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Aquello que hace fuerte a una mujer
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Aquello que hace fuerte a una mujer

Dios se deleita en mujeres fuertes. Nosotros en la iglesia también deberíamos hacerlo. Nuestra celebración de las mujeres fuertes en el cuerpo de Cristo debería ser escuchada clara y rotundamente. Lo que también debería escucharse es una aceptación alegre de lo que la Biblia celebra como una mujer fuerte. No existe una fórmula bíblica para una mujer fuerte y piadosa. Sin embargo, a medida que el Espíritu abre nuestros ojos, podemos profundizar sin descanso en la revelación de Dios para tener una visión cada vez más clara. Últimamente, he estado haciendo un poco de investigación sobre la historia de Débora en Jueces 4-5. Esta fuerte mujer sobresale: una de las pocas profetisas mencionadas y la única jueza de Israel mencionada (se podría decir que la más piadosa). Me encanta la imagen de Débora, esposa de Lapidot, sentada en el trabajo bajo una palmera en la región montañosa de Efraín, «y los israelitas subían a ella a pedir juicio» (Jue 4:4-5). He aquí una mujer fuerte usada por Dios para ejercer liderazgo estratégico entre el pueblo de Dios; esto es algo hermoso e importante que debemos ver. Mientras más vemos cómo la Biblia nos muestra la fuerza de Débora, mejor veremos su belleza e importancia. Para este fin, haré cuatro observaciones sobre esta historia de esta mujer fuerte.
1. La historia de Débora lleva nuestros ojos a Dios
Débora es parte de una historia más grande. Cuando conocemos a Débora, conocemos a parte de la descendencia de Abraham que Dios prometió que haría crecer y que bendeciría. El pueblo de Israel tiene la Palabra de Dios y están establecidos en la tierra que él prometió, de camino a convertirse en un gran reino por medio del cual Dios bendeciría a las naciones de este mundo caído. No obstante, en el libro de Jueces, ellos lo desobedecen una y otra vez, yendo de mal en peor. Cada vez que se alejan del Señor, él permite que las naciones enemigas los opriman. Sin embargo, cada vez que claman a él por ayuda, él los rescata. Débora tiene parte en uno de esos rescates. Ella no lo sabía, pero todos estos rescates apuntaban al único gran rescate que se llevaría a cabo finalmente por medio de la simiente prometida, el propio Hijo de Dios. Débora era parte de un pueblo que era parte del plan redentor de Dios para la humanidad, y ella desempeñó su rol fielmente. Comienzo aquí con la celebración de esta fuerte mujer, porque la fuerza humana como la muestra la Escritura es solo una fuerza derivada. No existe más fuerza que aquella dada por el Dios Creador que es vida y fuerza eterna; él es la única fuente. Desde un mundo de pecadores caídos, él escoge a personas para salvarlas y usarlas para sus propósitos salvíficos. Débora es primero que todo una parte de ese pueblo escogido. Ni siquiera comencemos a hablar sobre mujeres fuertes —u hombres— aparte de esta historia más grande que Dios está llevando a cabo. La historia de Débora no se trata principalmente de Débora. El actor principal y soberano en esta historia es Dios. Haz este gran ejercicio: lee Jueces 4-5, destacando todas las referencias a Dios. Desde la introducción (Jue 4:1-2) al clímax (Jue 4:14-15) hasta la conclusión (Jue 4:23-24), esta historia se trata de lo que Dios está haciendo. Cuando celebramos la fuerza de Débora, celebramos primero al Dios Todopoderoso en cuya historia Débora desempeña un rol.
2. Débora habla la Palabra de Dios
Débora no solo aparece en el flujo de la Palabra de Dios, sino que ella misma habla la Palabra de Dios. Por supuesto, eso era lo que hacían los verdaderos profetas: hablaban la Palabra del Señor a medida que él se las daba a ellos. Y eso es lo que vemos que Débora hace a lo largo de esta historia. Al llamar a Barac a la batalla contra Sísara, ella dice, «El Señor y Dios de Israel te ha dado una orden, ¿no es verdad?» (Jue 4:6, RVC). En mandamientos (Jue 4:6, 14), en juicios (Jue 4:9) y en promesas (Jue 4:7, 14), la boca de Débora rebosa con la Palabra de Dios. Cuando celebramos la fuerza de Débora, celebramos a una mujer  en cuya lengua está la Palabra de Dios. Por supuesto, en el tiempo de Débora, la Palabra escrita aún no estaba completa y Dios habló muchas veces y en muchas maneras por medio de sus profetas —mientras que ahora, en estos días, Dios nos ha hablado por medio de su Hijo (Heb 1:1-2)—. Las Escrituras que revelan a ese Hijo están completas. En la lengua de las mujeres fuertes de hoy —u hombres— está la Palabra de Dios de la Escritura del Antiguo y Nuevo Testamento.
3. Débora obedece la Palabra de Dios
Débora no solo habla la Palabra de Dios; ella la obedece. Junto con sus palabras es evidente un corazón sumiso al plan revelado de Dios (específicamente a los líderes que Dios reveló). Dios le ha ordenado a Barac que conduzca al ejército de Israel como libertador de Israel; Débora misma ha comunicado esa orden. Ella claramente respeta y acepta el rol que Dios le dio a Barac. Incluso cuando Barac tiene miedo de obedecer, Débora no lo menosprecia ni lo reemplaza; al contrario, lo ayuda. Ella inmediatamente acepta ir con él, como él le pidió. Ahora, ella sí entrega el juicio de Dios en la debilidad de Barac: Sísara mismo moriría, pero no en manos de Barac, sino que en manos de otra mujer fuerte, Jael. Las dos mujeres fuertes terminan la narrativa como pilares que sostienen la casa. Podría no parecer justo que, en «el salón de la fe» de Hebreos 11, es el temeroso Barac quien es nombrado en la lista de fieles (Heb 11:32). No creo que a Débora le hubiese importado; de hecho, esto es lo que Débora perseguía: levantar a los líderes de Israel (animarlos y ayudarlos a actuar como líderes).
4. Débora canta la Palabra de Dios
Sabemos esto sobre Débora no solo por su interacción con Barac, sino que también por su canción. Débora habla la Palabra de Dios; la obedece; y, finalmente, ¡la canta! A medida que avanzamos de la narración del capítulo 4 a la poesía del capítulo 5, Débora primero alaba a Dios por los líderes de Israel que fielmente salieron a la batalla.

