no puedo hacer que Él haga algo contra su voluntad y tampoco puedo detenerlo de hacer cualquier cosa que esté en su voluntad. La pregunta emerge: si esto es cierto, ¿por qué oramos? Hay respuestas teológicas cuidadosas y sabias que detallan la relación entre el plan soberano de Dios y cómo mis oraciones son parte de ello[2]. Al final, aprendemos (maravillosa y misteriosamente) que Dios nos invita a ser un medio para que se cumpla su voluntad. Eso debe ser suficiente para animarnos a orar. Sin embargo, Dios nos anima, bueno, nos ordena, a orar por los beneficios espirituales que nos aporta personalmente. Calvino detalla tres de ellos.

La oración enfoca nuestra atención en el Único que puede darnos descanso

Agustín lo dijo bien: «Nos hiciste, Señor, para ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Tenemos la tentación de buscar en muchos lugares el descanso que nuestras almas necesitan. La oración es un recordatorio para mirar a Jesús quien nos da la bienvenida para ir a Él y encontrar descanso.

La oración es un ejercicio en fe[3] que lleva al descanso

Cuando Jesús anduvo entre nosotros, Él elogiaba a personas por su fe. ¿Cómo demostraban ellos su fe? Al pedirle ayuda porque sabían que Él podría y los ayudaría (Mt 8:10; 15:28). Una persona de fe estudia cuidadosamente la voluntad y los caminos de Dios mostrados en sus promesas y dice: «Dios lo dijo, así que le pediré que haga lo que dijo que haría». Al creer que la bondad, la sabiduría y la soberanía de Dios son dignos de confianza, este ejercicio hace que nuestros corazones descansen.

La oración calma la ansiedad que impide el descanso

Esta verdad viene directo de la carta de Pablo a los Filipenses:
Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:6-7).
La ansiedad parece ser una parte esperada de nuestra vida moderna llena de búsquedas frenéticas, quebrantos, ciclos de noticias sin fin y tecnología 24/7. La única esperanza para un corazón cargado es una descarga que vierte nuestras preocupaciones y temores sobre el Único que puede ser nuestro refugio. Un lugar donde podemos descansar en seguridad (Sal 62:8).

Finalmente, la oración es una declaración de dependencia que da la bienvenida al descanso

Las personas autosuficientes no oran. No tienen que hacerlo. Ellas asumen que son capaces de manejar cualquier cosa que venga en sus caminos. No orar expone esta actitud. Amorosamente, Dios no deja que sus hijos vivan mucho tiempo así. Él nos pone en situaciones que nos fuerzan a reconocer nuestras limitaciones, nuestra debilidad de criaturas. Él nos recuerda que aparte de Él no podemos hacer nada (Jn 15:4-7). Compara el número de palabras de las oraciones por misericordia del fariseo santurrón y del recaudador de impuestos (Lc 18:10-14). Sólo uno estaba orando. Sólo uno fue escuchado. Cuando oramos, declaramos que somos necesitados. Y cuando somos débiles, experimentamos su fuerza. La oración, entonces, no cambia a Dios; me cambia a mí[4]. La oración me cambia al recordarme quién es Dios. Él es el Creador, el Sustentador, el Salvador y Rey. Él es sabio, amoroso y justo, lleno de gracia y verdad. Él es Aquel que decreta lo que va a ocurrir y establece los pasos de mi vida. Sólo Él puede cambiar los corazones y las mentes de aquellos que amo y dirigir los resultados de sus vidas. Mis oraciones me cambian cuando Dios levanta las cargas de mi corazón para ponerlas en sus hombros. Y por lo tanto, oro. Me hago dependiente y me pone expectante. Derramo mi corazón al Señor y encuentro descanso para mi alma cansada.

Lois Krogh es autora de Pour Out Your Heart Prayer Journal: A Planner for a Life of Prayer [Diario de oración derrama tu corazón: un planner para una vida de oración].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] N. del. T.: traducción propia. [2] Piper, J. (6 de marzo de 2020). If God Is Sovereign, Are My Prayers Pointless? [Si Dios es sobrano, ¿mis oraciones no tienen sentido?]. Desiring God. https://www.desiringgod.org/interviews/if-god-is-sovereign-are-my-prayers-pointless [3] Calvino llamaba a la oración el «ejercicio principal de la fe». https://media.thegospelcoalition.org/wp-content/uploads/2017/04/26152435/CH523_T_16.pdf [4] R.C. Sproul. 2021. «Does Prayer Change God’s Mind?»  Ligonier Ministries. 12 de mayo. https://www.ligonier.org/learn/articles/does-prayer-change-gods-mind
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Siete cosas por las que oré por mi esposo a lo largo de treinta años de ministerio
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Siete cosas por las que oré por mi esposo a lo largo de treinta años de ministerio

