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Emociones: un diseño divino
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Emociones: un diseño divino

Para las mujeres que tenemos más de cuarenta años, la posibilidad de haber escuchado la canción, «Como toda mujer» de la fallecida María Marta Serra Lima, es bastante alta. No resulta muy difícil identificarse con la letra de dicha canción y llegar a reconocer que situaciones así nos ocurren. Frases como: «…a menudo me da por callar injusticias y luego llorar en silencio»; o «explotar por alguna idiotez»; o «tan segura de sí y otras veces un poco cambiante», han provocado en mí más de una risa sutil. Pareciera que como mujeres, mayoritariamente somos identificadas por tener las emociones más a flor de piel. Las neurociencias que han estudiado el cerebro humano, han descrito diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer. Existe una estructura en nuestro cerebro, que es un verdadero puente comunicador entre ambos hemisferios llamado cuerpo calloso, que en la  mujer es treinta por ciento más grande. Esto tendría que ver con la capacidad de la mujer de hacer varias cosas al mismo tiempo,  ¡tengo amigas que pueden cocinar, contestar el celular, mientras mecen el coche de su bebé! Existe otra estructura cerebral que sería la responsable de nuestra facilidad para llorar,  por dar otro ejemplo entre muchos. Sin embargo, más allá del sentido común expresado en la canción de María Marta Serra Lima o lo que describen las neurociencias acerca de nuestras emociones, debemos acudir a la Palabra de Dios y ver qué nos dice nuestro Padre Celestial acerca de ellas.

Dios nos diseñó con emociones

¡Las emociones fueron idea de nuestro Creador! En Génesis 1:26, Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». A diferencia de los animales, fuimos creados para tener una íntima relación con nuestro Creador. Al final de ese mismo capítulo y al terminar su obra creadora, Dios vio que toda era bueno en gran manera. Las emociones fueron parte de dicha creación perfectamente buena, diseñadas para que reflejáramos su imagen y disfrutáramos de nuestra relación con Él y con nuestro prójimo. ¡Toda relación requiere emociones y nuestro Dios lo sabía! En ese escenario ideal, donde aún no había pecado, vemos a Adán y a Eva experimentando plenitud, gozo, y confianza en las palabras de su Creador. Ellos disfrutaban de una estrecha y transparente relación matrimonial. El hombre y la mujer estaban desnudos, y no se avergonzaban.

Las emociones fueron afectadas en la caída

Pero sabemos que el ideal no duró mucho.  Adán y Eva dudaron de la bondad de su Creador. Escucharon  la voz de la serpiente y desearon y comieron del único fruto que Dios les había prohibido, el fruto del conocimiento del bien y del mal. El pecado de Adán y Eva rompió  la relación estrecha y transparente que tenían con su Señor. ¿Y qué sucedió?, apareció por primera vez el miedo, el  instinto de esconderse, la vergüenza y la culpa.  Sus ojos  fueron abiertos a su desnudez y por primera vez se sintieron incómodos con ellos  mismos y se cubrieron entre los árboles. La relación perfecta que disfrutaban como matrimonio abrazando aquellas diferencias que los complementaban,  se rompió. Identificarse con Adán y Eva no resulta difícil. Muchas veces creemos tener una mejor idea de cómo conducirnos en esta vida, dudamos de la guía y cuidado de nuestro Dios. Cuando desobedecemos, en vez de correr a los brazos de nuestro Padre Celestial, confiando  en su perdón, nos escondemos avergonzados y llenos de culpa. Tenemos miedo de ser descubiertos en nuestra debilidad y nos cubrimos para ocultar cuán vulnerables somos. ¡Y hay más!, el pecado no solo afectó el corazón del hombre, sino que  también a sus cuerpos y a la hermosa creación que debían cuidar. Hasta hoy, experimentamos diversas emociones por vivir en un cuerpo que se enferma y se deteriora con los años. A la luz de esto, podemos entender que no siempre la tristeza y la angustia serán el reflejo del pecado actual de nuestro  corazón, sino de vivir en un cuerpo que sufre los efectos de la caída: las diferentes y diversas enfermedades que nos producen dolor e incapacidad, por mencionar algunas. Además, mirar un mundo lleno de conflictos, injusticias, y tragedias tampoco nos deja emocionalmente indiferentes. Claramente, las emociones fueron afectadas por el pecado y la Biblia tiene cientos de ejemplos a lo largo de ella. Y hoy, no tendríamos ninguna esperanza si Dios mismo no hubiera intervenido a favor nuestro.

La buena noticia del Evangelio: ¡Cristo vino a restaurarlo todo!

Jesús en esta tierra fue el hombre que al contrario de Adán y de toda la humanidad, obedeció en todo a su Padre Celestial. Se relacionó íntimamente con Él reflejando perfectamente su imagen. El  Padre mismo  dijo de Él, «este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia». Cada pensamiento, emoción y conducta de Jesús dieron testimonio honroso de su posición de Hijo. El pecado que nos separaba de Dios, desde el huerto del Edén, fue cargado y castigado en Jesús. Mediante su sacrificio y por medio de la fe podemos nuevamente acercarnos y relacionarnos con el Padre Celestial. Jesús, restableció la relación que se quebró en el Edén permitiéndonos nuevamente conocer, confiar y amar a nuestro Creador.