¡Por haberse puesto al frente los jefes en Israel, Por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, Bendigan al Señor! (Jue 5:2).

Débora no solo alaba a Dios por los hombres que sí lideraron, en los versículos 16-17, ella también nombra y reprocha a los que no lo hicieron. El verso 9 revela su corazón por los líderes ordenados de Dios:

Mi corazón está con los jefes de Israel, Los voluntarios entre el pueblo. ¡Bendigan al Señor! (Jue 5:9).

Primordialmente, esta poesía inspirada por el Espíritu muestra un corazón que se ha vuelto al Señor Dios y a sus propósitos. Al usar imágenes que recuerdan al éxodo, Débora canta gloria a Dios por la liberación de su pueblo, incluso por la destrucción de sus enemigos. Ella lo alaba por lograr esos propósitos por medio de hombres dispuestos que lideraron; por medio de Jael, «bendita entre las mujeres»; y por medio de ella misma, «madre de Israel» (Jue 5:4-7; 24-31). Débora se deleita en la bendición de que tanto mujeres como hombres se ofrecen a sí mismos voluntariamente al Señor para realizar las distintas tareas que él los llama a hacer. Cuando celebramos la fuerza de Débora, celebramos a una mujer que habla y obedece la Palabra de Dios y que ¡la canta con todo su corazón! Por medio de su canción, Débora da testimonio de las maneras en que Dios usa a hombres y a mujeres para servirlo (y cada tipo de servicio requiere una gran fuerza). Lee esos versículos donde Débora canta sobre Jael: habla sobre la experticia, no solo con el martillo de los trabajadores y con las estacas de la tienda, sino que con el inspirador poder del poeta para crear palabras que perforan el corazón.

El ánimo de Débora

Jueces 4-5 me recuerdan que debo mirar primero a mi Creador Todopoderoso, cuya Palabra ordena mis días. Estoy viviendo en su historia. Específicamente, como mujer, estoy animada a ver cómo Dios prepara, llama y usa a hombres y a mujeres distintivamente. Oro para servir fielmente como una mujer llena de la Palabra. Oro por mi corazón para que acompañe a los hombres que Dios llama como líderes espirituales de la iglesia, según la enseñanza del apóstol Pablo. Ellos son imperfectos y a veces débiles, y yo también lo soy. A veces, soy fuerte cuando ellos son débiles. Es mi anhelo que yo bendiga a Dios por sus propósitos salvadores en llamar a su pueblo a servir a nuestro perfecto Libertador juntos y que esté preparada para luchar la batalla espiritual junto a ellos y de todas maneras posibles, ayudando a los supervisores escogidos a liderar al cuerpo de Cristo. Como Débora, que más y más mujeres fuertes y piadosas hablen la Palabra, la obedezcan y la canten con todo el corazón, para la gloria de Cristo nuestro Señor.
Kathleen Nielson © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Cinco mitos sobre el evangelismo


Este artículo es parte de la serie Cinco mitos publicada en Crossway.

Mito nº. 1: el evangelismo es algo que hago solo

El llamado de llevar a cabo la Gran Comisión se siente pesado cuando nos vemos solos y esforzándonos para compartir la buena noticia. Cualquier cosa en la vida cristiana se siente pesada si imagino un camino difícil y caminando por él solo. Las historias de amigos viajeros ayudan a iluminar el paisaje. Historias, por ejemplo, de aquellos que están alcanzando al cuerpo de Cristo afuera: quienes invitan vecinos al grupo de estudio bíblico de la iglesia y que ven a esos vecinos y a sus familias siendo gradualmente transformados por el Evangelio; aquellos que acogen estudiantes extranjeros en sus casas, los llevan regularmente a la iglesia y ven que algunos de ellos creen en Jesús; mujeres cuyos hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo han orado por años junto a ellas para que sus maridos lleguen a la fe. En estas historias están entretejidas la hospitalidad y las oraciones del pueblo de Dios: oraciones específicas para la salvación de aquellos que nombran juntos en la presencia de Dios. Como pueblo redimido, damos testimonio de la buena noticia de que Jesús murió en la cruz, cargó nuestro pecado y resucitó de la tumba, venciendo la muerte. Creer esta buena noticia nos hace parte de un cuerpo que vive y se mueve junto para ver a Jesús. No hacemos esto de la evangelización solos. Es mejor imaginar una calle llena de personas caminando juntas, así como imaginamos a los israelitas caminando hacia el templo de Jerusalén para las festividades: grupos enteros y familias, conversando, cantando y acogiendo a otros en el camino. Nosotros somos el pueblo de Dios. Todo esto es la obra de Dios. Por su Espíritu, Dios llama a las personas a sí mismo y les da nueva vida por medio de la fe en Cristo. Quienes creen pueden participar. Él nos usa. Él nos usa.