Diferentes oraciones para los pastores

Un par de años después de que nos casamos, mi esposo me regaló el libro Marriage to a Difficult Man: The Uncommon Union of Jonathan & Sarah Edwards [Casada con un hombre difícil: la unión poco común de Jonathan y Sarah Edwards], escrito por Elisabeth Dodds. En relación a Jonathan, sabíamos un poco más de lo que se podía deducir de la tarea de la materia obligatoria de la secundaria, Literatura estadounidenses, sobre Pecadores en las manos de un Dios airado. Parece obvio para mí que sería difícil casarse con un hombre que puede imaginar una araña colgando sobre una llama abierta. Mi esposo compró el libro por el humor del título. Pasaron años antes de que respetáramos y apreciáramos la obra del señor Edwards y admiráramos la fe de su esposa. Ya sea que estar casada con Jonathan haya sido difícil o no, a este lado de estar casada con un pastor por treinta años, sé lo difícil que es. El matrimonio con un hombre de una profesión particular tiene dificultades particulares. Existen algunas coincidencias, pero los desafíos que las esposas de pilotos, de campesinos, de atletas profesionales, de profesores o de «llena el espacio en blanco» son únicos a esa profesión. A lo largo de los años, he aprendido a orar por las necesidades de mi esposo que son diferentes por su llamado como pastor. Este año que recién pasó, estuve lentamente copiando oraciones del diario de oración que he tenido por muchos años en el nuevo diario de Crossway. Ha sido una dulce alegría recordar cómo Dios me ha guiado en el pasado y cuán fiel Él ha sido a su Palabra. Mientras trabajaba en las oraciones, escribí y oré por mi esposo y se me ocurrió que quizás la esposa del pastor de nuestra plantación podría animarse a orar por su esposo a partir de lo que pude recopilar de la Escritura para orar por Steve. Tal vez hay otras mujeres que se beneficiarán de la reflexión de una esposa de pastor escrita para otra.

La gloria de Dios

Así como el Padre Nuestro nos enseña a comenzar con la petición de que el nombre de Dios sea santificado, quisiera comenzar a orar por Steve para que su principal enfoque sea la gloria del nombre de Dios y su rol como mayordomo de su glorioso Evangelio.
Que él reverencie tu nombre y sea celoso en defenderlo (Mt 6:9; Ro 12:11; 1P 3:15). En todo lo que haga, que busque glorificarte, no ofender ni buscar su propio beneficio (1Co 10:31-33). Que él sea un mayordomo fiel y sabio: que desee sinceramente el honor de su Amo y no el propio, desempeñando hábilmente su tarea, llevando a cabo consistentemente y con perseverancia aquello que su Amo le manda a hacer (Mt 24:45-46; Col 3:23-24; 1Ti 1:11). 

Santidad personal

Mi esposo me compartió la famosa respuesta de Robert Murray M’Cheyne que «la mayor necesidad de mi gente es mi santidad personal». Más importante que desarrollar su exégesis y su capacidad de predicar, más importante que ser un consejero sabio y un gestor cuidadoso, y más importante que manejar hábilmente el conflicto es su respuesta a la obra continua del Espíritu en su santificación. Busqué pasajes que pudieran ayudarme a orar por su santidad personal.
Que deteste el pecado en su propia vida y en la vida de su gente porque es una afrenta a su santidad y la ruina de las personas a las que ha sido llamado a servir. Ayúdalo a esforzarse por tener una conciencia tranquila tanto ante Dios como antes los hombres (Sal 69:5-6; Hch 23:1; 24:16; Heb 13:18) para que se sepa, por la gracia de Dios, que se comportó en santidad y con sinceridad piadosa (2Co 1:12). Que el conocimiento experiencial de tu perdón misericordioso y tu amor abundante y perdurable lo hagan un maestro amable de los pecadores (Sal 51:1, 12-13).

