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Photo of Querido pastor, no subestimes los sacramentos
Querido pastor, no subestimes los sacramentos
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Querido pastor, no subestimes los sacramentos


Este artículo forma parte de la serie Querido pastor publicada originalmente en Crossway.
Querido pastor: Hoy en día, muchos pastores e iglesias le otorgan a los sacramentos un estatus bajo en la adoración pública. Sin duda, sabemos que son importantes porque nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, nos ha ordenado bautizarnos y celebrar su cena. No obstante, seguramente, estos ritos no tienen un rol tan significativo como en la Escritura. La predicación de la Palabra de Dios es la parte central de la adoración comunitaria. Es el medio principal por el cual escuchamos a Dios y luego respondemos con acción de gracias en oración y adoración. Nunca podremos agotar las riquezas de la Escritura, pero un énfasis excesivo en los sacramentos puede llevar a un ritualismo frío o incluso a la superstición, ¿cierto? Cierto. Pero ¿podría ser que muchos de nosotros somos precavidos en atribuirle a los sacramentos un rol más central en la adoración comunitaria porque hemos malentendido lo que los sacramentos son y lo que hacen? Sinceramente, los sacramentos han jugado un papel vital en nutrir al pueblo de Dios a lo largo del curso de la historia de la iglesia. El bautismo y la Comunión (o la Cena del Señor) son tan significativas que los reformadores, muchos de los cuales fueron pastores, consideraban que la correcta predicación (y escucha) de la Escritura y la correcta administración de los sacramentos eran las dos marcas principales de la iglesia. Por consiguiente, el predicador escosés Robert Bruce podría decir que la Escritura y los sacramentos son los «dos medios especiales» que Dios ha escogido para «conducirnos a Cristo[efn_note]Bruce, Robert. 1958. The Mystery of the Lord’s Supper: Sermons on the Sacrament Preached in the Kirk of Edinburgh in A.D. 1589 [El misterio de la Cena del Señor: sermones sobre el sacramento predicados en la iglesia de Edimburgo en 1589]. Traducido y editado por. Thomas F. Torrance. London: James Clarke. p. 39.[/efn_note]».

Escritura y sacramentos

Como herederos de la Reforma, reconocemos correctamente que la Escritura es la principal fuente para la investigación teológica y los asuntos religiosos, Aquella a la cual todas las demás deben someterse. Y por lo tanto, apreciamos y defendemos la sola Scriptura (solo Escritura): la Escritura (como una autorrevelación del Dios trino) es la autoridad perfecta, suficiente y suprema en lo que respecta a la fe y a la práctica. Sin embargo, sola Scriptura no se debe confundir con nuda Scriptura (Escritura desnuda) o solo Scriptura (únicamente Escritura), la idea errónea de que la Escritura puede entenderse fuera de cualquier contexto eclesiástico o que otras fuentes no tienen relevancia en el asunto de la teología, que necesariamente informa nuestra adoración y vida. Aun cuando la Escritura es el principal medio que Dios usa para nutrirnos y acercarnos a Él, no es el único medio que Él usa para hacerlo. Dios le ha dado a su pueblo dos tipos de palabras: la palabra escrita (Escritura) y las palabras visibles (los sacramentos). Mientras que la Escritura es la base de los sacramentos y les da su significado, los sacramentos refuerzan o acentúan la Escritura. El bautismo y la Comunión nos presentan de manera visible y tangible la nueva noticia de Jesucristo. La Escritura y los sacramentos son, por lo tanto, complementarios, no rivales, y ambos nos ofrecen a Cristo[efn_note]Le debo esta expresión a John C. Clark. Ver también: «Sacraments in Worship» [Sacramentos en la adoración] Ligonier, 5 de septiembre de 2017. https://www.ligonier.org/.[/efn_note].

