volver
Photo of Avergonzada de mi cuerpo
Avergonzada de mi cuerpo
Photo of Avergonzada de mi cuerpo

Avergonzada de mi cuerpo

No recuerdo la primera vez en que sentí odio por mi cuerpo, pero sí recuerdo cuánto dolió. Me miré al espejo y me di cuenta de que mi cuerpo no era perfecto, no era impecable y no era como «debería ser». Recuerdo haber sentido ganas de vomitar por la vergüenza.

Convertirse en una adolescente trae tremendas alegrías, pero también muchas dificultades nuevas. Una de las más dominantes y agobiantes es la vergüenza que sientes por tu propio cuerpo. En nuestra infancia, vivimos un tiempo valioso y precario en el que no sentíamos vergüenza por nuestros cuerpos. Los veíamos como máquinas, como herramientas para comunicarnos y para expresarnos, como el catalizador para nuestros juegos, en cuanto a su funcionalidad, eran perfectamente aceptables para nosotros. Teníamos conciencia de nosotros mismos, pero no nos acomplejábamos.

Luego crecemos y algo pasa (o quizás muchas cosas pasan). Los mensajes culturales comienzan a penetrar nuestras mentes y a contaminar nuestras percepciones. Un día nos damos cuenta de que la belleza es más importante que la funcionalidad, y que nuestro cuerpo no es hermoso. Comenzamos a preguntarnos a nosotras mismas, ¿cómo nunca me di cuenta de lo que fea soy, de lo gorda que estoy, de lo torpe que soy, de lo (rellena con la palabra que describe tu vergüenza) que soy? Desde la caída de Adán y Eva, cada ser humano ha lidiado con cierta forma o grado de vergüenza respecto a su cuerpo, pero esto se siente particularmente nuevo, pesado y pandémico durante los años de adolescencia (especialmente en el cruce de una cultura hiperconectada e hipersexualizada). Los adolescentes son entrenados para obsesionarse con sus cuerpos y para ajustarse a un agotador estándar que perpetúa el fracaso y el desprecio. Constantemente, escuchan mensajes contradictorios: primero, «ama tu cuerpo» y luego, «necesitas un cuerpo para la playa». O más bien, escuchan y ven mensajes contradictorios: uno que se enseña, pero otro que se vive, se modela y se arregla en Instagram. Seguir a Cristo no exime a los adolescentes de la vergüenza del cuerpo. Desearía que fuera así, anhelo eso desesperadamente. Sin embargo, sí nos equipa con verdades del Evangelio para combatir las mentiras, la presión social y las tentaciones que enfrentamos. A continuación, les comparto seis verdades a las que yo me estoy aferrando.
1. Nuestros cuerpos no son el problema
Dios creó nuestros cuerpos físicos y declaró que eran buenos (Gn 1:31). Sin embargo, en la frustración de la vergüenza, somos tentadas a odiar nuestros cuerpos (Gn 3:7) y se convierten en el problema y el enemigo. Actuamos como adolescentes gnósticos, creyendo que el cuerpo es arbitrariamente maligno y que necesitamos ser liberados de él. No obstante, el problema no está en nuestros cuerpos, está en nuestra perspectiva: una perspectiva dañada por el pecado. Aborrecemos nuestros cuerpos porque hemos confundido el don de Dios con una maldición. El egocentrismo y el orgullo nos engañan.
2. Somos más que nuestros cuerpos
Como adolescentes, es difícil no equiparar nuestro cuerpo con nuestro valor. El atractivo se siente como una moneda con la que puedes comprar privilegios especiales. Cuando miramos a nuestro alrededor, pareciera que la aceptación, la alegría y la popularidad depende solamente de la apariencia. No somos nada más que nuestros cuerpos. Sin embargo, idolatrarlos es simplemente tan malo como odiarlo. Dios no nos ama por cómo nos vemos; él nos ama debido a su gracia gratuita (Ef 2:4-10). Él no nos valora por el cuerpo que tenemos; él nos valora por quiénes somos en Cristo (Ti 3:4-7). Él nos hizo con mentes pensantes y corazones sensibles y tenemos una belleza que no es externa (1Pe 3:3-4).
3. La comparación es tóxica
Nuestros cuerpos son únicos, formados por nuestro creador para desplegar su gloria en las complejidades de nuestros rostros, de nuestros brazos, de nuestros estómagos, de nuestras piernas. Debido a eso, la comparación es inútil y fatal. Por lo tanto, ¿dónde deja esto a las redes sociales, el lugar que puede describirse con justa razón como una fábrica de comparación? En pocas palabras, tendrás que salir de ahí. Esa es la respuesta para algunos adolescentes (la llave para la sanidad, el contentamiento y la felicidad). Sin embargo, la respuesta está un cambio radical en el enfoque. En vez de ver las redes sociales como un lugar para hacer poses (filtrar y editar nuestras vidas, medir nuestro estatus y evaluar a otros) podemos usarlo como un lugar para celebrar auténticamente la vida. Podemos usarlo como un lugar para compartir, reír, aprender y ser amables. Es posible que tengamos que limpiar la lista de las cosas que seguimos, borrar publicaciones o incluso comenzar todo de nuevo; no obstante, con el correcto modo de pensar, es posible usar las redes sociales para celebrar, no para la vergüenza.
4. Nuestro cuerpo se estropeará
Parece deprimente, pero la realidad es que este cuerpo terrenal nos fallará. Subiremos y bajaremos de peso, nos arrugaremos, nos debilitaremos, nos encogeremos y nos hincharemos. Luego, moriremos y nuestro cuerpo volverá a ser polvo. Por tanto, preocuparnos y estresarnos por nuestro cuerpo que se está desvaneciendo no tiene sentido.
5. Somos llamadas a administrar nuestros cuerpos
Al mismo tiempo, aún somos llamadas a cuidar nuestros cuerpos. Es un recurso dado por Dios, lo que significa que no tenemos permiso para abusar de él (1Co 10:31). Tratemos nuestros cuerpos amorosamente; alimentémoslo bien; hagamos ejercicio; usémoslo para buenas obras; administrémoslo para propósitos santos y sanos, porque un día nuestros cuerpos (¡estos cuerpos!) serán gloriosamente redimidos y usados con el fin servir perfectamente a Dios para siempre.
6. Peleemos contra la inseguridad con verdad
Como un alambre de púas invisible, la inseguridad se ha entretejido dentro de mí a lo largo de mi adolescencia. Lo primero que recuerdo haber odiado de mí fueron mis cejas; luego, mis orejas; después, mi nariz; más tarde, todo mi cuerpo. Sabía que no debía hacerlo, pero la inseguridad parecía debilitarme, paralizarme y llevarme a una fragilidad abrumadora. La única manera en la que he sido capaz de luchar contra esto es con la verdad. Recogí mi autocompasión del piso del baño y me pregunté, «¿quéque es verdad?» y no «¿qué es lo que siento que es verdad?». Hago esto una y otra vez, porque soy insegura vez tras vez. Por lo tanto, tengo que predicarle la verdad a mi corazón: He sido asombrosa y maravillosamente hecha (Sal 139:14). Estoy en Cristo y nada puede cambiar eso (Col 3:1–3). El propósito de mi cuerpo no es atraer a otros, sino que alabar a Dios (1Co 6:20). Soy completamente amada (1Jn 4:9–11). Encuentro la plenitud cuando estoy satisfecha en Dios (Sal 90:14). No se trata de mí, se trata de él (Ga 2:20).
Jaquelle Crowe © 2017 Desiring God Foundation. Publicado originalmente en esta dirección. Sitio web: desiringGod.org — Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
Photo of Conversaciones incómodas que cada adolescente debe tener con sus padres
Conversaciones incómodas que cada adolescente debe tener con sus padres
Photo of Conversaciones incómodas que cada adolescente debe tener con sus padres

Conversaciones incómodas que cada adolescente debe tener con sus padres

Eres padre o eres adolescente. Eso quiere decir que ya sabes lo que se avecina. Puedes sentirlo dentro de ti, lo puedes ver en esa mirada tímida y en esa garganta carrasposa. Puedes escucharlo en las siguientes palabras susurrantes, tensas y un poco nerviosas: “necesitamos hablar”. Tú y yo, padre e hijo adolescente, estamos a punto de sentarnos juntos y conversar sobre algo serio. Sea lo que sea, es un tema delicado y ambos estamos incómodos porque esa la conversación lo es. La incomodidad es algo que los humanos amamos evitar, pues a nadie le gusta cómo nos hace sentir. Sin embargo, para los adolescentes y los padres que siguen a Cristo, la incomodidad es una parte inevitable del aprendizaje. Jesús mismo podría haber sido llamado el maestro de las conversaciones incómodas. Él modeló el hecho de que las conversaciones difíciles son necesarias por el bien del crecimiento del evangelio. Sus jóvenes discípulos del primer siglo en Palestina aprendieron esto, y sus jóvenes discípulos del mundo actual necesitan aprenderlo también. Como adolescente cristiana, quisiera compartir con ustedes cinco conversaciones incómodas y santificadoras que creo que todo adolescente y padre deben tener.
1. Sexualidad
Si existiera una definición en el diccionario para “conversaciones incómodas entre padres y sus hijos adolescentes”, ésta sólo diría “SEXO”; estaría escrito todo con mayúsculas y con alguna fuente tenebrosa. Sin duda, estas conversaciones son las más raras y las más incómodas que jamás he tenido con mis padres. No obstante, a medida que voy formando mis convicciones sobre la sexualidad, he necesitado que mis padres me equipen con una armadura saludable y bíblica para poder hacerlo. He necesitado (y continúo haciéndolo) conversaciones habituales e invitaciones abiertas para tener una comunicación vulnerable.
Soy bendecida al poder tener estas conversaciones con mis padres; sin embargo, aún me avergüenza hablar de sexualidad con ellos. Tengo preguntas, confusiones y pensamientos que necesitan respuestas piadosas. Puede ser un poco incómodo verbalizar esos pensamientos y preguntas y puede ser difícil para mis padres verbalizar respuestas complicadas. Hace poco, mi mamá y yo nos sentamos a conversar sobre un libro que leí que trataba acerca de las perspectivas actuales de los adolescentes sobre las redes sociales y el sexo. El libro era impactante y yo tenía muchas preguntas y opiniones al respecto; mi mamá me hizo sentir cómoda para acercarme a ella. Me sonrojé, pero ella hizo que sintiera que estaba en un ambiente seguro. Por medio de estas conversaciones incómodas, me he dado cuenta de que la sexualidad es mucho más que el acto sexual. Se trata de nuestra persona completa, creación de Dios como hombres y mujeres portadores de su imagen. Se trata de las identidades en transición de los adolescentes a medida que crecemos física y emocionalmente de niños a adultos. Mis padres y yo debemos tener conversaciones incómodas sobre mi femineidad: mis emociones, mis deseos y mi rol como mujer que Dios me dio. Sin ese tipo de discusiones, estaría mal preparada para tomar decisiones importantes y delicadas con una visión bíblica y responsable de la sexualidad.
2. El pecado personal y la transformación
Mientras que las conversaciones con mis padres sobre sexo han sido las más incómodas, aquellas sobre mi pecado han sido las más dolorosas. Es increíblemente difícil ser confrontada con mi pecado sin arrepentimiento (o desconocido). En esos momentos, instintivamente me autojustifico y me pongo a la defensiva. Siento que me atacan por la espalda, como si mamá y papá hubiesen lanzado un cruel ataque sorpresa contra mí. Sin embargo, esas conversaciones me obligan a humillarme frente a Dios. Quitan mis falsas excusas y me llevan a un arrepentimiento real: me santifican.
Hace unos años, mi mamá se acercó a mí cuidadosamente para comentarme sobre el tiempo que estaba pasando frente a mi computador. Recuerdo cuán tensa me puse y cómo mi orgullo quería detener la conversación inmediatamente. Me dije a mí misma lo equivocada que estaba mi mamá; sin embargo, también recuerdo cuando me di cuenta que ella estaba en lo correcto y la vergüenza inesperada que vino a mí cuando lo comprendí. Mi mamá sabía que necesitaba revisar mi corazón. No estaba usando mi tiempo de la mejor manera que podía (Efesios 5:16) y eso permitió que mi mamá no tuviera miedo de decirme, “entiendo que esto es difícil de hablar, pero te amo demasiado para dejarlo pasar”.
3. La entretención y las redes sociales
En esta cultura obsesionada con la imagen, los padres y sus hijos adolescentes también deben tener algunas conversaciones incómodas sobre las elecciones aceptables de entretención y los límites apropiados de las redes sociales. Quizás tú, adolescente, quieres ver desesperadamente la nueva película que todos los demás van a ver, pero tú, padre, tienes algunas preocupaciones morales genuinas. El enfrentamiento vendrá en una conversación incómoda; los deseos conflictivos se batirán a duelo.
Padres, tendrán que explicar por qué esa película es bíblicamente contradictoria con el amor de una persona por Jesús y su búsqueda de la piedad (1 Corintios 10:31). Adolescentes, tendrán que someterse de buena manera. Será una conversación difícil y probablemente, al final de todo, aún no estés de acuerdo; no obstante, tener esa conversación los ayudará en gran manera, tanto a los padres como a los adolescentes, en su crecimiento espiritual.
4. Los amigos (virtuales y personales)
Para hablar sobre las amistades en la adolescencia en el siglo XXI es necesario hablar de las redes sociales. Padre, tú y tu hijo adolescente tienen que hablar sobre seguridad y protección, tanto en Internet como en persona. Tienen que conversar sobre hablar la verdad en amor; también, acerca de los tipos de amigos tenemos y del tipo de cosas vemos en las redes sociales.
Padres, quizás tendrán que confrontarnos respecto a las personas con las que estamos pasando tiempo e incluso tendrán que aconsejarnos terminar con una amistad. Ese es su derecho y responsabilidad dado por Dios (Proverbios 1:8-15). Están llamados a protegernos y cuidarnos, incluso cuando no queremos ese cuidado. Las conversaciones sobre amistad y redes sociales serán dolorosas porque no estaremos de acuerdo. Tal vez tengan que herir nuestros sentimientos. Sin embargo, les prometo que serán esas las conversaciones que una versión más madura y más santificada de mí apreciará en el futuro.
5. Sueños y planes futuros
Los adolescentes necesitamos conversar con nuestros padres sobre nuestro futuro, nuestros sueños y nuestra búsqueda de Cristo que dura toda la vida. Necesitamos conversaciones largas en grandes dosis, con respeto mutuo y espíritus amables. No obstante, sabemos que inevitablemente habrá conflicto. A veces a ustedes, los padres, no les gustarán nuestros planes, puesto que tendrán sus propias expectativas e ideas. Sabemos que ustedes quieren lo que es mejor para nosotros, pero, a veces, no estaremos de acuerdo porque nosotros, los adolescentes, tenemos nuestros propios sueños. Si no te gusta la universidad o la carrera que sugieren tus padres y tendrás que decírselos.
Las conversaciones con mis padres sobre carreras universitarias, trabajos y arriendos son incómodas. Simplemente lo son, pero son fundamentales para estar en la misma página sobre lo que será mi futuro. La unidad es el objetivo final, así que perseveremos en medio de la tensión temporal por un bien mayor.