Viviendo nuestras emociones mientras esperamos el retorno de Cristo

Hoy, estamos  en aquel  tiempo, entre la resurrección de Jesús y la espera de su retorno glorioso. Aún vivimos en este mundo caído y sufrimos las consecuencias de vivir en  un cuerpo que se enferma, en una creación que se deteriora y con corazones que todavía luchan contra el pecado. Batallamos internamente y nuestras emociones son una constante expresión de todo lo que nos sucede. Creo que es importante meditar en algunos aspectos que nos llevarán a luchar con una mayor claridad.

Tendemos  a catalogar las  emociones como buenas o malas

La primera vez que reflexioné en esto fue hace unos años en la conferencia: «Sentimientos encontrados», que dictó una misionera. ¡Qué rápido tendemos a categorizar nuestras emociones! Casi sin mayor reflexión pensamos que la angustia, la tristeza e incluso la ira son emociones «malas» que debiéramos desechar rápidamente y en contraparte buscar a toda costa las emociones «buenas», como  la alegría, la paz interna, la sensación de plenitud, etc. Sin embargo, una emoción es solo un reflejo de algo que nos sucede internamente y que da cuenta de lo que estamos pensando, creyendo o valorando y que puede ser o no pecaminoso. Por ejemplo, puedo estar plena y satisfecha porque gracias a mi trabajo tengo todo lo que necesito para vivir y esto ser el reflejo de un corazón autosuficiente que no está confiando en Dios. También, puedo estar contenta porque ya no tendré que lidiar con aquella vecina enojona que me incomodaba la vida. Por otra parte, podemos llorar y sentir tristeza al pasar por situaciones difíciles: pérdida de seres queridos, enfermedades dolorosas, siendo estas emociones adecuadas para expresarlas en oración a nuestro Padre Celestial. Los Salmos dan muestra de esto, si los revisas con detención podrás encontrar el lamento de muchos hombres que llegaron a los pies del Señor para expresar su angustia, dolor y tristeza. El mismo Señor Jesucristo, viviendo en esta tierra sin pecado, experimentó emociones intensas de angustia, tristeza, e incluso ira. En Mateo 26:36, vemos su angustia antes de morir. En el Getsemaní, apartó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo diciéndoles «siéntense aquí mientras voy más allá a orar», «...es tal la angustia que  me invade, que me siento morir, quédense aquí y manténganse despiertos conmigo». Me reconforta pensar que el Hijo de Dios, quien tenía plena comunión con su Padre y quien nunca pecó, experimentó en el Getsemaní angustia y tristeza, y no tuvo vergüenza de decírselo a sus discípulos. ¡Qué bueno es pensar que muchas veces la angustia y el llanto no son falta de fe y que podemos correr a los brazos de nuestro Padre Celestial para recibir nuevas fuerzas! Si el Hijo de Dios pudo expresar sus intensas emociones a sus amigos, nosotros también.

Nuestras emociones siempre son una oportunidad para conocer más a nuestro Dios y a nosotros mismos

Las emociones son una oportunidad para preguntarnos qué está pasando en nuestro interior. Qué estamos valorando, creyendo o deseando y qué está gobernando nuestro  corazón. Cuando estoy enojada tengo una oportunidad para mirar dentro de mí, y preguntarme qué es lo que verdaderamente me tiene furiosa. A veces, nos arrepentimos de nuestro enojo pero no necesariamente de las profundas razones que lo provocan. Puedo perder la paciencia y enojarme con mis hijos porque me desobedecen y pedir al Señor perdón por dicha emoción,  pero no necesariamente busco honestamente  saber la verdadera razón de mi descontrol, una buena pregunta que puedo hacerme es, ¿qué hay en mi corazón pecador que frente a la desobediencia de mis hijos me hace simplemente explotar? Por otro lado, cuando experimento el temor, tengo una inmensa oportunidad de correr al trono de la gracia y confiar en la ayuda de nuestro Padre Celestial. Estar confundido y agobiado, es una oportunidad de buscar con mayor deseo la sabiduría que solo Dios nos da en su Palabra. Podrás descubrir las verdades del Evangelio que  Dios usará en su fiel obra santificadora. Me alegra saber que nuestro Padre celestial, en su amor fiel, llegará a las razones más profundas de nuestras emociones. El  objetivo final no será quitarnos de encima las emociones desagradables, sino que llevarnos a ser  más como Cristo y esto a veces sucederá  en medio de  emociones difíciles de soportar, pero recuerda, ¡Él obrará a través de ellas para transformar nuestros corazones!

