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¡Ayuda! Estoy criando a un legalista
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¡Ayuda! Estoy criando a un legalista


Este artículo forma parte de la serie ¡Ayuda! que fue publicada originalmente en Crossway.

Buenas intenciones

The Best Christmas Pageant Ever [La mejor obra navideña de todos los tiempos] inicia con este nefasto juicio: «absolutamente, los Herdmans eran los peores niños en la historia del mundo». Rápidamente, el narrador del libro da una lista de lo que hacía que los Herdmans fueran tan malos, diciendo: «mentían, robaban, fumaban cigarros (incluso las niñas), decían groserías, golpeaban a los niños pequeños, insultaban a sus profesores y tomaban el nombre del Señor en vano». Después, el narrador también presenta a Alice Wendleken, quien quiere interpretar con todas sus fuerzas a María en la obra navideña de su iglesia. Alice interpreta a María en la obra todos los años «porque es tan inteligente, tan ordenada y limpia, y sobre todo, santurrona». Este año, sin embargo, Alice queda atónita cuando pierde su rol de María con Imogene Herdman. Alice comienza a hacer una lista de cada travesura e irreverencia que cometen los Herdman, esperando que alguien se dé cuenta de cuán malos son y los saque de la obra y de la iglesia. Como padres cristianos, queremos que nuestros hijos hagan lo correcto. No obstante, algunos de nosotros hemos descubierto que al intentar evitar criar a unos Herdmans, inadvertidamente estamos criando unos Alice Wendlekens, niños que siguen las reglas no desde el amor, sino que para controlar. ¿Cómo les enseñamos a nuestros hijos a discernir tanto para reconocer lo correcto como para hacerlo, pero al mismo tiempo a mostrar el amor de Dios y a cuidar de las personas imperfectas que los rodean?

Ley

Es vital para nosotros enseñarles a nuestros hijos lo que es correcto, pero también es vital para nosotros examinar nuestras metas en la enseñanza. Una antigua sátira cómica decía: «los padres no quieren justicia; sólo quieren tranquilidad», y, ¡vaya!, a veces he querido eso. Lamento decir que algunas veces les he enseñado a mis hijos la ley porque sólo quiero que actúen decentemente y no me avergüencen en la iglesia. No obstante, ¿por qué Dios nos dio su Ley? Por una parte, Él sabe lo que es mejor para nosotros y Él ha revelado las reglas en su Palabra para enseñarnos a actuar de maneras que parecen difíciles, pero que normalmente serán para nuestro bien y para el bien de quienes nos rodean. Si evitamos mentir, entonces la mayoría del tiempo, las personas confiarán más en nosotros. Si honramos a nuestros padres, probablemente tendremos una buena relación con ellos. Sin embargo, mucho más importante, Dios nos dio la Ley para revelar su carácter. Nuestro Dios es santo, justo y bueno. Él se preocupa de las personas que son marginadas por la sociedad. Él detesta cuando dañan a personas inocentes. Él ama cuando las personas hacen lo correcto y son amables los unos con los otros. Su Ley nos enseña todas esas cosas sobre Él. Al enseñarnos a nosotros sobre el carácter de Dios, la Ley (y la historia de Israel al intentar seguirla) también nos muestra tan claramente tanto nuestra necesidad de Dios como nuestra separación de Él. Pablo dice en Romanos 7:13 que por medio de la ley «[...] el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso». Necesitamos que haya bondad y justicia en el mundo. Asimismo, necesitamos una manera de llegar a ello. La Ley de Dios nos muestra el estándar de su carácter y también cuán lejos estamos de alcanzarlo. Queremos enseñarles a nuestros hijos a seguir la Ley, en el sentido de que queremos que sepan y hagan lo que es correcto. Como padres cristianos, y en realidad sólo como humanos, la mayoría de nosotros quiere que nuestros hijos sepan lo suficiente para ser felices y ser «saludable, rico y sabio» (como aconseja el legislador no teológico, Benjamin Franklin). No obstante, como personas bautizadas por agua y Espíritu, el propósito más importante de enseñar la Ley a nuestros hijos es mostrarles el carácter de Dios y su necesidad de la gracia de Dios.

