A las ancianas, enséñales a que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios. (Tito 2:3-5)
En el libro de Tito, se anima a las mujeres a ser activas en el cuidado de la siguiente generación, enseñando y modelando cómo ser una mujer de Dios. Me siento increíblemente afortunada de poder nombrar fácilmente varias mujeres mayores en mi vida que han sido, de una u otra forma, mujeres que actúan de acuerdo a Tito 2. Ellas son las mujeres que ahora trato de imitar mientras sirvo como una mujer de Dios.
Cuando pienso en estas mujeres –sean un poco o mucho mayores que yo y pese a que están viviendo distintas etapas– veo en ellas algunos rasgos en común:
1. Comparten toda su vida con nosotras.
Si son madres, son sinceras respecto a lo que implica: comparten las luchas que enfrentan con los hijos y en el matrimonio. Si trabajan fuera de la casa, comparten lo que les pasa en el trabajo, las presiones de la fecha de cierre, las exigencias de los jefes y la experiencia del lugar donde trabajan. Ya sea que tengan familias grandes, pequeñas o pasatiempos que disfruten realizar, ponen todo sobre la mesa para poder hablar sobre ellas. Esto es genial, porque me hace sentir que ninguna pregunta es demasiado aterradora como para no hacerla.
2. Nos invitan a formar parte de sus vidas.
No sólo nos cuentan sobre sus vidas, sino que también nos invitan a formar parte de ella. Podemos ver cómo son realmente –cuando llegan a sus casas del trabajo y están exhaustas para preparar la cena o incluso cuando se relajan–. Nos dejan ayudarlas a bañar a sus hijos y a acostarlos; dejan que las acompañemos a hacer trámites (pueden parecer aburridos, pero, en realidad, no lo son). Cada momento que comparten con nosotras es una oportunidad para ver la vida cristiana en acción, desde cómo, con consideración, compran comida extra en caso de que haya que preparar otro plato para alguien, hasta cómo disciplinan a sus hijos.
3. Son honestas con nosotras.
Estas mujeres son grandiosas porque son reales. No tienen miedo de compartir sus errores con nosotras ni de mostrarnos lo lejos que están de ser perfectas.
4. Nos hablan de la Biblia.
Les encanta reflexionar sobre lo que han estado aprendiendo en la iglesia, sobre lo que han estado conversando con otros respecto a la Palabra o sobre cómo ven a Dios obrar en sus vidas. A veces, comparten un versículo bíblico que les encanta o la forma en que la Escritura las ha ayudado a perseverar en un tiempo difícil.
5. Nos regañan.
Nos conocen lo suficiente como para saber cuando nos estamos desviando y, amorosa y bondadosamente, nos traen de vuelta a la Palabra de Dios.
6. Son ejemplos para nosotras.
Debido a que podemos ver sus vidas, podemos aprender de ellas.
7. Nos animan.
Somos animadas a amar y a servir al ver la forma en que ellas aman y sirven fielmente. Por medio de su amistad con nosotras, somos animadas al escuchar lo que dicen y al ver lo que hacen.
8. Proveen para nosotras.
Ya sea que nos presten su oído cuando necesitamos ser escuchadas, que nos compartan su sabiduría y nos den un consejo piadoso, que nos lleven en auto a algún lugar al que necesitamos llegar, que nos den un un plato de comida o incluso que nos sirvan una taza de té caliente, éstas son mujeres que proveen –y nos enseñan a proveer para otros también–.
9. Oran por nosotras.
Cuando estamos juntas oran por nosotras. Cuando no lo estamos, también oran. Ellas saben que finalmente es Dios quien hace crecer a las personas, por lo que su oración es que él nos haga crecer.
Por lo tanto, mujeres mayores, continúen siendo ejemplos piadosos al poner la Palabra de Dios primero, y sigan buscando conocerlo más y más. Hay mujeres más jóvenes mirando y buscando aprender de sus vidas. No necesitan tener todas las respuestas, sólo necesitan amar a Jesús y permitir que otras vean la manera en que lo sirven.
Mujeres jóvenes, miren a mujeres cristianas mayores en la iglesia y aprendan de ellas. No tengan miedo de hacer preguntas. Descubran por qué ellas hacen lo que hacen, ya sea que estén de acuerdo con ellas o no. Observen sus vidas e imítenlas como ellas imitan a Cristo. De eso es lo que se trata Tito 2.