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Aaron Armstrong es autor de Awaiting a Savior: The Gospel, the New Creation, and the End of Poverty [Esperando un Salvador: el Evangelio, la Nueva Creación y el fin de la pobreza],Contend: Defending the Faith in a Fallen World[Contienda: cómo defender la fe en un mundo caído] y Everyday Theology: Understanding the Ideas We Assume are True [Teología diaria: cómo entender las ideas que asumimos que son verdad]. Es escritor, conferencista y gestor de marca paraThe Gospel Project.

RESEÑA: CINCO PUNTOS

RESEÑA: CINCO PUNTOS
¿Cuál es el estereotipo del calvinista? Depende de con quién hables, probablemente escuches algo como esto: es el quisquilloso teológico gruñón, sin alegría que se obsesiona por un acróstico y secretamente (o quizás no tan secretamente) saborea la idea de personas pasando la eternidad en el infierno.
No obstante, ¿es así?
¿Las supuestas doctrinas de la gracia realmente deben llevar a una falta de gracia dentro del pueblo de Dios?
John Piper ciertamente no lo cree así. Al contrario, él cree firmemente que nuestra doctrina debe traernos alegría. Por lo tanto, con eso en mente, él escribió este corto libro: Cinco puntos: hacia una experiencia más profunda de la gracia de Dios. En diez capítulos fáciles de leer, Piper pone el TULIP (acróstico en inglés de los cinco puntos) —depravación total, gracia irresistible, expiación limitada, elección incondicional y la perseverancia de los santos— en su contexto histórico y ofrece una breve encuesta bíblica para cada uno, así como también testimonios personales e históricos de muchos hombres de Dios fieles que verdaderamente creen que esas verdades son esenciales para nuestra fe.
El objetivo de Piper no tiene que ver con defender los cinco puntos del calvinismo por el solo hecho de defender al calvinismo, sino que con ayudar a los lectores a ver mejor a Dios; no solo para conocer cómo él es, sino para disfrutarlo. «[P]ara gozarlo debemos conocerlo. Verlo es apreciarlo», escribe Piper. «Si él se queda detrás de una niebla difusa y vaga, puede que sintamos curiosidad por un tiempo. Pero cuando la niebla se disipe nos maravillaremos con gozo al darnos cuenta que estamos al borde de un inmenso precipicio» (p. 8).
Lo más útil en el libro es, creo, la honestidad de Piper sobre su propia visión de los cinco puntos. Uno puede evitar terminar el libro pensando que Piper no es tan fanático de la construcción moderna del TULIP como lo es de las realidades a las que apunta:

- Él ve las implicaciones de la doctrina de la depravación total (de la rebelión abierta y continua del hombre contra su Creador) y provoca que se maraville de la misericordia de Dios.
- Él ve la necesidad de entender exactamente por quiénes murió Cristo, pero no para poder regocijarse en el destino de aquellos que mueren separados de Cristo, sino porque la naturaleza definitiva de la cruz debe hacer que nos regocijemos y que nos demos cuenta de que las ovejas de Cristo son mucho más numerosas de lo que podríamos sentirnos tentados a creer.
- Él ve la naturaleza incondicional de la elección como un maravilloso faro de esperanza, ya que si la salvación dependiera de cualquier cosa menos de que Dios nos ama simplemente porque nos ama, estaríamos condenados.
El punto de Piper una y otra vez es simple: cuando vemos los cinco puntos correctamente, deben provocar que demos gracias por la maravillosa gracia de Dios.
Si queremos profundizar más en nuestra experiencia de la gracia de Dios, este es un océano de amor disponible para nuestro disfrute. Dios no quiere que la novia de su Hijo solo se sienta amada con un amor general por el mundo. Lo que él quiere es que ella se sienta cautivada con la particularidad del afecto entrañable que él puso en ella antes de que el mundo existiera. Dios quiere que sintamos cómo estas palabras apuntan hacia nosotros: «Yo te escogí. Yo envié a mi Hijo a morir con el fin de tenerte» (p. 57). No hace mucho tiempo, enganché en una conversación en línea acerca de la percepción que se tiene de que los calvinistas son personas airadas y el problema del TULIP. Un caballero señaló que él ve un continuo problema con el TULIP: no lleva al gozo sino que a condenar con enojo. Al leer este libro, se me vino a la mente esta persona. ¿Es este el tipo de libro que le regalaría a este hombre? ¿Perpetúa el estereotipo que cree que es más o menos cierto esto que se menciona sobre los que sostienen los cinco puntos? ¿Es este otro manifiesto de un «calvinista enojado»? Aunque no tiene miedo de poner en duda ciertas interpretaciones de la enseñanza de la Escritura, el lenguaje de Piper está lejos de ser agresivo. Al contrario, hay más un sentido ferviente de asombro que permea las páginas del libro. Piper quiere ver desesperadamente el amor de Dios en los cinco puntos del calvinismo; ver las doctrinas de la gracia manifestar su fruto: gozo fiel en las vidas del pueblo de Dios. Cinco puntos es el tipo de libro que quiero regalarle a la persona que lucha con la idea del calvinismo. Es ameno, desafiante, reflexivo y, más importante, fiel a la Palabra de Dios.Cinco puntos: hacia una experiencia más profunda de la gracia de Dios. John Piper. Poiema Publicaciones, 112 páginas.
Esta reseña fue publicada originalmente en Blogging Theologically.