Dios ha provisto herramientas de gracia en nuestras luchas emocionales

¡No estamos solos ni desprovistos! Nuestro Dios ha provisto herramientas de gracia para nuestras luchas emocionales. De todas, no puedo dejar de mencionar tres: la oración, su Palabra y la comunión unos con otros. Ora: Jesús, siendo el Hijo perfecto de Dios, buscó en oración a su Padre en tiempos de aflicción y dificultad. Cuánto más nosotros necesitamos buscar en oración a nuestro Padre y recordar constantemente nuestra identidad como hijas de Dios. Estudia su Palabra: Debemos evaluar nuestros pensamientos y emociones a la luz de la Palabra de Dios. Debemos examinar honestamente lo que estoy creyendo y valorando y lo que está determinando mis emociones y mi actuar. Su Palabra es la verdad donde  podemos  identificar y dejar al descubierto cada mentira de Satanás, cada falsedad que escuchamos a diario en este mundo postmoderno o  las sutiles palabras internas que se originan en nuestro corazón pecador. La Palabra de Dios, es viva y eficaz y mediante la obra de su precioso Espíritu tiene el poder de transformar nuestro corazón, con sus pensamientos, emociones y voluntad. Ten comunión con otros creyentes: En este mundo caído, donde lidiamos con nuestras emociones, no podemos solas. Es importante ser parte de una comunidad donde puedas compartir y crecer en el Evangelio. A parte de la reunión dominical, te animo a participar de grupos pequeños para estudiar la Palabra, orar, comer y conocer mejor a otros, para así tener instancias de mayor confianza donde puedas pedir ayuda cuando estés enfrentando un momento de dificultad. Busca también una amiga cercana y madura en el Evangelio, para hablar cosas más íntimas y para animarse una a la otra en la fe. También habrá situaciones que ameritarán recibir consejo de una persona con mayor preparación, capacitación y experiencia, la cual podrá discernir junto a ti si lo que te sucede requiere también de ayuda médica y el uso de fármacos. En un mundo donde nuestro  cerebro también se enferma, un diagnóstico oportuno y tratamiento adecuado pueden ser un medio de gracia de nuestro  Padre Celestial.

Las  emociones volverán a ser el reflejo de una perfecta relación con Dios

Puede ser que nuestras circunstancias en esta tierra no cambien mayormente, puede ser que el dolor y la   enfermedad nos acompañen, que las pérdidas no se superen completamente y nuestras emociones sigan siendo el reflejo de nuestras luchas. Sin embargo, esto no durará para siempre, porque Cristo vino a restaurarlo todo y volverá por su pueblo. Las emociones afectadas por este mundo roto no serán eternas. El miedo, la vergüenza y la culpa que aparecieron con la caída, un día ya no estarán y Él enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Las palabras del apóstol Juan son nuestra cierta esperanza.

«Oí una potente voz que provenía del trono y decía: « ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Ap 21:3-4).

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¡Jesús volverá por su novia! El testimonio de mi espera
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¡Jesús volverá por su novia! El testimonio de mi espera

Había escuchado muchas veces la canción Penélope, principalmente una de sus últimas versiones interpretada por  Diego Torres; sin embargo, nunca le había puesto mucha  atención a su  letra hasta hace unas semanas. Lo hice después de leer el capítulo, «Soltera para la gloria de Dios», del libro Mujer Verdadera. En este capítulo, su autora Isabel Andrickson, hablaba de que «la soltería de una mujer cristiana no consistía en quedarse como Penélope, sentada, sin propósito, atenta a que llegue aquella persona», que le daría sentido a su vida. La canción cuenta de cómo Penélope detuvo su reloj esperando en la estación de tren el regreso de aquel  caminante que partió prometiéndole volver. Cuando él regresó, ella no lo reconoció porque aquel ideal que por años  «tejió en su mente» no se parecía al hombre que tenía en frente. Pensé dentro de mí, de qué manera me parecía a aquella mujer, que con su traje de domingo se había sentado en aquel banco de pino verde a esperar a su caminante y me sorprendí de lo mucho que me interpretaba.

Las luchas en mi espera

Desde mi niñez las etapas de mi vida se habían cumplido sin grandes contratiempos. Terminé mi carrera universitaria sin haber reprobado ramos y comencé la vida laboral casi a los dos meses después de titularme. Hasta ese momento,  todos los eventos de mi vida habían salido dentro de lo «planificado». En lo profundo de mi, esperaba que se cumpliera el paso siguiente que era encontrar a un hombre creyente que amara a Dios,  casarme con él, tener hijos y formar una familia. Tal como la historia de Penélope, comencé a esperar a mi  caminante, y de algún modo se  detuvo el reloj de mi corazón aguardando cada día ese primer tren de la mañana. Seguía sirviendo a Dios en mi iglesia local y desarrollaba  mis labores profesionales; sin embargo, mi alma no podía descansar en la soberanía de Dios y así vivir en plenitud el presente. Me sentía incompleta y comencé a percibir aquella presión de cumplir los  estándares sociales. Muchas veces me pregunté si me dolía más mi necesidad de compañía sentimental o el sentimiento de fracaso por no ser como el resto de mis amigas ya casadas con planes de tener hijos. De muchas formas me quedé esperando sentada en los bancos del andén. Mi espera dejó de ser aquella que  confía en el amor del Padre Celestial, quien sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos. Sentía una cierta vergüenza por no cumplir con las expectativas que en ese tiempo  tenía sobre ser una mujer realizada, muchas veces influenciada por las ideas de este mundo posmoderno. Me avergonzaba incluso de mi virginidad y batallaba dentro de mí con la idea de que ser una mujer soltera, que deseaba honrar al Señor,  significaría  no vivir la hermosa experiencia de la intimidad sexual que Dios en su sabiduría había reservado para  el matrimonio. Por mucho tiempo, evité tocar el tema sentimental a toda costa, me daba miedo que me preguntaran si estaba en alguna relación sentimental o cuándo me iba a casar. Aun en la iglesia,  muchas veces los solteros sentimos  aquella presión con expresiones tales como: «estamos orando por la persona que Dios tiene preparada para ti» o  «no deje de orar con fe».  Las amigas casadas, muchas veces en un acto de amor sincero, intentan  animarnos  con frases como: «no te has perdido de nada» o «aprovecha que aún puedes dormir toda la noche». Por otra parte, me angustiaba pensar que los años pasaban y que mi reloj biológico algún día se detendría impidiéndome así ser madre y vivir las hermosas experiencias de amamantar y criar. Muchas veces, me cuestioné por qué no estaba acompañada. Me preguntaba: ¿fue correcto haber terminado esa relación? ¿Seré yo la culpable de no conseguir un esposo? ¿Seré realmente exagerada por rechazar invitaciones de hombres no creyentes?  La idea absurda de que «yo podría convertirlo a Cristo»  se me cruzó un par de veces por la cabeza. 