Incomodidad por el bien del crecimiento

Mi mamá y yo tenemos conversaciones incómodas con frecuencia. Probablemente porque nos sentamos una vez a la semana a conversar intencionalmente sobre mi vida, mi pecado, mis preguntas, mis búsquedas, mi futuro y mi fe. A menudo es incómodo, particularmente, cuando tenemos que hablar sobre cualquiera de estas cinco cosas (¡o todas ellas!). Sin embargo, aún considero que esos momentos son esenciales por el bien de mi crecimiento personal, especialmente en el evangelio y ella también lo cree así.
Son esenciales porque aún cuando la incomodidad es difícil, existe una cosa peor que conversaciones incómodas: el silencio incómodo. El silencio que viene del miedo a comunicarse. El silencio que viene de preguntas que no se hicieron; que desarrolla ignorancia e inmadurez; que fomenta la vergüenza; que suprime el crecimiento; que trae oscuridad en vez de luz; que esconde la verdad. Padres y adolescentes, eviten el silencio a toda costa; al contrario, hablen. Cuando vengan las conversaciones incómodas, acéptenlas, porque son mucho mejores que la alternativa.
Jaquelle Crowe © 2016 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda
Photo of Los amigos de tu edad no son suficientes
Los amigos de tu edad no son suficientes
Photo of Los amigos de tu edad no son suficientes

Los amigos de tu edad no son suficientes

Nos gustan las personas que son como nosotros. Desde que somos niños, somos agrupados en diferentes categorías y sectorizaciones. La edad podría ser la más grande. Desde la escuela primaria a la Escuela Dominical hasta en el lugar de trabajo tendemos a dirigirnos intuitivamente hacia aquellos que tienen la misma edad que nosotros. Muchas iglesias (de seguro sin mala intención) alimentan este mensaje antintergeneracional: los niños van aquí para la Escuela Dominical, los adolescentes van allá para el grupo de jóvenes; estudios bíblicos y clases separadas para universitarios, profesionales, padres y adultos mayores. Silenciosa y sutilmente, llegamos a creer que nuestros amigos deben ser exclusivamente de la misma que generación que nosotros. Sin embargo, aunque tener amigos de la misma edad es normal y natural, perdemos algo especial cuando no tenemos ningún amigo que tenga una edad diferente a la nuestra, particularmente en una comunidad cristiana. Los cristianos comparten un vínculo y una identidad que supera todo lo demás: trabajo, raza y definitivamente la edad. Si ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, tampoco debería haber anciano ni joven (Ga 3:28). La edad no debe construir murallas. Jesús debe derribarlas. Cuando dejamos a un lado nuestras preferencias hacia las personas que son como nosotros, transmitimos la belleza de nuestra unión compartida con Cristo. Una amistad intergeneracional no es solo hermosa, sino que necesaria. Necesitamos amistades intergeneracionales. Necesitamos el equilibrio, la perspectiva y la experiencia de personas que están en diferentes etapas de la vida que nosotros (1Ti 4:12; 5:1-2: Tit 2:3-5). Adolescentes, necesitan cristianos mayores: adultos mayores, necesitan adolescentes; mamás jóvenes, necesitan a las que están en la etapa del nido vacío; madres que están en la etapa del nido vacío, necesitan a las que están en los veintialgo: todos nos necesitamos unos a otros.