RESEÑA: VERDADEROS ADORADORES

RESEÑA: VERDADEROS ADORADORES
Si hay una cosa en lo que los evangélicos pueden estar de acuerdo, es que a todos aparentemente no nos gusta la música que tocan en nuestras respectivas iglesias. Dependiendo de dónde asistas, la música puede ser demasiado contemporánea, demasiado tradicional, demasiado fuerte, no lo suficientemente fuerte, demasiado compleja, demasiado simple, de muy alta calidad, de muy baja calidad, demasiado centrada en el hombre o demasiado centrada en Dios. (Bueno, estoy bromeando: nadie se ha quejado jamás de la última).
Lo admito: he sido de ese tipo de personas. Llámame superficial, pero si la canción parece ser más apropiada como una balada sobre una chica que sobre Jesús, probablemente no la cante. Si mis órganos internos vibran, espero afuera hasta que la banda termine[1]. Si la máquina de humo está funcionando y los láseres iluminando, corro a los cerros[2].
Ahora, no me malinterpretes: en ningún sentido estoy en contra de las canciones de adoración contemporáneas. Me encanta una nueva buena canción al igual que un clásico himno. También, me encanta una banda completa, de la misma manera que un solista con un acompañamiento de guitarra o piano. Sin embargo, láseres y humo… no, no hay ninguna clase de redención para esa tontería. Cuando voy a la iglesia, no espero que todas mis preferencias sean satisfechas cada semana, porque estoy completamente consciente de que nuestros servicios dominicales no existen para satisfacer mis deseos musicales. Espero que te des cuenta de esto también.
No obstante, ¿qué es lo que nos hace enloquecer un poco de la música de adoración? ¿Será que estamos obsesionados con nuestras preferencias? Bob Kauflin discute en Verdaderos adoradores: anhelando lo que a Dios le importa que el problema es más profundo que eso. Nuestro problema es que tenemos un entendimiento truncado de lo que realmente es la adoración; que la vemos como una «experiencia emocional guiada musicalmente». Sin embargo, esta una no es una visión que podamos obtener desde la Biblia, pues, como vemos en Juan 7:7-23, Jesús denomina la verdadera adoración: «[la adoración] al Padre en espíritu y en verdad».