Aprendiendo a mirar al Novio

A lo largo de los años, comencé a darme cuenta de que la espera de mi caminante no era lo que iba a dar plenitud a mi corazón. Que  las luchas y el dolor son parte de este mundo roto y que mi sufrimiento no era el centro del universo. Que cada mujer que conocía vivía su propio dolor, algunas pasando por procesos de separación, hijos enfermos, conflictos en sus matrimonios, o experimentando soledad aun teniendo un esposo e hijos.  Aquel caminante puede ser cualquier cosa que esperamos que parece prometer plena felicidad. El problema de mi corazón no era estar soltera, sino que mis ojos no estaban puestos en Aquel que llena todo vacío, y puede dar verdadera plenitud. Un día,  llegó a mis manos el libro  No desperdicies tu vida, del pastor John Piper. Una frase del autor llegó muy profundamente a mi corazón. Él decía que «Dios es  más glorificado en nosotros, cuando estamos más satisfechos en él».  Tal  declaración, me paralizó literalmente por unos segundos, estremeció por completo mi corazón, conmoviéndome hasta las lágrimas. El saber que estar satisfecha en él, era una forma de darle  gloria, era absolutamente nuevo para mí. Definitivamente, Dios no era en sí mismo la fuente de mi motivación y mi deleite. Hasta ese instante creía que servirle fielmente en mi iglesia local e intentar vivir una vida correcta era la mejor forma de darle gloria y vivir para él. Desde ese momento, su precioso Espíritu Santo comenzó a recordarme  un clamor que se transformó en mi oración constante: Señor concédeme la gracia de amarte y que tu belleza y carácter  sean el deleite de mi vida, solo así todos mis demás anhelos tendrán el orden de prioridad correcto. Concédeme gozarme en ti, sea cual sea mi circunstancia.

La esperanza que trae gozo

A diferencia de lo que dice  la canción Penélope, nuestro Caminante no nos ha dejado solos mientras esperamos  su regreso. Su precioso Espíritu Santo nos  acompaña cada día y nos ayuda en nuestra debilidad. Tengo absoluta certeza de que él siempre ha sido fiel en sostenerme en mi espera. En mi desconfiada espera de años y también en la que intento vivir hoy tomada de su mano, por su gracia estoy viviendo mi presente sabiendo que él hará lo mejor.  Y tengo seguridad de que él me seguirá sosteniendo, a pesar de mis altos y bajos. No sé si me casaré en esta tierra algún día, solo mi Padre Celestial que me ama sabe esa respuesta. Sin embargo, de algo sí estoy segura y me llena de gozo: Jesús, mi  perfecto  Caminante, volverá por mí un día, y a diferencia de Penélope, sí lo reconoceré, veré su gloriosa estampa, como el Novio que nunca ha dejado de interceder por su novia, quien se entregó por ella muriendo en una cruz para darle un traje resplandeciente de lino fino. Somos esa novia que será desposada por Jesús y que vivirá junto a él eternamente. El sonido  del tren ya se siente a lo lejos, levantémonos y vivamos para su gloria.
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RESEÑA: RESISTIENDO EL CHISME
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RESEÑA: RESISTIENDO EL CHISME