El fruto de la comunidad

Mi amiga Lisa está en sus sesenta. Ella ha vivido una vida completa, ha viajado por el mundo, ha sobrevivido a un increíble sufrimiento y pena y es una de las mujeres más cultas y capaces que conozco. Rona es una amiga que está en la mitad de sus setenta. En su exterior es dura, incluso mal genio, endurecida por circunstancias y sufrimientos conflictivos, pero aun así con un corazón tan suave como un malvavisco. Mi amiga Christy tiene siete años, y cada vez que nos juntamos, ella exuda una emoción y un deleite respecto a la vida que son contagiosos. Puedo contar a su mamá Dana como otra amiga, una joven madre que tiene sus manos absolutamente llenas, y aun así sostiene una profunda pasión por su vida y ama profundamente a las personas. Estas cuatro mujeres son mis amigas, a pesar del hecho de que ninguna comparte mi generación. Sin embargo, todas ellas son parte de mi iglesia y nuestra relación como hermanas en Cristo ha dado el fruto de la amistad. Todas estas relaciones se ven diferentes, pero todas estas mujeres me han bendecido, amado y cambiado. Hay al menos tres cosas que he aprendido de las amistades multigeneracionales.
1. Dios es más grande que mi generación
Amo ver lo que Dios está  haciendo en mi generación, pero compartir la amistad con aquellas que son mayores y menores me recuerda que Dios no está obrando (ni está siendo adorado) exclusivamente por mi generación. Él es más grande que los mileniales. Este es un recordatorio humillante. Mientras nunca confesaría en voz alta que pienso que los jóvenes son favorecidos por Dios o en cierta forma son mejores, más genuinos y más compasivos que la gente mayor, algunos días soy tentada a creerlo. Entonces paso tiempo con una amiga que es mayor que yo y amorosamente me bajan los humos mentales. Las amistades intergeneracionales tienen una manera única de matar el prejuicio: con amabilidad. Al ser simplemente mi amiga, mis suposiciones imperfectas sobre otras generaciones han sido desafiadas, confrontadas y desvanecidas. El reino de Dios es diverso. Esta verdad destacó la misión de Jesús en la tierra. Él vino para salvar personas de todas las edades de todas las naciones, todas las lenguas y tribus (Ap 7:9). Él vino por los jóvenes y por los mayores de igual manera. Las amistades intergeneracionales me enseñan que el reino de Dios es una familia, y tengo la responsabilidad de amar y de aprender de la familia completa.
2. Todos están siempre enseñando
Estas cuatro amigas en sus diferentes etapas de la vida me han enseñado mucho. Aprendí el gozo fuerte y persistente de Christy y las viejas lecciones de la vida de Rona. Ellas traen ideas, soluciones y actitudes únicas a nuestra relación, empujando los límites de mi marco mental y haciéndome más empática y generosa. Con su amistad, me recuerdan que todos somos maestros. Nuestras vidas están siempre predicando: gozo, dominio propio, humildad, gratitud, paz; u orgullo, egoísmo, calumnia, distracción o enojo. No necesitas ser pastor, un maestro «oficial» ni mentor para estar declarando algo. Tu vida lo hace con fuerza (1P 2:11-17) ¿Qué está diciendo?
3. La experiencia produce sabiduría
Aunque sí aprendo de mis amigas más jóvenes, puedo decir con seguridad que aprendo más de cristianas mayores que han vivido más, han cometido más errores, han soportado más sufrimiento y han ganado más sabiduría que yo. Podemos aprender sobre la fe, el perdón, la valentía, el contentamiento y la oración (solo por nombrar un par de cosas) de personas mayores al meramente tomarnos el tiempo de escuchar y ser una amiga. Mark Twain dijo una vez: «Cuando era un niño de catorce años, mi padre era tan ignorante que apenas podría soportar estar a su lado. Pero cuando cumplí veintiuno, me asombré de lo mucho que él había aprendido en siete años». Tener amistades con personas mayores ha inculcado en mí un respeto profundo por la edad y ha renovado mi humildad. Cuando ellas comparten sus experiencias y su sabiduría conmigo, he podido reconocer que sin duda me beneficiaré al poner atención.

Unidad y diversidad

Hace un par de semanas, fue la noche de pasteles. Las señoras de nuestra iglesia se juntaron en una casa, comieron el pastel y tomaron el helado más delicioso que existe y compartieron una comunión incluso más dulce. La diferencia de nuestras edades es de casi cincuenta años, pero había una unidad perfecta y simple. Éramos solo hermanas en Cristo reunidas alrededor de una mesa, amigas reunidas por el vínculo de Cristo. Mientras medito en noches como esa, me doy cuenta de algo: era un destello del cielo. Ahí había diversas cristianas separadas por la edad pero gozosamente unidas en comunidad. Realmente, así es la amistad intergeneracional: un bocado del cielo. ¿Por qué no querríamos perseguir eso aquí en la tierra?
Jaquelle Crowe © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
Photo of Cómo lidiar con la incertidumbre hoy
Cómo lidiar con la incertidumbre hoy
Photo of Cómo lidiar con la incertidumbre hoy

Cómo lidiar con la incertidumbre hoy

Esta no es una publicación sobre el coronavirus. No realmente.  Tiene más que ver con un problema en el que el virus nos ha sumergido a todos: la incertidumbre. Por supuesto, hemos vivido cada día de nuestras vidas con incertidumbre. No sabemos lo que nos depara el futuro finalmente. Muchos de nosotros ni siquiera tenemos planes concretos para el futuro. Sin embargo, pocos de nosotros hemos lidiado tanto con la incertidumbre en nuestras vidas como ahora. ¿Cuándo podremos reunirnos como iglesia de nuevo? ¿Cuándo podrán regresar los niños a la escuela? ¿Y si contraigo el virus? ¿Y si mis seres queridos que son ancianos contraen el virus? ¿Y si tengo que ir al hospital? ¿Cuándo podré ir al centro comercial nuevamente? ¿Qué implica esto para la economía? ¿¿¿Podré encontrar papel higiénico???  Todo en nuestro mundo se siente extraordinariamente frágil ahora. Los sistemas que previamente parecían tan poderosos ahora parecen frágiles e inestables. Estamos en nuestros hogares leyendo las noticias o viendo los últimos acontecimientos, presionando el botón de actualizar cientos de veces al día a medida que cada nueva actualización se suma a la incertidumbre. Hay mucha incertidumbre dando vueltas en mi propio corazón, en especial por el nacimiento de mi hija que llegará en menos de siete semanas. Mis planes y objetivos para el parto deben ser reescritos y es muy difícil. Tengo algunos grandes temores y preguntas sobre lo que depara el próximo mes y medio. Este artículo es el resultado de mi propio proceso sobre cómo vivir en un tiempo como este. Pero sé que no estoy sola. En medio de una pandemia global, el mundo entero vive con incertidumbre. Sin embargo, esto es de lo que he estado profundamente convencida: los cristianos debemos vivir este tiempo de manera diferente. En lugar de andar a tientas con miedo cada día; en lugar de ser inmovilizados por la ansiedad; en lugar de estar paranoicos debido al pánico, debemos aferrarnos a lo más radicalmente seguro que tenemos en esta vida: nuestro grandioso Dios. Él es el único inmutable en un mundo que cambia rápidamente. No importa lo que suceda con nuestra salud, con nuestros trabajos, con nuestros planes de parto, con nuestra economía, con nuestras reservas de papel higiénico, Dios es completamente fiable, confiable, soberano y fiel.
«Por que yo, el Señor, no cambio» (Mal 3:6). «Desde la antigüedad Tú [Señor] fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero Tú permaneces. Todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los cambiarás, y serán cambiados. Pero Tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin» (Sal 102:25-27). «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place» (Sal 115:3).
El coronavirus no se le escabulló a Dios. A Él no le sorprende ni le asusta. Así como tampoco le sorprendió ni le asustó cualquier plaga, pandemia, guerra o atrocidad del pasado. Y nunca ha hecho que sea imposible para los cristianos ser fieles en medio de cada una de esas cosas. En medio de la incertidumbre de la gripe española (cuando aproximadamente un cuarto del mundo se infectó con esta enfermedad y murieron a causa de ella unas 17 a 100 millones de personas) los cristianos permanecieron fieles. En medio de la incertidumbre de la Primera y la Segunda Guerra Mundial (cuando todo el mundo miraba cómo sus hijos, esposos y padres se marchaban para ir a pelear y decenas de millones murieron) los cristianos permanecieron fieles. En medio de la incertidumbre de la peste negra (cuando Europa, Asia y África del siglo XIV vieron morir a cincuenta millones de personas por la plaga bubónica) los cristianos aún permanecieron fieles. No somos los primeros cristianos en lidiar con una incertidumbre mundial; ni seremos los últimos. No pensemos que no podemos lidiar con esto con fidelidad. Podemos. Es terriblemente difícil, sí. Sin embargo, ¡qué momento es este para que la iglesia brille como luz del mundo! En medio de esta incertidumbre, oremos más que nunca. Leamos la Palabra de Dios más que nunca. Comuniquémonos con nuestros hermanos y hermanas en Cristo más que nunca. Arrepintámonos más que nunca. Animemos a otros más que nunca. Recordémonos a nosotros mismos la fidelidad de Dios a lo largo de la historia más que nunca. En medio de esta incertidumbre, necesitamos esperanza; y la tenemos en nuestro buen y soberano Dios. Muchísimas personas a nuestro alrededor no tienen esta esperanza. Pero tenemos la oportunidad en este momento de la historia para apuntar a esa esperanza por medio de nuestras vidas. Amigos, no lo desperdiciemos.
Este artículo fue publicado originalmente en Jaquelle Crowe.
Photo of Doce maneras en que los adolescentes pueden encontrar alegría ahora mismo
Doce maneras en que los adolescentes pueden encontrar alegría ahora mismo
Photo of Doce maneras en que los adolescentes pueden encontrar alegría ahora mismo

Doce maneras en que los adolescentes pueden encontrar alegría ahora mismo

¿Por qué es que los adolescentes parecen estar plagados de descontento? Más que otros grupos etarios, los adolescentes, en especial, están viviendo una edad de transición que quieren terminar rápidamente. Me identifico con ellos. A veces los adolescentes nos vemos atrapados en esta horrible trampa de anhelar tanto «crecer» que olvidamos la alegría del ahora. Pero quizás el descontento es bueno. C. S. Lewis dijo una vez: «Si encuentro en mi interior deseos que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui creado para otro mundo». Los cristianos debemos estar descontentos, pues anhelamos un mundo mejor que este, que está roto. Sin embargo, me temo que el descontento de los adolescentes no se encuentra tanto en la insatisfacción con este mundo, sino que en la ingratitud hacia nuestro Creador. Carecemos de gozo porque somos desagradecidos. Por lo tanto, ¿cómo puede cambiar esto? A continuación, comparto doce maneras en las que los adolescentes pueden cultivar su alegría ahora: 1. Deja de pensar en estos años como una transición: pensar que la vida aún no ha comenzado (pero lo hará una vez que seamos «adultos») es una distracción terrible de las cosas que importan. Provoca que no seamos responsables con nuestro tiempo. 2. Cultiva el servicio ahora: el servicio no es solo para los adultos. Ahora es un momento perfecto para encontrar un lugar para comenzar a servir en tu iglesia. Ve cuáles son tus dones y talentos únicos y úsalos para servir a otros. 3. No desperdicies tu educación: por más que nos guste pensar que la escuela, e incluso la universidad, son una pérdida de tiempo, existe un par de maneras en las que podemos invertir mejor nuestro tiempo que pensar esto. Estos años de educación son herramientas que nos equipan con muchas armas poderosas para la vida. 4. No restrinjas tu educación a una sala de clases: si pensamos que las únicas cosas que podemos aprender se encuentran en un libro de texto, tristemente, nos engañamos a nosotros mismos. Las oportunidades para aprender están a nuestro alrededor. Encuentra un mentor; pon en práctica lo que estás aprendiendo. Ve la vida como el libro de texto más grande que existe. 5. Lee buenos libros: los libros son instrumentos de disfrute, y más importante aún, de edificación. Lee bien, y lee mucho. No inhales solamente la empalagosa pelusa de la sección de Adultos Jóvenes que la biblioteca tiene para ofrecerte. Lee libros teológicos; lee buenas novelas, pero más importante... 6. Conoce la Biblia: no la leas solo para hacer felices a tus padres. Léela para descubrir el significado de la vida. Léela para conocer a Dios y léela para conocerte a ti mismo. No obstante, haz más que leerla: conócela. La Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Guárdala en tu corazón. Me han dicho que nuestros recuerdos empeoran con la edad. Aprovecha y usa tu juventud. 7. Sé un ejemplo piadoso: te observan; debes saberlo. Quienes son más jóvenes que tú piensan que eres la persona más genial que pisa el planeta y te imitarán. Debes saber que estás dando un ejemplo, consciente o inconscientemente, y otros te imitarán. 8. No permitas que las relaciones románticas te distraigan: yo no tenía citas; no buscaba una relación romántica y no lo hice hasta que estuve lista para casarme. La razón principal para esto es que no quise distraerme. Tener un novio (o una novia) toma mucho tiempo, y eso significa que otras cosas, cosas importantes, pierden dedicación. No puedo decirte que no tengas citas, pero sí quisiera que pongas lo primero, en primer lugar. No te distraigas. 9. Cuenta tus bendiciones: no lo hagas solo para fechas especiales; tampoco lo hagas trivialmente. Somos muy bendecidos. Visita páginas web como la de La Voz de los Mártires o Compassion International, y solo lee y observa. Luego, cuenta tus bendiciones. 10. Conoce lo que crees: ahora, esta etapa es lo que a menudo las personas llaman el tiempo más importante de nuestras vidas en relación a la cosmovisión. Es ahora cuando reclamamos como nuestra la fe de nuestros padres o la repudiamos porque era la fe de ellos es algo que ocurre ahora ya. No te llames cristiano porque tus padres lo son; llámate un cristiano porque estás siguiendo a Cristo. 11. Haz planes: el hecho de que nuestra adolescencia sea un tiempo importante no significa que no podamos planificar para el futuro. Haz planes respecto a la universidad, a las carreras y sueña en grande, pero confíale todo al Señor y descansa en Él. 12. No pierdas tu descontento: la ingratitud no es buena, pero el descontento lo es. No fuimos hechos para este mundo, por lo que no te encariñes mucho con él. Continúa buscando el Reino del cielo y encontrarás alegría en esta tierra.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Jaquelle Crowe.
Photo of Mi amiga, la perfeccionista
Mi amiga, la perfeccionista
Photo of Mi amiga, la perfeccionista