Mito nº. 2: no tenemos que hablar del Evangelio, sólo debemos vivirlo o al menos esperar y ganarnos el derecho a hablar

¿Deben nuestras vidas tocar personas y transformar la cultura primero antes de hablar? ¿Necesitamos hablar? ¿Cómo manejamos esta tensión entre el testimonio verbal y no verbal? Como creyentes, podemos correr a la Palabra de Dios para abordar e incluso abrazar esta tensión. Y la Palabra nos dirá que la buena noticia de Dios es un mensaje que se debe proclamar y creer: «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Ro 10:17). Negamos la ayuda definitiva si ocultamos «[...] las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2Ti 3:15). No obstante, la Palabra también nos dice que el Evangelio transforma vidas, empoderando a los hacedores y no solo a oidores, hacedores que, por ejemplo, cuidan de huérfanos y viudas en necesidad (Stg 1:22, 27). Si hemos recibido la ayuda definitiva, entonces la ofreceremos no sólo por medio de palabras, sino también por medio de vidas transformadas y en transformación. Quizás debemos tomar con más reservas la visión de que es necesario construir una relación larga antes de ganarse el derecho de hablar la verdad del Evangelio. Sí, toma tiempo ministrar en misericordia y construir relaciones. Pero prefiero construir esa relación con alguien que me está escuchando contar las noticias de Jesús en el proceso (con sensibilidad y moderación, sí, pero con la confianza de que el Evangelio es la mejor y más urgente noticia en el universo). Si esperamos mucho para hablar, normalmente se hace más difícil, más incómodo y más como si hubiera un elefante en la sala. Recuerdo a una mujer que cruzó el mundo a un país que en general no era amistoso con el cristianismo. En su (exitosa) entrevista de trabajo para un negocio local, ella les contó a sus potenciales empleadores sobre su fe cristiana, porque ella se imaginó que ser clara al principio sobre sus compromisos pavimentaría el camino para interacciones más fructíferas sobre el tema. Y ciertamente así lo fue. Otro amigo del otro lado de la ciudad había podido mostrar y explicar el Evangelio en los años de trabajo en unas clases de inglés como segunda lengua que se dictaban en la iglesia. Algunos de esos estudiantes ahora son hermanos y hermanas en el Señor. En sus primeros años de matrimonio, una amiga no conocía al Señor, pero estaba inquieta y en búsqueda. Un hombre apareció para arreglar un aparato de la casa y le dijo que Jesús la amaba. Eso es todo lo que él dijo. No obstante, ella no podía sacarse esas palabras de la mente. Tomó una Biblia y la leyó, encontró una iglesia cercana en donde por la providencia de Dios se enseñaba la Biblia y, al final, tanto ella como su esposo llegaron a la fe en Cristo. Lo sé: no siempre ni normalmente ocurre de esta forma. Aunque sí funcionó en ese caso. Espero que no subestimemos las palabras que pueden pronunciarse en un viaje en avión o taxi, con un vendedor o un garzón o en el proceso de construir una relación.

Mito nº. 3: el evangelismo requiere un entrenamiento especial

No me malinterpreten: el entrenamiento en evangelismo es extremadamente valioso. Podemos agudizar nuestra articulación del Evangelio, captar mejor el llamado de la Biblia para compartirlo, aprender maneras más efectivas para escuchar y hacer preguntas a personas, y así sucesivamente. Sin embargo, no necesitamos esperar hasta que seamos una suerte de expertos entrenados. La mujer samaritana que se encontró con Jesús en el pozo llamó a personas de su propio pueblo para que fueran y vieran al hombre que ella había conocido recién (Jn 4:29). Ella estaba tan llena de alegría por haber conocido a Jesús y por haber encontrado al Mesías prometido que su alegría naturalmente se desbordó. Si recientemente vimos una gran película, a menudo esa película se asomará en nuestra conversación; normalmente con mucho entusiasmo. Tiene que ser cierto que si nos estamos encontrando regularmente con el Dios del universo que nos habla por medio de su Palabra, entonces su Palabra probablemente se desbordará en nuestras conversaciones. ¿No sería extraño si no fuera así? «¿Tu hija está viviendo una vida que te escandaliza, y tú simplemente no sabes cómo relacionarte con ella? Sabes, recién estuve leyendo esta maravillosa historia sobre cómo Jesús se relacionó con una mujer que Él conoció…». Quizás el mejor entrenamiento continuo es la participación incondicional en la vida del cuerpo de la iglesia, en el estudio bíblico, en la oración, en el servicio; esos elementos básicos de la vida cristiana que nos pueden ayudar a crecer en madurez.