«Las palabras del chismoso son como  bocados suaves y penetran hasta las entrañas» (Pr 18:8). Mis amigos saben cuánto me gusta el chocolate, sobre todo el que tiene un alto porcentaje de cacao. Literalmente se me hace agua la boca cuando estoy frente a ese estante en el supermercado mirando sus exquisitas variedades. Puedo disfrutar su suave textura y su dulzor en mi boca pedazo a pedazo mientras me tomo un exquisito té (a lo mejor para ti sea junto a un rico café). Como te habrás dado cuenta, ¡resistirme a los encantos de su sabor no ha sido fácil! Me encantaría decirte en este momento que una noticia sabrosa que alguien está a punto de contarme de otra persona y que al parecer nadie sabe, no produce ningún atractivo a mis oídos, y que detengo inmediatamente al emisor en su intento de chismear, pero no es así. Aparece ante mí como ese dulce bocado de chocolate difícil de resistir y muchas veces cedo y me hago partícipe de una noticia que no tenía que conocer. Otras veces soy yo la que está atragantada con aquel notición y sentirme portadora de la novedad que me hará por unos segundos la protagonista de la escena, hace que se libre una tremenda batalla en mi interior. La que muchas veces he perdido. Resistiendo el chisme, es un libro claro, directo y decidor desde su título. Siempre estoy atenta a cuanto nuevo libro sale en español, y encontrarme con uno que sin rodeos y de manera exclusiva trata un tema tan importante para edificar comunidades sanas en la fe me causó una grata sorpresa. Edward T. Welch, autor del prefacio del libro lo confirma «las opciones de material de lectura son sorprendentemente escasas. Tal vez hemos asumido que el chisme es una de esas características de la naturaleza humana que no se puede cambiar y que por lo tanto preferimos celebrarla en lugar de luchar en su contra». Matthew C. Mitchell, el autor de este libro y pastor desde 1998 de la Iglesia Evangelical Free Church in Lanse, Pennsylvania, Estados Unidos, aborda el tema del chisme con ejemplos donde es fácil identificarse y proporciona una estructura clara y práctica en cuatro partes que se transforman en cuatro pasos lógicos para reflexionar y actuar frente a lo que se ha convertido en un verdadero flagelo en el cuerpo de Cristo. A modo personal,  aprendí estos pasos tomando las iniciales de cada capítulo que hacen un juego de letras fácil de recordar: hemos sido llamados a reconocer, resistir, responder bíblicamente y arrepentirnos del chisme. El autor no solo describe muy bien como el chisme se expresa de las más diversas maneras a través de nuestras relaciones, sino que entrega enseñanza sabia para dar una salida, siempre teniendo como fundamento el Evangelio, la buena noticia que debe reemplazar toda murmuración y juicio  hacia nuestro prójimo. Además, cada capítulo  cuenta con una guía de preguntas para discutir de manera grupal en alguna instancia en tu iglesia local. Por último, no puedo dejar de mencionar que podrás encontrar un capítulo extra para líderes de la iglesia donde el autor da consejos sabios para los pastores que ven como la murmuración se introduce en sus comunidades y las daña muchas veces de manera lenta y solapada. Resistiendo el chisme, será claramente una herramienta que edificará no solo tu vida, sino la de tus líderes y la de tu comunidad, ¡no dejes de leerlo!

Resistiendo el chisme: cómo ganar la guerra a la lengua incontrolable. Matthew C. Mitchell. CLC Editorial, 202 páginas.

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RESEÑA: GRACIA DESBORDANTE
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RESEÑA: GRACIA DESBORDANTE

¿Y que sí, el crecer en gracia, tiene más que ver con nuestra humildad, dependencia  y exaltación  a Cristo que con vencer el pecado? ¿Cómo impactaría esto nuestra lucha contra el pecado y nuestro gozo en Cristo mientras seguimos viviendo como pecadores en un mundo caído? ¡Seguramente marcaría toda la diferencia  del mundo!    
Leí este libro en un tiempo donde me sentía frustrada con mis constantes fallas. Vivía con una sensación de culpa por no vivir lo que yo creía que era una vida madura en el Evangelio, la cual a mi juicio debía estar caracterizada por más victorias que derrotas. En una de mis visitas a una librería cristiana, leí al pasar un título que a primera vista parecía redundante: Gracia desbordante. La gracia ya es un acto de dádiva divina increíble y se le añadía la palabra desbordante. Me fijé que no era una autora conocida en mi país, sin embargo, las  recomendaciones de autores respetados como Ed Welch, David Powlison y Elyse Fitzpatrick en su contratapa, me animaron a comprarlo. ¡Qué buena decisión! Leerlo fue un deleite de principio a fin, un bálsamo refrescante para no quedarme estancada en la culpa que siempre nos aleja de los brazos amorosos de nuestro Padre celestial. Verdaderamente, no hay epíteto que pueda describir en lenguaje humano la  gracia de Dios, pero desbordante intenta darnos una idea. Bárbara Duguid, su autora, no sólo habla del tema de la gracia, sino que también se expone a sí misma para contar cómo a lo largo de su propia vida, aquella gracia ha sido su sustento. Con una honestidad pocas veces vista, cuenta de sus luchas contra el orgullo, la autosuficiencia, la glotonería y la ira, entre otros pecados. Ella revela detalles íntimos de muchos momentos donde la culpa, la rabia, la tristeza y la decepción inundaron su corazón al ver su falta de progreso en muchas áreas de su vida a lo largo de los años. De manera particular, Gracia desbordante dirige a sus lectores a los escritos de John Newton, el comerciante de esclavos que se convirtió en ministro anglicano y que escribió el muy conocido himno «Sublime Gracia». La autora, destaca a Newton como un pastor «que era sorprendentemente abierto con relación a los pecados secretos de su corazón», y que «después de muchos años ayudando a personas en diferentes etapas de la vida, llegó a ser experto en conocer cómo funciona el alma, y se apasionó por el estudio del crecimiento espiritual del creyente». Los escritos de Newton, sus experiencias y su visión de la gracia de Dios son la base de este libro. Gracia desbordante, es una invitación a una reflexión profunda acerca de lo que creemos sobre el pecado, el rol activo de nuestro Padre celestial en nuestra santificación y cómo enfrentamos la falta de progreso en algunas áreas de nuestra vida. Es un bálsamo refrescante para no quedarse estancado en la culpa  y un recordatorio constante de que Dios siempre está en control, aun en nuestro fracaso más rotundo en la lucha contra el pecado. La autora dejó algunas preguntas al final de cada capítulo para hacernos pensar de manera más dirigida, las que pueden ser compartidas en alguna instancia de discipulado, sobre todo en el uno a uno. Bárbara Duguid tiene un certificado avanzado de consejería en el Institute for Biblical Counseling  and Discipleship [Instituto de consejería bíblica y discipulado]. Ha servido como líder y ha enseñado en ministerios de niños y de mujeres por más de 25 años a través de las cartas de John Newton, y ha aconsejado por muchos años  en su iglesia. Su esposo Lain y ella tienen 6 hijos  y juntos han servido como plantadores de iglesias en varios países. Gracia desbordante, es uno de aquellos libros que puede marcar una diferencia en tu relación con Dios.