Conciencia de necesidad

La naturaleza abrumadora de la tarea de pastorear debería mantener a los pastores de rodillas en humilde dependencia al Señor. Tristemente, las voces de muchos testimonios «exitosos» y conferencias pastorales impulsan: «¡trabaja más duro, pastor!». Un querido amigo nuestro, finalmente dejó el pastorado porque «ya no pudo mantener más los platos dando vueltas en el circo de la iglesia». Dudé en agregar algo más a las responsabilidades de mi esposo al decirle que debe seguir el patrón de Lutero, quien oraba dos horas al día, a menos que estuviera muy ocupado, y luego oraba por tres horas más. Steve no necesitaba que yo pusiera este ejemplo como un estándar para juzgarlo. Pero puedo orar para que el Señor lo haga diariamente consciente de su necesidad de la fortaleza, la guía y la provisión del Señor.
Bendícelo con una conciencia de su dependencia de Ti. Que crea que es sólo en tu presencia permanente que dará mucho fruto (Jn 15:5). Que levante sus ojos hacia ti, su Amo entronizado en los cielos, sabiendo que no puede llevar a cabo tu mandato sin tu provisión (Sal 123). Que él sepa que puede entregarte cualquier carga y que Tú lo sostendrás (Sal 55:22). Que él sepa que cuando es débil, Tú serás fuerte en él (2Co 12:9-10). Que permanezca en oración, estando atento en ella con acción de gracias (Col 4:2).

Predicación, enseñanza y pastoreo

Cuando oré por los roles específicos de Steve como pastor, los dividí en predicación, enseñanza y pastoreo. Hay una superposición en los tres junto con las diferencias. La predicación es proclamación, por lo que tiene la energía de exhortación, amonestación y ánimo. La enseñanza se puede ver como educación e impartición de conocimiento, por lo que requiere cuidadoso estudio y palabras precisas. El pastoreo es cuidar las necesidades espirituales del rebaño. La Palabra de Dios es central para estas tres cosas.
Que su predicación esté llena de urgencia, fortaleza y convicción penetrante. Que predique con la pasión y la intensidad de alguien que ha escuchado rugir a un león y debe contárselo a otros (Am 3:8), como un odre de vino nuevo a punto de reventar (Job 32:15-22). Dale un fuego consumidor en sus huesos que no pueda retenerlo (Jr 20:9). Que te tema y que el amor de Cristo lo controle (2Co 11, 14-15). Que no se avergüence de enseñar todo el consejo de Dios (Hch 20:27). Que pueda ser aprobado ante Ti como un obrero que maneja correctamente la Palabra de Dios a tiempo y fuera de tiempo (2Ti 2:15; 2Ti 4:1-4). Que se aferre con firmeza a tu Palabra digna de confianza, capaz de dar instrucción en la sana doctrina y que refute a aquellos que la contradigan (Tit 1:9). Que un ejemplo de integridad, dignidad y discurso sano por toda la vida complemente su enseñanza (Tit 2:7-8). Que preste cuidadosa atención al rebaño que le diste, que Tú compraste con la sangre de tu Hijo (Hch 20:28). Que ejerza supervisión con su ejemplo piadoso (Sal 78:72; 1P 5:2-3). Dale sabiduría, compasión y valentía para que pueda advertir al rebelde, consolar al desanimado, sostener al afligido y ser pacientes con todos (Jr 3:15; Mt 9:36; 1Ts 5:14). Que acepte con gozo su obligación de soportar las fallas de los débiles. Que tenga sabiduría para saber cómo edificar a quienes lo rodean. Que tenga resistencia y ánimo para vivir en armonía y unidad con otros para que Tú seas glorificado (Ro 15:1-7). Que sea puro, pacífico, manso, abierto a razonar, lleno de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincero. Envíale una cosecha de justicia (Stg 3:17-18).

Preparación para la oposición

Las pruebas y la oposición son una parte de la vida de cada creyente. He visto de cerca cómo se pueden ver en la vida de un pastor. Su llamado y dones son en sí mismos un pararrayos, que atraen el enojo o la envidia tanto de personas heridas como malvadas. Aquellos a quienes no les gusta el mensaje atacan al mensajero. En la cultura estadounidense, cualquier autoridad es sospechosa. En una cultura cristiana terapéutica, si yo no me siento bien respecto a mí misma, tiene que ser tu culpa. ¿Cómo puede un pastor estar preparado para la oposición que viene de personas a las que él ha servido con ternura o incluso con quienes ha servido con gozo (Sal 41:9; 109:4-5)? Y por supuesto, no existen los pastores perfectos, y las propias limitaciones y fallas del pastor provocarán conflicto. Mi esposo y yo nos dimos cuenta al principio de su ministerio que es una fuerte misericordia que la obra purificadora de Dios esté enfocada directamente en ti. Para la gloria de su nombre y el bien de su iglesia, Dios purificará a sus ministros (Mal 3:3).
No permitas que sea pendenciero, sino hazlo amable, capaz de enseñar, resistente con paciencia al mal y que pueda corregir a sus oponentes con amabilidad (2Ti 2:24-25). Cuando sea duramente atacado o agobiado, que no responda de la misma manera ni haga nada que sea indigno de un siervo del Señor. Fortalécelo para que no decaiga y su fe no flaquee (Gn 49:22-26; Sal 125:1-3). Recuérdale las cosas eternas. Que sólo te mire a ti como juez. Ayúdalo a confiar en un Dios justo que ve todas las cosas (1Co 4:5; Heb 6:10). Que recuerde que Tú estás con él y que nadie puede acusarlo (Ro 8:32). Líbralo de hombres malvados (Sal 3:3-6; 2Ts 3:2-4). Anímalo con la recompensa celestial de una inmarchitable corona de gloria (1P 5:4).

