Se dice que «las misiones son tu eclesiología armada con un pasaporte[1]». La diferencia entre lo que nosotros los pastores hacemos en Génova, Italia y lo que los pastores hacen en los Estados Unidos es geográfica, no filosófica. Por lo tanto, quiero compartir con ustedes algunas verdades que nosotros hemos aprendido en Italia en estos días de la epidemia de la COVID-19.
La COVID-19 no puede detener la Gran Comisión
Sería fácil ver a la COVID-19 como un obstáculo para el progreso de la Gran Comisión en Génova. Si me hubieras preguntado hace tres semanas cómo iba el ministerio, mi respuesta probablemente habría incluido algo sobre ser animado por el «ímpetu en el ministerio» (desde estudios bíblicos evangelísticos a discipulados uno a uno; desde consejería a preparación de candidatos al ministerio).
Sin embargo, nuestra región, Liguria, fue una de las primeras fuera de la «zona roja» en adoptar medidas de contención. Al principio, era probable que solo nos pidieran que nos priváramos de nuestro tradicional saludo italiano (un beso en la mejilla), pero rápidamente se tornó claro que todo lo que una vez llamé «ímpetu» tendría que suspenderse.
Por lo tanto, la llegada de la COVID-19 a Italia se ha convertido en una oportunidad para renovar nuestras mentes a solo ver cómo la Gran Comisión marcha hacia adelante. Sí, nosotros plantamos y regamos, pero «[es] Dios, que da el crecimiento» (1Co 3:7). El hombre duerme, aun así la semilla crece. Ni siquiera tiene los medios para explicar cómo sucede todo (Mr 4:27). Jesús, después de haber predicado fielmente la Palabra, duerme profundamente, al igual que el hombre que siembra la semilla en la parábola.
Mientras tanto, los discípulos, atrapados por lo que ven y olvidando con quién están, cuestionan el carácter de Cristo: «Maestro: ¿no te importa que perezcamos?» (4:38).
Charles Bridges bien ha comentado: «El éxito debe verse como una extensión más allá de las apariencias presentes. La semilla podría estar enterrada bajo terrones de tierra mientras nos encontramos ahí y luego brota[2]». Las apariencias presentes no pueden ser los únicos criterios por los cuales evaluamos lo que Dios está haciendo entre nosotros. En lugar de ver la pandemia como un obstáculo para la misión de la iglesia, debemos suplicarle al Señor que se complazca en usarla para provocar que más semillas sean plantadas en los corazones de las personas para brotar y crecer.
La providencia de Dios y nuestras preferencias
Llamamos a todos a lo largo del país a restare a casa (quedarse en casa). Esta noción ha sido codificada en varios decretos que han implementado restricciones en toda la nación con la esperanza de contener la propagación del virus. Aunque al comienzo habían muchos en nuestra región que parecían bastante despreocupados por todo esto (al principio, muchas playas rebosaban de multitudes) ahora parece que la mayoría de las personas están convencidas de que la situación es grave y que quedarse en casa en realidad es importante. Hemos hecho lo mejor que podemos para seguir el ejemplo, confiando en el Señor al someternos a las autoridades que Él ha puesto a cargo.
La fidelidad en el ministerio siempre depende de la providencia de Dios, no de nuestras preferencias. Tenemos que morir a lo que preferimos y ser fieles a lo que el Señor provee. Como pastores, no es suficiente para nosotros resignarnos a esperar hasta que podamos reunirnos de nuevo. Debemos aceptar con entusiasmo los cambios que la COVID-19 trajo al ministerio, pastorear a nuestra congregación para que vea que «Él ha hecho todo apropiado a su tiempo» (Ec 3:11). Aunque la vida pueda estar en espera en medio de esta prueba, el crecimiento cristiano no lo está. Al contrario, esta prueba es el medio que Dios escogió para producir constancia en su pueblo (Stg 1:2-4).
Calvino dijo: «la mayor de las miserias es ignorar la providencia de Dios; y que, al contrario, la suma felicidad es conocerla[3]». Ignorar la providencia es la razón por la que la COVID-19 es combustible para el temor constante. Pero conocerla nos asegura que estamos en casa porque Dios nos quiere ahí (Stg 4:13-17).
Por lo tanto, encontremos maneras creativas para ayudar a las personas a procesar todo lo que los medios de comunicación les lanzan. Prácticamente, eso se traduce en muchos mensajes de WhatsApp (el medio preferido de la mayoría), discipulados por medio del teléfono y reuniones de oración por Skype. Estos no son reemplazos de la reunión comunitaria semanal en el Día del Señor, pero nuestra oración es que el Señor use nuestros esfuerzos mientras no podemos juntarnos para prepararnos para el día en que sí podremos.
Me doy cuenta de que la mayoría de los ministerios en Estados Unidos son significativamente más grandes que los nuestros, así que quizás la fidelidad pastoral en esta etapa será aún más complicada.
Y sin embargo, si el virus continúa avanzando, los ritmos normales de la vida continuarán improvisándose y las oportunidades únicas de pastoreo abundarán. Debemos estar alerta. No debemos perder la oportunidad de animar a las personas a orar para que se abran puertas a la Palabra. Debemos pedirle al Señor la gracia para que: «Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo» (Col 4:1-6). Estas oportunidades podrían ser diferentes a lo que alguna vez imaginamos, pero debemos aceptarlas con gozo.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
[1] https://thecripplegate.com/missions-ecclesiology-with-a-passport/
[2] Charles Bridges, The Christian Ministry [El ministerio cristiano], sección 76 (https://www.monergism.com/thethreshold/sdg/bridges/The%20Christian%20Ministry%20-%20Charles%20Bridges.pdf) [Traducción propio].
[3] Calvino, Institución de la religión cristiana. Libro I, xvii, 11.