Gracia desbordante: la gloria de Dios manifestada en nuestra debilidad. Bárbara R. Duguid. Poiema Publicaciones, 256 páginas.

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RESEÑA: LÁGRIMAS VALIENTES
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RESEÑA: LÁGRIMAS VALIENTES

«Las lágrimas no son moscas», fue el  primer relato que leí del libro Lágrimas Valientes. El título, que a primera vista parecía un poco rebuscado, cobró su  fiel significado en el primer párrafo. La autora Aixa de López,  las describe  poéticamente como: Diminutos pedazos de vidrio roto del alma, que no se pueden contener y que buscan escapar para dar una voz de alarma de que algo demasiado grande se quebró por dentro. Y son un regalo de Dios. Las lágrimas no están diseñadas para ser tragadas ni escondidas. Tampoco para ser espantadas.  Por más raro que suene, fueron hechas para el alivio mutuo, al secárnoslas unos a otros, por turnos,  o al solamente  sentarnos a no decir nada y llorar al mismo tiempo, solo porque nos queremos. Es evidente que las lágrimas, el sufrimiento y el dolor no son ajenos a la vida del creyente, el mismo Señor Jesucristo  advirtió a sus discípulos que en este mundo afrontarían aflicciones. El apóstol Pedro, en su primera carta,  también  exhortó a los cristianos a no sorprenderse de las pruebas que estaban soportando. Sufrimos  en este mundo caído y ser edificados en su verdadero significado puede marcar la diferencia entre la desesperanza y un corazón sostenido en la promesa del regreso del Rey triunfante. Lágrimas Valientes, es una colección de escritos que tiene como temática común el sufrimiento en la vida cristiana. Su estructura en breves relatos, con un lenguaje sencillo y  cierto tinte poético,  permite  detenerse, emocionarse y meditar profundamente en la esperanza que el Evangelio entrega en medio  del dolor y las aflicciones de este mundo roto. Cada historia es contada con el firme propósito de recordarle al lector que Cristo es la suprema esperanza donde puede hallar verdadera fortaleza, mirando lo que viene por delante: Nuestra gloria es que llegará el día en el que lo veremos a los ojos, y sabremos que haber pasado todas esas penas ha sido una completa alegría. Adelante peregrinos, porque no vamos solos. Él nos lleva; ¡nuestro destino es seguro! Fuimos hechos para vivir en sus brazos y para allá vamos. Aixa de López, es guatemalteca, diseñadora gráfica de profesión, pero el título que más ama es el de «pecadora arrepentida», porque tal como ella lo ha expresado, no es mi vergüenza, es mi salvación. Casada con el pastor Alex López desde el año 2000, es mamá de Ana Isabel, Juan Marcos, Evy y Darly Alejandra, dos por biología y dos por el milagro de la adopción. Desde el año 2011 escribe en su blog llamado Corazón a Papel, donde comparte con su audiencia sentimientos y experiencias que finalmente inspiraron la publicación de  Lágrimas Valientes.  Ella ha dicho de su libro: mi oración es que sea un bálsamo sobre las heridas que están escondidas y un despertador para los que quizás aún no han tenido que atravesar una pérdida o angustia profunda. Lágrimas Valientes, es un libro para reflexionar, para regalar y por qué no decirlo,  para leer entre lágrimas que necesitan salir y no ser espantadas como las moscas.

Lágrimas Valientes: Esperanza viva en un mundo pasajero. Aixa de López. B&H Español, 224 páginas.

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El verdadero y más grandioso rescate
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El verdadero y más grandioso rescate