Mito nº. 4: es mejor no hablar sobre el infierno

Debió haber sido en segundo grado que le conté sobre Jesús a una de mis mejores amigas. Los detalles ya no son claros, pero lo que sí recuerdo es la experiencia de esta amiga preguntándome si yo pensaba que ella iría al infierno cuando muriera si no creía en Jesús. Recuerdo que le dije que le respondería al día siguiente y luego fui a casa y le pregunté a mis padres qué debía decir, y no puedo recordar qué ocurrió después de eso. Sí recuerdo haber sido su mejor amiga hasta que se cambió de casa, el verano después de segundo grado. Es un dilema que no desaparece a medida que crecemos. En algunas formas, se torna cada vez más doloroso. Leemos y luchamos con la enseñanza de la Biblia sobre el juicio final de Jesús, «[...] en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2Ts 1:7-9). Llega a ser tan doloroso que muchas personas en este tiempo escogen no creer en el infierno, particularmente como un lugar de tormento «[...] día y noche por los siglos de los siglos» (Ap 20:10). Incluso mientras tipeo estas palabras, quiero borrarlas. Es tentador no incluir este punto. Habría muchos otros puntos más positivos para incluir, con un límite de sólo cinco mitos. Ojalá mis padres me hubieran dicho que fuera honesta sobre el infierno; creo que lo hicieron. La Biblia (de principio a fin) es dolorosamente honesta sobre la ira de Dios hacia el pecado. La ironía es que sólo al entender la ira justa de un Dios santo podemos aceptar la cruz, donde Jesús sufrió la ira en nuestro lugar, para cargar nuestro pecado. Esto es algo de lo que hay que hablar. En una conversación reciente, una mujer me dijo que no quería tener nada que ver con un Dios que le pida a una persona que mate a su hijo, como Él le pidió a Abraham que lo hiciera. Le pregunté a esta mujer si ella había leído esa historia en la Biblia y si sabía cómo había terminado. Ella no la había leído y no sabía cómo terminaba. Y pude contarle sobre el carnero que Dios proveyó como sacrificio en ese monte.

Mito nº. 5: con el tiempo llegaré ahí

Si el tormento eterno del infierno no es un mito, sino que es verdad, entonces el mito de que con el tiempo llegaremos a la tarea del evangelismo no es sólo un autoengaño, sino que en el fondo es egoísmo. La pregunta es si es que la realidad eterna e invisible es o no es más real para mí que la comodidad visible y presente. Lo fue para Jesús. Hace poco, mientras leía el evangelio de Juan, me di cuenta nuevamente de cuán a menudo Jesús habla sobre su Padre y de estar con su Padre, de una manera que muestra cuán real era para Él la realidad invisible de Dios y del cielo: está justo ahí. Esa mente enfocada en el cielo sólo intensificó su obra terrenal, día tras día, en todo el trayecto hacia la cruz. Que Dios nos ayude a poner nuestras mentes en las cosas reales de arriba; las cosas que, en un momento, explotarán y se harán visibles. Y luego el evangelismo se habrá acabado. Piensen en ello. El Señor Dios llamará a cada persona que haya vivido, de todos los rincones del planeta y a quienes están en las tumbas de la tierra y el mar para que salgan y se presenten ante su trono. ¿Crees esto? Es lunes por la mañana mientras escribo. Los correos electrónicos y las fechas límites están esperando. La familia está esperando. En medio de ello, le pido a Dios que me otorgue la gracia para vivir hoy con mis ojos abiertos y mi mente y corazón llenos de la Palabra que escuché ayer con mis hermanos y hermanas, y nuevamente esta mañana, mientras me preparo para el día. Que Él me tenga lista para hablar sobre la buena noticia, incluso mientras me enfoco en vivirla. Voy a fallar; voy a titubear con mis palabras, pero, por favor, Señor, úsame, úsanos a nosotros hoy.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.