Mi amiga, la perfeccionista

Me encantaría que conocieras a mi amiga. Yo la conozco muy bien. Es simpática y tiene una reputación pública impecable. También es una perfeccionista y estoy bastante orgullosa de eso. A menudo piensa para sí (aunque rara vez lo dice en voz alta) que el perfeccionismo es una condición de la persona que rinde más de lo esperado, una singularidad del diligente. Ella ha llegado a pensar del perfeccionismo como una ventaja, no una manía. Sin embargo, creo que ella perdió su rumbo. Su perfeccionismo no es atención al detalle ni un impulso a dar lo mejor de sí por una razón valiosa. Oh, se ha engañado a sí misma y piensa que este es el caso en el que el perfeccionismo la convierte en una mejor estudiante, persona y cristiana. Ella cree que mientras le dé gracias a Dios por sus altas calificaciones y por los elogios que otros le dan su perfeccionismo de alguna manera lo glorifica a Él. Ella no se da cuenta de que su perfeccionismo se trata de ella. Se trata de alimentar su orgullo y hacerse una imagen. Realmente, no se trata de luchar por ser perfecta, sino que de verse perfecta y que otros piensen que es perfecta. Ella es una perfeccionista y alguien que complace a las personas, que teme al hombre y no a Dios. Está obsesionada con la apariencia y quiere sentirse bien respecto a sí misma. Es orgullosa. Como dije, creo que perdió el rumbo. Quizás conoces a alguien como ella; tal vez tú seas ella. Lo que mi amiga necesita saber hoy es que hacer pasar el perfeccionismo como una característica de un carácter noble es un engaño; el perfeccionismo es pecado. Ciertamente, poner atención a los detalles y luchar por dar lo mejor de nosotros para la gloria de Dios no es pecado. Esa es una meticulosa virtud cristiana. El perfeccionismo es un impulso de verse perfectos, un vicio de arrogancia. El perfeccionista no tiene tiempo para la belleza de la gracia. Como escribe Hayley DiMarco:
El perfeccionista no tiene tiempo para la gracia. En el camino del perfeccionismo se encuentran relaciones estropeadas que experimentan la ira orgullosa en los momentos cuando el perfeccionismo falla.
No obstante, debes saber hoy que también existe libertad de las presiones de las cadenas del perfeccionismo. Esa libertad viene en humildad, sumisión y arrepentimiento, un reconocimiento activo de la autodependencia y el orgullo, y una confesión del temor al hombre por sobre la exaltación de Dios. Aún más, viene por medio de una búsqueda de bondad y adoración del único Ser perfecto. DiMarco nuevamente escribe:
La bondad lleva consigo una comprensión sobria de quiénes somos, quebrantados y frágiles, caídos y perversos. Está de acuerdo con Dios y puede declarar que solo Cristo es perfecto. No exige, en orgullo, más de sí misma, como si fuera mejor que otros, sino que, al contrario, está de acuerdo con Dios con que somos pecadores salvados por gracia e incapaces de hacernos perfectos nosotros mismos, no importa con cuánto esfuerzo trabajemos.
Hay perdón y liberación para el perfeccionista hoy. Para mi amiga, hay libertad.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Jaquelle Crowe.
Photo of Bienvenidos a la cultura de la juventud
Bienvenidos a la cultura de la juventud
Photo of Bienvenidos a la cultura de la juventud

Bienvenidos a la cultura de la juventud

He crecido en una cultura que pregona un extraño tema: la juventud es el ideal y lo viejo es un insulto. Este tema está profundamente arraigado entre el fango de las imágenes y las creencias que la cultura me transmite. Los medios de comunicación lo gritan desde los techos, explícita y, obviamente, implícitamente. El lugar de trabajo me lo dice; el gobierno me lo dice. Dicho de manera simple: esta cultura devalúa abrumadoramente la edad. No creo que alguna vez pueda contar todos los productos antiedad vendidos en una tienda de cosméticos o cuántos comerciales de maquillaje he visto en el televisor. Esta cultura está obsesionada con la juventud. ¿Por qué crees que decirle a alguien «joven» es uno de los mayores cumplidos, mientras que decirle «vieja» es ofensivo y desubicado? Esta cultura, a diferencia de la mayoría en el pasado, valora lo joven por sobre lo viejo. Ahora, no te equivoques: los efectos físicos del envejecimiento no son una bendición. Son una maldición, una consecuencia de la caída. No obstante, la madurez subyacente y el intenso valor social de quienes son mayores en edad es una bendición que ninguna persona joven puede tener. No obstante, la cultura se burla. Obsesionados con las apariencias, se deja de lado el rol extraordinario que los ancianos juegan en nuestra sociedad. Las personas jóvenes son más bonitas que las viejas por lo que, a los ojos de nuestra sociedad, hace que las personas jóvenes sean mejores. Comencé este artículo llamándole extraño a este tema cultural, y lo es. Esta idea solo se ha vuelto dominante en los últimos cien años, y en comparación con la Biblia, demuestra ser claramente falsa. Una y otra vez a lo largo de la Escritura, vemos el modelo de que los ancianos entrenan y enseñan a los jóvenes (por ejemplo, ver el consejo de Pablo en Tito 2:1-10 y la sabiduría de Salomón en Proverbios y Cantar de los Cantares, entre otros). Se les da tareas y responsabilidades mayores a las generaciones más viejas, y los jóvenes deberían mirarlos, aprender de ellos y crecer debido a ellos. Los más viejos son más sabios y más piadosos; los jóvenes, más necios y espiritualmente inmaduros. Así es como funciona el mundo. No obstante, en la economía de Dios, eso no determina que los viejos sean necesariamente mejores personas que los jóvenes. Todos tenemos igual valor y dignidad inherente a la vista de Dios. Así es cómo Dios lo diseñó: los más viejos son mayores en sabiduría y madurez espiritual y los más jóvenes deben respetarlos y crecer gracias a ellos.
La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia (Pr 16:31).
Eso no significa que no haya personas jóvenes que sean sabias y maduras más allá de su edad o personas más viejas que carezcan de madurez. Sin embargo, sí quiere decir que con más años viene más sabiduría. ¡Debemos alabar eso! Debemos regocijarnos con la edad y celebrar los cumpleaños que marcan más madurez. No obstante, recientemente, he descubierto que este peculiar tema cultural no solo está «allá afuera» en el mundo; al contrario, se ha filtrado a la iglesia. ¡Combatamos esto firmemente! La edad no es una maldición. La Escritura nos muestra que con ella viene sabiduría y abundante bendición. Este extraño tema cultural ha tenido un enorme impacto en cómo nosotros (incluso como cristianos) vemos la edad. Rechacemos esta falsa trampa de que la juventud es el ideal y que envejecer es una maldición. Rechacemos la devaluación de la edad. Abracemos las ideas presentadas en la Escritura que dicen que con la edad vienen bendiciones y madurez, y que nosotros que aún somos jóvenes busquemos a quienes son más viejos que nosotros y aprendamos de la sabiduría que ellos tienen.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Jaquelle Crow.
Photo of Por qué necesitas la Palabra de Dios en tus peores días
Por qué necesitas la Palabra de Dios en tus peores días
Photo of Por qué necesitas la Palabra de Dios en tus peores días