Pareciera que no fue hace mucho, pero lo cierto es que ya han pasado un poco más de ocho años de aquel día en donde el mundo entero tenía puestos sus ojos en Chile. Un hecho extraordinario estaba  a punto de ocurrir. Después de un poco más de dos meses, 33 mineros enterrados vivos a más de 700 metros de profundidad, serían sacados a la superficie a través de una cápsula bautizada como  Fénix, en honor a la mítica ave. Era un evento único de sobrevivencia y periodistas de todo el mundo estaban en nuestro país para cubrir la noticia. ¿Qué era lo extraordinario? No existía precedente de un rescate de esta magnitud. Aquel día, se iba a presenciar un hecho inédito, catalogado por muchos simplemente como un milagro. Literalmente, millones de personas en todo el mundo presenciaron nerviosas el  descenso de la cápsula Fénix. Noticieros internacionales transmitieron en directo el rescate del primer minero,  como si se tratara de la segunda llegada del hombre a la luna. Muchos aún pueden recordar en qué lugar preciso presenciaron expectantes como la realidad parecía una película de ficción. Después de muchas horas de arduo trabajo, todos ellos fueron rescatados. Cada minero, en su forma  particular,  dio  muestras evidentes de lo que significaba tener una segunda oportunidad en la vida. Algunos lloraron de emoción abrazados a sus familiares, otros se arrodillaron dando gracias a Dios, y  otros simplemente llenos de euforia gritaron sin parar. Los que estaban muertos, ahora volvían a la vida. El perdón y la gracia que Dios extendió a nuestras vidas es un suceso tan extraordinariamente milagroso como el ocurrido a estos hombres hace ocho años. En la  carta escrita a los Efesios, el apóstol Pablo dice que Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida juntamente con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef 2:4-5). Sin Cristo en nuestras vidas, estamos igual que estos mineros a cientos de metros de profundidad, muertos espiritualmente, sin ninguna capacidad humana para revertir nuestra condición. Dios proveyó en su Hijo, aquella cápsula  Fénix que  descendió  de su gloria eterna  a las profundidades más oscuras de nuestra humanidad perdida. El autor de la carta a los Hebreos declara que Jesús en su condición humana fue tentado en todo más no pecó (Heb 4:15). Vivió aquella  vida perfecta que ninguno podía vivir, convirtiéndose  en nuestro perfecto sustituto al morir por nuestros pecados,  para así rescatarnos y  restaurar nuestra comunión con nuestro Padre Celestial. Al pensar en el rescate de los 33 mineros que trajo asombro y cobertura periodística  mundial, reflexiono en lo siguiente: ¿habría sido este accidente una noticia mundial si el  derrumbe hubiera dejado atrapados a estos hombres a tan sólo tres metros de la superficie con vías de escapes accesibles? Claramente que no. Hubieran escapado por sus propios medios, ya que muchos de ellos eran mineros experimentados. La  expectación mundial estaba dada por el hecho de que era un rescate humanamente  imposible. ¿Puede ser que a veces perdemos la dimensión del rescate que Cristo hizo por nosotros? ¿Puede ser que volvamos a creer que tan sólo estábamos a tres metros de profundidad y que hemos sido colaboradores experimentados en la salvación de nuestras almas? ¿Podríamos catalogar nuestro rescate como una noticia mundial o aquella que sale en  un simple aviso en el periódico local? La primera vez que reflexioné en estas preguntas, algo me traspasó el corazón. Temblé por dentro al pensar que no era absolutamente consciente de la tremenda distancia que me separaba del  Dios Santo y de la inmensa gracia que me salvó. A menudo, tengo la  ilusión de haber sido hallada a solo metros de la  superficie,  y que aún colaboro con los costos de mi  rescate. A menudo, debo arrepentirme por menospreciar a mi hermano, que fue liberado de las mismas profundidades, aunque mi orgulloso corazón se sienta en una posición superior.  A menudo, no vivo en el gozo que significa el privilegio de ser partícipe de la más grande noticia mundial de todos los tiempos, y por consecuencia, de no darla a conocer a otros. Paradójicamente, estas  reflexiones han sido la constante fuente de confirmación de mi necesidad absoluta de su gracia. No sabemos con claridad qué pasó con los mineros después de su rescate. Se han escrito libros,  se han hecho algunos reportajes e incluso han inspiraron más de una película. Algunos  han vuelto a las profundidades de las minas para continuar sustentando a sus familias. No cabe duda que fue un recate asombroso, pero sus implicancias posteriores solo serán recordadas como parte de la historia. Sin embargo, tú y yo  somos parte del verdadero y más grandioso rescate que el hombre podrá experimentar. Aquel realizado una vez y para siempre por el Hijo de Dios a favor de los pecadores. ¡Estábamos muertos y recibimos vida juntamente con Cristo!  Que por su gracia, no perdamos el asombro y el gozo para  proclamar el milagro de nuestra redención.
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Reseña: La dinámica del corazón en la vida cotidiana
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Reseña: La dinámica del corazón en la vida cotidiana