Cómo obra Dios

No obstante, ¿es todo esto pura palabrería? ¿Realmente Dios usa objetos físicos triviales para obrar en y a través de su pueblo? ¡La respuesta es un rotundo sí! De hecho, Él siempre ha obrado por medio de cosas materiales que Él ha escogido como instrumentos apropiados para su obra. Él usó el agua para juzgar a la humanidad rebelde y salvar a Noé y su familia. Él usó la circuncisión para confirmar la justicia que Abraham había recibido por fe (Gn 17; Ro 4:11) y usó la circuncisión de los niños para mantener su pacto con Israel y para incorporarlos a su pueblo del pacto. Dios usó la Pascua para proteger a Israel de la muerte, y la nube en el día y el pilar de fuego en la noche para proteger y guiarlos una vez que escaparan de la esclavitud de Egipto. Y Él usó los sacrificios para perdonar los pecados de su pueblo cuando se volvían a Él, al confiar solamente en Él. Finalmente, Dios se unió a la humanidad en su Hijo. En la encarnación, Dios unió lo espiritual y lo físico y, por lo tanto, se dio a sí mismo a la humanidad por medio de la carne y la sangre. En la persona de Cristo, lo espiritual y lo físico se encuentran y están inextricablemente vinculados. Precisamente, por estas razones debemos tener en alta estima a los sacramentos, que muchos de los eventos y prácticas mencionadas anteriormente anticiparon. Dios ha escogido usar el bautismo y la Comunión como instrumentos para darse a conocer y comunicar su bondad hacia nosotros. Los sacramentos no sólo nos presentan la buena noticia de Jesucristo en forma visible y palpable. Sin duda lo hacen, pero también hacen «más sólida» y «más cierta» la Palabra de Dios, como lo establece Juan Calvino[efn_note]Calvino, Juan. 1858.  Institución de la religión cristiana. 4.14.3, 6. Ver también Tim Chester, Truth We Can Touch: How Baptism and Communion Shape Our Lives [La verdad que podemos palpar: cómo el bautismo y la Comunión dan forma a nuestras vidas] (Wheaton, IL: Crossway, 2020), p. 39.[/efn_note]. Y Sinclair Ferguson explica: «no obtenemos a un Cristo diferente o mejor en los sacramentos de lo que obtenemos en la Palabra…. Pero podemos obtener al mismo Cristo mejor, con una comprensión más firme de su gracia por medio de la vista, el tacto, el sentido y el gusto así como también el oído[efn_note]Ferguson, Sinclair B. 2019. El Cristo completo: legalismo, antinomianismo y la seguridad del Evangelio: una controversia antigua para hoy. Poiema Publicaciones. [Traducción propia].[/efn_note]». De este modo, podemos afirmar lo que la Confesión belga asevera: «Dios [...] unió [los sacramentos] a la Palabra del Evangelio para presentar mejor a nuestros sentidos externos tanto lo que Él nos da a entender en su Palabra, como lo que Él hace interiormente en nuestros corazones, haciendo eficaz y firme en nosotros la salvación que Él nos comunica»[efn_note]Confesión Belga, artículo 33, en Creeds, Confessions, and Catechisms: A Reader’s Edition [Credos, confesiones y catecismos: una edición para el lector], editado por Chad Van Dixhoorn (Wheaton, IL: Crossway, 2022). p. 184; énfasis añadido. Cf. Louis Berkhof, Teología sistemática. (Estados Unidos: Libros desafío, 1995); Bruce, Mystery of the Lord’s Supper [El misterio de la Cena del Señor], 39-40; W. H. Griffith Thomas, The Principles of Theology: An Introduction to the Thirty-Nine Articles [Los principios de la teología: una introducción a los treinta y nueve artículos] (London: Longmans, Green, 1930). p. 343.[/efn_note]. Nuestro Dios es un Padre compasivo y atento, y tiene presente nuestra condición de criaturas. Él ha considerado apropiado darse a conocer a sí mismo y hacerse accesible por medio de varios medios, incluso medios físicos porque somos personas físico-espirituales. Esto no significa que la Escritura sea deficiente. Ciertamente, la Escritura es perfecta en lo que hace. Crea y fortalece la fe entre nosotros al formar nuestros intelectos, afectos e imaginación. No obstante, la Palabra de Dios involucra sólo nuestro oído y, en cierta medida, nuestra vista mientras la leemos. Esto significa que el resto de nuestros sentidos quedan fuera. De nuevo, la Escritura no es defectuosa, pero apunta a aspectos sensoriales particulares de nuestro ser. Los sacramentos atraen nuestros sentidos de la vista, tacto, olfato y gusto. Nos capacitan para experimentar el Evangelio de maneras que involucran todo nuestro ser (y de maneras que simplemente no podríamos experimentar simplemente al escuchar o leer)[efn_note]Chester. Truth We Can Touch. pp. 39-40.[/efn_note].

Contemplemos a Jesús

La razón más profunda por la que los sacramentos involucran nuestro ser completo es que nos presentan al Hijo de Dios encarnado. El bautismo y la Comunión nos ayudan a encontrar al Cristo crucificado, resucitado y presente de una manera integral.  En cualquier momento que estas palabras visibles del Evangelio se celebren en el contexto del cuerpo reunido, nuestro Señor nos invita (todo lo que somos, cuerpo y alma) a venir a Él. Y cuando vamos a Él en fe, nos enamoramos más y somos más transformados por Él. Los sacramentos nos sumergen en Cristo y nos llenan de Él, y permiten que Él continúe obrando en nosotros. Nos permiten contemplarlo, considerarlo y abrazarlo. Y a medida que contemplamos su gloria, somos «transformados en la misma imagen de gloria en gloria» (2Co 3:18). Asimismo los elementos nos fuerzan a volver a imaginar quiénes somos. Revelan que somos personas unidas a Cristo. Por fe, hemos sido bautizados en Él y, por lo tanto, tenemos comunión con Él. En una era en la que un sinfín de personas están completamente confundidas en cuanto a quiénes son, adónde pertenecen y cuál es su propósito, los sacramentos nos enseñan que hemos sido creados y redimidos para tener una unión y comunión personal con el Dios trino. Y es a través de la obra de Cristo, presentada a nosotros de manera tan hermosa en el bautismo y la Comunión, que somos reconciliados con el Padre y por el Espíritu. Somos marcados por Él, vivimos con Él y existimos por Él. Por tanto, no subestimemos los sacramentos. Son mucho más profundos de lo que nos atrevemos a comprender. Refuerzan la buena noticia que Jesucristo nos presentó en la Palabra escrita. Nos presentan a Cristo y nos llevan a Él, Aquel que nos ha creado y redimido. Por lo tanto, que nuestras iglesias reciban estos regalos del Evangelio con fe y gratitud, y por tanto, se acerquen más a nuestro Señor crucificado y resucitado. Que podamos contemplarlo a través de estas palabras visibles y tangibles del Evangelio, con el fin de verlo más claramente y abrazarlo más firmemente. Que, al mismo tiempo, nos veamos a nosotros mismos con mayor claridad y lleguemos a entender con humilde confianza quiénes somos en Él. 

Kevin Emmert es autor de The Water and the Blood: How the Sacraments Shape Christian Identity [Agua y sangre: cómo los sacramentos dan forma a la identidad cristiana].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.