Por qué necesitas la Palabra de Dios en tus peores días

Ayer, mi mal día comenzó desde el momento en que desperté. Era temprano y no quería salir de la cama. Sin embargo, también hacía calor y decidí que si es que quería salir a correr y, en el mejor de los casos, no desmayarme o, en el peor de los casos, no morir (quizás estaba siendo un poquito drástica), tenía que ir en ese momento. Así que me arrastré para salir de la cama y ya estaba transpirando antes de que incluso me vistiera. Una cosa importante que debo señalar: no quería salir a correr. Normalmente, me encanta correr. Sin embargo, no era el caso de ayer. Aun así, sentía que debía salir a correr, que no es lo mismo. Me motivaba una rara, malhumorada e insegura obligación autoimpuesta. Así que saludé a mi madre con un gruñido, até los cordones de mis zapatillas deportivas y salí... directo a una tela de araña. Luego, comencé a caminar por la entrada de mi casa y comenzaron a dolerme los tobillos. La segunda cosa importante que debo señalar: hace tres días usé un bello par de balerinas rojas para ir a tomar un café con una amiga. Son hermosas a la vista, pero pésimas para caminar con ellas. No obstante, terminé caminando unas cuatro cuadras ese día. No suena difícil, pero aquí estoy para decirte que sí lo fue. Tan difícil como para llegar a vendarme debido a una ampolla. Para cuando regresé al auto, quería llorar y mis tobillos estaban heridos y rotos. Ahora, volviendo rápidamente a lo que comentaba respecto a ayer en la mañana, tres minutos después de haber salido, regresaba cojeando a casa porque, literalmente, no podía correr con esas ampollas provocadas por las balerinas. Estaba humillada, acalorada, cansada y molesta; muy molesta. Mis tobillos me dolían, y salí con esfuerzo de mi muy cómoda cama cuando aún podría haber estado durmiendo. Era un fracaso, nunca podría estar en forma, solo quería leer libros felices y comer chocolate para siempre y dormir para siempre también (no me pidas que le dé sentido a cómo me sentí; solo estoy informando los hechos). Entré, me senté enojada, e inmediatamente prendí mi teléfono celular. Si me sigues, esta es como la quincuagésimo segunda mala decisión que había tomado hasta ese momento esa mañana. Abrí Facebook (mala decisión número cincuenta y tres). No fue que vi algo terrible o especialmente molesto. Es solo que en mi mal humor, estaba viendo todas las razones incorrectas. En lugar de edificación, miraba las redes sociales para obtener validación y distracción. Estoy agradecida de que el Señor de pronto me empujara a cerrarlo todo y a tomar mi Biblia. En ese hermoso momento, no quería leer mi Biblia. Sin embargo, sabía que debía, que tenía que hacerlo, no por una obligación autoimpuesta, sino porque era la única cosa que mi alma necesitaba verdaderamente. Si quería escoger la alegría, aceptar el día, vivir intencionadamente, maximizar mi tiempo, hacer buenas obras o ser amable con otros, necesitaba la Palabra de Dios. Ahí, en mi pecado, Dios me encontró. Él me perdonó en mi arrepentimiento y me alimento por medio de su Palabra. Ya a las 9:00 a. m., mi mal día (mañana, en realidad) se había terminado. Mis ojos ya no estaban sobre mí misma, sino que ahora estaban en la realeza de Dios. Leí el Salmo 97: «El Señor reina; regocíjese la tierra». Regocíjate porque Dios, no yo, es grandioso. ¡Pueblos, alégrense! En serio. En tu peor día, Dios sigue en control. Ahí en mi mal humor, la Palabra de Dios era lo que más necesitaba. Recordatorios como este son lo que necesito en medio de días malos. Recordatorios que solo pueden venir de la Palabra de Dios. El Espíritu obra en maneras increíbles para convencer y animar, y obra por medio de su Palabra. Por eso estoy agradecida.
Este recurso fue publicado en el blog de Jaquelle Crowe.
Photo of Siete oraciones para estudiantes en el regreso a clases
Siete oraciones para estudiantes en el regreso a clases
Photo of Siete oraciones para estudiantes en el regreso a clases

Siete oraciones para estudiantes en el regreso a clases

Ese momento del año

Es la temporada de volver a la escuela y eso es extraño para mí. Este es solo mi segundo año de no volver a la escuela, y se siente extraño. Mi corazón y mente están sincronizados con el calendario escolar. Como estudiante, septiembre[1] parecía más el comienzo del año que enero. Es una nueva temporada: nuevas clases, nuevos profesores, nuevas mochilas, nuevos libros, nuevo horario. Los días más largos y más relajados del verano se transforman en días más cortos y más intensos de otoño. Cuando era estudiante, el final del verano se trataba completamente de preparativos: alistar mis libros, mis materiales y mi calendario, preparándome para el nuevo año. Sin embargo, solo fue en los últimos años que me di cuenta de que había algo más que los estudiantes deben preparar a medida que se acercan a un nuevo año escolar: sus corazones. Ellos necesitan recalibrarlos y afinarlos a la frecuencia de la fidelidad enfocada. Y la manera en que ellos hacen eso es por medio de la oración. La oración intencional. Por lo tanto, estudiantes (y aquellos que tienen o sirven a estudiantes), estas son siete cosas específicas por las cuales orar a medida que regresan a la escuela.
1. Ora por gratitud
La educación es un profundo privilegio. Cerca de setenta millones de jóvenes no tienen acceso a ella, así que si tú la tienes, eso es un regalo providencial de un Dios benevolente. ¿Te das cuenta? Ora para que Dios te haga agradecido por ella, para que Él te despierte a las ricas bendiciones que Él te ha conferido. Ora con agradecimiento por las oportunidades y privilegios que Él te ha dado y ora para que no seas inconsciente o te endurezcas por ellas.
2 .Ora por humildad
Me avergüenza admitir que, como estudiante, hubo momentos en los que era la sabelotodo. Era una chica que pensaba que tenía todas las respuestas, aquella que era un par intelectual de sus profesores. Lo que regularmente carecía (y necesitaba profundamente) era humildad. Estudiantes, no cometan los mismos errores que yo. Ora para que Dios quiebre cualquier orgullo que haya en tu corazón y te dé la voluntad de someterte y crecer este año. Ora por un espíritu enseñable. Ora por protección contra la autojusticia, la autocompasión y la arrogancia, y por empatía y compasión.
3. Ora por oportunidades para ser un testigo
Ya sea que vayas a una escuela pública, privada o cristiana; ya sea que asistas a la universidad o al instituto; o incluso si te educan en casa, pídele a Dios que te dé oportunidades para compartir el Evangelio y ser un testigo. Ora por audacia y claridad; ora por fidelidad; ora para que Dios ponga personas en tu vida y te dé la valentía para alcanzarlos con el mensaje de esperanza al que tú te aferras.
4. Ora por oportunidades para servir
Ora para que Dios te haga un estudiante sacrificial que es profundamente consciente de cómo puede servir a quienes lo rodean. Ora para que Él te dé oportunidades para servir a tus profesores, a tus compañeros, a tu familia, a tus amigos y a cualquiera con quien te encuentres (oportunidades para consolar a los dolidos, dar palabras de vida, animar, ayudar, sanar, amar) y luego aprovecha esas oportunidades cuando aparezcan.
5. Ora por diligencia
Ora para que Dios te haga un estudiante dedicado y comprometido este año. Pero no ores por elogios, premios, logros o calificaciones; al contrario, ora por diligencia. Ora para que puedas recordar que estás trabajando para Dios, no para el hombre (Col 3:23), y para que puedas priorizar la fidelidad por sobre el favor.
6. Ora por las personas a tu alrededor
Ora por tus profesores, consejeros y entrenadores, que Dios les dé sabiduría, fortaleza y gracia. Ora por tus compañeros, que Dios prepare sus corazones, que Él salve a los no salvos y que ellos puedan encontrar gozo este año. Ora por tus amigos, que estén motivados, que sean fieles y diligentes. Ora por quienes trabajan en tu escuela, que Dios les dé paciencia, deleite y ánimo. Ora por tu familia, que Dios les dé paz en esta nueva temporada, sabiduría en la vida diaria y contentamiento en la rutina.
7. Ora por gozo
Ora para que encuentres felicidad en Cristo este año. Ora para que tu vida no sea marcada por el desánimo, la frustración y el enojo, sino que por la paz y la satisfacción. Ora por confianza y seguridad en tu identidad en Cristo y pide un deseo mayor para servirlo y agradarlo. Ora por gozo este año. Puedes orar con confianza, porque sabemos que Dios escucha las oraciones de su pueblo. «El Señor está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan en verdad» (Sal 145:18). Estudiantes, invoquen al Señor este año para pedir ayuda, esperanza, fe y gozo, y vean cómo Él responde sus oraciones.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

