volver
DW es un escritor que vive en Washington, D. CW
Cómo ministrar a las personas que están solas
Cómo ministrar a las personas que están solas
Me reúno regularmente con un hombre cristiano que aún no se ha casado (llamémoslo Martín) y que está en la mitad de sus cuarenta años. Por años fue un adicto a las drogas, con ello una vida de hurtos, insalubridad y desconfianza. Desde que llegó a Cristo, ha sido sometido a una metamorfosis dirigida por el Evangelio y ha cosechado las bendiciones espirituales y materiales de la sobriedad. Martín ahora tiene su propio departamento, alimentación, asistencia médica y transporte, todo esto pagado por asistencia del gobierno (él no puede trabajar físicamente). Para un hombre que alguna vez estuvo destinado al infierno que subsistía de cualquier moneda insignificante que produjera una ocasional lustrada de botas, la recompensa relativa parecía descartar su queja de, bueno, cualquier cosa. Por lo tanto, me sorprendió cuando, un par de semanas atrás, Martín me confesó cuán solo estaba y cómo parecía no existir escape de esa soledad. A pesar de todo lo que él tenía ahora, aún sentía un tremendo vacío y falta de relaciones humanas.
Este momento dejo algo en claro para mí: otras cosas buenas de la vida no pueden satisfacer la necesidad de compañía de un ser humano.
Sin embargo, el mundo parece prestarle cada vez menos atención al principio de Génesis 2 de que no es bueno estar solo. En nuestra época, una de las características progresivas y relativamente nuevas (algunos podrían decir, patologías) de la vida estadounidense ha sido el aumento en el distanciamiento relacional. Desde la década del 80, el porcentaje de adultos estadounidenses que dice estar solo se ha doblado del 20 % al 40 %. En Washington, DC, donde yo vivo, 81 % de las personas entre los 20 y los 34 años no están casados y las estadísticas son prácticamente las mismas en otros centros urbanos que han demostrado ser una atracción irresistible para la generación millennial.
La línea de tendencia de creciente aislamiento y de la soltería es clara. Por tanto, ¿cómo la iglesia local servirá al creciente número de personas que permanece soltera? ¿Cómo los pastores y los ancianos servirán a las congregaciones de creyentes para las que ser soltero no solo significa no casarse, sino que estar solo?
Servir a aquellos que son solteros comienza con un reconocimiento de la relación eterna, íntima y especial de Jesús con el creyente. Los creyentes que luchan con sentirse no amados, abandonados o aislados pueden descansar en las promesas de la Biblia que dicen que el Dios de toda creación los ama y los conoce íntimamente. Él nunca nos dejará ni nos abandonará. Él permanece en nosotros. Él llama a sus ovejas por nombre. Él está con nosotros hasta el fin del tiempo. Y un día, estaremos con él cara a cara por toda la eternidad, de una forma que será tan satisfactoria que no habrá matrimonio.
Sin embargo debemos ejercitar un gran nivel de sabiduría pastoral al saber cuándo y cómo usar este pedacito de teología como ánimo. Para alguien que podría estar herido en la soledad, estas palabras pueden parecer condescendientes, un remedio vacío para los momentos grises de ausencia e infelicidad.
Los solteros que viven en «el ahora» saben demasiado bien que Jesús no puede ser el «acompañante» a la fiesta de Navidad de la oficina; no puede ir a buscar tu receta médica cuando estás postrado; y tampoco apoyará suavemente su cabeza en tu hombro mientras miras una película en el sofá. A veces, reconocer y empatizar con el dolor que una persona podría estar sintiendo es el mejor bálsamo relacional para la tristeza, y muchas veces entrega una base de confianza para interacciones pastorales futuras. Sé discreto al mitigar el dolor de la soledad, así tu preocupación bien intencionada no sale como una trivialidad superficial en respuesta a tristezas y frustraciones prácticas.
Además, tu teología debe estar acompañada por una acción ministerial. Les comparto algunos ejemplos: