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El nido vacío fructífero
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El nido vacío fructífero

Nos abrazamos, nos despedimos y dijimos «te amo». Caminó con nosotros hasta el auto, se dio la vuelta y se marchó. Y mientras estábamos sentados ahí mirando su espalda, lloré desconsoladamente. Nuestro primogénito se marchó de la casa y yo sentí como si me arrancaran una parte de mí. Dos años después, se repitió. Una vez más, después de despedirnos, de decirle «te amamos» y darnos abrazos, otro hijo nos acompañó hasta el auto. Verlo darse la vuelta y alejarse hizo que surgieran en mí las mismas profundas penas del corazón. Una última vez, un par de años más tarde, nos despedimos y nos dijimos «te amo», y nos abrazamos. Fuimos al auto y vimos a nuestro hijo menor darse la vuelta y alejarse hacia su nueva vida. Y sí, nos sentamos ahí mirando su espalda y lloré desconsoladamente. Por supuesto, no es que no vería nunca más a mis hijos. Sin embargo, cuando nuestros hijos se fueron de la casa, estaba profundamente consciente de que mi vida cambiaría dramáticamente. Por años, había previsto este día y a menudo pensaba que no podría sobrevivir la emoción de todo, pero lo hice. Ahora, han pasado muchos años de esas despedidas. Y hoy estoy tan agradecida de Dios por su gracia sustentadora y por las sorprendentes y dulces alegrías que me ha dado en cada temporada de la vida desde entonces.

Nueva fuerza después de los hijos

Había sido una mamá «a tiempo completo», por lo que obviamente, cuando nuestros hijos se fueron de la casa, la estructura completa de mi vida se alteró. Ya no había más desayunos apurados para salir por la puerta en las mañanas. No más juegos a los que ir al final del día. No más comidas abundantes que preparar para satisfacer a chicos adolescentes. No más niños pasando el rato en la casa ni planeando eventos con otros padres. Oh, sí, la vida iba a ser diferente y ¡no estaba del todo segura si me iba a gustar eso! En los primeros años, después de que se fueron nuestros hijos, me vi de rodillas ante Dios con un tipo de sensación de estar en blanco y vacía, cuando encontré estas palabras:
Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le ruego que Él les conceda a ustedes, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior (Efesios 3:14-16).
Esta buena palabra me aseguró que Dios me llenaría de su fuerza para la nueva temporada que se avecinaba en el futuro.

Seis lecciones para nidos vacíos

Nosotras las mamás queremos ser buenas madres y damos todo lo que tenemos a nuestros hijos. Como mamás cristianas, sentimos un llamado especial a criar a nuestros hijos para que amen a Jesús y lo sigan, lo que puede parecer especialmente pesado. Y por encima de todo eso, nuestra identidad puede estar tan ligada a nuestros hijos que olvidamos quienes somos. Entonces, cuando llega el momento de que nuestros hijos se vayan de la casa, ¡es duro! Y es triste. Pero no necesitamos quedarnos atrapadas en la tristeza. Podemos avanzar hacia relaciones adultas con nuestros hijos, que tienen una dulzura en sí mismas. Si estás en los años de transición, espera el día cuando tus hijos dejen la casa, o si ya te estás adaptando al nido vacío, estos son algunos pasos prácticos que han sido de gran ayuda para mí.

1. Ora fervientemente

Sin duda has orado por tus hijos desde que nacieron. ¡Sigue orando! A medida que oras por tu hijo que ya no está bajo tu cuidado, descubrirás que tus oraciones llegarán a ser más profundas y tu relación tanto con Dios como con tu hijo será enriquecida. Recuerda, puedes llevar tus ansiedades a Dios, porque Él cuida de ti y de tu hijo (1P 5:7).

2. Pon a tu hijo en los brazos de Dios

Nunca entendí lo que significaba «dejar ir» a mis hijos. Entonces, alguien sugirió que en lugar de dejar ir a mis hijos para que floten hacia un cierto tipo de tierra de nunca jamás, puedo deliberadamente ponerlos en los brazos fuertes y amorosos de Dios donde son protegidos y cuidados. «El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos [...]» (Dt 33:27). Esto ha sido un gran consuelo.

3. La perspectiva ayuda

El objetivo de la crianza es criar pequeños humanos para que se conviertan en adultos productivos. A lo largo de los años de crianza, queremos crear un ambiente nutritivo, para que nuestros hijos se desarrollen y maduren. Queremos que nuestros hijos sean adultos. En un sentido, los criamos para que se vayan.

4. Prioriza a tu esposo

Mientras tus hijos están en casa, a menudo requieren el bloque más grande de tu tiempo y energía, pero la prioridad aún debe ser tu esposo. Haz tiempo para él cuando los hijos estén en casa, así se conocerán mutuamente cuando se vayan. Diviértanse juntos ahora, para que se disfruten mutuamente más adelante.

5. El desarrollo personal es esencial

Cuídate física, emocional, intelectual y espiritualmente. Desarrolla un interés o una actividad mientras tus hijos estén en casa que llevarás a los años de nido vacío. Una manera de hacer esto es cultivar amistades y comunidad con otras mujeres de la iglesia.

6. Plántate junto a corrientes de agua

«Árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita» (Sal 1:2). Arráigate y mantente arraigado en la Palabra de Dios, deléitate en el Hijo de Dios, mantén la comunión con el pueblo de Dios. Cuando haces esto a lo largo de los años, serás fructífera en cada temporada de tu vida.

Disfruta ser hija de nuevo

La mayoría de las mamás cristianas, como yo,  nos enfocamos en el amor de Dios por nuestros hijos. Nos recordamos que Dios ama a nuestros hijos más de lo que nosotros lo hacemos, y así es. Ayudamos a que nuestros hijos comprendan y acepten el amor de Dios por ellos. Sin embargo, descubrí, cuando mis hijos se fueron de casa, que casi olvidé que Dios me ama a mí también. Él se preocupa por mí. Conoce mis necesidades. Quiere bendecirme porque soy su hija.  Mamá, si tus hijos se han ido de la casa (o pronto lo harán) estás por entrar a una nueva temporada con un gran potencial para la fructificación. Cuando éramos mujeres jóvenes, dimos fruto del vientre. En ese entonces los años de educación de los hijos estaban llenos de gran bendición, energía y vitalidad. Estos años eran tiempos de esperanza, de primavera y del cálido sol de verano. Sin embargo, sorpresivamente, los años de nido vacío pueden ser una temporada muy productiva y llena de frutos también. Cuando los hijos se van de la casa, la crianza toma dimensiones nuevas y gratificantes. La vida diaria es diferente, sin duda, pero aún eres y siempre serás la mamá de tus hijos. De hecho, no hay duda de que descubrirás, como yo, que a medida que pasan los años y tú y tus hijos envejecen, su relación se profundizará y se enriquecerá en muchos niveles. Al mismo tiempo, el fruto que des en esta nueva temporada de la vida puede tener un impacto aún más amplio ahora mientras te mantienes conectada a tu iglesia local. Busca maneras de estar involucrada con mujeres más jóvenes en tu iglesia. Eres una mujer experimentada que puede nutrir a la siguiente generación de mujeres. Ánimo, querida mamá. Dios está contigo y te ama a través de cada etapa de la vida. Él no te abandonará. ¡Él quiere bendecirte y hacerte una bendición!
Oh Dios, Tú me has enseñado desde mi juventud, Y hasta ahora he anunciado tus maravillas. Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, Hasta que anuncie tu poder a esta generación, Tu poderío a todos los que han de venir (Salmo 71:17-18).
Linda Linder © 2022 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.