La adoración es más que música
«Para quienes pensamos sobre la adoración principalmente en términos de experiencias emocionales motivadas por la música, la conversación de Jesús con la mujer samaritana debería ser reveladora». Kauflin escribe: «Jesús estaba hablando sobre “verdaderos adoradores” y no mencionó la música ni una vez. No hubo ni siquiera un murmullo sobre bandas, órganos, teclados, coros, baterías ni guitarras — tampoco sobre flautas, liras ni panderetas» (21). Algunos de los que están leyendo esto darán un efusivo amén a estas palabras. Sin embargo, ya puedo sentir a algunos lectores retorcerse un poco en sus sillas. Después de todo, la manera primordial (quizás incluso la única manera) que nos han enseñado a pensar de la adoración es como música. Sin duda, hablamos mucho de Romanos 12:1, que nos dice que nuestra adoración espiritual es ofrecernos a nosotros mismos como «sacrificio vivo», y decimos que realmente se trata de la música. Salvo que en realidad no lo es. Kauflin no deja dudas de que la adoración es un asunto principalmente del corazón y del carácter antes que cualquier cosa. «En general, la adoración en espíritu y en verdad es aquella que surge de un corazón sincero y encaja con la verdad de la Palabra de Dios» (21). Adorar de esta manera es una capacidad que recibimos de Dios, porque no somos capaces de producir tal deseo espontáneamente. Es exaltar a Dios a medida que lo conocemos por medio de su Palabra, de humillarnos a nosotros mismos a medida que reconocemos y celebramos su grandeza en sus palabras y acciones. Es juntarnos y compartir los sacramentos. Es construir el cuerpo y animarnos mutuamente al amor y buenas obras. Este es el tipo de correctivo que muchos de nosotros necesitamos, incluido yo. He estado por mucho tiempo en el tren que dice que «la adoración es más que música», pero seré honesto, los argumentos que he escuchado, leído y ocasionalmente usado, no siempre han sido realmente bien desarrollados. Lo que Kauflin hace en este libro es entregar una defensa sustancial de una visión comprensiva de la adoración, una que va más allá de 26 a 35 minutos de música el domingo en la mañana y en cómo trabajas, lees y piensas. Puesto que todos estamos, en todo momento, adorando algo, la adoración es mucho más que cantar. Tiene que serlo. Pero también no es menos que eso.La adoración no es menos que cantar
Aunque todos debemos procurar tener una perspectiva más amplia de lo que es la adoración, no debemos ignorar el hecho de que una comprensión bíblica de la adoración sí incluye cantar. Es bastante importante, de hecho. Kauflin dedica dos capítulos al tema de las canciones y la música, no para darles la mayor prioridad, sino porque existen muchas preguntas sobre cómo adorar por medio de la música (y específicamente, qué hacemos cuando luchamos con cantar). Para algunos de nosotros, esta lucha viene de una preocupación por nuestra capacidad, pues no somos muy buenos. A otros no les gusta, o se sienten como hipócritas porque las emociones expresadas no reflejan las nuestras. Otros aún no cantan porque no pueden por buena conciencia, porque no hay nada realmente ahí para cantar. Kauflin aborda todas esas preocupaciones cuidadosamente, pero no nos deja libres de responsabilidad; la respuesta no es dejar de cantar, sino que cantar de manera diferente:Las letras de los cantos que son vagas o poco profundas nunca deben impedir que les añadamos verdades bíblicas. Si estoy en algún lugar donde abunda este tipo de cantos, lo que suelo hacer es añadirle letras. Por ejemplo, si están repitiendo una línea como: «eres digno de alabanza», exprésale al Señor las razones concretas por las cuales Él es digno: «Me redimiste… Tú conoces todas las cosas… Tus misericordias nunca acaban… Tú gobiernas sobre todo» (p. 124).
Este es un buen consejo, pero no es fácil de seguir. A primera vista, pareciera como si algo funcionaría muy bien para alguien que naturalmente se inclina hacia la música. Sin embargo, para personas como yo que podrían dar un grito de júbilo al Señor, pero es solo ruido para el resto… no lo es tanto. No obstante, cuando me detengo y lo considero realmente, aunque no me guste cuando no puedo expresar las palabras que quiero decir para que encajen con el ritmo de la canción, eso no debiera detenerme para cantar las verdades reales. De hecho, ¡la única cosa que me detendría es no conocer alguna de las verdades de las cuales canto! Realmente aprecio el desafío de Kauflin a reconsiderar nuestras objeciones para las canciones que cantamos y encontrar maneras de conectar en lugar de ser pasivos.
Sin embargo, ¿qué pasaría si es un problema continuo? Simple: habla con tus líderes de la iglesia. Pero no envíen el correo estándar que dice: «la música se centra en el hombre y es superficial. Dejen de arruinarla», que se borra inmediatamente. Si ves legítimamente un problema, debes pedirle a tu pastor que te dé su perspectiva sobre él, usando tres palabras poderosas: ayúdame a entender. «¿Quién sabe lo que Dios podría hacer si expresas tu preocupación por el peso teológico de los cantos?» (124).
Un libro que todo líder de adoración (y todo adorador) debe leer
Se ha convertido en un cliché decir que todos necesitan leer un libro, porque no existe tal cosa (aparte de la Biblia). No obstante, Verdaderos adoradores es uno que está cerca de merecer tal elogio y no porque sea el equivalente literario de una «tiradera» en las guerras de adoración. (Porque no está expuesto para hacer eso). Al contrario, lo que hace valioso a este libro es que tiene un rol de hacedor de paz: anima a ver una perspectiva más amplia sobre la adoración que solo cantar, mientras que ni una sola vez descuida la importancia de cantar. Ya sea que luches con cantar canciones superficiales o midas la efectividad de la adoración por cuántas manos son levantadas y cuántas lágrimas caen, serás desafiado por este libro. Confío en que será el desafío que necesitas.Verdaderos adoradores: anhelando lo que a Dios le importa. Bob Kauflin. Poiema Publicaciones, 176 páginas.
Esta reseña fue publicada originalmente en Blogging Theologically.