Vida en el hogar

La primera iglesia y congregación de un pastor es su familia. Si los hijos del zapatero no tienen zapatos y los hijos del panadero no tienen pan, es fácil para el pastor, que está siempre trabajando, descuidar la vida espiritual de aquellos que están directamente bajo su responsabilidad. La historia está llena de ejemplos de hombres de Dios (hombres a quienes Dios usó de maneras maravillosas) cuyas familias fueron destrozadas. La esposa del pastor a menudo es llamada a hacer un trabajo doble en casa y luchará con cómo relacionarse con su pastor/esposo. Debido a que él tiene una plataforma espiritual altamente respetada, una esposa podría asumir que él no cometerá errores, lo que resultará en ser demasiado tímida para ofrecer corrección o quedar devastada cuando él peque. O ella podría hacer su responsabilidad «mantenerlo humilde» al ser rápida para señalarle sus defectos. También es difícil para los hijos de pastor. La casa pastoral es una pecera (en parte porque Dios lo quiere así). Dios quiere que sea un ejemplo vivo del crecimiento en gracia. Cuando ese crecimiento en gracia está en exhibición pública y la separación entre la vida familiar y el ministerio a menudo es borrosa, los hijos pueden sentirse como si sólo fueran ilustraciones de un sermón, o una posible mejora o deterioro de la reputación de sus padres. Más allá de esto, los hijos de pastor son rutinariamente examinados o puestos en pedestales en los que no pueden permanecer. Y si hablamos de los hijos descalzos del zapatero, proveer materialmente para su familia a menudo es una carga para un pastor. Todas estas cosas fueron parte de mis más sinceras oraciones por mi esposo.
Dale sabiduría para pastorear nuestra familia. Que nos vea como su primer rebaño (Pr 17:23; 1Ti 5:8). Que sea el mismo pastor en casa que el que es cuando está con la gran familia de Dios. No permitas que sea un padre como Elí, Samuel o David; no permitas que se quede callado cuando deba hablar. Que me vea a mí y a nuestros hijos como personas necesitadas de ser pastoreadas diariamente con el Evangelio de la verdad. Que nuestros hijos conozcan los gozos particulares de la familia del pastor. Que vean el ministerio de su papá como una bendición de tu parte para su florecimiento (Pr 14:26). Que entendamos que nosotros también estamos sirviendo a la iglesia de Cristo cuando lo enviamos lejos de nosotros para ministrar con gracia y confianza, y podamos recibirlo de vuelta en casa con ánimo y acción de gracias. Dale la alegría y satisfacción de ver que su duro trabajo provee para las necesidades de nuestra familia. Ayúdalo a recordar que eres el Proveedor supremo de nuestro pan diario. No permitas que se amargue o decepcione cuando vea el trabajo de otros generando más ganancia financiera. Mantén sus ojos en las bendiciones espirituales que generosamente le has otorgado a nuestra familia.

Perseverancia y resiliencia

Finalmente, oro por su perseverancia y resiliencia. Por la gracia de Dios, él terminó treinta años de ministerio pastoral con fidelidad. Ahora oro por él como un pastor/maestro transcultural para pastores. Puede ser que estemos en nuestra «última vuelta». Quiero cruzar la línea final con él como coheredera de Cristo, como un miembro de la casa de Dios, como una ayuda que hizo todo lo posible para «mantenerlo en el púlpito» (esta fue la respuesta de la esposa de Martyn Lloyd-Jones sobre cuál era su rol en la iglesia). Así que continúo orando.
Hazlo firme, inamovible, siempre abundante en la obra del Señor. Que sepa que su trabajo no es en vano (Is 49:4; Gá 6:7-9; 1Co 15:16). Establece la obra de sus manos (2Ts 2:16). En todo su trabajo, problema y alegría, que desee escuchar de ti «bien hecho, siervo bueno y fiel» (Lc 14:17; 1P 5:4).

Lois Krogh es autora de Pour Out Your Heart Prayer Journal: A Planner for a Life of Prayer [Diario de oración derrama tu corazón: un planner para una vida de oración].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.