Es el corazón el único lugar de donde emanan nuestros sentimientos? ¿Es solo un órgano de nuestro cuerpo que nos mantiene con vida gracias a sus latidos? ¿Está completamente separado de nuestros pensamientos más racionales? ¿Qué tiene que ver el corazón con el alma o el espíritu del hombre? Cuando hablamos del corazón, una gran variedad de ideas se ponen sobre la mesa. Me imagino que has escuchado o expresado algunos de los siguientes dichos: «amigo, te lo digo de todo corazón», «le puse todo el corazón a este proyecto», «hijo, se me parte el corazón verte sufrir así», etc. Cada unas de estas expresiones dan cuenta de lo instintivo que es, para cada ser humano, otorgarle al corazón un rol primordial en las experiencias que vive. La Escritura, en toda su extensión, da a conocer el rol central del corazón en la vida del ser humano para relacionarse con Dios y con su prójimo. Proverbios 4:23 dice que la vida del hombre brota de su propio corazón y que por tal razón se debe cuidar: «Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida» (NVI). El mismo Señor Jesucristo expresó el rol fundamental que cumple el corazón en nuestra manera de relacionarnos con los demás: «[...] de la abundancia del corazón habla su boca» (Lc 6:45). Sin embargo, aun sabiendo la importancia del corazón y teniendo en cuenta la gran cantidad de versículos que nos hablan de él, no siempre existe claridad de lo que realmente quiere decir la Biblia cuando habla del corazón y de cómo este se relaciona con la propia experiencia humana y con la de quienes nos rodean. Fuimos creados para amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos y una comprensión bíblica de cómo hacerlo es de vital importancia para amar a nuestro Dios y amar bien a quienes nos rodean, sobre todo a aquellos que nos hemos comprometido a cuidar y a guiar. La dinámica del corazón en la vida cotidiana del autor Jeremy Pierre es un libro que intenta darnos esa descripción bíblica y prolija del corazón. El objetivo del libro es ser una herramienta que sirva al creyente para comprender las experiencias de los demás en su intento de ofrecer ayuda, no solo con el fin de volverlo más empático, sino más bien para comprender mejor esas experiencias a la luz de lo que Dios dice al respecto. Jeremy Pierre divide su libro en tres grandes secciones. En las dos primeras, intenta ayudarnos a comprender al ser humano en toda su complejidad. Explora detalladamente el diseño del corazón en la sección uno y la forma en que este responde a sus diversos contextos en la sección dos. Dentro de estas dos primeras secciones, el autor nos lleva a comprender que el ser humano fue diseñado teomórficamente, a imagen del Creador, con la habilidad de pensar, de sentir y de decidir para así relacionarse dinámicamente con el único y amoroso Dios que también piensa, siente y decide. Pierre llama en su libro a estas habilidades «las tres funciones del corazón» (cognitiva, afectiva y volitiva). Él expresa: «Nadie debiera tratar a los demás como si fueran tan solo seres racionales que necesitan instrucción, o tan solo seres emocionales que necesitan sanidad o tan solo como personas que toman decisiones y necesitan la motivación correcta» (p. 10). Él destaca que la experiencia humana es tridimensional, donde todas las funciones están actuando dinámicamente con su entorno. En el capítulo dos de la primera sección, el autor explica también cómo nuestras creencias, muchas de ellas profundamente arraigadas, nos conducen a interpretar todo lo que nos sucede; cómo nuestros deseos se ven reflejados en las más variadas emociones que experimentamos; y cómo nuestros firmes compromisos con las personas, con Dios u otra cosa finalmente determinan nuestras decisiones y nuestro actuar. Si bien muchas de nuestras interpretaciones, emociones y decisiones pueden ser autopercibidas como automáticas y fuera de nuestro control, estas se pueden comprender al examinar profundamente lo que estamos creyendo, deseando y con lo que estamos realmente comprometidos. El autor dice: «Cuando las personas aprenden más sobre sí mismas, pueden sopesar sus reacciones ante la Palabra de Dios. La Palabra de Dios nos ayuda a discernir entre una respuesta saludable que honra a Dios y una respuesta dañina que niega a Dios» (p. 29). La esperanza está en el corazón perfecto de Jesús. Él nos muestra nuestras fallas y nos rescata por medio de la obra fiel y poderosa del Espíritu Santo. Pierre propone que la única forma de entendernos a nosotros mismos es al estar conectados con Cristo. El pecado ha corrompido nuestros corazones y la fe en Jesús es la única manera de restaurar su diseño para nosotros, ya que el suyo es el único corazón que ha reflejado perfectamente la voluntad de su Padre. Finalmente, la sección tres describe y propone una metodología para poder ayudar a otros a comprenderse a sí mismos en sus propios contextos a la luz del Evangelio. Es muy difícil lograr una adecuada metodología si no está basada en un firme y claro fundamento. Las metodologías, incluso, pueden variar y ser igual de efectivas si siguen sintonizadas con aquello que las sustenta y define. Personalmente, creo que uno de los grandes méritos del autor en este libro es justamente entregarnos, en sus dos primeras secciones, una profunda, detallada y bíblica explicación del diseño divino. Él nos da una clara visión de cómo el corazón del ser humano en un mundo caído se expresa pecaminosamente al interactuar en sus diferentes contextos. Entender todo esto será vital para ayudar a otros y para errar menos en amarlos como Cristo nos llama a hacerlo. Quiero advertirte y animarte a la vez. La dinámica del corazón en la vida cotidiana es un libro que requerirá probablemente leerlo más de una vez, subrayar frases importantes (¡mi libro está muy subrayado!), quizás tomar apuntes, ¡pero no te detengas! Valdrá la pena el tiempo y el esfuerzo invertido, ya que dejará muy pocas preguntas sin responder frente a tantas dudas que surgen de erradas interpretaciones bíblicas, mitos y teorías psicológicas. Conocernos a la luz de la Escritura, conocer el corazón perfectamente santo de Jesús y su promesa de formar su corazón en nosotros por medio de su Espíritu, hará crecer nuestro anhelo de vivir en santidad y de ayudar a otros en ese camino.

La dinámica del corazón en la vida cotidiana: conectando a Cristo con la experiencia humana. Jeremy Pierre. Editorial Bautista Independiente, 227 páginas.