Gracia

La Ley es un maestro, una guía y un camino que nos lleva a la gracia. La Biblia establece claramente que Dios es bueno (Sal 118:1) y que nosotros nunca podemos ser lo suficientemente buenos para alcanzar a Dios (Ro 3:23) o para salvarnos a nosotros mismos (Ef 2:4-5). Sólo podemos ser salvos por gracia «no por obras, para que nadie se gloríe» (Ef 2:8-9). Si un juez debe decirle a un hombre condenado por robo: «¿sabes? La ley no importa. Eres culpable, pero te dejaré libre. Quédate con lo que tomaste y ándate»; no es verdadera gracia porque no es justa. Se transfiere meramente el castigo del criminal a las víctimas. La gracia es cuando la ley, el crimen y las consecuencias son claras, pero el juez paga el castigo él mismo, que es, en cierta forma, lo que Dios hizo por nosotros. Es importante enseñarles a nuestros hijos a vivir de acuerdo a la Ley de Dios, pero cuando se quedan inevitablemente cortos, tenemos oportunidades tanto de hacerla cumplir al enseñarles las consecuencias como al apuntarlos a Dios el Hijo que satisfizo la justicia de Dios al cargar sobre sí mismo las consecuencias de nuestro fracaso. Cuando, como padres quedamos cortos, podemos enseñarles a nuestros hijos sobre la bondad al pedirles perdón y al enseñarles sobre la gracia contándoles cómo el amor de Dios nos da el coraje para confesar nuestros propios fracasos y necesidad de Él. Aprender la Ley y enseñarla a nuestros hijos nos muestra cuán bueno es Dios. No obstante, intentar salvarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos al hacer el bien todo el tiempo es una carga imposiblemente pesada que nos separa de Dios y de otros. Cuando dependemos de nuestras buenas obras en lugar de en la gracia de Dios para nuestra seguridad eterna o temporal, estamos actuando como legalistas. Esa es una posición aterradora en la cual estar, y una solitaria, porque es un peso que sólo Dios puede llevar. Los niños (y los adultos) que sienten que deben estar en lo correcto todo el tiempo tienden a verse bien, como si tuvieran todo resuelto. Sin embargo, en The Best Christmas Pageant Ever, Alice Wendleken se sentía insegura de su propio estatus y estaba lista para atacar a cualquiera que no diera el ancho. Sin la Ley, la gracia es barata. Sin la gracia, la Ley de Dios es aplastante. Alabado sea Dios por darnos ambas.

Legalistas y pródigos; Ley y gracia

En cierto modo, la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo cuenta casi la misma historia de The Best Christmas Pageant Ever. Hay un hijo muy travieso en la parábola y hace muchísimas cosas realmente malas. Asimismo, hay un hijo en la historia que es muy santurrón. No obstante, es un legalista que tiene un registro de lo que el hijo travieso ha hecho y la compara con sus propias buenas obras.  En la parábola, el hijo menor intenta crear su propio camino lejos de su padre para encontrar plenitud, pero termina en la miseria. Finalmente, vuelve a casa derrotado, pero antes de que diga una palabra, su padre va hacia él y lo abraza. El hijo menor pide perdón y el padre organiza un gran banquete para celebrar su regreso. El hijo mayor, el legalista, permanece fuera del banquete. El padre se dirige al hermano mayor también y lo invita a participar de la fiesta. El hermano mayor está lleno de resentimiento, contando sus propias buenas obras y las malas de su hermano. Él pierde el punto de que el padre tiene que acercarse a ambos y que él tiene tanta necesidad de gracia como su rebelde hermano menor. Jesús termina la parábola sin decirnos si es que el hermano mayor se une al banquete o no. Nuestros hijos tienden a actuar como el hermano menor pródigo o como el hermano mayor legalista porque todos nosotros tenemos una inclinación natural a intentar salvarnos nosotros mismos, ya sea al rechazar las reglas o al obedecerlas. Timothy Keller me presentó esta idea en su libro El Dios pródigo. Keller dice: «los corazones de los dos hermanos son iguales. [...] Ninguno de los hijos quería al padre por lo que era. Ambos lo utilizaban para sus propios fines egoístas, en lugar de amarlo, disfrutarlo y servirlo por su propio bien». La única manera de salir de la trampa de salvarnos a nosotros mismos, la única manera de escapar de ser un pródigo o un legalista, por nosotros mismos y por nuestros hijos, es por medio de la gracia de Dios.

El banquete

No quisiera revelar el hermoso final del The Best Christmas Pageant Ever, pero basta decir que Imogene Herdman experimenta una abrumadora revelación de la bondad y la gracia de Dios. Así también lo hace Alice Wendleken, quien de repente se da cuenta de que quizás lo que ocurrió en Navidad realmente no fue tan bonito ni ordenado como ella imaginaba.  Al enseñarles a nuestros hijos tanto la ley como la gracia, podemos ayudarlos a ver las tragedias tanto del legalismo como de la prodigalidad. Podemos mostrarles la belleza de la bondad y misericordia de Dios por medio de la vida, muerte y resurrección de su Hijo quien nos amó y pagó el castigo por nosotros. Una vez que veamos la gracia de Dios en nosotros, podemos extenderla a otros en amor. Debido a la gracia y a la bondad de nuestro Señor, nosotros y nuestros hijos podemos vivir en comunidad con Dios y los unos con los otros. Podemos alejarnos del legalismo y unirnos a la comunidad del banquete, y podemos enseñarles a nuestros hijos a hacer lo mismo.

Ginger M. Blomberg es autora de Charlie and the Preschool Prodigal [Charlie y el pródigo preescolar].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.