[1] N. del T.: el año escolar en el hemisferio norte comienza en septiembre a diferencia del año escolar en el hemisferio sur que comienza aproximadamente en marzo.

Photo of Siete consejos para ayudar a los adolescentes a compartir el Evangelio
Siete consejos para ayudar a los adolescentes a compartir el Evangelio
Photo of Siete consejos para ayudar a los adolescentes a compartir el Evangelio

Siete consejos para ayudar a los adolescentes a compartir el Evangelio


Este artículo forma parte de la serie Siete consejos publicada originalmente en Crossway.

¿Qué acaba de ocurrir?

No había visto a mi amiga McKenzie en meses. Ahora estábamos sentadas juntas en una cafetería en el centro de la ciudad, dos adolescentes bebiendo té caliente en sus tazones y poniéndose al día con la vida. Había pasado muchas cosas, y la conversación fluyó libremente. A excepción de un problema: tenía mi estómago revuelto. McKenzie no era cristiana y sentía desesperadamente que necesitaba compartir el Evangelio con ella. Sin embargo, parecía que había una desconexión entre mi cerebro y mi boca. Las palabras simplemente no salían. Me sentía avergonzada. Boba. Inadecuada. Llena de dudas. Y de pronto, la conversación se terminó, nos comenzamos a despedir y salí de la cafetería preguntándome: «¿qué acaba de ocurrir?». Inmediatamente, me sentí desanimada y magullada por mi fracaso. No obstante, mientras consideraba esta oportunidad perdida, me motivé a no perder la siguiente. Comencé a darme cuenta de cuántas oportunidades únicas y de las formas prácticas en las que los adolescentes pueden predicar el Evangelio. Por lo tanto, mientras te preguntas cómo equipar a los adolescentes para evangelizar más eficazmente y, en última instancia, cómo alcanzar a mi generación, quiero compartir estas siete formas en las que los adolescentes pueden predicar el Evangelio. 

1. Conoce cómo predicar el Evangelio

Antes de que los adolescentes puedan realmente explicar el Evangelio, primero ellos deben conocerlo por sí mismos. Luego, deben saber cómo articularlo. Parece obvio, pero es importante. ¿Los has equipado para hacer esto? ¿Los has ayudado a practicar cómo decirlo? Ayúdalos a tener confianza en su capacidad de proclamarlo primero.

2. Aprovecha las conversaciones espontáneas

Los adolescentes somos parlanchines, y hablamos con nuestros amigos sobre casi todo. Por lo tanto, enséñales a tus adolescentes a estar sintonizados con cómo pueden entretejer el Evangelio en una conversación común y corriente. Cuando sale la última película y todos hablan de ella, ¿cómo tus adolescentes pueden llevar la redención del Evangelio a esa discusión? 

3. Conversa sobre tu iglesia

Los adolescentes que están conectados con una iglesia saludable pueden abrir puertas para el evangelismo al simplemente hablar con sus pares sobre su comunidad. Esta puede ser una manera no confrontacional de iniciar una conversación. Fácilmente podría haber compartido con McKenzie una historia animante sobre mi iglesia, pero perdí la oportunidad.

4. Usa las redes sociales para promover el Evangelio

El evangelismo cara a cara puede ser aterrador para los adolescentes, por lo cual la tecnología es una bendición significativa: puede provocar que prediquemos más el Evangelio. Anima a los adolescentes a usar las redes sociales para alcanzar a otros. Muéstrales que es fácil publicar un pasaje de la Escritura, un artículo espiritual o incluso una pregunta básica sobre el cristianismo para discutir, algo tan simple como: «¿crees en Dios? ¿Por qué sí o por qué no?». 

5. Alcanza a los débiles y a los solitarios

Formar grupitos puede ser una tentación constante para los adolescentes. Sin embargo, encerrarnos en nuestros propios pequeños círculos no es la mejor manera de alcanzar a otros con el Evangelio. Empuja a tus adolescentes a salir de su zona de comodidad y a construir relaciones con los marginados, los solitarios, los extraños y los «fuera de moda». A menudo ellos son las personas más receptivas y entusiastas por la esperanza del Evangelio.

6. Ora

Este es el poder detrás del evangelismo. Cuando me junté con McKenzie, no me había preparado en oración. Es por eso que estaba nerviosa, ansiosa y, en última instancia, silenciosa. Empodera a tus adolescentes para que sean testigos del Evangelio con oración persistente. Dios es quien cambia los corazones. Libera a los adolescentes de la presión de «tomar decisiones» y anímalos a depender de la soberanía de Dios.

7. No te pierdas los momentos culturales (como el Super Bowl)

Somos una cultura que ama reunirse para grandes eventos: como el próximo Super Bowl. Los adolescentes van a fiestas del Super Bowl. Los adolescentes hacen fiestas del Super Bowl. Enséñales a no desperdiciar esos tiempos de «pasar el rato». Mientras se sientan a ver los touchdowns, comer chile con carne y conversar sobre todo y nada, anímalos a ir más allá de lo superficial. Al principio, el evangelismo podría parecer demasiado «pesado» para una fiesta de Super Bowl, pero son este tipo de eventos comunitarios los que pueden ser más propicios para testificar intencionalmente del Evangelio.

Por qué los adolescentes necesitan compartir el Evangelio

Ahora es el tiempo para que los adolescentes compartan su fe. No dejes que crean que no tienen el «don» de evangelismo. Todos los cristianos son mandados a compartir el Evangelio, incluyéndonos a nosotros los jóvenes (Mr 16:15). El Evangelio es demasiado grande y demasiado bueno para no compartirlo, y los adolescentes necesitan este Evangelio. Así que equipa a tus adolescentes a alcanzar a otros adolescentes con esa buena noticia y observa a Dios salvar a mi generación.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.