Reseña: Vivir es Cristo, morir es ganancia

Reseña: Vivir es Cristo, morir es ganancia
Recuerdo mi primer pensamiento después de que Jesús me salvó: ¿y ahora qué?
Había sido cristiano por 30 segundos y sabía que no iba a poder ser capaz de seguir donde estaba, lo cual era algo bueno porque era un desastre total (y no solo en términos de la manera en la que había estado viviendo hasta ese punto).
Algunos asumen que la fe cristiana es una experiencia de una vez y ya: Jesús te salva, luego avanzas sin mucho esfuerzo por la vida con una tarjeta gratis que te saca del infierno, como si no importara nada de lo que haces desde ese momento en adelante. Sin embargo, la Biblia dice lo contrario: cuando miras una carta como Filipenses, ves una emocionante expectativa de que los creyentes crezcan y maduren; que lleguen a ser más de lo que son al momento de la salvación.
«Dios quiere que pasemos de ser bebés en Cristo a ser maduros en Cristo», escribe Matt Chandler, pastor de Village Church y autor (junto con Jared Wilson) de Vivir es Cristo, morir es ganancia. Basado en su serie de enseñanzas del libro de Filipenses, Chandler desafía a los lectores a ver la imagen que Pablo describe de la madurez cristiana, y que busca con vigor.

Crecer se trata de carácter
Si tuviera que resumir este libro en una palabra, sería esta: carácter. Chandler enfatiza este punto una y otra vez, explícita e implícitamente, reflexionado en sus páginas. El verdadero crecimiento solo sucede a medida que nuestro carácter es conformado al de Cristo. Es por esto que vemos que las cualidades de los líderes no están enfocadas en las capacidades, sino que en el carácter. Quién tú eres y cómo eres importa muchísimo más que lo que puedes hacer. Chandler lo resume bien: «Si el Evangelio es cierto, la vida de ellos debería parecer como si eso fuera cierto». Todo esto comienza en tu corazón. Chandler clama junto con Pablo contra los peligros del orgullo, de pensar con más alta estima de nosotros de lo que debemos. El peligro de ser consumido por el egoísmo de obtener cosas y el tipo de descontento que no te acerca más a Cristo, sino que te lleva más profundo hacia ti mismo. Donde es más evidente, él argumenta, es en cómo vemos o tratamos a las personas:He aquí una buena prueba de fuego. En tu mundo, ¿tienen alma las personas? Sé que parece una pregunta simple, pero permíteme ponerla en contexto. Cuando te sientas en un restaurante como creyente en Cristo, y un joven o una joven te atienden, ¿piensas que él o ella tienen alma? ¿Que son criaturas espirituales? ¿O cabilas: simplemente dame mi bebida, toma mi pedido y apúrate? ¿Reconoces la imagen de Dios en esa persona? ¿Eres capaz de animar, amar y servir a quienes te sirven incluso en una situación tan sencilla como esa?Es crucial para nosotros entender esto, no solo mientras leemos este libro, sino que mientras buscamos madurez en Cristo. Es por eso que Jesús conecta amar a nuestros prójimos con amar al Señor, porque nuestro amor por Jesús cambiará necesariamente cómo vemos a otros. El empleado en la tienda de conveniencia del vecindario, el barista de la cafetería más cercana, el mesero de nuestros restaurantes favoritos... Cuando no los vemos como autómatas expendedores de café, sino que como personas hechas a la imagen de Dios, va a cambiar la manera en la que interactuamos con ellos, especialmente con aquellos que vemos diariamente (si es que has hecho el hábito de frecuentar las mismas cafeterías cada día). No importa cuánto sirvas en la iglesia, qué dones tengas, cuánto dinero des; tu carácter y cómo tratas a los demás revela lo que realmente está sucediendo en tu corazón.